Texto del 08/05/2018
Su sensibilidad la apartó de la medicina y su afán por conocer cómo funcionan las leyes que rigen la naturaleza la abocaron a la física cuántica. Sedienta de conocimiento, ha acumulado una formación multidisciplinar, lo que no solo le procuró el título de doctora sino que la empujó a fundar una empresa tecnológica que se ha convertido en una de las proveedoras del Mobile World Congress. En su capítulo íntimo destaca una historia de superación únicamente al alcance de personas de gran carácter y fortaleza.
Descendiente de uno de los presidentes de Colombia
Mis raíces familiares se hallan en Colombia, país en el que nací y que presidió uno de mis antepasados, José Ignacio de Márquez Barreto. Para nuestra saga constituye un orgullo sabernos herederos de esa figura que, a mediados del siglo xix, se reveló como una persona de gran carácter, con grandes dotes de liderazgo, mucho coraje, espíritu positivo y talante desprendido. Aunque nos sentimos satisfechos de contar en nuestra historia familiar con tan destacado ancestro, tengo la impresión de que las generaciones que lo sucedimos no hemos sabido aprovechar suficientemente su legado. De mi familia paterna, destacaría a mi abuelo, que llegó a labrarse una gran reputación como geólogo, paleontólogo e ingeniero civil. A ello contribuyó, sin duda, mi abuela, Isabel Márquez, verdadero pilar de la familia. No la recuerdo como una persona especialmente cariñosa, pero su presencia en el hogar era sumamente importante y a mí me confería una gran seguridad. Llegó a tener trece hijos, complementando a la perfección la rama familiar materna, también muy extensa. Baste con decir que mi bisabuela, Obdulia, a quien llegué a conocer porque murió con ciento un años, superó el centenar de biznietos, de los cuales yo fui la mayor.
Formar parte de la clase media en Colombia no es sinónimo de comodidad
De mis recuerdos de infancia conservo el cariño de mi padre, Leonardo. Existe un instante muy especial en mi memoria, que me traslada a ese momento en el que me cargaba en la espalda para llevarme a dormir; un momento mágico, en el que me susurraba al oído, como queriéndome transmitir seguridad para que durmiera tranquila y plácidamente. Ingeniero electrónico, se casó con María Teresa, una enfermera con quien compartía un espíritu luchador, que creo haber heredado. De mi padre he adquirido asimismo su carácter soñador, mientras que de mi madre atesoro la sensibilidad que mostraba con sus pacientes, lo que la impulsaba a desvivirse por ellos, a cuidarlos, a protegerlos. Aunque sus carreras profesionales nos permitían una vida digna, la pertenencia a la clase media colombiana no es sinónimo de comodidad. En ese país la vida resulta difícil, pues no se goza del nivel de protección social que existe en España. Por ello, mis padres tuvieron que luchar duramente para sacar adelante una familia de tres hijos, en la que yo era la primogénita que precedió a la llegada de dos varones.
De tan sensible, lloraba cuando llovía porque se mojaban los árboles
Siendo niña, no tenía claro cuál sería mi futuro profesional. Es más, pensaba que debía ejercer todos los oficios posibles: monja, bombera, ingeniera, etc., tal vez porque compartía muchos ratos con mi abuela y veía en ella a ese tipo de personas capaces de compatibilizar múltiples tareas. Ella era mi principal confidente, y recuerdo que me consolaba cuando yo, quizás porque había heredado la sensibilidad de mi madre, no podía evitar las lágrimas cuando llovía, sufriendo porque los árboles se estaban mojando… La abuela Isabel no sabía cómo calmarme. Precisamente por ser tan sensible, desestimé desarrollar la carrera de Medicina, a pesar de atraerme la posibilidad de ayudar a los demás. Tanto las ciencias naturales como las matemáticas se me daban bien en mi etapa escolar; y si había algo que me despertaba cierta inquietud era la física, pues me costaba entender las leyes que la regían. Por esa razón, cuando culminé mi primera etapa académica decidí que ingresaría en la Facultad de Física, pues quería hallar la respuesta a las normas a las que obedece la luz, a cómo actúa la fuerza de la gravedad…
La física me permitió aislarme del terrible ambiente que se vivía en Colombia
Pese a que en Colombia hay universidades públicas con formación de calidad, hubo dos razones por las que me decanté por un centro privado. El primero es que en la Universidad de los Andes, la que elegí, se recurre al método Yerly, un método de aprendizaje similar a los empleados en los campus norteamericanos y que resulta de gran ayuda en la superación personal, aunque debo reconocer que peca un tanto de fomentar el individualismo. El segundo, y fundamental, es que en el sistema público proliferan las huelgas, con lo que los días lectivos quedan reducidos a prácticamente la mitad. Para mí no resultaba suficiente conseguir el título, pues mi objetivo radicaba en aprender física yconocer los fundamentos de esta ciencia. No podía evitar emocionarme cuando comprobaba que, modelando con ecuaciones matemáticas determinadas fuerzas, era capaz de predecir algunos comportamientos de nuestro entorno. Y que ese era un lenguaje universal, porque esas leyes se aplican en cualquier parte del mundo. No era una alumna brillante, pero sí me esforzaba mucho en mi aprendizaje. En la física, y en ese entorno de estudiante, hallé un oasis de libertad que contrastaba con el clima que se vivía en el resto del país, ya que en la década de los noventa, el narcotráfico, la violencia y la extorsión se habían adueñado de las calles de Colombia y se sucedían los atentados y los asesinatos.
