Fernando Sánchez Dragó Escritor
Fernando Sánchez Dragó Escritor
TH, 1r VOLUM. La transición política española

Fernando Sánchez Dragó – Escritor

Texto del 30/12/2002
Fotografía cedida por F.S.D.

Las opiniones de Fernando Sánchez Dragó, sobre política y sobre cualquier otro tema, tienen la virtud de no dejar a nadie indiferente. Pocos intelectuales en este país exponen con tanta franqueza sus ideas, y sin embargo no es un hombre que pretenda evangelizar, convertirse en un líder ideológico. Profesor de Lengua, Literatura e Historia de España en universidades de diversos países, su quehacer literario ha estado relacionado frecuentemente con su actividad en medios de comunicación, tanto escritos como audiovisuales, a nivel nacional e internacional. Por su peculiar trayectoria como escritor y como personaje público, merece figurar entre las voces destacadas de la época de la transición.

Cultura es todo aquello que ayuda a pensar

Creo que la cultura, cuando se divulga, se rebaja. Soy más partidario de subir el nivel de conocimientos, que de bajar el listón de la cultura, divulgándola. La propia palabra divulgar ya entraña cierto significado negativo al incluir el término peyorativo vulgo. Ese es precisamente uno de los grandes errores de nuestra época, creer que la cultura hay que degradarla al precio que sea para que llegue a todo el mundo. También considero que, por desgracia, todos los políticos cuando hablan de cultura mienten, se ven obligados a opinar bien de ella, a decir que se tiene que poner al alcance de todo el mundo, pero en el fondo les da un miedo terrible. En definitiva, si tuviéramos que buscar una definición de cultura, la más simple sería que es todo aquello que ayuda a pensar, y a los políticos no les gusta que la gente piense.

Programas culturales destinados a una franja horaria inusual

Sin ir más lejos, presento dos programas culturales en televisión, que podrán gustar más o menos, pero en los que no bajo nunca el listón, y ambos están confinados en lo que se llama franja de prestigio, es decir, la madrugada. No es éste un mal español, sino universal, ocurre lo mismo en otros países tan cultos como Francia. Mi impresión es que su emisión a horas tan intempestivas obedece a la necesidad de los políticos democráticos de justificarse ante el pueblo y de decir que en las televisiones, y en el resto de las tribunas del país, hay cultura, aunque en realidad no quieren que esos programas sean vistos. Cuando el PSOE llegó al poder, yo presentaba Biblioteca Nacional, un programa sobre libros. A los tres meses me llamó el director general de TVE y me comunicó el cese del programa, literalmente, con la siguiente frase: en televisión no queremos cultura, queremos a Paco Martínez Soria1.

Siempre he vivido de espaldas a la política

Mucha gente cree que yo viví con intensidad aquellos años de la transición por mi condición de intelectual perseguido por el régimen, pero la verdad es que siempre he vivido de espaldas a la política, porque ésta no me interesa ni poco, ni mucho, ni nada. Creo que los hombres de Estado sobran, que lejos de resolver los problemas son causa de ellos, que para justificar su presencia tienen que inventarse conflictos que en realidad no existen, utilizando esa cadena de transmisión que son los periodistas. Uno lee el periódico por la mañana y dice mejor no salgo de casa, luego se da cuenta de que todo eso de que están hablando los políticos y la prensa en el mejor de los casos es una hipérbole, una considerable exageración.

Esta ha sido mi actitud ante la política, sólo he intervenido en sus asuntos en dos ocasiones, una contra Franco y otra contra Felipe González, y matizo que en ambas lo hice desde el ámbito de la sociedad, llevado de la consideración de que la política se había desbordado de sus propios vasos, a mi juicio hasta el extremo de comprometer mi propia libertad personal. En el momento en que cesó el peligro, regresé de inmediato a mis cuarteles de invierno.

