JUAN CARLOS APARICIO PÉREZ
JUAN CARLOS APARICIO PÉREZ
TH, 2n VOLUM. Rey y alcaldes

SR. JUAN CARLOS APARICIO PÉREZ Alcalde de Burgos desde 2003.

Texto del 14/05/04,
Fotografía cedida por el Ayuntamiento de Burgos

De sobras es conocida la larga trayectoria política de Juan Carlos Aparicio, de modo que el poco  tiempo que lleva ejerciendo de alcalde de Burgos no ha supuesto un impedimento para que la ciudad empiece a notar toda una serie de cambios suscitados por su sólida gestión. Los más evidentes para el ciudadano tienen como inconveniente momentáneo las numerosas obras que jalonan por doquier su casco urbano. Los más profundos no tardarán demasiado en manifestarse, como desea su alcalde, en un incremento de la calidad de vida y de las expectativas de futuro.

Predisposición hacia el compromiso público

Para iniciarse en la política hay que tener cierta vocación, entendida como una predisposición hacia el compromiso público, y además conviene encontrar un proyecto en el que uno se sienta bien acogido ideológicamente y en el que haya personas a las que uno se pueda vincular a nivel de compromiso personal. Si se dan esas premisas, no importa cuál haya sido tu trayectoria personal hasta entonces; acabas implicándote en política. En mi caso, yo soy licenciado en Ciencias Químicas y colaboraba activamente con la Federación de Empresarios de Burgos. En el año 1983 ciertas personas, y en especial mi viejo amigo Jesús Martínez Cajal, me convencieron para figurar en la candidatura autonómica de Coalición Popular, y de ese modo ingresé en la política activa como miembro de las Cortes de Castilla y León. Algún tiempo después, José Antonio Segurado me brindó la oportunidad de ser diputado en el Congreso, al que accedí en el seno del Partido Liberal, donde hallé un ambiente cordial e intelectualmente muy favorable y traté a personalidades políticas muy influyentes, como Pío Cabanillas o Antonio Jiménez Blanco. En 1989 una tercera persona marcó mi trayectoria política de forma aún más decisiva, pues ese año José María Aznar me pidió que asumiera la vicepresidencia de la Junta de Castilla y León. Si se observa mi currículum se ve que he desempeñado muchos cargos en el gobierno central y autonómico, pero nunca me he perpetuado en ninguno demasiado tiempo. Creo que tampoco es deseable permanecer muchos años en un cargo, porque no digo la capacidad de trabajo, sino a veces la ilusión personal, la capacidad de generar nuevos proyectos, se puede agotar con el tiempo. Desde hace unos meses ejerzo de alcalde de Burgos, en virtud de esta mencionada vocación personal de servicio público. No sé qué me deparará el futuro, pero hoy por hoy afronto con ganas esta etapa.

Recuperar la capacidad de gestión

Me he planteado como tarea inicial dotar a este Ayuntamiento de la estabilidad y la capacidad de gestión que nunca debió perder y de que, sin embargo, había carecido en los últimos años, pues mi antecesor, el socialista Ángel Olivares, gobernó en minoría y no pudo hacer frente a las necesidades de la ciudad del modo más conveniente. Hoy se está gestionando correctamente la ciudad, están en marcha grandes proyectos y Burgos ofrece una imagen dinámica. Hay gente incluso que se queja del exceso de obras que estamos emprendiendo, la ciudad se encuentra un poco patas arriba, que es la situación que suele anteceder a unas elecciones, no la situación normal después de ellas, pero como se dice en tono castizo, para hacer una tortilla hay que romper huevos. La experiencia me ha demostrado que la política consiste en un equilibrio entre gesto y gestión; no puede ser sólo gestión, debe haber en parte proximidad, entendimiento con los ciudadanos. Aun así, la gestión es fundamental si uno al final desea que la prosperidad sea algo más que una pura voluntad y la mejora de la ciudad algo tangible.

