1r Tomo (empresarios). Biografias relevantes de nuestros empresarios

Francisco García – Air-Val International

FRANCISCO GARCÍA HERNÁNDEZ

Salamanca

24 de octubre de 1934

Presidente y fundador de Air-Val International

 

Con el mejor olfato para los negocios, hizo oídos sordos a la máxima de su madre de que no podría ser empresario por falta de recursos. De la mano de reconocidísimas marcas, sus perfumes asoman en casi noventa países. A los logros alcanzados añade el aroma de satisfacción que provoca haber contribuido a prevenir la expansión del coronavirus con su gel hidroalcohólico o la labor que la Fundación, en memoria de su hija Nuria, desempeña ayudando a la infancia más desfavorecida. Una vida que huele a orgullo.

 

 

«Paquito: tú no morirás de muerte natural»

El accidente laboral se llevó a mi padre y con él, la despensa

Un nuevo hogar, una nueva vida en Madrid

Soy de los pocos en cuyo DNI solo figuran cinco dígitos

Vi la posibilidad de hacer realidad mi ilusión de fundar mi propia empresa

Local pequeño pero suficiente

Soñé en grande, pero no contemplé la dimensión adquirida

Pensé que la empresa fundada con tanto cariño se desmoronaría por completo

Mickey Mouse sale al rescate

Una política comercial exitosa nos lanzó al exterior

Incursión en el mercado de las fragancias para adultos

Abandonamos la producción de colonia y empezamos a fabricar gel hidroalcohólico

Donamos toneladas de gel hidroalcohólico a centros geriátricos, la policía y la Cruz Roja

El 70 % de nuestro catálogo anual está conformado por productos nuevos

Gozamos de la confianza de grandes clientes, pero también de proveedores líderes

Una coyuntura compleja con escasez de mercancía y precios desorbitados en la logística

Llevo 60 años casado y enamorado como el primer día

Para mis hijos y mis nietos

Orgullo de abuelo

 

 

«Paquito: tú no morirás de muerte natural»

Mi primer recuerdo de infancia gira en torno a la plaza Mayor de Salamanca, un punto de encuentro de los salmantinos en una época en que acudían con la sana y simple costumbre de verse y saludar al resto de paisanos, justo después de finalizar la Guerra Civil. De la mano de mi padre, Bernardino García, me dedicaba a contar las vueltas que completábamos. Lamentablemente, no pude disfrutar demasiado de ese entrañable paseo, porque mi progenitor falleció cuando yo apenas contaba siete años. Sus últimas palabras han quedado grabadas a fuego en mi memoria. Era otro lunes más, como cada semana, se fue a trabajar a Zamora. Aludiendo a mi habitual carácter movido, me expresó su inquietud: «Paquito: tú no morirás de muerte natural». Cuando he atravesado una situación arriesgada, ese aviso siempre me ha venido a la mente…

 

El accidente laboral se llevó a mi padre y con él, la despensa

Mi padre era militar ferroviario, un cuerpo que en tiempos de la República garantizaba el servicio de trenes ante las frecuentes huelgas que se convocaban. Durante el episodio bélico, mi padre fue destinado al tren ambulancia que recogía a los heridos del Frente del Ebro. Una vez concluida la contienda, la depuración que se produjo en el Ejército atajó su carrera militar, pues ese cuerpo ferroviario desapareció. Buscando una alternativa profesional, conoció a un empresario de pinturas industriales que le ofreció un puesto de encargado. Poco después, a la compañía se le encomendó la misión de pintar el puente metálico sobre el Duero que hay en Zamora, debiendo destinar toda la semana a esa ciudad, de la que regresaba el viernes. Por razones desconocidas, el andamio sobre el que trabajaba cedió y, como consecuencia de ese accidente laboral, mi padre falleció con apenas treinta y tres años. A la pena por su deceso y por las trágicas circunstancias que lo rodearon se añadió, como decía mi madre Juliana, que se había «llevado las llaves de la despensa», pues los suyos eran los únicos ingresos de nuestra economía doméstica.

