Emanuela Carmenati Sormani
Fotografia cedida
10è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Emanuela Carmenati Sormani

Condecorada por el Estado italiano con la orden cavalleresca, presidenta de Honor de la Cámara de Comercio de Italia en España CCIB

Texto del 29/05/2018

El diálogo es la poderosa herramienta de esta ejecutiva milanesa, y gerundense de adopción. Es a la par empresaria y jurista, y en su día decidió apostar por la resolución de conflictos, una de sus pasiones, faceta en la que se ha distinguido por su creatividad y generosidad. Entre sus logros figura el haber evitado la extinción de la Cámara  de Comercio de Italia de Barcelona, y tiene su particular visión sobre el rol de las mujeres en nuestra sociedad. No es feminista.

 

El contraste de personalidades de mis padres tiene mucho que ver con lo que soy

Soy la confluencia de dos familias con orígenes muy distintos. Mi madre, Hena, era condesa de Sormani, y creció en un ambiente clásico y según los cánones del momento, como correspondía, pese a la guerra. Ese carácter contrastaba con el talante de Vincenzo, mi padre, de orígenes más modestos y que exhibía un espíritu de artista y extraordinariamente moderno. Era arquitecto urbanista, vivía con pasión  la definición del territorio,  filántropo,  escultor,  y toda  su vida se reveló muy polifacético. Ambos coincidían en tener un gran bagaje cultural, y eran personas de una extraordinaria preparación. Aquel contraste de personalidades no solo les permitió complementarse a la perfección, sino que contribuyerona hacer de mí una persona equilibrada. Seguramente esa es la mejor herencia que me han legado. Me siento muy cómoda en todos los ambientes. El respeto mutuo entre las personas me llena mucho y me hace feliz.

Durante la Segunda Guerra Mundial, había que elegir entre bombas o hambre

La Segunda Guerra Mundial fue un hecho histórico vivido intensamente en Italia, y que forzosamente ha sido herencia para los de mi generación. Afortunadamente, en nuestra familia no hubo víctimas de guerra, pero sí sufrieron las secuelas de la contienda bélica. Ante los bombardeos a los que fue sometida Milán, solo había dos alternativas: resistir los ataques de la artillería que azotaban la capital lombarda, donde se podía sobrevivir mediante las cartillas de racionamiento; o huir al campo, donde no caían bombas pero se pasaba mucha hambre. Había que elegir entre convivir con las bombas o con el hambre. Aquellas penurias estaban muy presentes en las conversaciones que había en casa. Mi madre explicaba que mi abuelo, el conde Sormani, ante las carencias de alimentos decidió criar gallinas. Les dispensaba un gran mimo y se las ponía incluso en el regazo por dentro de la camisa, para que estuvieran calientes y confortables. Adoraba a los animales. Pero forzosamente llegaba el día en que no había más remedio que comerlos, y cuando llegaba a la mesa todos estaban mudos. De aquella época a mi abuela le quedó el adjetivo «pobre» para cada vez que mencionaba la palabra «pollo». Mi padre relataba capítulos similares con mayor angustia y tristeza. Conclusión: soy de las que terminan lo que tienen en el plato, guste o no, y profeso gran respeto y agradecimiento por la comida.

Voy a Milán siempre que puedo, y cuando estoy aquí añoro su palidez. También las primaveras en el lago Maggiore. Recuerdos de infancia

Sí, aunque aquí tengo una vida plena, feliz y totalmente integrada, unos días en Girona (Costa Brava) y otros en Barcelona, no me cansaré de reivindicar que los orígenes son los orígenes, y cada uno lleva su mochila. En Italia tuve una infancia feliz, en un ambiente a veces no exento de cierta cursilería, como cuando íbamos a visitar a la zia Titi y al zio Frenk junto a mi madre. Era una casa en la que proliferaban las fotos colgadas que rememoraban la Segunda Guerra Mundial porque el zio Frenk era general, y siempre explicaba anécdotas de los campamentos. Aquel entorno doméstico destilaba un ambiente militar, y entrar en esa vivienda suponía efectuar un abrupto salto hacia atrás en la historia. Cuando vivía en Milán los días eran cortos y grises, recuerdo el peculiar ruido de la catenaria del tranvía en Viale Piave, y las calles húmedas aunque no hubiera llovido, incluso la niebla que hoy ya casi no existe, y la nieve en Corso Sempione. Contrastaban con la luz del lago Maggiore, donde pasaba los fines de semana, y donde todavía acudo siempre que necesito descansar. Es un paisaje abierto y frondoso, prácticamente es Suiza, con montañas que lo circundan y que conservan la nieve hasta en verano. Ese paisaje es el que me ha inspirado la ambientación de un libro que he escrito, publicado por la editorial jurídica Tirant lo Blanc: Bobúo (www.bobuo.net).

