1r Tomo (empresarios). Biografias relevantes de nuestros empresarios

Ramon Masip – Climasip

RAMON MASIP VIDAL

RAMON XAVIER MASIP ROGÉS

Lleida

23 de marzo de 1984

Director general de Climasip

De vivir para trabajar a trabajar para vivir. El Sr. Masip ha trasladado su filosofía de vida a su equipo humano como principal herramienta de fidelización, consiguiendo retener y atraer talento a una organización que instala, repara y mantiene estructuras frigoríficas, hidráulicas y eléctricas. La ilusión y la ambición constantes, así como la persecución de la máxima eficiencia, son las responsables del impulso adquirido por una compañía que se ha convertido en toda una referencia en su sector.

 

Con el espíritu comercial y emprendedor en los genes

Una visión de negocio que, a la postre, se convertiría en el embrión de la futura empresa familiar

 Empresario vocacional porque viví desde pequeño la trayectoria profesional de mi padre

 Tan atraído por el trabajo que invertía mi tiempo libre y hasta las vacaciones en la empresa

 Un gigante adormecido que requería atención

 Modernizar tecnológicamente Climasip fue todo un reto

 Tenemos todas las certificaciones para trabajar con la Administración

 Las empresas capaces de soportar una crisis salen reforzadas de ella

 Abandonamos la dependencia de la meteorología y ampliamos servicios

 Hay un desequilibrio en la sociedad: abundan los titulados universitarios y faltan operarios

 Los jóvenes deben disponer de formación y herramientas actualizadas

 Apuesta por la conciliación laboral y familiar

 Pilares de nuestro éxito: el apoyo familiar, la confianza de los empleados y la ilusión constante

 Inexactitudes y engaños en torno al ahorro energético

 Si tienes miedo, olvídate de ser empresario

 Vivía para trabajar y ahora trabajo para vivir

 

Con el espíritu comercial y emprendedor en los genes

Soy hijo único de un matrimonio humilde de Lleida, ciudad en la que nací, me crie y sigo residiendo. Aun así, mis principales recuerdos de infancia los asocio a Torrefarrera, una población cercana a la capital. Ahí transcurrían tanto mis periodos vacacionales como los fines de semana. También guardo muy buenos recuerdos del hogar de mis abuelos maternos, Josep y Maria, una casa en medio de la huerta del Segrià rodeada de naturaleza y frutales. Aquellas temporadas propiciaron que desarrollara estrecho contacto con mi abuela. Era la encargada de acudir al mercado para vender la fruta y las hortalizas que cultivaba junto a su marido. Creo que ella alumbró en mí su espíritu comercial, igual que también haría mi padre. Ya siendo niño, mis juegos estaban relacionados con la actividad del mercado. Mientras que otros preferían ir en bicicleta o jugar con cochecitos, yo disfrutaba montando una frutería. Con unas pocas cajas, instalaba una especie de mostrador donde exponía las manzanas, melocotones o cerezas que recolectaba en el huerto.

 

Una visión de negocio que, a la postre, se convertiría en el embrión de la futura empresa familiar

Mi padre también logró transmitirme esa vocación comercial con su ejemplo profesional. No fue la suya una vida fácil, toda vez que quedó huérfano de padre a los dos años. Aquello forjó en él, Ramon Masip Vidal, un carácter luchador y emprendedor. Empezó a trabajar muy joven y fue escalando profesionalmente por méritos propios. No disponía de capital para montar una empresa, pero eso no fue obstáculo para que se iniciara como mecánico electricista. Y hubo un momento en que tuvo una visión de negocio que, a la postre, se convertiría en el embrión de la futura empresa familiar. Contábamos con el gran apoyo de mi madre, Teresa Rogés Espachs, un gran pilar en nuestra familia que aportaba calma y sensatez en los momentos difíciles. De ella aprendí a luchar por los objetivos y nunca dejar nada a medias.

