Texto del 08/06/04,
Fotografía cedida por el Ayuntamiento de Huesca
Generalmente se tiene la impresión de que las ciudades pequeñas enclavadas en complicados territorios montañosos, como es el caso de Huesca, lo tienen difícil para modernizarse y alcanzar cierto nivel de desarrollo equiparable con el de otras zonas del país. Por fortuna esta noción común dista mucho de la realidad. Los oscenses no están comparativamente peor que otros ciudadanos españoles, y si en algunos aspectos no gozan de las mismas ventajas pueden confiar en que su alcalde no cejará hasta poner remedio. Fernando Elboj es de esos políticos tenaces que sabe defender los intereses de su ciudad.
El Ayuntamiento es la mejor escuela política
Como antiguo profesor de historia y hombre que ha dedicado buena parte de su vida a la enseñanza, tengo la convicción de que, en política, el Ayuntamiento es la mejor escuela de todas, porque en definitiva te da una visión tan real y tan concreta de la realidad y de las reivindicaciones de los ciudadanos que, a la hora de promulgar leyes, éstas parten luego de planteamientos menos idealistas y son más efectivas de cara a resolver los problemas del día a día. En esto, como en tantas otras cosas, deberíamos seguir más algunos modelos europeos, en donde los políticos se inician normalmente en el ámbito municipal. En mi caso -y en el de muchos políticos socialistas- sucedió al revés. Empecé en la política como senador durante dos mandatos, luego ocupé la dirección provincial del Ministerio de Educación, y en 1999 me presenté como candidato a las primarias del PSOE para encabezar la lista municipal. He sido muchas cosas en política, pero mi mayor ilusión personal era ser alcalde de Huesca, y ahora que lo he conseguido puedo afirmar que el proceso lógico y más deseable para iniciar una carrera política debería ser el paso obligatorio por los diversos ayuntamientos. Lo que ocurre es que, para los políticos que procedemos de aquella generación de los años 70, este terreno estaba prácticamente vedado. Entonces había muy poca gente para cubrir tantos nuevos puestos como lógicamente exigía el nuevo sistema democrático, que no renovó los consejos municipales hasta 1979, así que hubo que hacer las cosas de otra manera.
Proyectos municipales: ilusión y realidad
Accedí a la alcaldía con una gran ilusión y con proyectos que entonces tenía muy claros. Tras cinco años en el cargo debo admitir que, como siempre pasa en la vida, no todo es ni tan fácil ni tan claro. Algunos de los objetivos que me planteaba no se han cumplido porque la realidad es siempre tan cambiante que, aunque puedas creer que algo está firmemente consolidado, los continuos cambios que se producen dejan obsoletos los planes que habías trazado. Ahora bien, varios de los proyectos que formaban parte del programa electoral de 1999 sí se encuentran encarrilados por el buen camino, como pueden ser la política cultural de la ciudad, la política de desarrollo tecnológico o la transformación urbanística del casco antiguo.
Política cultural y campus universitario
En estos momentos la ciudad de Huesca empieza a ser reconocida en toda España por su acertado programa de actividades culturales, lo cual me satisface enormemente. Además, la fama de la ciudad en este campo concreto se acabará de perfilar muy pronto con la instalación del campus universitario. En Aragón teníamos una universidad totalmente centralizada física y administrativamente en la ciudad de Zaragoza, pero desde hace unos cuantos años se está desarrollando un modelo universitario descentralizado que supone, entre otras cosas, la instalación en nuestra ciudad de varias facultades y especialidades académicas. Se trata de un proceso lento, en el que hemos tenido que partir de cero, pero ya contamos con una ubicación física excelente para el campus y nos parece que el estudiante universitario encontrará en Huesca un lugar atractivo, diferente y con estilo propio.
Promover el principio de oportunidad del mundo empresarial
Las posibilidades que tiene un ayuntamiento de generar empleo en una ciudad de las características de Huesca -que tiene 48.200 habitantes censados- son pocas por sí mismo. La experiencia demuestra que, a la hora de facilitar la aparición de nuevas empresas y consecuentemente también de empleo, lo que se debe hacer por nuestra parte es promover el principio de oportunidad del mundo empresarial, es decir, resolver las peticiones y los problemas que surjan con rapidez. Si un empresario quiere poner en marcha un negocio en un momento determinado, de forma inmediata, se le deben facilitar los permisos y las licencias cuanto antes, porque si lo retrasas y lo dificultas administrativamente, si no eres ágil, al final se pierde la oportunidad económica, la ventaja competitiva en el mercado con que contaba inicialmente el negocio, y el proyecto empresarial se va al garete. Desde el Ayuntamiento conviene apoyar de manera firme y decidida cualquier iniciativa que genere empleo. En Huesca hacemos lo posible para fomentar la instalación de empresas y acelerar los trámites, peleándose si cabe con el resto de administraciones. Queremos poner a disposición de todas las iniciativas empresariales más suelo industrial a precios asequibles y sin especulación, estamos trabajando en la creación de nuevos polígonos, acabamos de inaugurar un ambicioso parque tecnológico orientado al sector de la alta tecnología, y está en marcha la próxima instalación de una plataforma logística de gran utilidad para el sector económico de los servicios.
