1r Tomo (empresarios). Biografias relevantes de nuestros empresarios

José Miguel Masiques Furné – Empresas Masiques

JOSÉ MIGUEL MASIQUES FURNÉ

Barcelona

29 de diciembre de 1946

Presidente del Grupo de Empresas Masiques 1890

La habilidad a la hora de tejer relaciones humanas preside la proa de este empresario de tercera generación, en una corporación que presta un amplio abanico de servicios logísticos en el Puerto de Barcelona. A babor y estribor, cuenta con una tripulación de más de medio centenar de profesionales que velan por la óptima navegación de una compañía que ha encontrado, en la popa, un relevo familiar con contrastadas capacidades para continuar impulsando esta potente nave de referencia.

 

Los fines de semana constituían un bautizo portuario

Conocer personalmente a Ramallets fue una de mis mayores ilusiones de niño

No todo el mundo toleraba los ladridos de Pituso o Glen

 En ciertos campos de fútbol mordíamos el polvo y «nos corrían a gorrazos»

 Siempre he procurado mostrar un trato cortés

Formación acelerada para asumir el testigo de la compañía

Compartir mesa con clientes y amigos me ha aportado mucho mundo

Habíamos llegado a acumular una flota de treinta naves de pequeña envergadura

En los negocios abogamos por la cercanía y la transparencia

BIT Barcelona International Terminal

La AECafé (Asociación Española de Café) me ha invitado a formar parte de su comité de dirección, pese a no ser del sector

Tuve varias ofertas de venta de la empresa antes de legar el testigo

No me jubilo, pero he cedido prácticamente todo el mando a mi hijo

Entre la opinión pública hay mucho desconocimiento sobre las labores portuarias

 Las funciones de agente de aduanas comportan enormes riesgos y reclaman un profundo conocimiento legislativo

Es incoherente que los puertos rentables deban transferir su beneficio a los puertos deficitarios

 

 

Los fines de semana constituían un bautizo portuario

Mi asociación con el Puerto de Barcelona se alimentó desde muy temprana edad. No en vano, cada fin de semana acudía a ese emblemático enclave de mi ciudad natal junto a mi padre para mantener un contacto que, para mi progenitor, Miguel Masiques Tabé, era imprescindible. Ahí contemplábamos nuestros barcos: motoveleros o motonaves que habían atracado procedentes de Valencia con fruta, de Torrevieja con sal, de Mallorca… En mi memoria conservo aquel interés de mi padre por los patronos de los buques, a quienes saludaba y preguntaba cómo había transcurrido la navegación. Yo era el menor de los tres hijos, pero el único varón, y sospecho que, de algún modo, él perseguía que yo estableciera conexión con ese entorno al que se debía mi familia después de que, en 1890, mi abuelo, José María Masiques Tassis, fundase la compañía.

 

Conocer personalmente a Ramallets fue una de mis mayores ilusiones de niño

Más allá del vínculo empresarial y portuario con mi abuelo materno, con él compartía una pasión que alimenté en mi etapa infantil: el fútbol. Él era aficionado al Barcelona y, siendo yo todavía muy pequeño, le acompañaba al antiguo estadio azulgrana, el de Les Corts. Consiguió transmitirme el apego a esos colores y mi inclinación por ese deporte. Mi demarcación favorita era la de portero, pues al reto de bloquear los balones se le unía el placer de lanzarme para detener los disparos más ajustados. Uno de los recuerdos que conservo con más cariño es haber tenido ocasión de conocer al carismático cancerbero barcelonista Antoni Ramallets, guardameta que llegó a acumular treinta y tres partidos como internacional con la selección española y que, para mí, era un ídolo. Poco después de haber coincidido con el titular de la portería del Barcelona, que ya estaba en su última etapa como deportista, aquella inolvidable experiencia fue rematada el Día de Reyes, cuando entre los regalos descubrí un jersey negro idéntico al que lucía el célebre jugador.