 

Empresario vocacional porque viví desde pequeño la trayectoria profesional de mi padre

Cuando irrumpieron en el mercado los aparatos de aire acondicionado para el automóvil, mi padre supo aprovechar la oportunidad. Si bien en la actualidad todo vehículo incorpora de serie este equipamiento, en la década de los setenta tal accesorio constituía todo un lujo. Solo las personas con mayor poder adquisitivo podían permitirse su instalación. Y poco después, esos mismos clientes prestaron satisfactoria acogida a las versiones domésticas que empezaron a aparecer. De ese modo, mi padre estableció toda una red de contactos con empresarios y directivos de elevado nivel económico que recababan sus servicios para instalarles esos sistemas. Oficialmente, fundó la empresa en 1989, en un pequeño local situado detrás de la estación ferroviaria de Lleida. Desde el primer momento, me familiaricé con ese entorno, pues a primera hora de la mañana me llevaba a la oficina, donde invertía media hora hasta que el autobús escolar me recogía. Ahí nació mi vocación por la empresa, puesto que en esos lapsos de tiempo era testigo entusiasta de las llamadas telefónicas, de las negociaciones comerciales, del trasiego de máquinas…

 

Tan atraído por el trabajo que invertía mi tiempo libre y hasta las vacaciones en la empresa

Empecé a trabajar junto a mi padre de manera regular a los veinte años, si bien anteriormente ya le había prestado apoyo en los periodos vacacionales lectivos: en verano, Navidad o Semana Santa. Trabajar me atraía tanto que no me importaba invertir esas etapas festivas en la empresa, Debo admitir que, en perspectiva, esa experiencia albergaba una cara triste: la de no tener ni tiempo para gastarme el dinero que ganaba. Trabajando de ocho de la mañana a ocho de la tarde de lunes a viernes, y los sábados hasta el mediodía, cuando abandonaba la empresa las tiendas estaban cerradas, con lo cual llegaba a septiembre con muchos ahorros, pero sin haberme permitido un solo capricho.

 

Un gigante adormecido que requería atención

Una vez culminado el Bachillerato, mi padre se interesó por mi inquietud respecto a la continuidad de la empresa. Tras confesarle que me ilusionaría tomar el timón en un futuro, establecimos unas pautas. Aquella responsabilidad reclamaba que yo compaginara estudios y trabajo, lo cual me llevó a matricularme inicialmente en un módulo de grado superior en frío industrial y, a continuación, a ingresar en la universidad para estudiar Ingeniería Industrial Mecánica. Al iniciar el segundo año de carrera percibí que resultaba muy complejo compatibilizar la formación con los cometidos laborales en la compañía. Mi padre entonces contaba sesenta y tres años, y la empresa era un gigante adormecido que necesitaba crecer, porque en caso contrario podía acabar barrida por la competencia. Si continuaba estudiando Ingeniería ponía en riesgo el futuro de Climasip.

 

Modernizar tecnológicamente Climasip fue todo un reto

Cuando empecé a trabajar para el negocio familiar, la nuestra era una empresa que estaba al margen de las nuevas tecnologías. Hasta el año 2000 no entró un ordenador en nuestras oficinas. Recuerdo que hasta entonces todavía utilizábamos máquinas de escribir y papel de calcar para la confección de presupuestos y facturas. La introducción de la tecnología costó, incluido el que algunos operarios se dieran cuenta de la necesidad de disponer de teléfono móvil. En la actualidad, resulta impensable que cualquier profesional no cuente con dicha herramienta, como tampoco es imaginable que una compañía no se halle informatizada. Recientemente hice un cálculo respecto al personal que necesitaría en caso de carecer de ordenadores y llegué a la conclusión que, cuando menos, deberíamos ampliar el departamento de administración en ocho efectivos. Eso sin tener en cuenta los problemas que supone no tener algo tan simple como correo electrónico. Al mismo tiempo, acometimos un cambio importante, como fue el de abandonar la sede inicial, de ciento veinte metros cuadrados, para trasladarnos a una nave de cuatrocientos cuarenta, donde repartimos el personal y las instalaciones en dos plantas. La normativa urbanística municipal impedía expandirnos en la ciudad y tuvimos que mudarnos al polígono industrial del Camí dels Frares.