Girona – Costa Brava – Barcelona

La llegada familiar al Empordà, tras el normal proceso de adaptación, no pudo ser más acertada. Mi época de juventud coincidió con una oleada social de deseo de libertad por la que me dejé llevar encantada, y lo volvería a repetir. Fueron unos años deliciosos, marcados por la estrecha relación que me unía a todos los compañeros, y que mantengo hoy en día. Al salir del instituto de Sant Feliu de Guíxols, si la tramontana sonaba con fuerza, nos gustaba ir a los acantilados a ver cómo las olas rompían contra las rocas y se convertían en espuma. Disfrutamos mucho de la generosidad de la naturaleza, y todavía lo hacemos aunque tengamos menos tiempo. Añoré mucho esa libertad cuando luego fui a Barcelona. El concepto de ocio era totalmente diferente, las necesidades de las personas también, y la felicidad estaba en otros valores. Fue otro aprendizaje más. Por otro lado, el asfalto de Barcelona evocaba en parte el de Milán, y eso facilitó la adaptación. Adoro el asfalto, y aunque disfruto mucho de la naturaleza, me siento más yo en ciudad.

La formación

La decisión de estudiar Derecho tiene su origen en un viaje que efectué a Santiago de Compostela. Por curiosidad, quise entrar en la Facultad, donde se estaba impartiendo una clase de Filosofía del Derecho. El aula, una sala en forma de hemiciclo, era tan inmensa que el profesor se veía diminuto en la distancia. Su disertación versaba sobre el Derecho Natural, y consiguió conquistarme hasta tal punto que en ese momento tomé la determinación de iniciar el camino hacia la abogacía. Así, después de una formación más humanística que «nocionística», lo cual agradeceré toda la vida, cursé la carrera en la Universitat Autònoma de Barcelona. Iba a Bellaterra en Ferrocarriles Catalanes de la Generalitat, y me generaba sentimientos enfrentados. Por un lado, coincidía con Pau, mi novio desde entonces, pero, por otro, a veces tenía la sensación de embarcarme en un transatlántico, aquel tren me trasladaba a un entorno que me resultaba absolutamente extraño. Percibía que la universidad a menudo se situaba lejos de la realidad. Ahí se llevaban a cabo iniciativas interesantes, y todo lo que estudiaba me resultaba terriblemente apasionante, pero con frecuencia quedaba lejos de lo que transcurre en la sociedad, y me desesperaba esa falta de arraigo a la realidad. Con ello no quiero decir que me sintiera a disgusto, ni mucho menos, y prueba de ello es que me licencié con grado, realicé allí el máster, y desde entonces siempre he estado felizmente vinculada a esa pionera universidad. Participé en los órganos de gobierno como estudiante, he sido docente de Derecho Político, he tenido el honor de ser miembro de su Consejo Social y presidenta de la Comisión Sociedad Universidad, y desde entonces formo parte de la estupenda ejecutiva de la Associació d’Amics de la UAB.