En el trabajo, el esfuerzo y la pasión son esenciales
La universidad se convirtió de repente en mi hogar, dado que ahí invertía prácticamente todo el día: desde primera hora de la mañana hasta las diez de la noche. Eran unos años en los que dediqué mucho tiempo a hacer deporte, pero también a las humanidades, a conocer el arte y la historia. Además, para permitirme estudiar en un centro privado, compaginé los estudios trabajando en la propia universidad. Los recursos en casa de mis padres eran limitados y a duras penas alcanzaban para la matrícula. No podía comprarme libros de texto, de ahí que otorgara un enorme valor a las fotocopias con las que salvaba ese escollo. Durante el primer curso, trabajé prestando atención en el punto de información. A partir del segundo año, sin embargo, pasé a calificar exámenes de los alumnos de Ingeniería, pues quienes estudiábamos Física podíamos revisar las pruebas de universitarios de cursos inferiores. El esfuerzo siempre me ha acompañado y es algo que valoro y que me gusta que la gente tenga en cuenta. En la actualidad, cuando selecciono personal para nuestra empresa, necesito saber que esa persona valora el esfuerzo. Y me molesta comprobar que cada vez proliferan más jóvenes que, sin apenas experiencia, exigen unas remuneraciones astronómicas alegando como único mérito ostentar un título universitario. En mi caso, les expongo que antes de alcanzar ese objetivo salarial deberán superar una serie de etapas previas. Para mí, lo importante es que inviertan pasión y denuedo; que sepan cuál es su propósito profesional. Pero me encuentro con que cada vez hay más urgencia por ganar dinero y menos amor por el trabajo. Resulta frustrante constatar en las entrevistas que hay gente que no sabe lo que quiere y que no está dispuesta a diferir el placer o el ocio. Por fortuna, en nuestra compañía contamos con un equipo humano que desborda ilusión. Resulta altamente gratificante abrir la puerta de la oficina y ver que disfrutan con su actividad.
Nuevas generaciones esclavas de la inmediatez y el materialismo
Soy de la opinión que, con el paso del tiempo, hemos acabado confundiendo la sociedad del bienestar con una comodidad próxima a la desidia. Las nuevas generaciones no valoran el esfuerzo en su justa medida. En general, viven aferrados a la inmediatez, son muy exigentes y el nivel de compromiso es bajo. Huyen de ese planteamiento vital que halla satisfacción en lograr un objetivo tras haber invertido importantes sacrificios. A ello hay que añadir altas dosis de materialismo, pues sus expectativas tienen que ver más con poseer un coche o un smartphone que no en disfrutar de las matemáticas, de la música o del arte. El placer de estas disciplinas no es inmediato, sino que requiere haber estudiado durante cierto tiempo para comprenderlas y poder gozar de ellas. Uno de mis máximos placeres reside en los libros. Cuando estoy estresada, me refugio en una obra de física, pues el placer que encuentro en esa lectura me devuelve el equilibrio necesario. Si algo me llevaría a una isla desierta, sería precisamente un libro. Me duele, y sobre todo me preocupa, comprobar como las nuevas generaciones no buscan la felicidad en la vertiente intelectual y en valores más profundos; y que la exigencia que exhiben con la sociedad que les rodea no se la aplican a sí mismos. Es un problema cultural que deberíamos intentar resolver y que, en parte, tiene que ver con el compromiso social con los demás; hay que responsabilizarse de nuestro entorno, ser conscientes de que todos tenemos que contribuir en él. Mi carácter me ha llevado a ser desprendida, pero como empresaria siento la necesidad de aportar un plus social. De manera especial, creo que debo corresponder a la sociedad porque ha sido generosa conmigo. Me siento una privilegiada, puesto que tuve la oportunidad de estudiar una carrera universitaria, algo que en mi país solo está al alcance de menos del uno por ciento de la población.