 

Tenemos todas las certificaciones para trabajar con la Administración

La expansión resultaba compleja, pero a la vez era imprescindible para nuestra supervivencia. Por esa razón, decidí que teníamos que superar nuestros límites geográficos. Ese propósito comportó la apertura de nuestra primera delegación, en Figueres. Fue a raíz de obtener un contrato para acometer distintas instalaciones en la estación del AVE de Figueres-Vilafant. No había sido fácil, pues conseguir una licitación de obras públicas reclamaba adaptar la compañía a una realidad de la que nos hallábamos muy alejados. En ese momento descubrí nuestras carencias, ya que, si bien gozábamos de un reconocimiento muy favorable por parte de nuestros clientes, cuando nos postulábamos para trabajar para la Administración comprobábamos que no satisfacíamos sus requisitos. De este modo, nos esforzamos para obtener las certificaciones ISO 14000, de Medioambiente; ISO 9000, de Calidad; e ISO 18000, de Seguridad en el Trabajo. Resultó complejo conseguir las homologaciones en esa época, de hecho, fuimos de los primeros en tenerlas, pues veinte años atrás la inversión que reclamaba uno de esos certificados podía representar el dos por ciento de nuestra facturación.

 

Las empresas capaces de soportar una crisis salen reforzadas de ella

La delegación de Figueres, así como nuestra actuación en la estación del AVE, nos propició nuevos e importantes clientes. Uno de ellos fue una gran corporación bancaria, que acudió a nosotros para el mantenimiento de su red de sucursales en Catalunya, Aragón y Navarra. Dicha coyuntura hizo aconsejable la apertura de una nueva oficina en Pamplona, circunstancia que nos abrió las puertas de los centros de una importante empresa relacionada con la sanidad en La Rioja y el País Vasco. También, ello nos permitió empezar a trabajar para una importante cadena de supermercados en temas de frío industrial, como cámaras frigoríficas, congeladores o neveras. Afortunadamente, tratamos con clientes solventes y prácticamente no hemos sufrido impagos. Incluso en 2008, momento en que mi padre se jubiló, yo asumí el timón y la crisis empujó a muchas compañías al cierre, Climasip no solo mantuvo su estabilidad, sino que inició su expansión. Además, aprovechamos ese momento para reclutar a personal competente que se había quedado sin trabajo. Por otra parte, muchos clientes acudían a nosotros para suplir a las compañías que les habían dejado de prestar servicio, implorando casi nuestra ayuda. Constatamos, asimismo, la confianza que transmitíamos en nuestro entorno al comprobar que los bancos nos ofrecían el crédito que les negaban al resto. Las empresas capaces de soportar una crisis salen reforzadas de ella.

 

Abandonamos la dependencia de la meteorología y ampliamos servicios

Hasta entonces, solo ofrecíamos servicios de climatización, mientras que nuestra actividad estaba muy supeditada a la meteorología. En verano instalábamos aparatos de aire acondicionado y había que intentar facturar al máximo para tener liquidez el resto del año. Si el mes de junio se revelaba más fresco de lo habitual, la cifra de actuaciones era susceptible de verse recortada a una cuarta parte. Le dije a mi padre que debíamos efectuar cambios y abandonar esa dependencia climática. Debido a un cambio en la normativa comunitaria, que obligaba a realizar mantenimientos en los equipos en función del nivel de su carga de gas, empezamos a ofrecer ese servicio a todos los clientes en cartera, y a otros potenciales, centrándonos en la instalación en verano y en el mantenimiento, en invierno. Con el paso del tiempo, hemos ido añadiendo nuevos servicios y, en la actualidad, brindamos un amplio abanico de atención, como instalaciones frigoríficas, hidráulicas o eléctricas, así como todo tipo de mantenimientos y reparaciones.

 

Hay un desequilibrio en la sociedad: abundan los titulados universitarios y faltan operarios

A la ampliación de servicios hay que añadir la incorporación de delegaciones en Tarragona y Barcelona, hecho que ha conducido a elevar nuestro equipo humano hasta los ochenta profesionales. No resulta fácil hallar personal competente en el entorno del mantenimiento. Existe en nuestra sociedad un desequilibrio, abundando los titulados universitarios, como los ingenieros, y escaseando los operarios, que nos disputamos las compañías que competimos entre nosotras. La estructura de una empresa suele requerir veinticinco operarios por cada ingeniero, quien asume la coordinación de los cometidos a llevar a cabo. Ante la carencia de operarios, un ingeniero puede verse en el brete de tener que encargarse de tareas que no le corresponden, lo cual no suele resultar agradable para alguien que ha derrochado esfuerzo para completar una carrera universitaria con unas determinadas expectativas laborales. En todo caso, lo que personalmente más valoro a la hora de elegir a un colaborador es la ilusión, un aspecto que últimamente no menudea. Cuesta estimular a la juventud; no solo para que se incorporen al mercado laboral sino, también, una vez en la organización, para que se esfuercen y tengan ambición para promocionarse.