Ejecutiva y mujer. ¿Complicado? Yo creo en la meritocracia

Reconozco, agradezco y pongo en gran valor los grandes y revolucionarios esfuerzos de quienes nos precedieron luchando por la causa de los derechos de las mujeres, y que nos han allanado el camino, y hoy las cosas gracias a todas esas valientes están cambiando. Si una empresa da diferente salario a un hombre o una mujer por el mismo trabajo, por fin hay los mecanismos para hacerla corregir, y hoy es ya un tema jurídico. Conozco a mujeres que dan charlas explicando lo poco que se han sentido respetadas por comentarios alusivos a su aspecto físico o su condición, pero yo no he  vivido para nada en primera persona esa situación, ni lo he visto en mi  entorno. Siempre he sido libre de decidir, de optar, y siempre me he sentido respetada, tanto como compañera como siendo jefa. Creo que para tratar este delicadísimo tema los de a pie no podemos generalizar, cada uno aporta su experiencia personal, y pertenece a los estudiosos y especialistas el intentar alcanzar conclusiones que nos hagan objetivo el punto de la situación,  que por descontado es mutante en el tiempo y en la geografía. Negar que hombres y mujeres seamos diferentes me parece absurdo, las unas tienen unas habilidades; los otros, otras, y algunas son compartidas. Yo no creo rendir como un hombre, pero tampoco creo rendir menos, solo diferente. Hay que poner en valor esas diferencias, y ganar gestionándolas. Sí veo que existen hombres que no consideran como debieran a las mujeres, pero eso no es motivo para reivindicar la bondad de nuestros potenciales femeninos, ya que son indudables, sino que es un problema de esos hombres, que    no se dan cuenta de que alardean de su ignorancia, y ese es el problema que combatir. Ciertamente esos hombres con bastante frecuencia todavía ocupan roles que les permiten reflejar con sus actos, y por tanto en posición de dominio, su forma de ver las diferencias, pero no es menos cierto que es cuestión de actuar poniendo de manifiesto la pobreza de esas personas; y atención, que a veces son mujeres las que actúan así. Personalmente nunca me he sentido rechazada por mi condición de mujer, ni todo lo contrario. He sido presidenta de la Cámara de Comercio Italiana, CCIB, y pese a las advertencias de que era un mundo supuestamente para hombres, y aun teniendo durante varios años un consejo únicamente formado por hombres, todos grandes directivos de empresas, nunca he tenido ningún problema por mi condición. En la mayoría de cargos que he tenido y tengo, o he sido la única mujer o casi, pero… en mi caso ha sido una opción, nadie me ha vetado. Cierto, algunas mujeres afean que se sienten valoradas por su aspecto y no por sus capacidades; las respeto porque hablan de su experiencia, pero me preocupa ver como en algunos casos se hace de eso un marketing de autoafirmación, a mi juicio, gratuito. Es más, esa gratuidad perjudica y mucho a quienes sí pueden vivir una situación de desigualdad, situación en la que por descontado yo me lanzaría a ayudar y luchar para seguir aplanando el camino de las que nos siguen.

Compatibilizando el papel de madre con el de ejecutiva

Si hay algo por lo que me gustaría poder ir atrás en el tiempo y corregir ciertas cosas sería precisamente para prestar atención a mis hijos de manera diferente de como lo he hecho. Cuando di a luz tanto a Nicolau como a Paola no existía la baja maternal para los profesionales, y en ambos casos fui a la clínica con el maletín para poder seguir trabajando. Mis hijos han hecho más despacho que parque. Han estado en juzgados, audiencias, cámaras de comercio, Hacienda… Recuerdo que, un día, una funcionaria, al verme, exclamó que qué suerte tenía, que a mí me dejaban llevar a los hijos al trabajo, pero me permití replicar que la suerte era la suya, que tenía baja maternal, cosa de la que yo carecía, aunque confieso que yo iba encantada con ellos. Cuando crecieron, junto a Pau, les acompañábamos cada día al colegio, los recogíamos y llevábamos a las actividades extraescolares, y luego les dejábamos en casa con la persona que nos ayudaba y volvíamos al despacho. En aquel momento creía que les ofrecía una atención de calidad, que el que tuvieran una madre activa era bueno para ellos, y al mismo tiempo no me veía a mí misma en casa. Ahora me doy cuenta de que lo habría podido gestionar diferente, que no lo hice ni bien ni mal, que lo que es bueno para un hijo puede no serlo para otro, y lamentablemente si te equivocas no lo ves en el momento sino con el paso del tiempo. Ahora me gustaría mucho poder volver atrás, y jugar más con ellos a sus cosas, y no hacerles jugar a ellos a las mías, y simplemente estar. En todo caso, diría que hemos llegado a puerto, y aunque mis hijos todavía estudian, hoy son dos personas estupendas, serias, entrañables y cercanas. Personas de bien.

