Sr. Bascones
2 Tomo (empresarios) biografías relevantes

Dr. Juan Bascones Gleave – Baslf Group y Eagle Club

 

Dr. JUAN BASCONES GLEAVE

Cali (Colombia)

1959

Director general de Baslf Group y de Eagle Club

 

 

07-10-2022

 

Una polifacética actividad empresarial ha conducido a este profesional de la Medicina hasta la gerencia de un complejo donde los aficionados al golf pueden disfrutar de su pasión de manera virtual. En su camino ha liderado proyectos en muy distintos ámbitos, desde el financiero hasta la compra de medios. Todo ello sin renunciar a su condición de psicoterapeuta, prestando servicio tanto a médicos como a empresarios, a quienes, de hecho, puede brindar sabios consejos gracias a su experiencia en primera persona.

 

 

 

Una infancia intensa y agitada, marcada por la influencia de mis hermanos

Intensa y agitada. Así se define una infancia en la que procuraba aprender del ejemplo de mis hermanos mayores. Soy el quinto de ocho hijos de un matrimonio un tanto atípico, que contrajo nupcias siendo muy jóvenes. Mi padre, José Bascones, conoció a mi madre, Patricia Gleave nacida en Londres, en Estrasburgo (Francia), donde coincidieron como estudiantes en una estancia universitaria equiparable a lo que hoy sería el Erasmus. Ella contaba apenas veinte años cuando se casó con José, un hombre que combinaba la bohemia con el carácter tradicional que suele marcar al hijo único. Tres años mayor que nuestra madre, exhibía un enorme talento para pintar, lo cual no colmaba las expectativas profesionales de mi abuelo paterno, quien le obligó a estudiar una carrera. Nuestro padre se matriculó en Derecho, aunque en su fuero interno él hubiera deseado cursar Medicina. Siempre he creído que él fue un galeno frustrado y que esa circunstancia, unida a la insistencia de mi madre de que quería un médico en la familia, me llevó a decantarme por esta disciplina.

 

Nuestro padre retrató a Isabel II de Inglaterra y a Juan Carlos I

El carácter severo de mi abuelo paterno probablemente hallaría el origen en los genes de mi bisabuelo, un juez que ejercía en Zaragoza y que decidió desheredar a su hijo por haberse casado con una humilde modista. El abuelo, periodista de profesión, fue el único varón de la familia que sobrevivió a la Guerra Civil, toda vez que sus dos hermanos fallecieron en la contienda, abatidos por bandos distintos. Él no supo creer en las posibilidades económicas ocultas en el talento de nuestro padre, cuyas virtudes como retratista le llevaron a inmortalizar a personalidades tan distinguidas como la recientemente fallecida reina Isabel II de Inglaterra, Laureano Gómez, presidente de Colombia, Simón Bolívar para el gobierno de Venezuela o a Juan Carlos I, en un cuadro colgado en el Palau de la Generalitat de Catalunya en el cual el emérito aparece junto a un joven Felipe VI. Fue un hombre dotado de una gran cultura y amante de las humanidades, y que inundó nuestro hogar de una atmósfera de pensamiento e intelectualidad que influyó fuertemente en mi crecimiento personal y en el de mis hermanos.

 

En Colombia, mi madre disparaba salvas al aire para ahuyentar a los ladrones

Mi alumbramiento en Cali responde a las tres largas temporadas en que mis padres residieron en Colombia. En su interés por desarrollar su carrera como retratista, mi padre había establecido relación con el embajador colombiano en España. En una de las recepciones que éste organizaba, conocieron a algunos de los industriales cafeteros más importantes del país sudamericano, quienes le cursaron una invitación formal para cruzar el Atlántico. Sería en torno a 1952 cuando se embarcaron, en una travesía de un mes de duración que les llevaría a Colombia por primera vez. Aquella aventura, inicialmente proyectada para dos meses, ante el gran recibimiento que les dieron las élites colombianas, se fue ampliando, y dio lugar a que mi hermana Elena naciera en Bogotá. Establecidos en la capital colombiana, mi padre se ganaba bien la vida retratando a miembros de familias acomodadas del país latinoamericano. Fue en el tercer y último viaje que hicieron a Colombia cuando llegué a este mundo. Aunque habían fijado su residencia en Cali, sus contactos llevaban a mi padre a viajar a menudo a Estados Unidos para atender peticiones de personas que deseaban ser retratadas. Mi madre recordaba con angustia que, ante la ausencia del cabeza de familia, y ya con cinco hijos que custodiar, dormía con la pistola debajo de la cama; un arma que había llegado a disparar al aire para ahuyentar a ladrones que, con nocturnidad, se colaban en la residencia; y un arma, también, que le permitía matar las ratas que merodeaban por el entorno…