Viví el proceso de la transición con distanciamiento

Estoy mal informado de política, no sé nada de ella, me salto ex profeso las páginas de la prensa dedicadas al tema, excepto en raras ocasiones. Lo primero que hice al empezar la transición fue marcharme de España, que es lo que he hecho durante toda mi vida. Tengo un espíritu nómada, no me encuentro bien

quedándome fijo en ningún sitio, me paso la vida viajando, y en octubre de 1976 inicié un periplo por diversas universidades extranjeras que duró bastantes años. Viví todo el periodo de la transición desde lejos y a distancia, no sólo física sino también sentimental, con poco interés y mucho escepticismo por el proceso.

Bastaba con seguir la inercia de los acontecimientos

Sin la muerte de Franco, mucho de lo que sucedió después habría ocurrido también. La llegada de la democracia es el fruto de una lenta evolución que ya se había iniciado en los últimos lustros del franquismo, aproximadamente a mediados de los años 60. Desde luego, no fue el resultado de una ruptura con el régimen anterior, pero es que ni siquiera se produjo un cambio brusco, sino, como digo, una lenta evolución que no tuvo mucho que ver con la desaparición del Caudillo o la aparición de líderes políticos democráticos. Era absolutamente imposible que, con el progreso y el desarrollo que había experimentado el mundo y la sociedad española, no se produjera un avance hacia fórmulas ­políticas más libres y más democráticas, de modo que bastaba con seguir la inercia de los acontecimientos.

Políticamente me defino como anarcoindividualista

En lo relativo al territorio de la política, durante la transición nada ni nadie me causó una gran impresión. No hay ningún acontecimiento público que me marcara especialmente, salvo la euforia con la que participé entonces en ciertos actos políticos de la CNT. Yo creí, y lo creíamos muchos, que al morir Franco en España se iba a producir un resurgir de la única peculiaridad política española, vigente en los años de la República y de las décadas anteriores: el anarquismo. Me defino políticamente como anarcoindividualista, lo he sido siempre, lo soy cada vez más y en aquella época tuve la esperanza de que iba a rebrotar la tradicional acracia2 española; efectivamente resucitó, pero fue devorada.

Ilusión y desencanto por las actividades políticas anarquistas

En este sentido, los únicos acontecimientos de la época que tuvieron cierta importancia personal fueron el mitin de la CNT en la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes y el congreso de intelectuales en Madrid. El mitin de la CNT fue el canto del cisne de lo que muchos esperábamos que iba a suceder, allí nos congregamos personas procedentes de ideas libertarias muy diferentes, fue un clamor de pueblo, de libertad, de imaginación. Salimos de aquella plaza de toros y poquito a poco todo se fue diluyendo, se fue aguando, quedó en absolutamente nada que es donde estamos ahora. La CNT también organizó la reunión de intelectuales en el Teatro Martín de Madrid, que duró una semana, y cuyo punto culminante para mí fueron las siete horas en que estuvimos encerrados dentro del teatro, que había sido cercado por grupos fascistas, y que pasé junto a mis gratos amigos Bernard-Henri Lévy y Fernando Arrabal3. A mi juicio, ambos son los dos acontecimientos más destacados de nuestra historia política reciente, pero no han servido absolutamente para nada.

Anarquismo para mí significa autogobierno, significa que los seres humanos a través de su larga evolución se han convertido no en el homo consumens que son ahora, sino en seres lúcidos y conscientes, dueños de su propio destino, seres que saben autogobernarse y que no necesitan de nadie ni de nada para ello. Esto, digamos, en el ámbito de lo privado, pero ¿cómo se aplica el anarquismo en el ámbito de la sociedad? Pues a través de la municipalización de la vida pública. En el ámbito de un ayuntamiento se pueden hacer cosas para ayudar a los ciudadanos, en el de una nación ya es imposible. Municipalización por una parte y autogobierno por la otra, esto es lo que creo que caracteriza al anarquismo, siempre con la no violencia por delante. El político más importante de la época moderna, mi modelo personal de anarquía, ha sido Gandhi4.