 

No todo el mundo toleraba los ladridos de Pituso o Glen

Pese a que mi infancia transcurrió feliz, un episodio de esa etapa resultó especialmente triste. Con mis hermanas Titina (apócope de Aventina, nombre también de nuestra madre) y María José, compartíamos unos perros a los que habíamos bautizado como Pituso y Glen. Eran unos animales alegres, con los que disfrutábamos mucho jugando en el jardín, pero también eran muy celosos y, cuando alguien se aproximaba a la verja de nuestra casa, en la avenida Tibidabo, no escatimaban ladridos. Ya fuera el lechero, el cartero o cualquier peatón que circulase por las inmediaciones, Pituso o Glen se veía impelido a ladrarle, ni que fuera para demostrarnos que estaban atentos a cualquier presencia que pudiera entrañar un riesgo. Sin embargo, aquellas inofensivas alertas de nuestras mascotas no gustaban a todo el mundo. Así lo sospechamos cuando cierto día encontramos al pobre Glen tendido sin vida después de haber sido, aparentemente, envenenado.

 

En ciertos campos de fútbol mordíamos el polvo y «nos corrían a gorrazos»

Mi condición de benjamín me convirtió en el niño mimado del hogar. No me duelen prendas por reconocer esa circunstancia, como tampoco me importa admitir que, en La Salle Bonanova, donde transcurrió mi trayectoria académica, no brillé como estudiante. Sí, en cambio, destacaba en la práctica del fútbol, que en aquella época lo era todo para mí. Incluso, osaría asegurar que llegué a aprobar alguna asignatura gracias a esa habilidad balompédica. A medida que iba creciendo, la portería se me fue quedando pequeña, razón por la que decidí abandonar el capítulo cancerbero para emular al que, por aquel entonces, se había convertido en el ídolo de la mayoría de aficionados barcelonistas: Ladislao Kubala. Como con Ramallets, también tuve la oportunidad de conocer a la estrella húngara. En aquellos años, el fútbol poco tenía que ver con el ambiente en el que hoy se desenvuelve esta disciplina: con césped artificial, vestuarios perfectamente equipados, material sofisticado… Literalmente, lo nuestro era «morder el polvo», porque disputábamos los partidos en terrenos irregulares, cuando no enfangados. Por si fuera poco, en ciertos campos «nos corrían a gorrazos». Hay que tener en cuenta que nuestro equipo procedía de la zona alta de la ciudad y en algunos ámbitos no éramos bien recibidos.

 

Siempre he procurado mostrar un trato cortés

Al margen de destacar en el fútbol, en La Salle Bonanova también sobresalía por mi elocuencia. Porque, si bien no me revelé como un estudiante ejemplar, sí solían acudir a mí cuando se trataba de asumir la batuta en determinados eventos, a modo de maestro de ceremonias. Incluso si celebrábamos alguna fiesta en casa de algún amigo, a mí me correspondía entrar el último para entregar el presente a la anfitriona y agasajarla con mis palabras, tal era la confianza que depositaban en mí mis compañeros. Siempre he procurado mostrar un trato cortés y creo que esa actitud me ha beneficiado. De hecho, en mis entornos más cercanos me apodan «querido», expresión que suelo dedicar a la mayoría de mis allegados con el mismo cariño con el que me tildan con ese sobrenombre.

 

Formación acelerada para asumir el testigo de la compañía

La invitación de mi padre a abandonar el fútbol no se debía a su aversión a ese deporte. En 1966 le diagnosticaron un cáncer y aquella circunstancia le condujo a una reflexión vital vinculada a la empresa que había heredado de mi abuelo. En realidad, mi progenitor ya había procurado acelerar mi incorporación a la compañía. Convencido de que el lustre no conseguido en La Salle Bonanova no se adquiriría en la Universidad, me propuso estudiar Peritaje Mercantil, complementándolo con una breve estancia en Londres para dominar el inglés, idioma muy deseable para trabajar como consignatario, una de las actividades que desarrollamos en nuestro grupo empresarial. Así las cosas, ese mismo año, en 1966, oficialmente me incorporé a Empresas Masiques 1890, aunque durante los dos años anteriores ya había hecho algunas colaboraciones esporádicas en la compañía.