Profesores universitarios que no gozaban del espíritu didáctico deseable en un buen maestro
Esa inquietud por aportar a la sociedad me llevó a entablar discusiones con algunos académicos e, incluso, a barajar la posibilidad de abandonar la carrera. En la universidad menudeaban los intelectuales de perfil arrogante y a quienes no podías cuestionarles nada. Profesores que se escudaban en su experiencia y en una autoridad mal entendida para zanjar cualquier debate que no les interesaba abordar. Eruditos que vivían en una burbuja alejada de la sociedad y cuyo único interés en la vida era obtener una plaza en la universidad para asegurarse un sueldo vitalicio. No puedo compartir esa visión, pues entiendo que la universidad te proporciona un entorno favorable para profundizar en el conocimiento, te aporta tranquilidad y libertad para que puedas desarrollarte intelectualmente y, de este modo, alcances la felicidad y tengas la capacidad para devolver a la sociedad, con creces, lo que a ti te ha proporcionado. Pero cuando se invierten los valores se entra en un círculo perverso y aflora el caos, porque acceden al puesto de académicos personas que no gozan del espíritu que sería deseable en un catedrático y que son incapaces de despertar en los alumnos la ilusión por la adquisición del conocimiento. Si hay algo que me gusta de Internet es que pone al alcance de todo el mundo la física cuántica; una ciencia interesantísima que, si se explica adecuadamente, no es exclusiva de eruditos.
El asesinato de mi hermano me llevó a abandonar Colombia
Enmiépoca deestudiante hubounsuceso luctuosoquemarcó profundamente mi vida. Uno de mis hermanos, Felipe Alejandro, fue asesinado en febrero de 2001. Mi hermano estudiaba Medicina y un día se encontró en el lugar equivocado con una persona equivocada. Lamentablemente, en Colombia proliferan los crímenes sin que tenga que haber motivo alguno. En Colombia, ese año fueron asesinadas treinta y cinco mil personas. Es una práctica que, asimismo, no queda reducida a mi país, sino que se extiende a prácticamente toda Latinoamérica. La violencia es extrema y yo también la vivía indirectamente cuando, por la calle, de camino a la universidad, tenía que ir vigilando si alguien me seguía con la intención de robarme o atracarme y utilizar técnicas disuasorias si algún desaprensivo quería abordarme. Por todo ese clima, y sobre todo por el asesinato de mi hermano, decidí que no quería seguir viviendo en Colombia y quise abandonar el país. Fue entonces cuando me vine a España.
Agradecida a España por las manifestaciones de repulsa ante crímenes o atentados
Superar la muerte de mi hermano, tres años menor que yo, resultaba imposible. Finalmente, acabé integrándolo. Mi vida había estado marcada por el catolicismo, pues toda mi familia era profundamente religiosa y yo misma me había educado en un colegio de monjas. Pero cuando me tocó vivir ese capítulo amargo, me vi incapaz de hallar refugio en la religión. Aquel suceso se revelaba tan doloroso para mí que se me hacía difícil pensar que existiera un Dios que hubiera podido permitirlo. De ahí que ese lance obrara como mi desconexión definitiva con Dios, pues no hallé en Él el apoyo que necesitaba en ese momento. En este sentido, he constatado que el contexto social y el entorno adquieren una gran importancia en sucesos de esta índole. Aquí en España, cuando ocurre un asesinato o un atentado, la gente se manifiesta y expresa su reprobación social. Es una reacción impensable en Colombia, donde un crimen se asume como algo normal. Las manifestaciones que encontré aquí me sirvieron para superar el dolor por la pérdida de mi hermano, pues traté de pensar que también las convocaban por él. Ese tipo de actos reconfortan a las familias. Es muy difícil hallar consuelo cuando no tienes con quien compartir el dolor.