 

Los jóvenes deben disponer de formación y herramientas actualizadas

A las dificultades para cubrir óptimamente las necesidades laborales se le suman las carencias existentes en la Formación Profesional. Los contenidos que se imparten en los centros no se corresponden con lo que requieren las empresas. Debería existir una mayor coordinación entre los responsables de Educación y las patronales para consensuar unos programas que se ajustaran a lo que reclama el mercado laboral. A ello hay que añadir que, una vez concluidos los estudios, esos jóvenes llegan a las compañías sin ciertas homologaciones necesarias para ejercer su trabajo, como por ejemplo carnet de instalador o mantenedor, formación en recurso preventivo en seguridad en el trabajo, etc. No es un tema menor, toda vez que obtener esa certificación significa una inversión mínima de dos mil euros, al margen de centenares de horas de prácticas… sin la garantía de que ese empleado permanezca en la empresa un tiempo mínimo como para considerar amortizado el gasto. El hilo comunicativo con el entorno docente sería beneficioso, también, para buscar colaboraciones que permitieran dotar a sus centros de tecnología con la que instruir a los alumnos, y que estos se pudieran familiarizar con ella, pues me consta que, en la mayoría de los casos, aprenden con maquinaria obsoleta. Yo sería el primero en cederles, y si es posible regalarles ―o negociar con los fabricantes para alcanzar acuerdos―, máquinas con las que realizar un buen rodaje.

 

Apuesta por la conciliación laboral y familiar

En nuestra sede en Lleida disponemos de un aula para formación, donde impartimos cursos que frecuentemente tienen que ver con la adquisición de nuevos equipos. En cualquiera de los casos, el mejor aprendizaje en nuestra actividad reside en la práctica y en las ganas de mejorar. Algunos de nuestros ayudantes empezaron con apenas dieciocho años y, sin haber realizado ningún curso de soldadura, se han convertido en excelentes soldadores, fruto de haber estado acompañando a nuestros operarios, de observar cómo sueldan las tuberías, o, incluso, de haber probado de unir piezas residuales con el soplete. Cuando existe inquietud por aprender, el propio operario invierte el máximo interés en enseñar al compañero. Al mismo tiempo, en la empresa procuramos estimular a nuestro equipo, pues somos conscientes de la necesidad de fidelizarlo. En un momento determinado, me di cuenta de que el salario no era el principal factor para atraer personal y retenerlo. Una auditoría me permitió concluir que la gente prefería la jornada intensiva a la partida. Era algo que parecía inviable para una empresa de servicios como la nuestra, pero, al estallar la pandemia, constaté que sí era posible, e iniciamos una etapa en la que hemos apostado por fomentar la conciliación laboral con la familiar.

 

Pilares de nuestro éxito: el apoyo familiar, la confianza de los empleados y la ilusión constante

El éxito de nuestra compañía reposa en tres pilares. El primero reside en el apoyo de nuestro núcleo doméstico, pues quienes lideramos una empresa familiar no podemos evitar llevarnos las preocupaciones profesionales a casa. El segundo es la confianza que debes tejer con los empleados, lo que significa estar permanentemente escuchando sus problemas e inquietudes, prestándoles atención y estimulándoles. Yo disfruto asistiendo a comidas con ellos, o participando en algunas obras que realizan de forma directa. Y el tercero radica en conservar una ilusión constante, mostrando ambición por mejorar y crecer, ya que nunca puedes estancarte porque tus competidores están prestos para apartarte del mercado a la más mínima ocasión que les cedas. Eso significa estar en todo momento pendiente de las novedades que acontecen a tu alrededor, incorporando tecnología de última generación y máquinas más eficientes; en caso contrario, corres el riesgo de perder tu prestigio si acude a ti un cliente demandando un sistema revolucionario del que ignoras su existencia. Esa sana ambición me llevó en su día a tomar una decisión muy dura pero a la vez muy eficiente: reinvertir el 80% de los beneficios en la empresa. De este modo, sometemos nuestra flota de vehículos a una renovación constante, de manera que el más antiguo tiene cuatro años; igual que proporcionamos a nuestros empleados las herramientas más novedosas para que puedan efectuar óptimamente su trabajo. A esa mejora responde, también, el inminente traslado en otoño a una nave de dos mil quinientos metros cuadrados, más mil metros en planta y tres mil quinientos de patio, unas nuevas instalaciones que nos permitirán unificar las actuales y mantener nuestra futura expansión.