Burgos,ciudad dinámica y abierta

Me consta que en el resto del país se tiene de Burgos una imagen estereotipada, de un lugar anclado en el tiempo, regido todavía por valores anticuados, añejos, rancios. Debo desmentirlo rotundamente. Burgos es una ciudad abierta y bien equilibrada en cuanto a su tejido industrial. Con sus 170.000 habitantes la administración y el sector de servicios todavía mantienen un peso importante en la economía local, pero hoy la ciudad vive fundamentalmente de una industria tecnológicamente avanzada y muy desarrollada. Burgos ya no es una ciudad de curas y militares, y en cuanto al carácter local los burgaleses somos serios pero no por ello somos tristes. No sé si hemos roto todos los tópicos que se nos atribuyen desde siempre —el frío climatológico no lo podemos evitar—, pero Burgos es una ciudad muy dinámica, muy abierta y muy consciente de que tan importante como un pasado del que nos sentimos muy orgullosos es el futuro y el presente que podemos construir.

Importantes proyectos de cara a su desarrollo

En el campo concreto de la acción política, la ciudad está embarcada en tres grandes proyectos. El primero consiste en intentar convertirse en una auténtica referencia a nivel nacional en tecnologías de vanguardia y en buena industria, la que genera valor añadido y que estabiliza el empleo. El segundo es dotar a la ciudad de esas infraestructuras que son cada vez más necesarias para competir, y en este sentido el Ayuntamiento pretende conseguir un aeropuerto y unas rondas de circunvalación, tanto para automóviles como para ferrocarriles, que corrijan el colapso circulatorio de la ciudad. Finalmente, en el plano humano y social, queremos que nuestros equipamientos culturales sean los mejores posibles, ya que hemos formulado una apuesta por el turismo de alta calidad, que es quizás nuestra asignatura pendiente.

Un parque tecnológico asentado sobre una sólida base industrial

La suerte que tiene Burgos es que están asentadas en la localidad auténticas empresas multinacionales, dedicadas a sectores industriales de mucho futuro, como el del automóvil y el agroalimentario, y que esas empresas poseen en la ciudad centros de I+D+I en los que trabajan más de 400 ingenieros desarrollando nuevas tecnologías para seguir siendo líderes. Así pues, no partimos de cero en el desarrollo industrial, y creo que lo más inteligente en este caso es potenciar lo que ya está funcionando bien. Por eso estamos trabajando en colaboración con el gobierno autónomo, la universidad y los empresarios para dotar a Burgos de un parque tecnológico distinto al usual que luego ocupan, como mucho, cuatro empresas de aplicaciones informáticas o electrónicas; no, en nuestro caso será la base del desarrollo sostenible de esas tecnologías establecidas de tiempo atrás que ya mencioné, en las que podemos y debemos estar en primera línea porque —y como ex ministro de Trabajo sé de lo que estoy hablando—, o creamos ese empleo de calidad o tendremos en Burgos la deslocalización que otras regiones industriales están sufriendo. Ciertamente, no es tarea exclusiva de un Ayuntamiento garantizar los puestos de trabajo, pero entiendo que si se elabora un proyecto sólido se puede convencer al resto de administraciones para que se comprometan, como están haciendo en este caso, en la consecución de este equipamiento. Junto con los polígonos industriales que ya disponemos, el parque tecnológico completará los dos millones de m2 de suelo industrial que habíamos previsto que necesitaba la ciudad para esta legislatura. Y que nadie piense que nos sobra terreno, puesto que la demanda es muy alta y muy intensa, porque el precio es muy razonable y la situación geográfica de Burgos es ventajosa.

Las comunicaciones en Burgos son buenas, pero deben mejorar

Burgos lleva mucho tiempo unida al resto de Europa por autopista, pero en el interior de la ciudad el tráfico puede ser un problema serio, y además las comunicaciones ferroviarias constituyen un factor de estrangulamiento del desarrollo urbanístico que hay que solucionar. Por eso hemos emprendido las reformas viarias que nos convenía adoptar y que, sin duda, ocasionan molestias al ciudadano por las numerosas obras que requieren, pero de las que todos nos beneficiaremos cuando concluya la construcción del cinturón de circunvalación para trenes y vehículos. En el caso del aeropuerto su realización depende de AENA. El Ayuntamiento ya ha hecho casi todo lo que estaba en su mano. El proyecto está elaborado, la dotación presupuestaria existe y ya se están iniciando los trámites de expropiación, así que esperamos que sea una realidad a corto o medio plazo.