La modernidad es la gran conjura para alejar al hombre de su propio carácter

Para comprender plenamente la ideología anarquista deberíamos recuperar la vieja sabiduría pagana y su gran mensaje: conócete a ti mismo5. Cuando uno se conoce entonces también sabe cuál es su lugar en la trama del universo y hace lo que quiere. Desde luego el anarquismo consiste en hacer lo que uno quiera, pero si se parte de la base del autoconocimiento, el querer y el deber se confunden, es decir, la libertad se convierte en un ejercicio de responsabilidad. A eso es a lo que yo llamo autogobierno, y es absolutamente imposible llegar a esa ­lucidez y ética sin conocerse bien. El mundo actual, el que nos proponen los políticos, es un mundo hacia fuera, construido para ocultar el mundo interior, para aumentar el ego de la gente y estrechar sus vías de acceso al yo profundo. Por eso creo que la modernidad es la gran conjura para alejar al hombre de su propio carácter, de su propio destino y vocación, y por lo tanto de la posibilidad de autogobierno. En este sentido, el infantilismo de la sociedad actual es impresionante. Pretenden que sigamos siendo niños permanentemente, están convirtiendo al mundo, por vía del turismo y de otras cosas, en un inmenso parque temático, un parque de atracciones donde ya nada es de verdad y domina lo virtual. Si alguien se toma la molestia de consultar el diccionario verá que define lo virtual como lo contrario de lo real.

El movimiento antiglobalización nada tiene que ver con el anarquismo

De la palabra anarquista y del concepto de anarquismo siempre se ha abusado mucho. Sin ir más lejos, en estos momentos los integrantes del movimiento antiglobalización se autodefinen a menudo como anarquistas, cuando esa ideología es cualquier cosa menos eso. Los verdaderos anarquistas se oponen, no ya a la potencia, sino incluso a la mera existencia del Estado. En cambio, esos chicos lo que pretenden es que el Estado intervenga cada vez más y asuma un papel que ha dejado en manos del mercado. De ese modo, toda esa reacción contraria al pensamiento único está más cerca del marxismo que del anarquismo, y a su vez el primero está por definición peligrosamente próximo al fascismo, que es sinónimo de estatalismo y, por lo tanto, de socialismo. Muchos de esos jóvenes actúan de buena voluntad, en plena ignorancia de que, en realidad, su propia corriente reaccionaria es la tapadera de un poderoso movimiento fascista.

Tuve simpatía personal por algunos políticos de la transición

Tarradellas es uno de los pocos políticos que me han llamado la atención. Ante él, tenías la sensación de que poseía aquella grandeur de la que hablaba De Gaulle, grandeza en su política y no la mera tentativa de mantenerse día a día en el candelero. Otra persona interesante, que creo que en el fondo era un anarquista como yo y con quien mantuve cierta amistad, fue el tempranamente desaparecido Joaquín Garrigues Walker6. También tuve buena amistad con el prematuramente extinto Dionisio Ridruejo7, con el que estuve en la cárcel, que fue mi testigo de boda, y que podría haber jugado un papel determinante en la evolución política española. Lamento profundamente que esas tres personas no hayan ocupado más tiempo el tablero de mandos, y desde luego a las tres me hubiera encantado entrevistarlas en mis programas. Sólo pude hacerlo con Joaquín Garrigues Walker, pero no sobre sus ideas políticas, sino sobre su biblioteca personal.

Desde hace tiempo planifico entrevistas con líderes políticos, de las que algunas serán posibles, y otras me temo que no

Para el programa Negro sobre blanco tracé el plan de entrevistar a un lector en la Moncloa, y por esa razón hice la entrevista al presidente Aznar, un lector en Ferraz, y en este sentido he invitado a Rodríguez Zapatero pero me está ­dando largas, y, por último, un lector en la Zarzuela, cosa que no sé si voy a conseguir, pero estoy negociando traer al plató al Príncipe Felipe. Si en su momento hubiera podido hacer lo mismo con personajes clave de la transición política, lo cual me parece harto improbable, desde luego me hubiera gustado entrevistar al Rey y a Adolfo Suárez. A la hora de preguntarles me hubiera decantado por temas menos obvios que los que todo el mundo les plantea. Probablemente no hubiera insistido en el asunto del golpe de Estado, porque no valgo para formular preguntas que sé que no van a obtener respuesta y sería perder el tiempo.