Cuidado con los «ejecutivos avestruz». Son jóvenes ejecutivos agresivos: un perfil sobre el que hay que prevenir

Aunque el nombre es jocoso, es un tema que me preocupa y que ya lo he planteado en alguna charla que he tenido la oportunidad de dar. Este sí que lo he vivido y mucho. Vaya por delante que hay muchos jóvenes emprendedores ejecutivos que sí que valen. Los «ejecutivos avestruz» son jóvenes (y por suerte no todos los jóvenes) que gracias a los esfuerzos familiares han podido hacer un buen currículo, tener un buen nivel de idiomas, carrera, máster, prácticas en el extranjero, ¡y bingo!, puesto de directivo. Educados por la canguro, en los almuerzos toman agua o coca-colas, son deportistas, viajeros, preocupados por su imagen, interactúan mucho en las redes sociales… pero tienen un nivel bajísimo de tolerancia a la frustración, así que patalean, se ofenden, mienten, son caprichosos y prepotentes. El problema es que son muchos los que suspiran por un mismo puesto de directivo, salen todos a la carrera a por él, así que el que llega, con demasiada frecuencia, por el camino ha hecho la zancadilla, mentido, ignorado, falseado, ofendido… y todo lo que haga falta para llegar. Todo vale, y algunos son auténticos delincuentes en potencia. La consecución del puesto les cambia el carácter, hay crisis de identidad, y se sienten superiores a los que han atropellado. Han faltado tanto al respeto que se olvidan de que sea algo que uno merezca. Es un mal moderno sobre el que creo que es importante prevenir. No conocen la ética, son clasistas, y al mismo tiempo su dureza responde a su fragilidad, ya que deben proteger el jarrón chino dentro del que se han enfundado, porque si cae y se rompe pierden su identidad y su estatus. Por favor, que cese este modelo, y que no sean ellos nuestro relevo generacional. No más jarrones chinos.

Además de ejecutiva jurista, experta en técnicas alternativas de resolución de conflictos, docente y presidenta de algún tribunal arbitral

Es algo que me llena mucho. Estudié Derecho porque me sentía atraída por el deseo de resolver conflictos, ayudar a la gente a superar las situaciones que la distancia entre sí. La profesión de abogado te proporciona herramientas para contribuir a encontrar soluciones a determinados problemas, pero  hay momentos en que tocas techo y necesitas más herramientas, y así es como empaticé con el mundo de la resolución alternativa de conflictos. Empecé con la mediación cuando se proponía solo para resolver conflictos entre parejas, la propuse y promoví para resolver conflictos entre vecinos cuando era vicepresidenta del colegio de Administradores de Fincas de Girona, soy docente de Mediación. Ahora abandero todo lo que sea una ayuda: mediación, conciliación, arbitraje… A veces comprendes que una sentencia judicial puede no ser la solución más adecuada al problema que se plantea, y que por lo contrario puede ser más adecuada una alternativa. En el caso del arbitraje, efectivamente es una alternativa, ya que implica renunciar al fuero judicial para someterse expresamente al arbitraje, pero en el caso de la mediación, aunque esté dentro del saco de lo alternativo, no implica ninguna renuncia; una mediación se puede instar en cualquier momento, incluso durante el transcurso de un proceso judicial y después de tener sentencia. Soy docente en Mediación, especialista en Blocking, he sido presidenta del Tribunal Arbitral de la Cámara de Comercio italiana en España CCIB, actualmente su vicepresidenta, y también soy vicepresidenta del Tribunal Arbitral de Girona. Animo a todos a consultar a sus asesores acerca de estas posibilidades cuando tienen un problema. Cuando viajamos, elegimos el destino, pero también el medio de transporte. Esto es un poco lo mismo. Tenemos que elegir cuál creemos que es el medio más adecuado a nuestro problema para encarrilar su resolución.

Sin buena predisposición, es difícil que una mediación tenga éxito

Una de las ventajas de la Mediación es que a ella solo concurren los interesados, pues no intervienen ni suegros, ni hijos, ni hermanos, ni socios. Ahí no interfiere nadie y se procura que nada, ni siquiera llamadas telefónicas, puedan interrumpir el desarrollo de las sesiones. En la primera, el mediador expone cuáles son las reglas del juego, e invita a las partes a expresarse con respeto, en total libertad y comodidad. Poco a poco, la tensión entre las partes va cediendo, y si al principio al hablar suelen dirigirse hacia la persona que media, ya en la segunda sesión las partes implicadas empiezan a interactuar entre sí. En el tercer encuentro, el mediador casi podría deslizarse bajo la mesa y abandonar la sala sin que las personas se dieran cuenta de esa circunstancia, pues como por arte de magia suelen tratarse con mutuo respeto y mostrar una capacidad reflexiva digna de encomio. La buena predisposición es muy importante para que esas sesiones resulten exitosas, lo cual no pasa necesariamente por reanudar la relación o la sociedad. Basta con que se reconcilien consigo mismos para darnos por satisfechos de ese proceso, que eliminen rencillas, que despejen malas interpretaciones y que disipen rencores. Hay estudios que certifican las bondades que la mediación tiene para la salud. Gracias a ella se evita el sufrimiento que en ocasiones provocan los procesos que tienen que resolverse en los tribunales. Pueden acusar insomnio, trastornos digestivos y otras patologías que requieran medicación. Por todo ello, la acción del mediador repercute en la sanidad pública.

