Texto del 26/02/2013
“Es alarmante ver que las mismas recetas que nos han llevado a devaluar los mercados financieros y laborales españoles quieran servir ahora para sacarnos del entuerto”
Un colega reflexionaba hace tiempo sobre la incapacidad de asumir responsabilidades de los españoles, y lo hacía mostrando el polo opuesto: Japón. Cuando un japonés –decía– se enfrenta a una situación crítica, primero busca una solución y, después, al culpable de la misma. La respuesta de la sociedad española, de sus gobiernos, de los agentes sociales, a la crisis que nos ha estremecido, ha incidido mucho más en identificar a los responsables que en el análisis sosegado de las alternativas para volver a crecer y generar empleo.
Es un placer participar en esta segunda parte de El crac del 2008. La crisis que cambió el mundo. Es una obra que nace con un afán recopilador, casi enciclopédico, para poder reunir el máximo de información posible sobre la crisis que sufrimos desde hace cinco años y ofrecer soluciones y, lo que a veces es más difícil, análisis lúcidos sobre las causas. Sin duda, recogen un relato coral de un momento histórico fundamental.
En Europa la crisis ha afectado especialmente a los países con menor inversión en I+D, entre los que se encuentra España. Si queremos reconstruir nuestro sistema productivo, la apuesta fundamental pasa por el capital humano: la formación y la creación de conocimiento. España debería seguir el ejemplo de Australia, que ha convertido la educación superior en la tercera industria exportadora del país. España es líder en Europa en atracción de estudiantes ERASMUS, con la Universidad Carlos III de Madrid como la más europea de sus universidades por este criterio, y podría convertir la educación superior en una de sus principales fuentes de ingresos si invirtiese en sus buenas universidades, fomentase las enseñanzas bilingües y abriese sus aulas a profesores y estudiantes internacionales. Con ello, España podría convertirse en la California de Europa, como ha demostrado estableciendo un sistema sanitario público modélico que hoy se encuentra amenazado por políticas miopes.
En este sentido, es alarmante ver que las mismas recetas que nos han llevado a devaluar los mercados financieros y laborales españoles quieran servir para sacarnos del entuerto. Sabemos ya que aquello que nos hizo crecer como la espuma tenía, precisamente, la consistencia de las burbujas. Las bases más sólidas siempre estarán en las personas y en la formación más completa que podamos ofrecerles. Quizá es el momento de acertar de una vez con el diagnóstico y con la solución y de arrumbar a los culpables que no han sabido ni reconocer ni enmendar el error.
Muchas universidades españolas estamos haciendo un gran esfuerzo por continuar mejorando la calidad de la docencia y la investigación, aun con los recursos más limitados de los últimos años. La transferencia del conocimiento que generamos es hoy más importante que nunca. Nos debemos a la sociedad que nos sostiene, y parte fundamental de la misma son las empresas, que emplean a nuestros graduados y que nos reclaman innovación y conocimiento para continuar avanzando. Somos conscientes de nuestro papel central y necesitamos que nuestros políticos tengan la altura de miras necesaria para basarse en el análisis de los datos y no en su interés a corto plazo, aprender de las medidas de apoyo al conocimiento que han tenido éxito en Brasil, China o los países del norte de Europa y sentar las bases de un crecimiento sostenible de España. Nos jugamos mucho.