Los tres tesoros culturales de Burgos

En Burgos y su entorno inmediato se dan cita tres tesoros culturales declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad: la soberbia Catedral, que es quizás nuestro monumento más conocido; el Camino de Santiago, que acertadamente se ha dado en llamar la calle mayor de Europa; y el yacimiento paleontológico y paleoantropológico más importante de Europa —y tal vez del mundo—, ubicado en la sierra de Atapuerca, apenas a 11 km de Burgos. A partir de ahí nuestro reto consiste en aprovechar esta riqueza patrimonial para que sirva no sólo de motivo de orgullo local o de disfrute de nuestros visitantes, sino también de fuente generadora de empleo y de valor añadido. Queremos pasar de la categoría de ciudad de paso a la de ciudad de estancia, que Burgos sea conocida por su oferta turística de alta calidad, y eso nos obliga a mejorar la infraestructura hotelera y la de servicios. También estamos promoviendo la construcción de un complejo cultural en torno a la evolución humana, que será un espacio museístico de gran interés. Así pues, nuestro deseo es que el visitante nos vea como esa base amable y cómoda en la que encontrará un número muy importante de opciones turísticas, y todas ellas de alta calidad.

Inversiones sociosanitarias

Una de las causas por la que más burgaleses se han movilizado, y yo mismo entre ellos como un ciudadano más, ha sido en torno a una necesidad muy significativa que padece la ciudad, y que es la construcción de un nuevo hospital. El actual Hospital General fue de los primeros en construirse en España, y pionero en el ámbito de la Seguridad Social, pero hoy se muestra insuficiente y muy incómodo para satisfacer las necesidades de la población. En este sentido las gestiones con la comunidad autónoma están muy avanzadas, el nuevo hospital será la gran apuesta financiera y social de la Junta de Castilla y León y en breve empezarán las obras. También se va a empezar a construir en Burgos una instalación sociosanitaria interesante, que es el Centro Nacional de Enfermedades raras y Síndromes poco frecuentes. Su concesión fue una de mis primeras gestiones como alcalde. Espero que sea de utilidad no solamente para esta ciudad, sino para todas las familias que viven esa complicada situación.

Estimo necesario corregir el desequilibrio financiero de los Ayuntamientos

Buena parte de mi trayectoria política se desarrolló en el ámbito del gobierno autónomo, y durante esa etapa viví momentos de cierta tensión entre las comunidades autónomas y el gobierno central acerca de la descentralización. Al respecto, creo que es muy importante que cada administración sea consciente de sus propias responsabilidades de modo que no esté abierta permanentemente la polémica sobre la estructura del Estado. En realidad, a fecha de hoy me parece más conveniente emprender una segunda transición, por decirlo así, o un segundo proceso de transferencias a favor de los Ayuntamientos que el seguir insistiendo en el federalismo. Basta con observar los porcentajes de gasto entre administraciones para saber que el principal desequilibrio se está produciendo ahora en detrimento de los Ayuntamientos frente a una realidad imparable, y que agrava la situación, que es el crecimiento cada vez mayor de la población urbana. En consecuencia, juzgo más interesante ahondar en el pacto local, reequilibrar económica y políticamente comunidades autónomas y entes locales, que obstinarse en el tema de la descentralización.