El casco antiguo está en estos momentos en proceso total de recuperación
Desde los años 60 el casco antiguo de Huesca ha sido uno de esos ejemplos de abandono radical y absoluto de una zona urbana, pero en estos momentos está en proceso total de recuperación. Me atrevo a decir que en un plazo de cinco o seis años habrá dejado de ser un gueto de marginalidad para convertirse en un área de la ciudad completamente recuperada, habitable y llena de vida. Nuestro esfuerzo se dirige hacia la conservación del patrimonio histórico-artístico que alberga y hacia la restauración y reforma de los entramados viarios y de los edificios y viviendas que, con el paso de los años, se encuentran francamente deteriorados. El objetivo final, por supuesto, es que ese barrio se incorpore plenamente a la dinámica ciudadana y al mismo tiempo ampliar el parque de viviendas en buenas condiciones de que disponemos.
Aumento del número de viviendas
En Huesca hemos padecido años atrás cierta escasez de inmuebles que ha contribuido notablemente a elevar el precio de la vivienda en la ciudad. Desde el Ayuntamiento hemos impulsado la construcción de viviendas de protección oficial, que junto con la rehabilitación de las ya existentes en las zonas más degradadas está permitiendo que muchos oscenses dispongan ahora de una vivienda digna en un entorno bien organizado y a precios asequibles. Pero no nos conformamos con eso, pretendemos ir más allá y cambiar ciertos hábitos adquiridos. En sintonía con la nueva orientación del gobierno de la nación, deseamos promover el mercado local de viviendas de alquiler, muy escaso en nuestra ciudad, pues lo tradicional ha sido adquirir pisos en régimen de propiedad.
Nuestra región precisa inversiones en infraestructuras
No sólo la ciudad de Huesca, sino toda la región del Alto Aragón planteamos ante el Ministerio de Fomento una reivindicación que con el paso del tiempo se ha acabado convirtiendo en una prioridad política, que es la construcción de la autovía Lérida-Huesca-Pamplona. Esta infraestructura lleva un retraso evidente y es un eje imprescindible para el desarrollo de esta zona pirenaica, pues supone el primer paso para la creación de un gran corredor socioeconómico entre el Mediterráneo y el Cantábrico. Además, el proyecto soluciona un déficit notorio que padecemos en el capítulo de la seguridad viaria, dado que la actual carretera nacional, en su tramo Lérida-Huesca, es una de las más peligrosas del Estado y de las de mayor volumen de accidentes registrados. Confiamos en que esta reiterada petición se resuelva favorablemente.
El Rey, figura de consenso durante laTransición
En el pasado reciente vivimos una transición política rodeada de mucha ambigüedad de la cual emergió como figura de consenso general el Rey Juan Carlos I. Los 40 años de dictadura fueron un pozo negro en el que lógicamente no había información veraz, no había libertad de expresión y consecuentemente no había posibilidad de formarse políticamente, de aprender, de debatir, de contrastar opiniones. Tuvimos que defender y divulgar los grandes principios políticos democráticos con rapidez en medio de un contexto inestable como fue la época de la transición. El proceso de transición lo recuerdo como algo muy inseguro, indefinido y arriesgado que culminó, como era de esperar, en la aciaga noche del 23 de febrero de 1981. Hasta ese momento clave muchos dudábamos de que esa experiencia política acabase bien, pero la aparición por televisión del Rey tomando una postura clara a favor de la democracia despejó nuestros recelos. Los españoles comprendimos que los golpistas y los nostálgicos del pasado no tenían nada que hacer, porque el Rey estaba de parte del pueblo. De aquí surge el enorme prestigio de que goza Su Majestad. A partir de entonces una persona como yo, que se definía y me defino abiertamente como republicano, entiende que la monarquía está apostando por la democracia, que las cosas van por buen camino y paso a ser uno de esos republicanos “juancarlistas” de los que hay bastantes en este país.
Monarquía y república ya no son conceptos antagónicos
Esa monarquía que nos vino impuesta por el régimen anterior y que nadie sabía con certidumbre para qué servía exactamente nos ha acabado convenciendo a todos. Muchos que partíamos de planteamientos claramente republicanos tuvimos que adaptarnos a un nuevo contexto y aprender que la república no puede convertirse en ese objetivo sin el cual ya sucede la debacle, que hay que aceptar determinadas fórmulas de consenso con independencia de que luego cada cual siga manteniendo sus principios intelectuales, a fin de evitar y superar el dilema eterno de las dos Españas confrontadas. Desde mi punto de vista, lo que pasa es que no es lo mismo la España actual que la de los años 30. En 1930 la monarquía era un obstáculo para el progreso del país. Era la monarquía de los caciques y terratenientes, de la Iglesia tradicionalista, de la miseria institucionalizada. Pero hoy día a nadie se le ocurre decir que la monarquía es símbolo de estas cuestiones, o que es un punto político clave que se debe resolver porque si no el país no funciona. En definitiva, esta monarquía constitucional vigente tiene mucho carácter representativo pero ningún poder decisorio. El Rey une a su función de representación un importante papel de moderación política, tanta que a veces tardamos un tiempo en enterarnos de que interviene -lo cual es muy bueno-. Si sintetizamos y valoramos todo esto veremos que el dilema entre monarquía o república ha quedado reducido a un planteamiento fundamentalmente intelectual, pero no de política práctica, más aún si nos remitimos al panorama internacional y repasamos ejemplos como la república de Pinochet. Así vemos con claridad que ese mito de la república como símbolo de progresismo, de bienestar para el pueblo frente a la monarquía como todo lo contrario ya no tiene sentido.
