Dr. Dídac Ramírez i Sarrió
Fotografia cedida
Pròleg, TH, 4t-5è VOLUM. El crac del 2008. La crisis que cambió el mundo.

Dr. Dídac Ramírez i Sarrió

Rector de la Universitat de Barcelona

Texto del 09/12/09

“Una sociedad asentada en la necesidad de consumir nunca se podrá edificar sobre unos cimientos estables”

“En los últimos años nos hemos vuelto proclives a la economía financiera especulativa y hemos olvidado qué significa la economía real”

Nuestra sociedad se halla instalada en la postmodernidad y prioriza el instante presente. En la actualidad ya no encontramos sentido en el ahorro porque, desde los poderes públicos, se emiten mensajes de consumo con el propósito de producir un movimiento de capital. El ahorro se ha convertido en un concepto antagónico al sistema de valores imperante, y una sociedad asentada en la necesidad de consumir nunca se podrá edificar sobre unos cimientos estables. En los últimos años nos hemos vuelto proclives a la economía financiera especulativa y hemos olvidado qué significa la economía real. Por ese motivo necesitamos un cambio estructural basado en una educación de valores sólidos. Si logramos esta transformación esencial, también conseguiremos una mejora en aspectos comunes como la Justicia, la economía, la industria o los medios de comunicación.

Asimismo, es necesario que la clase política se sitúe a la altura de sus responsabilidades, que abandone el ansia por la victoria electoral y que confíe en la sociedad. Los partidos tienen que actuar con valentía y llegar a acuerdos para realizar pactos de Estado en temas fundamentales como son la economía, la educación o la universidad.

Últimamente se está propagando un discurso que suele enfocar la función de la universidad desde el economicismo y, aunque ciertamente debe contribuir en el desarrollo económico de su entorno, esta institución encuentra su sentido en un amplio abanico de objetivos que, siglo tras siglo, la han definido como una entidad líder en las transformaciones sociales. La universidad debe hacer oír su voz, una voz que no debe ser dogmática. Desde la autoridad que otorga el conocimiento, la universidad debe plantear un debate que no esté dominado ni por la demagogia ni por la simplicidad, porque su voz privilegiada puede aportar elementos de reflexión a toda la sociedad.

En el ámbito de las relaciones entre la universidad y la empresa, no podemos comparar las facultades de nuestro país con las de otros que poseen una larga tradición en este ámbito, basada en el mecenazgo y en el patrocinio. Aquí partimos de un contexto histórico concreto que enturbia nuestra evolución; los largos años de la dictadura dejaron una profunda huella que todavía nos pesa. A pesar de los avances hechos en las últimas décadas, desde la universidad somos responsables de agilizar los procesos de relación con la empresa, pero el sector empresarial debe también comprender que la dilación en los procedimientos mayoritariamente responde a un tiempo de investigación necesario para poder aportar respuestas concluyentes.

Por norma general, una universidad debe investigar y formar doctores, aunque no todas las universidades tengan esta finalidad. Hay quien puede preguntarse cuál es la aportación real de un doctorado, y la respuesta es que, aquel que realiza una tesis doctoral, alcanza una metodología de análisis, de síntesis y de investigación que incrementa su capacidad de reacción ante las dificultades. Un doctor puede hacer grandes aportaciones en el ámbito laboral, pero algunas empresas continúan desconfiando de este distintivo hasta el extremo de convertirlo en un demérito, una actitud sólo achacable a una falta de amplitud de miras.