 

Urbanización mallorquina impulsada por nuestro padre, en la que recalarían el doctor Barnard, Claudia Schiffer o Michael Schumacher

La etapa colombiana finalizó al año de mi nacimiento, cuando mi padre decidió regresar a Barcelona. Lo que amasó al otro lado del Atlántico quiso destinarlo a un negocio visionario. Justo antes de partir a su primer viaje, había descubierto Sa Mola, una pequeña península junto al puerto de Andratx, en Mallorca. Fue en 1962 cuando compró el primer terreno. Aunque en ese momento el metro cuadrado se pagaba a una peseta, el vendedor le exigió tres pesetas y media por metro. Mi padre accedió a comprar más de veinte mil metros a ese precio, con la condición de sufragar la compra a plazos durante diez años. Nadie entendía los motivos que le habían llevado a adquirir aquellas tierras, que en esa época, además, se cotizaban menos que las del interior, ya que en Mallorca los terrenos de interior, destinados a la labranza, se reservaban a los hereus, mientras que los costeros, y de los que se extraía menor rendimiento, quedaban relegados a las pubilles. Pero José demostró ser un visionario y un gran emprendedor, porque ahí edificó una urbanización que, con el paso del tiempo, atraería a personalidades tan destacadas como el doctor Christiaan Barnard, la modelo Claudia Schiffer o el piloto de Fórmula 1 Michael Schumacher.

 

«¿Qué carrera quieres que haga?»: el desafío de mi hermano mayor, que despachó la carrera de Derecho en tres años

En ese proyecto inicial de Sa Mola se incluía un pequeño complejo vacacional, que contaba con un bar, una piscina y unos bungalós que permitía a todos los hermanos trabajar durante el verano y obtener algún ingreso. Mi hermano Jorge, el primogénito, estaba obsesionado con gestionarlo y, tal fue su insistencia, que nuestro padre acabó prometiéndole que se lo permitiría si estudiaba una carrera universitaria. «¿Qué carrera quieres que haga?», le respondió, desafiante. Yo estaba cursando segundo de Medicina cuando él se matriculó en Derecho. Despachó la carrera en tres años, con Matrículas de Honor, exhibiendo un talento extraordinario y obligando a mi padre a cumplir con su promesa. Jorge le dio un nuevo impulso a ese complejo, convirtiendo el Mola Club en la discoteca más importante de Mallorca y en un negocio trepidante, que nos permitió a todos los hermanos multiplicar nuestros ingresos estivales. Sin embargo, a mi padre no le satisfacía el enfoque adoptado en el entorno, que despertaba quejas entre los vecinos ante el ambiente del que se había impregnado la zona y ponía en riesgo su proyecto de urbanización. Por ello, transcurridos los dos años acordados, apartó a Jorge de la gestión.

Mi hermano Gerardo, en calidad de arquitecto, también tuvo un impacto importante en el desarrollo de la urbanización convenciendo a mi padre de que asumiera la faceta de promotor.

 

Admirable nivel de los médicos en España, que cuenta con el mejor sistema sanitario del mundo

Antes de llegar a la universidad, mi escolaridad se había desarrollado en los Jesuitas de Sarrià, donde coincidí e hice buena amistad con Ildefonso Falcones, Juan Carlos Casas o Carlos Palau, con quienes seguimos viéndonos una vez al mes. Mi mejor amigo, sin embargo, es Juan Antonio Samaranch, hijo de quien fuera presidente del Comité Olímpico Internacional. Íbamos al colegio juntos desde los tres años. Su padre me profesaba un gran cariño, porque veía en mí al amigo serio que su hijo necesitaba; curiosamente, resulta que, con el paso del tiempo, ha sido Juan Antonio quien ha ejercido una notable influencia en mi vida. Al finalizar el COU, era consciente de la necesidad de cursar una carrera universitaria y, ante las dudas, la decisión final me llevó a satisfacer los anhelos de mi madre. Medicina es una carrera muy exigente. Si has sido capaz de completarla, puedes enfrentarte a cualquier reto. El nivel de los médicos en España es admirable y nuestro sistema sanitario es el mejor del mundo con diferencia, a pesar de que nuestros facultativos están injustamente remunerados. Es una carrera totalmente vocacional, porque el sacrificio personal que reclama solo se compensa con la satisfacción de estar ayudando a los demás y el orgullo del conocimiento que atesoras. Solo así se explica que cada año de las universidades españolas surjan seis mil nuevos médicos. El ritmo de actividad y la presión soportada comporta que los galenos se cuenten entre mis pacientes como psicoterapeuta. Pese a todo, me confiesan que serían incapaces de cambiar de profesión.