La entrevista de la BBC al Rey

Vi la entrevista que le hizo la BBC al Rey, emitida meses después de la muerte de Franco, y me llamó mucho la atención algo que dijo en ella. Le preguntó el periodista inglés si Franco le había dado algunas instrucciones o consejos sobre cómo gobernar a los españoles cuando él muriera y el Rey, sonriendo, dijo que en alguna ocasión habían hablado de ello y el Caudillo le había dicho: no te voy a decir nada porque cualquier consejo que yo te diese no te serviría para nada. Es una frase bastante inesperada, como si el dictador supiese que no dejaba las cosas atadas y bien atadas, y que nadie puede ponerle puertas al campo de la historia. Me intrigó esa frase porque arrojaba una luz sobre el Caudillo diferente de la que todos teníamos, y sin duda le hubiera pedido al Rey su opinión al respecto.

En la transición los políticos cayeron en el error de no separar el poder ejecutivo del legislativo

A Suárez desde luego le hubiera preguntado por qué él y todos los políticos que hicieron la transición y la Constitución cayeron en el error de no separar el poder ejecutivo del legislativo. No puede existir una democracia propiamente ­dicha mientras exista el banco azul, mientras los ministros sean también diputados. Debe haber un presidente elegido independientemente del Parlamento, directamente por el pueblo, que forme su equipo de gobierno y someta las ­leyes y decisiones al juicio parlamentario. No se pueden fusionar ambas cosas, a mí me parece una negación de la esencia de la democracia, considero que es ­algo de cajón. Basta con acudir a Montesquieu8 para comprobarlo.

Aunque reconozco que no me cae simpático, mi juicio público sobre Jordi Pujol es positivo

Respecto a Jordi Pujol tengo sentimientos ambiguos, incluso contradictorios. Le entrevisté una vez y me dio la sensación de que era un hombre muy neurótico y alguien aferrado al poder. Recuerdo que le pregunté qué iba a hacer cuando se retirara, algo que por fin parece que va a suceder, pero en aquel ­entonces casi se enfadó y me dijo que no quería retirarse nunca. También le pregunté por sus intereses culturales y me dio a entender que casi nunca leía, ni novedades editoriales ni clásicos literarios. En fin, me pareció todo lo contrario del tipo de persona que me puede caer simpática.

Ahora bien, al mismo tiempo debo decir que, como político, me parece un hombre dotado de buen sentido, avezado en sacar castañas del fuego, que ha tenido un papel determinante y positivo en la evolución de España en los últimos treinta años. Mi juicio público sobre él es bueno, y mi juicio privado me lo reservo porque, en definitiva, no le conozco lo suficiente.

Nunca me he autocensurado

No soy precisamente una persona que tiende a la autocensura, más bien creo que soy en este sentido bastante valiente y rebelde. Nunca me he mordido la lengua, pero debo decir que cuando más tentaciones he tenido de mordérmela ha sido en los últimos doce años, y no en la época de Franco. Bajo el régimen franquista no me la mordí nunca, y eso me supuso varias persecuciones, cinco procesos, diecisiete meses de cárcel y siete años de exilio, lo que, en definitiva, fueron capítulos muy positivos para mi formación como escritor.

Considero que en este país existe libertad de impresión –de imprenta– pero no de expresión, porque cuando disientes, cuando lanzas una opinión extravagante, si ésta no coincide con el discurso de valores dominante, es decir, con aquello que a todas horas nos dicen machaconamente los diferentes partidos (que en el fondo forman parte de un mismo cuerpo doctrinal), entonces se te comen los de un lado y los del otro. Empiezan a caricaturizar de radio en radio lo que has dicho, y tres días después parece que te hayas conver­tido en el enemigo público universal y hayas dicho una sarta de barbari­dades, cuando lo único que has manifestado, con buena intención, es lo que piensas. No me muerdo todavía la lengua, pero realmente lo que está ­pasando en este país es como para que nos la mordamos. La censura sigue, quizá más fuerte que nunca, pero ha cambiado el nombre. Ahora se llama corrección política.