 

Compartir mesa con clientes y amigos me ha aportado mucho mundo

La inmersión en la empresa se reveló como un auténtico doctorado. Ahí conté con la ayuda inestimable de algunos colaboradores, que me transmitieron un profundo conocimiento sobre el desarrollo de las labores. También debo mucho a la facultad de saber escuchar, ya que he aprendido notablemente del trato mantenido con multitud de personas con las que tenía que despachar y con muchas de las cuales me enorgullezco de haber labrado una sana amistad. Asimismo, a ello ha contribuido un aspecto que considero importante: mi apego a la buena mesa. Compartir comidas y cenas con clientes y amigos nos permite conocer a las personas con más profundidad, intercambiar experiencias y enriquecernos culturalmente; más allá de que podamos disfrutar, a la vez, de la gastronomía y los buenos caldos. Es un comportamiento denostado por ciertas personas, pero para mí sigue atesorando una gran importancia, pues el propósito no es condicionar las decisiones de nuestros interlocutores, sino responder a un trato de cortesía con el sano objetivo de compartir una conversación tranquila en torno a una mesa. Puedo afirmar que esa costumbre, que ya alimenté junto a mi padre cuando le acompañaba a almuerzos de trabajo, me ha aportado mucho mundo.

 

Habíamos llegado a acumular una flota de treinta naves de pequeña envergadura

Cuando asumí el testigo de la empresa, era consciente de la presión del cargo, ya que mi padre era una persona muy respetada en el entorno, llegando a ser vicepresidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y acreedor a la Medalla de Plata al Mérito en el Trabajo. En mi progenitor, un hombre muy cultivado y preparado, también hallé el aprendizaje necesario para tomar la batuta del grupo que, con el tiempo, se había desprendido de los barcos propios, porque no eran estrictamente necesarios para nuestras principales labores. Habíamos llegado a acumular una flota de treinta naves de pequeña envergadura. La primera fue el célebre Montjoy, construido en Roses en 1920. En 1970, botamos una de nuestras últimas motonaves, bautizada como Masiques, en un acto al que incluso acudió el capitán general, en Tarragona. Sin embargo, mis primeros pasos gerenciales tuvieron lugar en Castellón, destino que propició la necesidad de uno de nuestros clientes, Asland, de exportar cemento masivamente a Argelia desde su planta de Sagunto. Aquella fue la primera filial que abrimos. Le seguirían la de Valencia y Logroño. Guardo un grato recuerdo de aquella etapa, en la que conseguí labrarme cierto nombre en la plaza y fuimos reconocidos por la Cámara de Comercio castellonense. En 1985, España suspendió sus relaciones comerciales con Argelia y fue el momento de interrumpir aquella etapa. Hacía ya cinco años que mi padre había fallecido.

 

En los negocios abogamos por la cercanía y la transparencia

El esfuerzo y la amistad son los valores que configuran el ADN de nuestro grupo empresarial, donde la integridad y la confianza absoluta imperan en la relación con nuestros clientes y proveedores. A la hora de tejer negocios, somos conscientes de que estos deben ser beneficiosos para ambas partes y abogamos por la cercanía y la transparencia. Estas son las líneas maestras que procuramos que guíen a nuestro equipo humano, formado por una cincuentena de profesionales a los que cabría añadir otra veintena de transportistas que, indirectamente, trabajan para Empresas Masiques 1890. Con nuestra sede central en Barcelona, agrupamos seis empresas que ofrecen cobertura a todas las facetas relacionadas con la logística, la estiba portuaria, la consignación de buques, los fletes, el transporte terrestre y la representación fiscal de empresas no residentes. Uno de los mayores orgullos de mi etapa profesional reside en la creación, juntamente con la multinacional SGS, de BIT (Barcelona International Terminal), uno de los mayores centros de recepción y distribución de café verde en el sur de Europa. Este proyecto arrancó en enero de 1987 y nos ha permitido, con la colaboración del Puerto de Barcelona y el Consorci de la Zona Franca, situarnos como líderes del almacenaje cafetero del Mediterráneo.