 

Sucumbí a la locura de escuchar las lecciones en cintas de casete con un ritmo acelerado

Una vez completados los estudios, decidí emigrar a Estados Unidos para enfrentarme al Foreign Medical Graduates Examination in Medical Sciences, el equivalente del MIR en España. Estuve medio año preparándome para ello en Los Ángeles, a razón de diez horas diarias de estudio. El sistema consistía en escuchar unas cintas de casete que había almacenadas en una enorme biblioteca. Me llamó la atención el proceder de unos alumnos coreanos, quienes resolvían la audición de cuarenta minutos en apenas veinticinco. Indagué cómo lo hacían y descubrí que incorporaban un cilindro de papel al motor de arrastre del aparato para que la cinta circulara más rápido. Siguiendo su ejemplo, sucumbí a la locura de escuchar las lecciones a ritmo acelerado, lo cual comportaba finalizar el día fuertemente estresado. Una vez superado el examen y obtenido el título, era momento de afrontar la etapa de la residencia. Mi intención era especializarme en Cardiología, pero el endurecimiento de las condiciones por parte de la Administración Reagan obstaculizó mis pretensiones. Finalmente, conseguí que el doctor Louis Cohen me acogiera en su laboratorio en el Centro Médico de la Universidad de Chicago y combiné la investigación por la mañana y la clínica por la tarde. Al cabo de un año, tras una crisis personal, concluí que era preferible regresar a España y dar un vuelco a mi carrera. Fue en ese momento, asesorado por mi amigo Juan Antonio, que me matriculé en el master de IESE, graduándome dos años más tarde en las especialidades de Finanzas y en Dirección Hospitalaria y Salud Pública.

 

El buen médico tiene que dedicarse a la Medicina

Durante el segundo año, me entrevisté con un nutrido número de directores de hospital. Constaté su desesperación, desengañados del sistema sanitario y de la incapacidad de ganarse el respeto de los médicos. Aquello me reafirmó en mi convencimiento de que la gerencia de un hospital tiene que estar a cargo de un facultativo, pues en caso contrario difícilmente se puede lograr una buena dinámica con los profesionales y los pacientes. Pero, asimismo, supe que tampoco resulta aconsejable que el mejor médico acceda a la gerencia: el buen médico tiene que dedicarse a la Medicina. De ahí que decidiera darle un giro a mi destino y acepté un puesto en Merrill Lynch, que por aquel entonces era el quinto banco privado y de inversión del mundo. Fue una etapa intensa, en la que contraje matrimonio con Maite López-Fonta —a quien había conocido a través de mi amigo Juan Antonio—, y a la que convencí para establecernos en Madrid. Pese a la dureza del empleo como asesor financiero y banquero privado, me desenvolví con soltura, un hecho que me permitió, al cabo de nueve años, acceder al equipo de dirección. Condicioné la decisión a la apertura de una oficina en Barcelona, a lo cual accedieron. Esa delegación, a cuya inauguración asistió el president Pujol, se mantuvo abierta de 1997 a 2002. Cambios en la cúpula de la compañía, y un pobre manejo de la crisis por parte de la nueva dirección, cambiaron mi destino a Ginebra (Suiza), donde pasaría mis últimos dos años en el ámbito financiero, en este caso como jefe de banca privada. Fue una época muy exigente, llena de intrigas políticas y defunciones profesionales, que me llevaron a publicar una historia novelada de ese cataclismo empresarial que representó para mí el hundimiento de Merrill Lynch y que titulé Mirando a los ojos.

 

Mi primer gran proyecto emprendedor fue una alternativa a la Fórmula 1

Todavía residía en Ginebra cuando me llamó Fernando Rodés, con quien siempre he mantenido una gran amistad, al igual que con su hermano Alfonso. Por aquel entonces CEO de Media Planning Group, compañía que había fundado su padre Leopoldo Rodés y que acababa de ser comprada por Havas, una compañía de publicidad francesa. Fernando, aún a sabiendas de mi desconocimiento en este sector, decidió contratarme como consultor para un proyecto de consultoría en su filial inglesa y que me tomó tres meses. Concluido dicho cometido, se me propuso asumir un cargo de nueva creación en la empresa: jefe de compras a nivel mundial de Havas, y que no pude rechazar. Fueron diez años maravillosos en el mundo de la publicidad, que llegaron a su fin en 2012, cuando Vincent Bolloré adquirió la compañía y los ejecutivos españoles fuimos apartados de nuestras responsabilidades. Durante ese tiempo, a instancias de otro buen amigo, Alejandro Andreu, accedí a entrar en el 2005 en el consejo de la Superleague Formula, un proyecto de competición con monoplazas vinculado a clubes de fútbol y que se erigía como una alternativa a la Fórmula 1. Llegamos a hacer tres temporadas completas de carreras en circuitos de todo el planeta, con escuderías del Atlético de Madrid, el Sevilla, el Borussia Dortmund o el AC Milan, entre otras. Aquella aventura se convirtió en mi primer gran emprendimiento, quizás demasiado ambicioso para nuestra capacidad financiera, y comportó que el proyecto acabara en otras manos, más poderosas económicamente, y que, al poco, perdiéramos toda la inversión.

