1r Tomo. Biografías relevantes de nuestros empresarios

Joan Baltà Torredemer – Director General de Barcelona Sagrera Alta Velocitat

Joan Baltà Torredemer

Director General de Barcelona Sagrera Alta Velocitat

Encabezar esta ambiciosa obra y preceder a un selecto grupo de empresarios que ha labrado brillantes y admirables trayectorias constituye para mí todo un honor. Dado que las próximas páginas se configuran con biografías que muestran el origen de todas esas historias de éxito, y que sin duda resultarán ilustrativas y ejemplares para otros colegas, me permito en este prólogo reflexionar acerca de cómo los valores constituyen unos pilares imprescindibles donde se edifican esas carreras de éxito; itinerarios que, cada uno desde su singularidad, demuestran cómo se puede contribuir al progreso general y a la transformación de la sociedad.

Al haber sido educado en el seno de una familia egarense de profundas convicciones católicas, concibo que en la vida existen unas virtudes clave para lograr un mundo mejor. Así las cosas, de mis padres he heredado unos ideales sustentados en el sentido del compromiso, la fidelidad, la necesidad de ganar la confianza de los demás y, cómo no, la concordia. Ellos me inculcaron la importancia de dotar la vida de un sentido y orientarla a la mejora de nuestro entorno.

Me formé académicamente como ingeniero de caminos, canales y puertos. No me considero empresario, ya que no soy propietario. Pero sí me considero emprendedor, por mi condición de director general de una empresa pública, Barcelona Sagrera Alta Velocitat. Asimismo, formo parte de varios consejos de muy diversa índole, como el del obispado, el de la Escuela Pía —en donde hemos estudiado hasta cuatro generaciones de la familia— o, también, del Ayuntamiento de Terrassa. Modestamente, atribuyo esta circunstancia a mi solvencia de pensamiento y mi ecuanimidad a la hora de exponer mis planteamientos. Hoy en día relacionaríamos esta cualidad con la inteligencia emocional, un factor exigible a cualquier profesional llamado a ejercer el liderazgo en una organización, y que básicamente consiste en entender las situaciones humanas y ponerse en el lugar del otro.

Me gustaría destacar la vocación pública de la ingeniería de caminos, canales y puertos, cuyos estudios se remontan a 1802, como segregación de la ingeniería militar. Esta circunstancia le otorga el privilegio de que sus actuaciones están al servicio de la colectividad, ya que su misión no reside en la producción con el propósito de alcanzar la mejor cuenta de resultados, sino en impulsar soluciones que impacten en la sociedad para la mejora de su calidad de vida.

Esa vocación de servidor público me ha guiado a lo largo de mi vida profesional. Me refiero a un compromiso con la sociedad a la que siempre he sido fiel desde que inicié mi carrera en la Generalitat de Catalunya, continué en los consistorios de Terrassa y Barcelona y proseguí en Barcelona Sagrera Alta Velocitat, que dirijo desde hace tres lustros.

Debo decir que durante mi trayectoria inicial fui testigo de alguna experiencia poco edificante. Me refiero a hechos concretos, que delataban el funcionamiento de los concursos de obra pública y chocaban con mi talante tradicional y mis principios. Sigo detectando ciertos vicios presentes aún en ese ámbito, principalmente centrados en las rebajas presupuestarias de las licitaciones. De todo ello he intentado aprender y, manteniendo mi inquebrantable sentido de la honestidad, cuando es menester, opto por la tolerancia y la flexibilidad, aplicando el sentido común y evitando siempre cualquier episodio que pueda albergar visos de corrupción.

Mi etapa al servicio del gobierno municipal de la capital catalana me permitió poner en marcha las infraestructuras necesarias para los inminentes Juegos Olímpicos, una experiencia especialmente enriquecedora. Con Holding Olímpic, tuve la oportunidad de trabajar como director técnico junto a Josep Anton Acebillo desarrollando la mayor transformación que jamás ha experimentado esta ciudad. Me llena de orgullo haber formado parte de esta metamorfosis única que, bajo el liderazgo del alcalde Maragall, en un breve lapso de tiempo, no solo fue capaz de poner en pie las instalaciones olímpicas, sino de ejecutar la Ronda de Dalt, la Ronda Litoral, el Auditori, el Teatre Nacional de Catalunya, renovar el MNAC y levantar la Vila Olímpica en, probablemente, el enclave de Barcelona más complejo.

Gracias a este episodio, aprendí el inconmensurable valor del trato con las personas; la necesidad de conectar con el equipo, infundirle confianza, entenderle y animarle. También confirmé aquella virtud inculcada por mis padres. Porque la etapa olímpica se edificó sobre la concordia y la búsqueda de consensos, con los cuales me identifico y deseo verme reflejado.

En base a estos fundamentos, procuro liderar Barcelona Sagrera Alta Velocitat, compañía en la que concurren tres Administraciones públicas: la del Estado, la autonómica y la municipal. En mis quince años como director general he conciliado gobiernos de las más variopintas tendencias. Puedo decir con satisfacción que siempre ha prevalecido la unanimidad para impulsar esta infraestructura, lo cual no es muy habitual.

Este ambicioso proyecto ferroviario, nacido hace veintisiete años, tiene el objetivo de convertir La Sagrera en la gran estación central de Catalunya. También pretende impulsar el desarrollo de un área urbana ocupada por actividades ya obsoletas: antiguas industrias (como la Fábrica Nacional de Colorantes y Explosivos o La Maquinista Terrestre y Marítima), cuarteles militares o una trasnochada estación de mercancías de paquetería en desuso. Realmente, estamos creando una nueva ciudad de 165 hectáreas, equivalente a otras tantas manzanas del Eixample, o introduciendo una localidad como Martorell en la propia capital.

El proyecto no ha estado exento de dificultades. Un problema interno de Adif (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias) impidió las obras durante tres años. Sin embargo, el acuerdo pactado para su desarrollo, y la confianza mutua presente en el equipo directivo, nos confirman que esta iniciativa es una idea acertada. Ciertamente me conforta que nunca se hayan cuestionado las decisiones y nunca se hayan sufrido presiones.

Actualmente, la construcción de la infraestructura mantiene una velocidad de crucero y confiamos en que, en 2025 o a principios de 2026, la estación sea una realidad. Además de resolver un sistema ferroviario colapsado en Barcelona, el proyecto contempla acoger a 25.000 nuevos residentes en la zona, con creación de vivienda social y promoción de oficinas, locales comerciales y hoteles, junto a la generación de 35.000 nuevos puestos de trabajo. Lo dicho: un proyecto de éxito, como tantos otros que descubrirán en las próximas páginas.