Una formación útil para gestionar exitosamente la crisis de la Cámara de Comercio italiana CCIB

Era un momento difícil, pues nos encontrábamos inmersos en la crisis económica general, lo cual comportó que los ingresos de la Cámara menguaran de manera alarmante, tanto porque las contribuciones del Estado italiano descendieron como porque acusamos la baja de varios socios. Ante aquel panorama, los gestores del momento se plantearon la disolución de la Cámara por falta de recursos. Sin embargo, dado que yo había ocupado el cargo de tesorera y que en su momento había detectado el escenario que se avecinaba, se me solicitó que intentara evitar el cierre de la institución. Fui nombrada presidenta por unanimidad, y en un consejo en el que yo no estaba porque ya me había ido de vacaciones de verano. Dejaron en mis manos una responsabilidad que supuso una losa muy pesada pero que afronté con pasión. Si lo que me gratificaba era resolver problemas, allí tenía una gran oportunidad para aportar. Desde mi punto de vista, los verdaderos grandes empresarios son los pequeños emprendedores y no las grandes firmas, aunque todos son importantes, y por ello fueron los primeros a los que promoví. El directivo de una gran empresa puede gozar de un profundo conocimiento en finanzas, o en marketing, o en expansión, o en tecnología… pero su especialización no le permite conocer el funcionamiento integral de su empresa, para ello necesita de los otros expertos de las demás áreas de su misma empresa. El concepto de compañía global se concentra en el pequeño empresario, aquel que es capaz de asumir todas las facetas, desde la captación del personal hasta cuidar la imagen de su despacho, pasando por preocuparse de la satisfacción del cliente, del confort de sus trabajadores, por preparar los presupuestos, etc. Y a ellos acudí para volver a vertebrar la Cámara. La Cámara Italiana es muy grande y potente, una auténtica joya, pero no es una gran empresa desde el punto de vista de estructura organizativa. Jurídicamente es una asociación sin ánimo de lucro, reconocida por el Estado italiano. Por ello su gestión le es más fácil al prototipo de empresario individual y a las pequeñas empresas, y ellos son los que lograron generar win win en un momento en que la crisis económica también azotaba a sus empresas, y por tanto agradecieron una apertura de la institución que les propuso colaborar para salir a flote todos y juntos. Obviamente también contamos con la paulatina incorporación de las grandes empresas, que fueron reconociendo su rol en la Cámara. Para todo ello, resultó clave gestionar los recursos humanos, un equipo extraordinario al que procuré motivar y reconocer; dieron lo mejor de sí y se multiplicaron para continuar brindando los mejores servicios a los asociados. Con pocos recursos fuimos incluso capaces de organizar un emblemático acto en el Saló de Cent del Ayuntamiento para conmemorar, en 2014, el centenario de la institución. Nos hicimos acreedores de la Medalla de Oro al Mérito Civil otorgada por el consistorio, en reconocimiento a la relación establecida con la ciudad. Coincidiendo con esa efeméride, se editó un libro de la Barcelona italiana, que aludía a los primeros ciudadanos que llegaron a la capital catalana desde la península Itálica, y en el que participé escribiendo el prólogo. Sí, estoy orgullosa de haber contribuido a que la Cámara llegara a cumplir sus cien años, y ahora suma y sigue. Dejé una Cámara renovada, con un exclusivo Tribunal Arbitral específico para resolver controversias entre empresarios en Italia y España, con un magnífico premio de prestigio del que me siento madrina, el Faro del Mediterráneo, que nació precisamente cuando la institución cumplió cien años, y una red por el territorio, que la debe hacer crecer cada día más. Ahora, además de la presidencia de honor de la Cámara, ostento la condición de responsable de la delegación gerundense.