 

BIT Barcelona International Terminal

SGS (Societé Générale de Surveillance) es una reconocida firma multinacional suiza, líder mundial en inspección, verificación, análisis y certificación. Está considerada como la referencia mundial en control de calidad, lo cual es un aval para los industriales cafeteros, que no acceden a depositar centenares de miles de toneladas en un determinado almacén si no lo certifica una compañía reputada y de prestigio como SGS. Junto a ellos, hemos logrado consolidar una cadena de servicios globales para el mundo del café. Trabajamos tanto con pequeñas marcas locales como con grandes enseñas internacionales. Nosotros recibimos el café en el puerto en contenedores. Se trata de café verde que hay que procesar. En buena parte, procede de Vietnam, uno de los principales exportadores de este producto. Pero también de Brasil, Colombia, India, Kenia… Es un mercado controlado por grandes firmas de brokers o traders internacionales, quienes se encargan de realizar las compras en origen y siempre contra el precio de bolsa. Y es que el café verde es la segunda commodity más negociada del mundo (detrás del barril de Brent) y cotiza en sus dos variedades botánicas principales: arábiga (Nueva York) y robusta (Londres). Dichas firmas son responsables de las compras y las ventas y, en ocasiones, negocian con ciertas plantaciones directas (por ejemplo, en Brasil u otros orígenes) para conseguir que trabajen exclusivamente para una única compañía. El mercado del café es todo un mundo, y en el Puerto de Barcelona este producto representa una cuota de actividad importante.

 

La AECafé (Asociación Española de Café) me ha invitado a formar parte de su comité de dirección, pese a no ser del sector

Aunque he adquirido cierto conocimiento en el ámbito del café, no me considero un experto, porque no tengo suficiente capacidad para la cata, algo que sí ostento en lo que a vinos y espumosos se refiere. Personalmente, me dejo guiar por las recomendaciones, y me han convencido quienes aseguran que el de Etiopía, un café de baja acidez, pero con carácter, es de los mejores. En los últimos quince años hemos asistido a una evidente mejora, y los responsables de la restauración han prestado máxima atención a este capítulo. En gran medida, tiene que ver con el café utilizado, ya que existen dos tipos: el arábiga (más suave, con menos cafeína y más caro) y el robusta (más consistente y económico), que es el que suele encajar mejor con el público asiduo al bar y al carajillo. En opinión de los tostadores, si un café es bueno, el precio razonable debería ser de tres euros, cuando en realidad en un bar acostumbran a cobrarnos menos de la mitad. La AECafé, que agrupa a importadores, almacenistas de café verde, empresas tostadoras y fabricantes de café soluble, me ha invitado a formar parte de su comité de dirección, pese a no ser industrial del sector.

 

Tuve varias ofertas de venta de la empresa antes de legar el testigo

Mi hijo, José Miguel Masiques Jardí, cuarta generación de la compañía, que sí es un entendido en materia cafetera, cuenta con una formación sólida que le ha permitido imprimir un nuevo enfoque al grupo. Tras cursar las carreras de Económicas y Empresariales, realizó estancias en Londres, Estados Unidos y Göteborg, y empezó a trabajar en Accenture. Mi experiencia fue bien distinta a la suya, porque fui un estudiante muy discreto y asumí un enorme reto a la hora de continuar con el grupo empresarial. Tanto es así que, durante mucho tiempo, no contemplé brindarle el testigo. Incluso sopesé una de las muchas propuestas de compra de la compañía que me llegaban. Sin embargo, ante aquella tentación reflexioné y convine que mi hijo era brillante, y sería una lástima no proporcionarle esa oportunidad. Tuve que vencer sus reticencias iniciales, aunque finalmente accedió a solicitar una excedencia en Accenture y se sumó al proyecto familiar. Una decisión de la que se siente satisfecho, y yo muy orgulloso.