 

Divido mi tiempo entre mi consulta de psicoterapeuta y la empresa de golf virtual

Tras abandonar Havas, emprendí una nueva etapa en torno a la consultoría con mi empresa Baslf Group SL. Mientras me dedicaba a escribir otra novela, estudié dos másteres en Psicoanálisis y un Postgrado en Fotomedicina. Empecé a trabajar como consultor para el Instituto de Fotomedicina en 2013, trabajo que me ha llevado a ser actualmente el director Médico del centro, y a los pocos años decidí abrir una consulta para prestar servicios como psicoterapeuta y asesor psicológico, a la que actualmente dedico ocho horas de lunes a viernes… salvo los miércoles. Y es que ese día acudo a Eagle Club, un proyecto de golf indoor que se originó en plena pandemia. Cuando toda la actividad se detuvo, me pregunté cómo sería posible que los aficionados pudieran seguir practicando su deporte favorito. El embrión se gestó en 2020, el desarrollo se hizo en 2021 y el pasado mes de enero abrimos en la calle Muntaner un local que, a través un software de renderización, permite jugar virtualmente en 199 campos de todo el mundo, experimentando las mismas sensaciones que en un campo de golf real. En Eagle Club contamos con tres espacios, abiertos de diez a diez, con capacidad para cuatro personas cada uno y dotados de sendos simuladores, así como de pantallas grandes que reproducen al milímetro el escenario donde se elige jugar. El procesador Trackman, que actúa como radar, analiza el golpeo efectuado por el jugador y calcula la trayectoria que seguiría la bola simulando su vuelo virtualmente. Más allá de la diversión, el sistema proporciona una información tan exhaustiva sobre el golpeo de la bola y la inclinación del palo que el jugador puede corregir los errores y aprender mucho más rápido, incluso, que en un campo real.

 

El golf es tan complejo como adictivo

Una de las claves de este negocio reside en que hay diez mil licencias de golf en Barcelona que no están asignadas a un club. Ese colectivo itinerante ahora cuenta con un lugar para entrenar y mejorar su hándicap. En Corea del Sur, donde no es posible obtener la licencia hasta haber pasado por una instalación de este tipo, hay 5.600 simuladores. Quizá ello explique que el 95% de nuestros clientes sean extranjeros. Ahora nos encontramos en fase de consolidación y, una vez alcancemos el punto de equilibrio, posiblemente nos plantearemos la apertura de un segundo local. Para habilitar el primero, tuve que vender la participación en un pujante negocio de fabricación de artículos de piel en exclusiva para Louis Vuitton que fundamos con otros socios en 2010 en Ubrique. Mi hermano Carlos es socio de Eagle Club, donde también participan, aunque de modo minoritario, algunos amigos. En el futuro, no descartamos la entrada de inversores o la puesta en marcha de un modelo franquiciado. Depositamos mucha confianza en este proyecto, pues el golf es tan complejo como adictivo; un deporte que reclama una gran precisión, donde la técnica lo es todo y que, por tanto, requiere mucho entrenamiento.

 