Es más difícil poner en marcha una empresa desde cero que conseguir el doctorado
Antes de aterrizar en España, y justo después de haber finalizado la carrera de Física, estudié Oceanografía Física en la Armada Nacional de Colombia; una disciplina que se basa en la aplicación de modelos matemáticos para entender el océano. En esa materia, cursé un máster en la Universitat Politècnica de Catalunya. También estudié Ingeniería Civil y, finalmente, hice el doctorado en la Universitat de Barcelona. Fue en 2007 cuando leí mi tesis: El potencial total de Bohm y la interpretación de momentos en la interpretación de los fenómenos mecánico-cuánticos. Considero que el doctorado resulta muy útil, pues se revela como un desafío intelectual de envergadura en cualquier área. Enfrentarse a ese reto conlleva para el doctorando un aprendizaje enorme, al descubrir cuáles son los riesgos, cuáles las dificultades a las que se enfrenta, cómo debe maniobrar para alcanzar su objetivo… Para cualquier persona, lograr el doctorado equivale a decir que es apta para resolver problemas en una compañía. En mi caso, cuando empecé a asumir labores de consultoría en el entorno Big Data, en cierto modo lo consideré como una pequeña tesis doctoral, pues tenía que entender los problemas, utilizar todas las estrategias y herramientas que tenía a mi alcance y proponer soluciones novedosas. Es más difícil poner en marcha una empresa desde cero que conseguir el doctorado.
Si Google conecta lo digital, nosotros nos planteamos interconectar dispositivos, personas y cosas
Fundé la empresa en 2010 junto con un socio, pero no fue hasta hace tres años que nació la plataforma MOCA, que constituye nuestro producto. El proyecto partió de la idea de que, si Google es capaz de manejar grandes volúmenes de datos en tiempo real y consigue monetizar este servicio para hacer negocio, por qué no podemos crear una tecnología que permita a las otras empresas, que disponen de muchos datos pero carecen de esas herramientas, hacer lo propio. Un año antes, yo trabajaba en una consultora y me di cuenta del relevante papel de las matemáticas en los servicios que ofrecen Google o Facebook. Google relaciona las páginas web entre sí, construyendo una red matemática. Es lo que se llama «grafo», y lo que le permite extraer conocimiento para acabar ganando dinero. Para ello, relaciona información previamente muy bien segmentada y comercializa publicidad cuya aparición en las páginas de Internet está vinculada a los perfiles de comportamiento que tienen los usuarios en la red. Google conecta lo digital, pero yo me planteo si podemos interconectarlo todo: dispositivos, personas y cosas. Con ello, podemos dar mucho valor a los seres humanos.
Un producto tecnológico análogo al que disponen Facebook o Google
Con esa idea como semilla, empezamos la siembra a través de labores de consultoría para empresas eléctricas, energéticas, de gestión de empleo, de telefonía… con el propósito de obtener datos y extraer negocio de ellos. Para Odigeo, compañía del grupo de eDreams, desarrollamos el sistema de Big Data con el objetivo de conocer en tiempo real cuántas personas estaban interesadas en adquirir un billete de avión. Este fue nuestro último proyecto como consultores y, a partir de ahí, generamos un producto análogo al que disponen Facebook o Google para ponerlo al servicio de empresas que gestionan grandes volúmenes de datos, como pueden ser Inditex o el Futbol Club Barcelona. Esta es la tecnología MOCA: gestión de macrodatos y machine learning que permite unir el mundo on-line y el off-line, y que propicia que grandes compañías puedan extraer el máximo valor del gran volumen de datos con los que trabajan y conseguir una óptima monetización de ello. Nuestra tecnología cuenta con la capacidad de identificar aquello que despierta interés en el internauta, a través de su comportamiento en la red. A partir de ahí, unimos el mundo físico y el digital, con lo que podemos proporcionar al usuario información muy personalizada y precisa que satisfaga sus expectativas y que, al mismo tiempo, arroje mejores ingresos a nuestras empresas cliente.