 

Un nuevo hogar, una nueva vida en Madrid

Juliana Hernández, con veintiocho años, quedaba viuda en plena posguerra (1941) con dos hijos de corta edad: mi hermana, Encarnita, de tres años, y yo, con siete. Al no poder hacer frente al alquiler de la vivienda, nos invitaron a desalojarla. Nuestra madre acudió en ayuda de sus padres, buscando protección en su hogar en Madrid. Fue así como ese mismo año nos trasladamos a la capital para convivir con nuestros abuelos: Marcos, guardia civil retirado, y Encarnación. Ella ejerció una gran influencia sobre mí, ya que era una persona que atesoraba una gran sabiduría popular que quedaba resumida en una suerte de refranes con los que me obsequiaba a menudo para ilustrarme y aprender a ir por la vida. Recuerdo que mi abuela, poco después de haber iniciado mi noviazgo con la que sería mi esposa, me dijo: «Paquito, te veo muy enamorado. Te voy a dar un consejo que no se te olvidará nunca. El que no acierta al casar, ya no le queda en la vida en qué desacertar». Tenía razón: no lo he olvidado jamás.

 

Soy de los pocos en cuyo DNI solo figuran cinco dígitos

La escasez caracterizó esa etapa infantil en la que compartimos vivienda con mis abuelos en el modesto barrio madrileño de Las Ventas del Espíritu Santo. Aun así, me considero afortunado al ser uno de los ocho niños que pudimos estudiar gratuitamente en el colegio de los hermanos de La Salle por nuestra condición de huérfanos. Permanecí en el centro desde los siete hasta los trece años, momento en que ya no podía prorrogar mi estancia en el mismo. Para empezar a trabajar, tuve que esperar a cumplir los catorce, cuando que me incorporé a una empresa estatal: la Constructora Nacional de Aparatos y Herramientas de Medición, Conahem. Aquella compañía, al servicio de la industria militar, fue mi universidad. Ahí convivíamos adolescentes con militares que habían ganado la guerra y nos contaban sus vivencias, además de adquirir una formación técnica que, cuando menos a mí, me resultó de utilidad. Creo que mis logros profesionales posteriores han sido posibles gracias a mi paso por Conahem, donde permanecí seis años. Fue en ese período cuando canjearon mi cartilla de racionamiento por un documento que se llamaba Documento Nacional de Identidad. Soy de los pocos españoles en cuyo DNI solo figuran cinco dígitos.

 

Vi la posibilidad de hacer realidad mi ilusión de fundar mi propia empresa

En Conahem me familiaricé con el mundo de la matricería y me formé como ajustador mecánico, lo cual propició que mi siguiente etapa laboral estuviera vinculada a las máquinas de tejer. Fue con ocasión de la visita de un empresario milanés a Madrid que buscaba gente experimentada. Él me seleccionó para dirigir una compañía que fabricaba seis máquinas de tricotar a la semana. En aquella época, las tricotosas eran enormemente populares y casi cada familia tenía una en su casa. Tres años después, mi vida profesional daría un salto crucial hacia el sector al que he destinado la mayor parte de mi trayectoria. Aprovechando un viaje a Alemania para visitar a mi cuñado, acudí a la feria de Múnich con el propósito de descubrir novedades sobre el producto. El intento colmó mi inquietud y avidez de conocer. En el salón, me llamaron la atención unos bloques de paradiclorobenceno. Se trataba de unas pastillas que, colocadas en el retrete, actuaban como desodorante. En nuestro país no existía esa solución, así que de regreso a Madrid consulté a un ingeniero químico. Este me informó que se trataba de un producto económico y fácil de fabricar. Fue así como vi la posibilidad de hacer realidad mi ilusión de fundar mi propia empresa, ser dueño de mis ideas y mi tiempo.

 

Local pequeño pero suficiente

Estudié ese material a fondo y comprobé que también actuaba como antipolilla. Por aquel entonces, era muy común recurrir a este tipo de producto para proteger abrigos y mantas del deterioro causado por esos insectos como alternativa a la naftalina, cuyo olor solía generar rechazo. Entonces, empecé a desarrollar paradiclorobenceno con distintos olores y formalicé patentes. Aunque la empresa estaba radicada en Pozuelo de Alarcón, invertía más tiempo en Barcelona, porque la mayoría de proveedores estaban en esa zona. Esta circunstancia me llevó a reflexionar y tomar una importante decisión: trasladar el negocio a Barcelona. Mis hijos, Nuria, David y Eva, tenían entre siete y tres años; una edad en la que todavía no suponía un problema desarraigarlos, así que me mudé a la capital catalana dispuesto a analizar cuál era la ubicación más idónea. Tras seis meses de búsqueda, en El Prat de Llobregat di con una nave que había acogido una industria textil abandonada: un local que no llegaba a doscientos metros. Para empezar, era suficiente.