Si mi trayectoria hubiera empezado en el momento actual me hubieran amordazado

De todos modos, la veteranía es un grado, y parece que a mí se me toleran más cosas que a otros. Cuando muere Franco y vuelvo a España tenía todas mis cartas en regla para convertirme en lo que me convertí. Yo había sido un pequeño héroe del antifranquismo, era amigo e incluso había compar­tido prisión con muchas de las personas que entonces pasaron a ser consideradas los padres de la patria, y al mismo tiempo era un escritor viajero, cosmopolita, que traía ­aires nuevos, algo que buscaba en aquel momento la sociedad y la cultura ­española. Estoy convencido de que si hubiera empezado ahora mi trayectoria pública de escritor, de presentador de programas de televisión, me hubieran amordazado ipso facto y no hubiera llegado a ninguna ­parte. Conozco personas muy en mi línea, y cargadas de talento en muchos casos, a las que ya no se les deja respirar.

Dialogar es la única solución a la violencia en Euskadi

He vivido siete años en Japón, y allí nadie se levanta de una mesa de negociación sin haber llegado a un acuerdo. Es evidente que todo problema puede resol­verse con el diálogo, se trata de encontrar el punto de consenso, que a lo mejor no es una solución maravillosa para las dos partes, pero a la larga resulta lo más conveniente. En cambio, la cultura occidental, que arranca del judeocristianismo y que, por lo tanto, parte de la idea del bien y del mal, continuamente nos lleva a la competitividad, a romper la baraja. En oriente esto no existe, el bien y el mal son sencillamente avatares, anverso y reverso de una misma realidad, condenados a negociar entre sí. Por desgracia, noso­tros partimos de una idea del maligno, de una figura opuesta a la bondad, a Yaveh, y esto nos conduce a sustituir el diálogo por la violencia, la arrogancia y el puñetazo en la mesa.

El político fuerte es el que negocia, el débil el que, consciente de su flaqueza, pega el puñetazo en la mesa. En la cuestión de la violencia en Euskadi, y en cualquier otra cuestión, soy absolutamente partidario de la negociación, con ETA o con el mismísimo diablo si existiera; incluso aunque se estén llevando a cabo al mismo tiempo actos de violencia, precisamente por eso es necesaria la negociación. Se estén esgrimiendo o no pistolas, la única solución válida es el pacto. En este sentido, ya he mencionado que mi ideal político es el de Gandhi, que fue capaz, merced al diálogo y a la no violencia, de derribar algo mucho más fuerte que ETA como era el mismísimo Imperio Británico. En el conflicto vasco todas las partes implicadas abusan innecesariamente de la violencia, especialmente en el discurso político. Me parece, por ejemplo, escandaloso que el gobierno llame terrorismo a la violencia ajena y Estado de derecho a la violencia propia. ¿Porqué no se acogen todos (abertzales y consti­­tucio­­­na­listas) a la Ahimsa9 gandhiana? Soy, por otra parte, y lo he sido siempre, par­tidario a rajatabla de convocar un referéndum. Sin éste, todas las ­partes implicadas carecen de legitimidad moral, jurídica y política.

Reniego del proyecto europeo

Si como he comentado defiendo la municipalización de la vida pública, ya pueden imaginarse qué opino de la Unión Europea, que me parece un conglomerado contranatura, contrahistoria, contracultura y contra el sentido común. No me siento europeo, es más, no creo que los políticos tengan derecho a mover la ubicación geográfica, cultural y política del país en que nací. Ése no es un derecho de los políticos, sólo lo pueden hacer los ciudadanos a través de lentos trasvases, de lentas mareas de fondo históricas, nunca por decisión de cuatro señores tomada en un palacio. Europa se desguazará, así lo deseo, porque no creo que pueda seguir unido lo que no es homogéneo. Por supuesto que hay cosas en común entre los pueblos europeos, como las hay entre los españoles y los musulmanes, o los españoles y los hispanoameri­canos, pero no existe una personalidad europea como pretenden hacernos creer. Esto no era más que un mercado común, y así nos lo vendían al principio, pero luego misteriosamente lo convirtieron en un proyecto de soberanía compartida, cuando su viabilidad política es manifiestamente falsa, y –lo que es peor– es una ideología. Hoy más que nunca los políticos europeos, con Aznar y Zapatero a la cabeza, son meros procónsules del imperio americano, así que no puedo, por moral y por esencial coherencia conmigo mismo, apoyar ninguna de sus opciones europeístas.