Con dos docenas de grandes clientes, entre ellos empresas del IBEX 35
A diferencia de Facebook o Google, que usan la información acumulada para venderla a terceros, no utilizamos la información. Es una práctica que denostamos, pues entendemos que los datos pertenecen a quienes los han obtenido de manera directa. Para monetizar, MOCA solo recurre a la información del cliente, sin complementarla con datos ajenos de perfiles adquiridos de Google u otras compañías y que podríamos cruzar. El nuestro es un negocio absolutamente B2B, si bien la información que proveemos corresponde a consumidores finales. Lo que comercializamos es una licencia escalable, panelizable y que funciona en tiempo real. El cliente paga en correspondencia al volumen de usuarios, del tiempo de conexión y de los sistemas utilizados, pues MOCA se puede conectar a una aplicación, a la web de la marca o incluso a geovallas que se encuentren fuera de un punto de venta. En la actualidad disponemos de veinticuatro grandes clientes, algunos de los cuales forman parte del IBEX 35. Pero tenemos diseminadas por todo el mundo empresas de distinto tamaño que contratan nuestros servicios. Contamos con presencia en una docena de países, principalmente en Europa, así como en los Emiratos Árabes Unidos e Israel, si bien también hemos realizado algunas operaciones puntuales en Estados Unidos. La comercialización en el exterior la llevamos a cabo con una cuarentena de partners, quienes se encargan de vender las licencias para el uso de esta tecnología.
Obteniendo «el Óscar» de la tecnología móvil
Mobile World Congress es cliente de MOCA desde hace tres años. Durante la celebración del certamen, a través del sistema conectamos los sensores físicos que el Mobile distribuye en las instalaciones de Fira de Barcelona con distintos hoteles de la ciudad, aeropuertos, estaciones ferroviarias… Con la información obtenida, y en función del perfil y comportamiento de los usuarios, nuestro cliente puede llevar a cabo campañas digitales para atraer gente al evento e incrementar sus ingresos. En definitiva, monetizar sus datos. En ese congreso internacional tenemos una doble participación. Además de ser los proveedores principales de inteligencia analítica del Mobile (lo cual nos permite conocer toda la trazabilidad del evento, sabiendo lo que ocurre antes, durante y después de su celebración), disponemos de estand en el mismo, ya sea propio o a través de un partner. Esta segunda faceta resulta altamente interesante para establecer contacto con potenciales nuevos clientes, aunque acusamos cierta falta de visibilidad en el mercado porque hasta ahora las empresas suelen recurrir a tecnologías que se usan en la web, mientras que MOCA se centra en el móvil. Por el momento, nuestro volumen de negocio es limitado, pero las expectativas de crecimiento son enormes, ya que sabemos que en los próximos años esta tecnología será muy demandada. Ser proveedores del Mobile Word Congress no solo constituye un orgullo sino también una excelente tarjeta de presentación para nuestra compañía, por el prestigio que atesora este certamen. Asimismo, la tecnología de MOCA goza de otro importante aval por parte de dicho congreso, ya que, en 2016, un año después de haber lanzado nuestra plataforma al mercado, fue reconocida con el premio Glomo al Mejor Servicio o Aplicación Móvil en la Nube. Es un galardón que, en tecnología móvil, es equivalente a los Óscar cinematográficos. Con ese reconocimiento vimos recompensado nuestro esfuerzo y validado nuestro producto.