 

Inexactitudes y engaños en torno al ahorro energético

Del mismo modo que optamos por el mejor equipamiento para nuestros operarios, también apostamos por los sistemas que aportan mejor rendimiento a nuestros clientes. Confiamos en primeras marcas, por la eficiencia y la ausencia de problemas. Preferimos perder una venta por precio que arriesgarnos a la insatisfacción de un cliente. Hay quienes, creyendo obtener un ahorro, acuden a un centro comercial a comprar un equipo de aire acondicionado y luego confían su instalación a alguien ajeno al gremio, porque en este entorno existe mucho intrusismo, y luego nadie se hace cargo de problemas posteriores. Asimismo, hay quien se engaña con las placas solares y las instala en su hogar o en segundas residencias, cuando esos recursos solo son eficientes cuando consumes la energía de manera instantánea. Más de una vez he tenido que explicar a clientes, que venían a solicitar la instalación, que no les convenia tener una. Donde sí se debe actuar para conseguir auténtico ahorro energético es en hacer un correcto mantenimiento de las instalaciones, por ejemplo los filtros del aire acondicionado, cuya fácil limpieza, simplemente con agua, puede reducir el consumo energético en un 40 %. Una tarea que forma parte del mantenimiento, que es vital para el buen rendimiento y para alargar el ciclo de vida de los sistemas que instalamos.

 

Si tienes miedo, olvídate de ser empresario

Creo que mi padre está orgulloso de la evolución adquirida por Climasip. La empresa ha crecido, y el tiempo ha confirmado que era necesario. Nunca he sentido miedo, en caso de tenerlo, mejor olvidarse de ser empresario. Son muchas las responsabilidades que tienes que asumir cuando lideras un proyecto empresarial. Cuando eres empleado, disfrutas de la tranquilidad que a final de mes percibes un salario. Cuando eres empresario, a final de mes te enfrentas a la obligación de garantizar el pago de las nóminas. Todo ello con la agravante dificultad que existe para los cobros en un país donde uno de los principales problemas reside en la morosidad, con escandalosas ratios medias de pago o donde cualquiera es capaz de extender un talón sin fondos. En nuestro entorno inmediato sigue imperando la picaresca.

 

Vivía para trabajar y ahora trabajo para vivir

En mi entorno personal también apliqué en su día la conciliación. Yo era una persona que vivía para trabajar, sin horarios, que el domingo por la tarde me alegraba de que llegara el lunes y que nunca había disfrutado de quince días de vacaciones. Conocer a mi esposa, Katy, hace diez años, y casarme con ella supuso un replanteamiento de mi vida. A partir de ahí, racionalicé la dedicación al trabajo y establecí unas pautas que me permitieran dedicar tiempo tanto a ella como a mis hijos, Biel y Jan, de siete y cuatro años respectivamente. Así puedo asumir buena parte de las tareas domésticas y compartir actividades con la familia. He renunciado a trabajar los viernes por la tarde y al teléfono móvil en vacaciones. Ahora trabajo para vivir y, desde que asimilé ese cambio, todo ha ido a mejor. Katy, que trabaja en una multinacional, se ha mostrado muy respetuosa y comprensiva con mis compromisos profesionales y siempre he hallado en ella un valioso apoyo. Tanto ella como yo nos volcamos en nuestros hijos y deseamos que, por encima de todo, sean felices. Y eso conlleva que, llegado el día, elijan libremente si desean asumir alguna responsabilidad en la empresa familiar. Para mí, contar con ellos sería un orgullo y una satisfacción, pero sabré aceptar su decisión.