 

Soñé en grande, pero no contemplé la dimensión adquirida

Toda la familia nos alojamos en un apartamento cerca de la playa de Castelldefels. En ese momento, poco más podíamos permitirnos, porque todo había que invertirlo en la fábrica. Sin embargo, la ilusión del proyecto se unía a la felicidad que detectaba en el hogar: con mis hijos compartiendo una única bicicleta, disfrutando de los pinos que nos rodeaban y con el famoso «Mediterráneo» de Joan Manuel Serrat como banda sonora que nos acompañaba las mañanas de los sábados. Fuimos acogidos por varias familias catalanas, los Ferraté y los Font entre otros, con los que 50 años después seguimos manteniendo intacta nuestra gran y profunda amistad. La nave original del Prat pronto se reveló pequeña y, de ahí, nos trasladamos a Castelldefels para, posteriormente, radicarnos en Viladecans y, finalmente, en Gavà; siempre en la comarca del Baix Llobregat. Obviamente, cada cambio suponía una ampliación del metraje. Yo soñé en grande, pero debo confesar que nunca contemplé la dimensión adquirida.

 

Pensé que la empresa fundada con tanto cariño se desmoronaría por completo

La irrupción de las grandes multinacionales norteamericanas en nuestro país, mediante la compra de compañías de larga trayectoria, hizo zozobrar nuestra empresa a principios de los ochenta. Era difícil hacer frente a esa competencia, ya que ellos permitían facturar a sus clientes a largo plazo. Air-Val no podía acceder a esas condiciones, pues los bancos no nos ofrecían un trato preferencial. Llegamos a hipotecar el piso al que nos habíamos trasladado. La situación devino muy complicada, incluso pensé que la empresa que había fundado con tanto cariño se desmoronaría por completo. Debía buscar una alternativa, porque me negaba a cerrar.

 

Mickey Mouse sale al rescate

La industria y el devenir de los acontecimientos, una vez más me hizo pensar hacia dónde redirigir todos mis esfuerzos. Por aquel entonces la perfumería infantil estaba casi monopolizada por mi amigo Manolo Almaraz y su colonia Nenuco. Mi cuñado Paco, dibujante artístico de Walt Disney para toda Europa, me puso en contacto con el director general de la compañía. El propósito era conseguir la licencia para desarrollar colonias infantiles con la imagen de los personajes de Disney.

 

Una política comercial exitosa nos lanzó al exterior

En 1984 obtuve la primera licencia a un precio de 175.000 pesetas. Hoy parece una bagatela, pero por aquel entonces era una cantidad respetable y, sobre todo, los resultados eran una incógnita. Para la comercialización, decidí que los envases fueran de 50 o 60 mililitros, pues no nos dirigíamos tanto a las madres sino directamente al público infantil. La idea fructificó, fuimos encadenando éxitos y aquello significó un cambio radical en el rumbo de la empresa. La acogida fue tan extraordinaria que al año siguiente empezamos a exportar. Actualmente, estamos presentes en más de noventa países y disponemos de filiales en Italia, Estados Unidos e India. El setenta por ciento de la facturación corresponde al negocio exterior. Muchos de los trabajadores que empezaron conmigo este proyecto, entre ellos, mis tres hijos, siguen en la empresa, algunos de ellos ya jubilados.

 

Incursión en el mercado de las fragancias para adultos

Con Disney, la evolución ha sido muy positiva, especialmente desde el estreno de El Rey León y la colonia asociada a sus personajes. Actualmente, trabajamos con las principales empresas del sector del entretenimiento. Sin embargo, en 2013 nos planteamos entrar en el mercado de los perfumes de adulto y dar otro impulso a la empresa. Nuestra gran creatividad, capacidad de reacción e ilusión por nuevos proyectos, nos permitía soñar con ello. Para eso, contamos con un gran equipo encabezado por Carlos Mora y mis hijos David y Eva, que han puesto su fe inquebrantable en este ambicioso propósito. Han pasado unos años desde que tomamos esta decisión, y hoy podemos afirmar que fue un gran acierto. Contamos con marcas como Women’secret, Pedro del Hierro, Pepe Jeans… Y recientemente hemos adquirido la licencia de Reebok, con un gran potencial a nivel mundial.