 

No me jubilo, pero he cedido prácticamente todo el mando a mi hijo

Mi hijo tiene un talante distinto al mío, pero un conocimiento y una preparación enormes, idóneas para Empresas Masiques 1890. No me reconozco en él, ya que su estilo de liderazgo resulta muy diferente al mío, si bien es una suerte saber que el CEO de nuestro grupo es el mejor y, casualmente, esa responsabilidad recae en mi hijo. Aun así, hay gente que afirma que mi hijo ha heredado algunas de mis virtudes. Posiblemente, el saber estar, porque más allá de que él sea menos elocuente y actúe con estricta profesionalidad, también atesora esa capacidad para relacionarse con clientes y proveedores. Entre mis colaboradores se valora mi cercanía, el hecho de preocuparme por los miembros de los equipos, de trasladarles consejos personales. De momento, no me retiro, porque sigo activo y realizando algunas labores, la mayoría de relaciones públicas. Pero he cedido prácticamente todo el mando a mi hijo, porque soy consciente de que él es mucho más hábil que yo para gestionar la compañía. Hoy, por ejemplo, tengo programada una reunión con una ejecutiva que, muy probablemente, preferirá tratar algunos asuntos con él. Son decisiones que entiendo lógicas y absolutamente razonables.

 

Entre la opinión pública hay mucho desconocimiento sobre las labores portuarias

Aunque nos hemos labrado un nombre como operador logístico de café, en realidad movemos ingentes cantidades de producto a granel: harina de soja, semilla de soja, aceite… Nosotros nos encargamos de la logística, pero el producto que se descarga se destina obligatoriamente a los silos. Otra actividad que desarrollamos es la labor de consignatario, equivalente a agente marítimo del buque. Cuando un barco se dirige a un puerto, ya sea para cargar o descargar, o con pasaje, desde el momento en que parte de origen necesita un agente para informar a la autoridad portuaria sobre la fecha y hora de llegada de la nave, de su calado, para preguntar en qué muelle debe atracar, etc. Es el representante del armador (propietario de la embarcación) en el puerto y hasta que el buque vuelve a partir. En cierto modo, es el asistente del capitán. Este, al llegar a la bocana del puerto, cede toda la responsabilidad al práctico, quien acude hasta el barco en una lancha y sube abordo a través de una escala de gato para, tras saludar al capitán, coger el timón hasta el muelle asignado, independientemente de si es un buque mercante o un crucero. Para ello se hace acompañar de los remolcadores, que asisten a su vez al barco en las maniobras de atraque y desatraque.

 

Las funciones de agente de aduanas comportan enormes riesgos y reclaman un profundo conocimiento legislativo

Otra labor que llevamos a cabo, la de agencia de aduanas, no solo es poco conocida por la inmensa mayoría, sino que llega a provocar cómicas confusiones. Hay quienes nos relacionan con los funcionarios de las cabinas situadas en las fronteras, cuando en realidad la figura del agente de aduanas se corresponde con un profesional que representa a un cliente en sus actividades de importación o exportación, asumiendo todos los trámites relacionados con las mismas. Una función que comporta un enorme riesgo, debiendo asumir posibles responsabilidades pecuniarias derivadas de una hipotética mala praxis de un cliente. Por ello, debe contar con los avales correspondientes, ya que en caso contrario no está autorizado a despachar. No en vano, los agentes deben observar un alto conocimiento de las leyes y los reglamentos administrativos, con el fin de controlar que la mercancía que se maneja cumple con las cuotas establecidas o no incurre en restricciones.

 

Es incoherente que los puertos rentables deban transferir su beneficio a los puertos deficitarios

En general, la sociedad vive a espaldas del mundo portuario y el mar. Desde algunos medios de comunicación como La Vanguardia, se ha intentado efectuar pedagogía respecto al Puerto de Barcelona y familiarizar a la población con esta infraestructura. Sin embargo, no ha acabado de surtir efecto. Algunos de sus presidentes, como Sixte Cambra y especialmente Mercè Conesa, que precedieron al actual titular, Damià Calvet, potenciaron esta divulgación. Uno de los problemas que deben gestionar quienes ocupan la presidencia de nuestro puerto es que sus competencias son muy limitadas. Su nombramiento corresponde a la Generalitat de Catalunya, aunque necesita el plácito del Gobierno central. Por su parte, el director, que debe ser ingeniero de caminos, canales y puertos, es designado por Puertos del Estado, un ente con sede en Madrid. Desde hace tiempo, existen ciertas tensiones políticas entre el poder central y el autonómico, sobre todo porque los puertos más rentables, como el de Barcelona, deben transferir su beneficio a los puertos deficitarios. Es necesaria una liberalización que posibilite una mejor eficiencia y facilite la expansión de nuestro puerto.