Catástrofes como la del Prestige deberían hacernos reflexionar

En lo relativo a la crisis ecológica ocasionada por el hundimiento del Prestige10, la gente le echa la culpa al gobierno, a la oposición, al capitán del barco, a los mafiosos armadores, al temporal, e indudablemente seguro que todos tienen su parte de culpa, pero nadie menciona la verdadera causa del problema, que es el petróleo. Esta crisis debería hacernos meditar que tenemos que abandonar el uso del petróleo, que no podemos seguir extrayendo de las entrañas de la tierra esa sustancia que está sellada por la naturaleza porque es sumamente tóxica, tanto que en la Edad Media se la llamaba aqua infernalis (agua del infierno). Es hora de buscar soluciones, no paripés demagógicos, sino realmente energías alternativas, porque, de no ser así, en muy pocos años quedaremos asfixiados.

En la actualidad vivimos un auge de los diversos integrismos

Toda interpretación literal de unas sagradas escrituras, las que sean, tanto da que su carácter sea principalmente religioso o político, o todo aquel que intenta trasladar un lenguaje hecho de alegorías, de abstracciones, de símbolos, de ideas o de metáforas al terreno de la literalidad, finalmente incurre en un integrismo. Naturalmente los hay más peligrosos que otros, pero ­todos lo son, unos para la vida humana y otros para la vida del espíritu. Lo que no se puede hacer es, en nombre de uno, polarizar las condenas hacia otro. Esto es algo que ocurre con frecuencia, y me refiero en estos momentos a la demonización del integrismo musulmán, que por supuesto es abominable, pero no lo son menos los demás. En la actualidad vivimos un auge de diversos integrismos, que cobra cada vez más visos de contienda mundial, y en particular se nos presenta al fundamentalismo musulmán ­como una amenaza. Pienso que todos estamos siendo amedrentados por el peor radicalismo de cuantos conozco, que es el del american way of life, es decir, por el integrismo norteamericano; en definitiva, el resto proceden de un mecanismo de defensa respecto a los excesos de éste. Conviene que, de una vez por todas, nos decidamos a ejercer lo propio de la condición humana, que es la capacidad de reflexión y la voluntad de conocimiento, y no ­–nunca– la fe, para superar la trampa ideológica del integrismo.

Hoy día los medios de comunicación son fundamentalmente clónicos

En mis viajes al extranjero a menudo me ocurre que hojeo periódicos en las embajadas españolas, que a lo mejor son de hace dos años, cosa de la que muchas veces no me doy ni cuenta; siempre me impresiona que todos hablen de lo mismo, aunque den distintas versiones en función de sus respectivos corsés ideológicos y empresariales. La prensa es fundamentalmente clónica, no es un buen instrumento para describir la realidad y la evolución de los acontecimientos históricos. Lo único que refleja es lo contrario de la historia, que es la actualidad. En un momento como el actual hay un montón de noticias que se producen en el mundo y, obviamente, a la hora de informar, de rellenar un ­periódico o un telediario, hay que seleccionar las noticias porque todas no ­caben. No obstante, me llama la atención y me despierta sospechas que todos los medios de comunicación, a lo mejor con un sesgo diferente, hablen de lo mismo, o que sólo se planteen determinadas cuestiones. Si me lanzara, cosa que no voy a hacer, a la aventura de dirigir un periódico, lo basaría fundamentalmente en las noticias que los otros medios tiran a la papelera. En esa uniformidad a la hora de seleccionar las noticias radica la verdadera censura de prensa del mundo en que vivimos.