 

Abandonamos la producción de colonia y empezamos a fabricar gel hidroalcohólico

Hemos experimentado un gran crecimiento, pudiendo reunir un equipo humano de doscientos cincuenta profesionales. Asimismo, la evolución del negocio ha obligado a ampliar nuestra infraestructura logística, inaugurando en 2019 una planta de 21.000 metros cuadrados en Avinyonet del Penedès. Pese a todo, nuestra compañía conserva ese mismo sello familiar que nos caracteriza desde el primer día. Nuestro espíritu sigue siendo idéntico. Volvamos a los inicios de la pandemia para encontrar un ejemplo a todas luces ilustrativo. Cuando a principios de 2020 la construcción de hospitales en tiempo récord por parte de los chinos despertaba risas jocosas y escepticismo en nuestro entorno, en Air-Val empezamos a fabricar gel higienizante. Básicamente para consumo propio, ya que nuestro personal debía acudir a una feria en Italia y consideramos prudente dotarnos de ese líquido para prevenir contagios. Poco después, estalló la crisis del coronavirus y detectamos que en el mercado había carencia de ese producto. Desde el Departamento de Exportación se instó a fabricar gel hidroalcohólico para atender la excepcional demanda existente, con lo que, en un par de semanas, nos volcamos en la producción del gel, al que le añadimos distintas fragancias.

 

Donamos toneladas de gel hidroalcohólico a centros geriátricos, la policía y la Cruz Roja

De repente, a nuestra planta acudían farmacéuticos con sus coches para comprar cajas de gel hidroalcohólico, desbordados como estaban ante la demanda de los consumidores. Aunque priorizamos el mercado nacional, recibíamos peticiones de muchos países. Conscientes de la dimensión del problema, donamos toneladas de gel higienizante a los centros geriátricos, donde la pandemia se cebaba con nuestros mayores. Asimismo, entregamos producto gratuitamente a los cuerpos policiales y a la Cruz Roja, que no solo debían mantener su actividad, sino que su cometido comportaba un gran riesgo. Ha sido muy gratificante recibir cartas de altos mandos de la Guardia Civil o de los Mossos d’Esquadra a posteriori, agradeciéndonos esa deferencia. Creo que era nuestra obligación, y nos sentimos muy orgullosos de haberlo hecho. También fue satisfactorio evitar cualquier ERTE, ya que nuestro equipo no solo estuvo produciendo con el personal esencial, sino que una vez más trabajaron incansablemente para que la empresa sufriera lo menos posible durante esos duros momentos.

 

El 70 % de nuestro catálogo anual está conformado por productos nuevos

En España sumamos en torno a medio millar de clientes, lo cual nos otorga presencia en unos 20.000 puntos de venta. El mercado ha cambiado y, donde antes había muchos pequeños detallistas, ahora se concentra en cadenas con cientos de tiendas. Destinamos entre un 5 % y un 10 % de la facturación a I+D. Disponemos de tecnología de última generación. En Stuttgart llegaron a hacerme fotografías porque éramos la primera empresa familiar que adquiría una máquina que solo está al alcance de grandes multinacionales. También nos esforzamos mucho en lanzar novedades al mercado con frecuencia, ya que favorece el consumo. El 70 % de nuestro catálogo anual está conformado por productos nuevos a los que se le añade nuestro espíritu creativo en forma de estuches atractivos, mochilas, neceseres… El fútbol también supone una parte importante de nuestro negocio, disponiendo de las licencias del Barça y el Real Madrid para las fragancias.