Soportar la tracción del mercado
Las empresas tecnológicas nos enfrentamos a un desafío que reside en soportar la tracción del mercado. En este entorno, los clientes se clasifican en innovadores, early adopters y usuarios convencionales, en función del tiempo que transcurre a la hora de incorporar una determinada solución. Entre los early adopters y los usuarios convencionales suele existir un gran abismo y el riesgo que corremos las compañías tecnológicas es que el plazo en que el mercado logre tracción y acabe arrastrando a los segundos sea tan dilatado que no nos permita sostenernos económicamente. Pero tam- bién estamos expuestos al riesgo contrario: que la demanda adquiera tal nivel de aceleración que nuestra capacidad de respuesta no esté a la altura y muramos de éxito. Nuestro producto está contrastado, funciona y satisface a las empresas que lo contratan, pero como cualquier empresa que habita en el entorno tecnológico necesitamos que el nivel de ingresos se corresponda con las competencias que ofrecemos… y viceversa. Nuestro desarrollo tecnológico requiere mucha financiación y todavía no hemos conseguido equilibrar la inversión con los ingresos. Necesitamos equiparar la comercialización al nivel de creación, donde nuestra capacidad es enorme. Si lográramos disponer del capital ideal podríamos situarnos a la altura de las grandes multinacionales tecnológicas y ofrecer incluso servicios B2C. Afortunadamente, ya contamos con buenos inversores y hay muchos otros que han mostrado su interés en MOCA. El problema en este entorno emprendedor es que existe un ecosistema viciado, pues puedes verte en la obligación de dar entrada a un inversor para continuar con la actividad y que la elección resulte errónea, con lo cual comprometes todo el futuro de la compañía. Y es que abrir la puerta a inversionistas representa trocear la empresa, desprenderte de parte de ella. En mi caso resulta duro, dado que la contemplo como «mi bebé» y quiero velar por su salud, por su futuro, por su crecimiento y por su desarrollo. Por otra parte, Europa no se muestra sensible con las empresas tecnológicas, sino que les otorga el mismo trato que a las de cualquier otro sector. Sin ayudas de ningún tipo, resulta muy complejo competir con los gigantes de la tecnología. Prueba de ello es que las principales compañías tecnológicas se encuentran en Estados Unidos, y que en Europa apenas hay ninguna relevante.
Mi socio, Oleg, es el mejor arquitecto de software que existe
Somos trece personas en el equipo, básicamente formado por ingenieros y profesionales de marketing. Oleg, mi socio, es uno de los pilares fundamentales de la compañía. Polaco de origen, es doctor en Computación de Alto Rendimiento por la Universitat Autònoma de Barcelona. Es el mejor arquitecto de software que existe y tengo depositada una gran confianza en él. Nos conocimos a través de un trabajo conjunto de buscar soluciones, en el que él asumía la parte informática y yo, la analítica numérica. Oleg ostenta la jefatura técnica de la compañía y asume, también, las vertientes comercial y de desarrollo de producto. Por mi parte, comparto con él el área comercial y dirijo los departamentos de marketing, financiero y de I+D+i. Salvamos nuestra escasez de recursos humanos con una organización muy metódica que nos permite rentabilizar mucho el tiempo. Al ser una startup, necesitamos una gran compenetración y mostrarnos muy ágiles. Uno de los problemas de nuestro sector reside en que el software en Europa no se puede patentar; a lo sumo, es posible patentar los métodos o, como hacemos en nuestra compañía, proteger como propiedad intelectual el algoritmo que permite manejar millones de datos de manera adecuada. Ahí reside nuestro valor añadido: el desarrollo tecnológico. Es algo que no podemos externalizar, como sí hacemos contratando servicios contables o legales.
Como tecnólogos, debemos asumir un compromiso ético con la sociedad
Aunque los abogados que trabajan para nosotros velan por el cumplimiento estricto en lo que a protección de datos se refiere, desde mi punto de vista la legislación en este terreno resulta insuficiente y se revela más orientada al negocio que hacia la preservación de la información sensible. Es un tema con el que somos muy escrupulosos y que nos ha llevado a desarrollar una política interna que identifica cuáles son los datos que compartimos de nuestros clientes. La geolocalización, por ejemplo, proporciona datos delicados y es una materia sobre la que existen serias carencias legislativas, por lo que hemos querido definir un comportamiento basado en criterios éticos, consistente en informarle al cliente de que, en esos casos, facilitaremos zonas aproximadas de actuación. La legislación se muestra incapaz de adaptarse a la evolución de la tecnología, que experimenta una transformación acelerada. Considero que nosotros, como tecnólogos, debemos asumir un compromiso ético con la sociedad y actuar velando por la seguridad y la intimidad de los usuarios. A la sociedad le resta mucho camino por recorrer, en lo que atañe a la protección de datos, para que los resultados sean los óptimos.