El rescate de la Cámara conllevó la condecoración de cavaliere ufficiale

El esfuerzo fue de verdad titánico. Mi salud se resintió mucho, toda mi familia lo padeció conmigo porque les repercutió de muchas maneras, y nunca les estaré lo suficientemente agradecida por consentirme la implicación. El reconocimiento me llegó del presidente de la Repubblica a través del embajador, Pietro Sebastiani, quien a su vez se puso a disposición para ayudar a la Cámara, y lo hizo de muchas maneras y todas brillantes. Es muy importante tener el apoyo de nuestras instituciones. La colaboración fue indispensable y extraordinaria, y extraordinario fue el reconocimiento, y me honró que en mi caso se apelara a una excepción. Reza la norma que cuando no tienes ninguna condecoración te ofrecen la insignia de cavaliere, que es la de más bajo rango, con prohibición expresa de la norma de conferir otra de grado superior sin la previa de cavaliere. En mi caso se apeló a la excepción por el esfuerzo realizado y por el resultado, y se me concedió  la condecoración en el grado superior y soy cavaliere ufficiale. En aquel momento desconocía que existieran estas condecoraciones, así que cuál no fue mi sorpresa. Estoy orgullosa, y agradecida. Pero no es solo una cuestión de vanidad, que obviamente no se puede negar y me sonrojo por ello, sino sobre todo una cuestión de patriotismo. He tenido muchas y muy valiosas experiencias como ejecutiva, pero solo esta me ha permitido sentirme italiana desde el hábitat de adopción. Cuando marchas de tu país, por más que te integres y seas feliz allá donde voluntariamente echas nuevas raíces, hay momentos de tu vida en que necesitas situarte en tu mapa vital, o por lo menos a mí me ha ocurrido. Para mí, la Navidad no es Navidad sin el postre milanés por excelencia, el Panettone. Te integras en el entorno, y más si lo has escogido, pero en mi caso hay también cierta añoranza y nostalgia. Nuestras instituciones me han enseñado que existe un motor extraordinario llamado «sistema Italia», y funciona muy, muy, muy bien. Coordina a todos los operadores que desde el extranjero hacen país, y lo promueven haciendo del made in Italy una de las marcas más importantes del mundo. En mi caso, llevo el manto de presidenta de la Cámara de Comercio Italiana en Barcelona, ahora de honor, y con ello conjuro dos de las marcas más potentes que existen: Italia y Barcelona. Conviven en gran armonía, y aunque pareciera que nada me podría haber hecho más feliz, la verdad es que sí hay algo, porque me han honrado con el nombramiento de vicecónsul honoraria de Italia en Girona-Costa Brava, y con ello mi vocación de servicio tiene donde ofrecer asistencia. Ahora, cuando estoy en Italia y voy a Barcelona o Girona, suelo decir que ya no sé si voy o si vengo, y a la inversa, cuando estoy aquí y me desplazo a Italia, no sé si voy o si vuelvo. Lo que sí sé es que en cada momento estoy en un sitio estupendo, con una gastronomía extraordinaria y una calidad de vida de privilegio por ubicación, y que voy a otro con análogas características, y eso no se puede decir de todos los países. Espero me perdonen y no ofender a nadie, una vez más es solo mi opinión o mi percepción, probablemente porque no soy objetiva, y aquí me expreso desde el corazón.

Me propuse escribir un libro, lo escribí, lo edité, y ya va por la segunda edición: Bobúo (www.bobuo.net)