La monarquía no corre peligro inmediato
En la medida en que la monarquía actual de Juan Carlos I y del futuro monarca Felipe VI sepa continuar por esta misma línea, no creo que muchos españoles tengan graves problemas para aceptarla como forma de gobierno. Ahora bien, el Príncipe Felipe, dicho de una forma muy sencilla y gráfica, va a tener que convencer a los españoles de que está efectivamente preparado para ocupar el cargo y de que estará a disposición del pueblo y de todo lo que la Constitución considere pertinente.
Intensa actividad diplomática
Ser rey no es una tarea tan cómoda como parece, pues interviene en muchos más asuntos de los que la gente imagina. Lo que pasa es que normalmente se divulga más la dimensión social de la realeza que responde a una imagen romántica de cuento de hadas porque resulta atractiva para el público. Se le puede ver esquiando en Baqueira, navegando en Palma de Mallorca, entregando despachos oficiales, presidiendo desfiles militares, dando discursos institucionales, fiestas y cenas de gala, etc. Pero además el Rey en muchos momentos ejerce un destacado papel diplomático encargado por el gobierno -más en los gobiernos socialistas que en otros-. Lo que ocurre es que el Rey ha sabido ser muy discreto en estas cuestiones. A menudo ha prestado su ayuda en gestiones diplomáticas difíciles para desbloquear situaciones complicadas allí donde, por historia familiar y por relaciones personales, se sabe que tiene acceso privilegiado. Frecuentemente se comentan las excelentes relaciones de Su Majestad con el mundo árabe -que han sido muy útiles políticamente-, pero no siempre se publican sus gestiones en delicados asuntos de Iberoamérica, y poca gente conoce su papel en la mejora de las relaciones entre España y los Estados Unidos en una época determinada.
El Senado o se reforma o se suprime
He sido senador en los años 80, una época en la que el Senado no tenía un protagonismo muy fuerte, pero como estaba muy cerca el proceso de transición, todavía conservaba cierto papel político, por supuesto de segunda lectura de las leyes, aunque además organizaba determinadas comisiones de investigación. Es decir, el propio Senado se inventaba otras tareas en las que podía ser útil. Ahora bien, a partir de los años 90 ha sido una institución perfectamente suprimible. Hoy día se debería profundizar en el carácter de cámara territorial, de foro autonómico para otorgarle alguna dimensión política eficaz. Mi opinión al respecto es que se debe reformar y si no, que lo supriman y volvamos a un sistema unicameral. Así nos evitamos gastos, disgustos con alguna de sus controvertidas decisiones y el bochorno de tener una institución prácticamente marginada e inoperante.
Hay que resolver la financiación municipal de una vez por todas
La gran asignatura pendiente de la España democrática somos los Ayuntamientos. Cada vez más nos encontramos con la paradoja de que tenemos que asumir más servicios públicos sin tener propiamente la competencia ni el presupuesto correspondiente. Pero es que los ciudadanos, ante la complejidad institucional, acuden a reclamar soluciones a los entes locales porque confían más en ellos, conocen al alcalde o la alcaldesa, a los concejales, a los funcionarios; a los demás políticos sólo los ven por televisión. Todo esto ocurre sin que el capítulo de la financiación municipal se haya movido un ápice desde el marco constitucional del lejano año 1978, y consecuentemente los Ayuntamientos estamos en una situación muy complicada desde una perspectiva presupuestaria. Se nos presiona para atender cada vez más problemas pero no se nos dota de los mecanismos apropiados. No quisiera cometer una aberración comparativa, pero de algún modo la situación actual se asemeja a la de la antigua polis (la antigua ciudad-Estado griega). Tenemos obligaciones y responsabilidades que cumplir en todos los ámbitos. Somos en definitiva la base en la que se apoyan los ciudadanos en múltiples niveles, no sólo el ciudadano de a pie sino también el organizado en asociaciones de vecinos, de empresarios, de discapacitados, entidades culturales, etc. Considero que, o se nos toma en serio desde todos los puntos de vista políticos, y sobre todo en el aspecto financiero, o los problemas sociales que se avecinan pueden ser muy graves. Los políticos de la esfera municipal estamos convencidos de que debemos tener voz propia en estos temas, y no sólo a nivel del gobierno nacional, sino especialmente ante la Comisión Europea. Está emergiendo una nueva Europa de las ciudades que quizás posea mayores recursos y mejor sensibilidad para afrontar el problema económico de los entes locales.