1          Francisco Martínez Soria (1902-1982), actor cómico español. Hombre formado en el teatro, realizó a lo largo de su carrera diversas incursiones en la gran pantalla hasta que, en 1966, alcanza un notable éxito de taquilla con La ciudad no es para mí, película en la que consolida su personaje de cateto terco pero entrañable, y con el cual reinará en el panorama cinematográfico español hasta su muerte. Ha sido el actor español más taquillero del siglo xx y el más genuino retrato de la sociedad española del franquismo. Aunque han pasado más de veinte años desde su muerte, las constantes reposiciones de sus películas en televisión logran índices de audiencia estratosféricos.
2          Ácrata: partidario de la supresión de toda autoridad.
3          Bernard-Henri Lévy (1948), escritor y pensador francés, vinculado a las corrientes filosóficas surgidas tras la revolución de mayo de 1968. Principal asesor del presidente François Mitterrand.
Fernando Arrabal (1932), dramaturgo español vanguardista, renovador de las corrientes teatrales europeas. Ha vivido mucho tiempo exiliado en Francia donde tiene fijada su residencia.
4          Mohandas Karamchand, más conocido como Mahatma Gandhi (1869-1948), artífice de la independencia de la India. Abogado de profesión, durante su estancia en Sudáfrica inició su famosa política de resistencia pasiva como protesta contra la situación racista del territorio. En 1915 volvió a la India y organizó la oposición al gobierno colonial, por lo que fue repetidamente arrestado. En 1930 su campaña de desobediencia civil contra el monopolio británico de la sal obtuvo un gran éxito, lo que le permitió acceder a la mesa de negociación política sobre el futuro de la India. En 1933 fue encarcelado de nuevo e inició una huelga de hambre de gran resonancia mediática que motivó su liberación inmediata. Con sus políticas de no violencia fue adquiriendo cada vez mayor influencia en el movimiento nacionalista hindú y logró, tras la segunda guerra mundial, la emancipación de la colonia. Murió asesinado por activistas radicales.
5          Este lema filosófico fue acuñado por Sócrates (470-399 AC). Frente a la presunción de dominar todos los saberes, como los cosmólogos y los sofistas, Sócrates estaba interesado en lo que consideraba el único saber fundamental: el conocimiento del hombre. La sabiduría que sirve al hombre no le va a venir de fuera, del conocimiento que tenga del cosmos, al que por mucho que conozca no va a manejar; sino que viene del propio hombre, de su mente, de su nous.
6          Joaquín Garrigues Walker, fallecido en 1980, fue ministro en los primeros gobiernos de Adolfo Suárez.
7          Dionisio Ridruejo (1912-1975), poeta y político español. Amigo personal de la familia Primo de Rivera y destacada figura literaria del momento, fue uno de los principales dirigentes de Falange Española, combatió en la División Azul, pero posteriormente asumió una actitud de oposición al régimen franquista y fue encarcelado.
8          Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755), filósofo francés representante del pensamiento ilustrado del siglo xviii. Concentró su atención en el estudio del hombre como ser político y social. Debe su reputación a la obra L’esprit des lois (1748), intento de aplicar el método de razonamiento histórico e inductivo a los fenómenos sociales y políticos, y que sería ampliamente difundida y utilizada durante el periodo de la Revolución Francesa como base de las constituciones modernas. En este tratado Montes­quieu establece la doctrina de la separación de poderes, axioma principal de las modernas democracias: poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial. Cada uno de los tres poderes actúa en una esfera independiente de los demás, y debe evitarse que ninguno de ellos se acumule, pues tenderá a la eliminación de la libertad.
9          Denominación en sánscrito de la doctrina de la no violencia.
10       El 19 de noviembre de 2002 el petrolero Prestige, tras un accidentado periplo por las costas gallegas, se hundió junto a su carga de miles de toneladas de fuel desencadenando una catástrofe ecológica de proporciones gigantescas.