Mayores concentraciones urbanas exigen mayores competencias

A menudo nos olvidamos de que el término genérico “ciudadano” nace de la palabra ciudad, procede de los derechos exclusivos con que se beneficiaban sus habitantes, y que se extienden al resto de la nación a partir de la implantación de unos sistemas de convivencia más complejos que la simple ciudad autosuficiente. Aun así, es válido afirmar que el municipio es la base inicial de todo sistema político, pues el Estado debe afanarse por encontrar las estructuras políticas que mejor resuelvan esos problemas de convivencia y esas necesidades que le plantean, precisamente, los ciudadanos. Sólo en las ciudades fue posible iniciar las distintas revoluciones o evoluciones sociopolíticas de la historia. Por eso creo que en la actualidad conviene estar atento al fenómeno imparable de concentración urbana que estamos viviendo. Si a comienzos del siglo XX apenas dos de cada diez personas vivían en las ciudades, al final del presente siglo habitarán en ellas ocho de cada diez. Así se entiende que resulta preciso dotarlas de los instrumentos que mejoren sus bases de convivencia: mayores capacidades financieras, mayores competencias y —¿por qué no decirlo?— mayor calidad democrática. El esquema de gasto actual, pensiones incluidas, está mal repartido. El gobierno central se gasta el 48% del presupuesto, las comunidades autónomas disponen de casi un 40% y el resto queda en manos de los Ayuntamientos, que son a quienes acuden los ciudadanos ante cualquier contingencia, la primera instancia a la que apelan, y les importa muy poco cuál es la estructura última de competencias y responsabilidades.

Su Majestad, punto de referencia

En los difíciles años de la transición política el Rey desempeñó un papel impecable. Supo leer muy bien la situación, supo rodearse de los colaboradores adecuados y supo también estar a la altura de las circunstancias en esos momentos en que la decisión recae solamente en una persona, lo que se da en llamar la soledad del poder, y en esos episodios clave creo que tuvimos no sólo un buen árbitro, sino además un amigo. Buen ejemplo de esto último puede ser lo ocurrido durante el golpe de Estado del 23-F. Quizás por la sensación de vértigo que hubo aquella tarde hacía falta una referencia estable, y fue la única persona que ejerció ese papel de punto inequívoco de referencia para todos. Personalmente, recuerdo la profunda angustia de las primeras horas en que pudimos volver a caer en ese eterno pozo histórico de la confrontación nacional, así como algunas noticias de alarma que se vinculaban precisamente a la ciudad de Burgos y que tuve ocasión de comprobar por mí mismo que no eran ciertas. Luego, por supuesto, se extendió entre todos un inmenso alivio ante esa expresión de voluntad de comprensión que realizó el Rey.

La función del Rey está bien definida

La función del Rey está muy bien diseñada en el esquema de la Constitución, puesto que de lo que se trata al final es de que un país complejo como es España no tenga que cuestionarse quién nos debe representar a todos cada poco tiempo. Cuando se le ha encomendado que nos represente lo ha hecho de forma espléndida, e incluso cuando ha tenido que intervenir desde el margen estrecho que le concede la Constitución lo ha hecho perfectamente, así que no me gustaría cambiar de esquema, porque no encontraríamos fácilmente otro embajador de lujo como el que tenemos.

Continuidad garantizada de la monarquía

Además, esto no es mérito exclusivo del Rey, también la Familia Real ha sabido representarnos excelentemente y cumplir con su función. Confieso que siento debilidad, ternura y afecto hacia la Reina, que ha sabido estar en los momentos adecuados de la manera oportuna, haciendo siempre las cosas fáciles a quienes hemos tenido el privilegio y la ocasión de coincidir con ellos. Hoy es tema de plena actualidad la sucesión de la Corona, y al respecto creo que alguien que ha convivido con el propio Rey sin duda está muy impregnado de sus mismos valores y de ese talante tan especial que su padre posee. En la medida que conozco al Príncipe, estoy convencido de que es una garantía de continuidad, no sólo de la institución, sino también de un estilo peculiar de reinado. Se habla a menudo de que los españoles no somos monárquicos sino juancarlistas, y debe ser cierto, pero también es preciso admitir que por juancarlismo se entiende un estilo concreto de monarquía diferente del que se da en otros lugares y del que ha existido en otras épocas. Ese estilo puede continuar más allá de la persona que lo ha instaurado.