 

Gozamos de la confianza de grandes clientes, pero también de proveedores líderes

En España concentramos en torno al noventa por ciento del mercado. A ello contribuye el hecho de habernos ganado la confianza de los principales operadores de la distribución. Somos proveedores de grandes firmas; compañías que siempre han exhibido una estricta seriedad y que velan por la calidad. En Italia, también contamos con un buen número de puertas abiertas. Poca gente sabe que la perfumería es la tercera industria que más exporta de España, por detrás del vino y del aceite, y superando a la del calzado. Eso significa que, también en el exterior, gozamos de la confianza del mercado por la excelencia de nuestros productos y por nuestra competitividad. En esa aventura exterior resulta significativo que, hace cuarenta años, viajé a Japón para visitar Sumitomo Chemical, la principal compañía mundial en la obtención de aceites esenciales, con el propósito de conseguir que nos vendieran productos para alimentar aparatos antimosquitos. Ahora, cuatro décadas después, esta firma, propietaria del principal banco nipón, y que solo trabaja con empresas que le merecen garantías, sigue siendo proveedora nuestra.

 

Una coyuntura compleja con escasez de mercancía y precios desorbitados en la logística

Es representativo de cómo somos percibidos en el mercado el hecho de que nuestro proveedor de cartón, en estos momentos en los que existe tanta escasez de materia prima, nos haya garantizado el suministro… pese a tener una oferta sobre la mesa para comprarle toda la producción destinada a embalaje. Nos hallamos en una coyuntura compleja. Porque, otro de los problemas a los que nos abocamos actualmente reside en la logística, ya que el ochenta por cierto de los buques que cubrían las rutas entre Asia y Europa han sido retirados, las tarifas de los fletes se han disparado y ni tan siquiera accediendo a pagar los precios desorbitados que se han establecido se accede fácilmente a contenedores para transportar las mercancías.

 

Llevo 60 años casado y enamorado como el primer día

Si en la vida empresarial me siento orgulloso, en la vida personal me considero afortunado por contar con mi esposa Conchita, con quien en 2022 cumpliremos 60 años de feliz matrimonio. Llevo 60 años casado con ella y me siento enamorado como el primer día. La providencia me la entregó. Fue como encontrar un tesoro. Es, ha sido y será mi amiga, mi socia y mi gran compañera de vida.

 

Para mis hijos y mis nietos

Soy una persona de firmes convicciones, y así hemos educado a nuestros hijos y ellos, a nuestros nietos: como un testigo que pasamos de unos a otros. Mi hijo David es cuña de mi propia madera, y su tesón y pasión hace que me sienta especialmente orgulloso. Recuerdo con gran ternura cómo, desde pequeño, íbamos juntos los fines de semana al club de tenis Andrés Gimeno, donde pasábamos grandes momentos en las pistas. Con los años se casó con mi querida Mamen, otro gran activo para la familia, siempre dispuesta a ayudar en todo y a todos. Mi hija Eva, mujer de carácter, que actualmente dirige junto a mi hijo David la compañía, es una persona incansable, que afronta cualquier reto que se ponga por delante y a base de «pico y pala» consigue cuanto se propone. Lola, mi sobrina, vino a vivir con nosotros con 15 años. Desde entonces, la he considerado una hija más. Tengo muy presente en la memoria los últimos meses de mi hija Nuria. Le había habilitado un despacho junto al mío, del que solo nos separaba una puerta. Cada día me obsequiaba con un beso y se sentaba a trabajar. De carácter tranquilo y sosegado, no por ello era menos tenaz y perseverante. Nos dejó a causa de un ictus con 46 años, nuestro mundo se vino abajo. Era un pilar fundamental en la familia y no pasa un día en el que no la recordemos o la mencionemos. Tarde o temprano, todos la seguiremos, pero, mientras estemos aquí, hemos querido honrar su memoria creando la Fundación Nuria García para ayudar a la infancia más desfavorecida. A través de esta entidad, logramos que muchos niños de nuestra comarca se beneficien de becas comedor, extraescolares y apoyo a familias monoparentales. También contribuimos a la construcción de hospitales, escuelas o pozos de agua en África, América Latina y Asia.

 

Orgullo de abuelo

Tengo nueve nietos: Tania, Arantxa, Victor, Patricia, Alex, Marc, David, Pol y Hugo. Algunos de ellos ya han terminado sus carreras universitarias y están desarrollando sus distintas profesiones con gran éxito. Otros están acabándolas. Estoy convencido de que el futuro les depara grandes logros. Ellos han podido acceder a unos estudios que para mí fueron inalcanzables. Todos son grandes nietos y nos visitan con frecuencia, ya que toda la familia sigue arraigada a nuestro querido Castelldefels.