Estoy muy contenta también de esa experiencia, y ya me estoy preparando para repetir. Bobúo… mi criatura literaria. Un compendio de cuentos de carácter autobiográfico, cuya idea surgió ante las dificultades de explicar a mis hijos en qué consiste el trabajo de sus padres, ambos abogados. Allí aparece una serie de personajes que asumen las distintas funciones de los profesionales de la Justicia: el búho es el abogado; el caracol, el secretario judicial; la tortuga, el juez… Cada relato aborda una determinada faceta de nuestra actividad: una compraventa, la inmigración, una mediación, un arbitraje, etc. Y se desarrolla en un frondoso y fresco bosque, a lo largo de las cuatro estaciones del año. En realidad, tras cada personaje hay amigos en los me he inspirado, y por descontado doy protagonismo a todas las personas que significan mucho para mí, empezando por mi marido, y nuestros hijos, Nico y Paola, quienes, en cada historia, al abrir los ojos, asisten a una nueva aventura que transcurre en el bosque Bobúo. Tiene unas ilustraciones preciosas del dibujante Daniel Torrent Riba, y el compañero Juan Antonio García Cazorla compuso especialmente para Bobúo su versión musical de las cuatro estaciones. Ha sido una experiencia muy gratificante, y cuando sea mayor ¡quiero vivir en Bobúo! También me ha parecido educativa, porque no ha sido para nada una aventura fácil. Primero fue la constancia durante años de mantener un hilo para estructurar los diferentes cuentos y que tuvieran sentido todos juntos; luego vino el repasar los contenidos, que fueran jurídicamente precisos y rigurosos, el pasar por la escuela de escritura del Ateneu Barcelonés para perfeccionar la técnica literaria, y finalmente el preparar el «manuscrito» para presentar a las editoriales. Fue como en las películas de escritores noveles: contactar con las editoriales, algunas te contestan, otras no; algunas te piden que les envíes el texto y otras no; algunas luego te contestan con un «interesante pero ahora no coincide con nuestra actual línea literaria», otras ni eso… y así hasta que finalmente tienes un sí. Recuerdo la reunión con el presidente de la editorial jurídica Tirant lo Blanc, en la terraza de un bar en la rambla de Catalunya, en Barcelona. Me dio el «sí», y me fui feliz en taxi a casa. Por el camino me telefoneó, y pensé: «Qué bien, mi editor ya me llama», y entonces me dijo que, de la emoción, me había dejado el bolso. Me gustó mucho compartir con mis hijos que, cuando quieres que un proyecto salga, tienes que luchar mucho por él, que a la mamma no siempre le salen las cosas bien, que a veces llegan los noes y que hay que positivizarlos. Tuve unos cuantos noes, lo confieso, pero luego ¡es indescriptible la sensación de pasar por una librería y parar en seco al ver tu libro expuesto! Y ya va por la segunda edición; además, tengo el proyecto de un segundo Bobúo en el horno. Eso sí, a fuego lento.

Y ahora, además, galerista de arte

Soy curadora de la obra artística de mi padre, y comisaria de sus exposiciones. Mi padre fue un artista que, como muchos, se preocupó más de expresarse como alma libre que de organizar su legado, así que de eso me ocupo yo, aunque no tengo demasiado tiempo. Tengo la casa llena de esculturas y dibujos de mi padre, y son una maravilla. La mayoría son obras jamás vistas, que él disfrutaba para sí mismo; eran como una extensión de su forma de ser y de vivir, pero era una producción íntima. Era arquitecto, y conocido por obras emblemáticas e icónicas como la discoteca Maddox o Port d’Aro, y ahora que no está el arquitecto aparece el artista, pintor, escultor, dibujante… ahora es el tiempo de su otro yo.

Con el enorme apoyo del equipo humano de personas que diariamente me ayudan

Siempre lo digo. No es que yo haga milagros con el tiempo, que realmente es un bien escaso. Todos tenemos veinticuatro horas cada día, y cuando se terminan, se terminan para todos, pero tengo la enorme suerte de tener un equipo humano de grandes profesionales que me ayudan, y que permiten que pueda dedicarme a todos los proyectos hacia los que en cada momento me encarrilo. Son varios despachos, con actividades diferentes, y todos coordinados y bien avenidos. Me considero una persona afortunada por muchas cosas, y esta es una más.

La crisis catalana

Mis amigos catalanes me honran siempre considerándome una de ellos, y me gusta, me siento muy integrada, pero siempre les digo y les recuerdo que yo tengo otra mochila en mi espalda, diferente a la de ellos. Les hablo del amor: yo puedo comprender y respetar sus sentimientos, tanto los de unos como los de otros, pero mi corazón es para el país que llevo en mi mochila. Siempre termina saliendo la milanesa. Pero eso no es óbice para que les proponga aquello por lo que llevo tantos años trabajando y en lo que creo con toda mi alma: el diálogo. Como mediadora, si algo he aprendido es la fuerza del diálogo y de la escucha activa, y espero que con generosidad y creatividad encuentren la solución que les dé serenidad.