Por el empoderamiento de las niñas colombianas en ciencia y tecnología
En 2013, el consulado norteamericano en Barcelona me nominó para representar a España en el programa International Visitors Leadership Program. Fue una experiencia muy interesante porque, durante tres semanas, aprendí cómo se gestionan la innovación, la tecnología y las startups en Estados Unidos. Me gustaría importar algunas de las estrategias que se han implementado ahí para que nuestros ecosistemas puedan crecer de manera óptima en España. Es una de mis metas personales, así como también alimento un proyecto consistente en ayudar a las niñas colombianas a desarrollar sus capacidades. Quiero llevar a cabo un programa que les permita familiarizarse con la física, las matemáticas, la tecnología, la inteligencia artificial… Para que hallen en esas disciplinas el camino con el que forjarse un futuro profesional brillante. En Colombia, cuando les preguntas a las niñas sin oportunidades en qué quieren convertirse cuando sean mayores, habitualmente te responden «modelo» o «bonita para casarme con un soldado». En general, han asimilado un determinado arquetipo que las conduce a presentar una baja autoestima y a invertir su tiempo en superficialidades. Me gustaría, por tanto, impulsar una iniciativa que convirtiera a esas niñas en mujeres capaces de asumir liderazgo y emprender negocios con base tecnológica; empoderarlas en ciencia y tecnología para que salgan de ese ostracismo en el que se hallan inmersas y del que es responsable en buena parte el machismo que impera en la sociedad colombiana. Precisamente, uno de los aspectos que más me llamó la atención al llegar a Catalunya fue comprobar el respeto que merece la mujer. La catalana es la sociedad menos machista que conozco. Aquí nunca me he sentido discriminada por mi condición femenina.
Las consecuencias del conflicto que vive Catalunya
El momento histórico que atraviesa Catalunya en estos últimos años lo vivo desde la dicotomía personal y profesional. En mi círculo de amistades cuento con varias personas que se revelan independentistas y comprendo perfectamente sus motivaciones. Pero como empresaria estoy sufriendo las consecuencias de este conflicto, ya que desde el 1 de octubre las entidades bancarias han ralentizado los procesos de estudio y concesión de préstamos, algo que, para las pequeñas empresas y los autónomos (que somos quienes sostenemos en buena parte la economía del país), resulta altamente perjudicial. Por fortuna, nuestro negocio tiene un carácter internacional que nos lleva a vender la licencia de nuestro producto a otros países; y es que, si dependiéramos de la financiación bancaria, tal vez ya habríamos quebrado. En medio de una ronda de inversiones, me señalaron que nuestra compañía estaba radicada en Catalunya y que ello planteaba un riesgo. Es cierto que nuestra tipología de empresa nos permitiría ubicar la sede en cualquier punto del planeta, pero llegué a convencerme de que MOCA debía permanecer aquí. Solo confío en que los políticos acaben alcanzando una solución que permita resolver esta situación, pues los fondos de Estado que existían para empresas tecnológicas están congelados por falta de Gobierno y eso dificulta la buena marcha de nuestra actividad.
Mi «cliente» principal es mi hijo
Una de las razones por las que estoy satisfecha de haber venido a Catalunya es por haber podido dar a mi hijo un entorno favorable, en el que pueda desarrollarse como persona y gozando de una seguridad que, por experiencia, sé que no tendría garantizada en Colombia. Tras el asesinato de mi hermano, la maternidad era un capítulo al que había renunciado. Sin embargo, al llegar a Catalunya conocí a alguien que cambiaría mi forma de pensar. El padre de mi hijo se convirtió en una persona clave para mí. Su visión de la vida y nuestra manera de querernos me permitieron ver que en la vida puede haber cosas hermosas como el hecho de tener un hijo. Ingeniero de profesión, siempre admiré su generosidad y compartí con él el deseo de contribuir con lo mejor de nosotros mismos a la sociedad. Decidimos casarnos, tener un hijo y, con el tiempo, llegó un momento en el que convinimos que debíamos separar nuestras vidas. Fruto de esa relación, ahora sé que mi principal «cliente» es mi hijo. Procuro invertir en él todo el tiempo que puedo, pues constituye mi absoluta prioridad. Él contribuye a mi equilibrio personal, como también lo hacen dos de mis aficiones favoritas, como son el baile (en especial, la salsa) y la gimnasia artística. Se trata de actividades de expresión corporal que me ayudan a sentirme bien conmigo misma. Son un reflejo de la pasión y la energía que me caracterizan y que acabo imprimiendo en mi empresa y en todo lo que hago en la vida.