Si quieres emprender, debes aspirar a ser un socio relevante

Aunque el despacho donde ejerzo como psicoterapeuta, que opera bajo Baslf Group SL, y Eagle Club son mis principales proyectos empresariales, he estado involucrado en la fundación de otras propuestas que emprendimos con el marido de mi hermana Diana, Antonio Marqués Moragues. Entre ellas, fundamos una compañía de telefonía, Globatel, que fue independiente y operativa durante más de 15 años, y el restaurante La Universal en el Puerto de Andratx en 2019. Asimismo, he comentado sobre el Instituto de Fotomedicina, del que también soy socio. Si bien inicialmente estaba vinculado a la Clínica Teknon, en la actualidad opera de manera independiente, y entre sus servicios incluye el láser para distintos tipos de intervenciones quirúrgicas y el tratamiento y rejuvenecimiento de la piel mediante terapias fotónicas. A través de la experiencia adquirida en mi vida profesional he concluido que hay varias premisas que debo cumplir si quiero emprender con éxito, la primera es que debo aspirar a ser un socio relevante (mayoritario o igualitario), pues en caso contrario fías tu suerte a terceros. También sé que no se puede valorar el éxito de un negocio hasta que no han pasado tres o cuatro años, durante los cuales es vital sostenerse financieramente, porque entrar en el imaginario del consumidor es un proceso lento y difícil. Asimismo, tengo claro que una empresa está obligada a satisfacer tanto al accionista como al empleado y al cliente. No puedes descuidar a ninguno de ellos, teniendo en cuenta que los empleados son fundamentales para el buen funcionamiento de la compañía. Si no son felices con su cometido, si carecen de un liderazgo motivador, el negocio no va a prosperar por muy buena que sea la idea que haya detrás.

 

Para crecer, basta con disponer de iniciativa y ganas de trabajar

El tiempo me ha enseñado que para emprender o labrarse una sólida carrera profesional basta con disponer de iniciativa y tener ganas de trabajar; siempre hay demanda de trabajo, pero en ocasiones requiere arremangarse y tener paciencia. Recuerdo que, cuando decidí alquilar la casa que tengo en Mallorca, precisaba un jardinero para su mantenimiento en invierno. Como candidato se presentó un joven que no solo me cubría esa necesidad, sino que a sus servicios le sumó los que prestaba su esposa, quien realizaba labores domésticas, como la limpieza o el cambio de sábanas para los nuevos huéspedes. Cinco años después, este operario dispone de un equipo de siete empleados y atiende ochenta hogares, a los que proporciona servicios de fontanería, instalaciones eléctricas, limpieza de piscinas… Intento darle consejos en el ámbito de la gerencia, porque adolece de formación, pero lo que no le falta es tesón y ambición. Y, aunque con mucho esfuerzo, se está ganando muy bien la vida. Su ejemplo evidencia que no son necesarios los estudios superiores para crecer.

 

Sin el amor y la generosidad de mi esposa, no habría soportado las presiones de mi vida profesional

Mi esposa presta mucha atención al trato al cliente en una sorprendente empresa que decidieron poner en marcha junto a la esposa de Alfonso Rodés, Clara Riera, hace ya más de cinco años. Se trata de Los Vasos de Agua Clara, un negocio en torno a vasos elegantemente pintados a mano que venden a través de internet. Lo que empezó de manera casera con un par de hornos, ahora se ha convertido en un proyecto con siete empleados que comercializa vasos a más de veinticinco euros la unidad en los cinco continentes: Arabia Saudí, Australia, Perú, Chile, Estados Unidos… La clave del éxito reside en la relación que establece con los clientes y en el trato personalizado. En su día se reveló como una madre estupenda y ahora demuestra que es una profesional extraordinaria. Sacrificó su carrera para seguirme y exhibió una gran comprensión en algunas de mis etapas laborales; especialmente cuando, por mis compromisos en Havas, con 57 países a mi cargo, solía coger tres vuelos semanales. Sin su amor, no habría soportado las presiones emocionales a las que me vi expuesto en mi vida profesional. Ahora, Maite, está muy satisfecha de haber recuperado esa faceta empresarial, que ya había iniciado con algunos proyectos de tiendas de ropa cuando era joven.

 

Muy orgulloso al comprobar que mis hijos se abren paso profesionalmente

Me siento muy afortunado y orgulloso de ser testigo del desarrollo profesional de mis tres hijos. La primogénita, Patricia, de treinta y dos años, es ingeniera de Telecomunicaciones y máster de IESE. Inicialmente, prestó apoyo en Baslf Group SL, pero luego ha desarrollado su carrera en compañías multinacionales. En la actualidad es directora de Informática y Tecnología en Oca Global. Álvaro, el mediano, ingeniero industrial y máster en Finanzas, acaba de incorporarse a la estadounidense Placer.ai en calidad de analista financiero, una prometedora empresa privada que cotiza en bolsa. Sus primeros pasos en el mercado laboral los dio en banca de inversión. Por su parte, la benjamina, Gadea, aún se encuentra estudiando Economía e Ingeniería. Su pasión reside en el baile, donde es profesora en el equipo de la escuela de danza de Esther Bosch y trabaja en el desarrollo de su web y sus redes sociales. Ignoro que nuevos retos le deparará el destino, pero estoy seguro de que sabrá elegir con igual capacidad y acierto que sus hermanos.