1r Tomo (empresarios). Biografias relevantes de nuestros empresarios

Juan José Lallave – STM Security & Intelligent Control

JUAN JOSÉ LALLAVE CARMONA

Badia del Vallès (Barcelona)

8 de octubre de 1974

Fundador de STM Security & Intelligent Control

 

Paradigma del autodidactismo, su inquietud profesional, su inventiva y su constante deseo de aprender le han permitido revelarse como un empresario polifacético. La evolución permanente le ha llevado a centrarse en los desarrollos tecnológicos, tras haber ingeniado la primera cerradura electrónica «antiokupas» del mundo. Su concurso ha resultado vital para abrir las puertas al éxito a las cinco principales compañías de seguridad en España.

 

Empecé a trabajar para pagar una multa de tráfico

 Mi madre hace arreglos de ropa a todos los vecinos del barrio

 De ayudante de mecánicos a responsable de control de calidad de los motores

 En tres meses conseguí que se disparase la facturación en ventas

 Vendía tantas puertas que busqué otros talleres que diesen soporte a los pedidos

 La crisis de Lehman Brothers se llevó por delante todas mis empresas

 Cuando selecciono personal, siempre busco perfiles mucho más potentes que el mío

 Acompañaba a las comisiones judiciales en los desahucios para abrir puertas

 El pago diario me permitía hacer frente a la economía doméstica

 Diseñé la primera «puerta antiokupas»

 Somos el brazo ejecutor de las cinco grandes compañías de seguridad en España

Fuimos pioneros en la implantación de la cerradura electrónica

No he tenido tiempo de tener miedo

 Por mi innata inquietud, me resultará imposible jubilarme

 En breve lanzaré la «Nespresso» de las cachimbas

 La mía será una jubilación emocional

 

Un afortunado que quiere contribuir a causas solidarias para construir un mundo mejor

 

Empecé a trabajar para pagar una multa de tráfico

La infancia que me tocó vivir fue la más feliz posible, en un entorno en el que podíamos jugar en la calle con mis amigos porque en Badia del Vallès, donde me crie, apenas circulaban coches. Nuestros juegos eran muy creativos y sociales, ya que podíamos inventarnos nuestras propias historias y, a diferencia de lo que ocurre hoy, no éramos cautivos de las pantallas ni esclavos de pautas prefabricadas. Nunca me gustó estudiar, y así se lo hice saber a mis padres cuando apenas tenía diez años. Mi intención era empezar a trabajar cuanto antes y, siendo niño, ya alimentaba la idea de crear mi propio negocio. Aunque en mi familia no existían precedentes emprendedores, sí recibí el influjo de mi padre, Manolo, electricista de profesión. Crecí entre cables, siempre estaba trasteando con ellos y reparando equipos electrónicos. Mi debut laboral tuvo lugar en la construcción durante un verano, en el que me vi obligado a trabajar para poder pagar una multa de tráfico por conducir, sin casco y sin licencia, la moto de un amigo por un camino de tierra. Solo tenía catorce años.

 

Mi madre hace arreglos de ropa a todos los vecinos del barrio

Si en mi familia no había precedentes emprendedores, sí puedo aludir al espíritu luchador que caracterizaba a mi madre. Y también, especialmente, a mis abuelos, Francisco y Concha, dos andaluces que se criaron en el campo y a quienes correspondió enfrentar una cruel posguerra en la que a duras penas podían comer mendrugos y «lo que fuera mezclado con agua», tal y como recordaba mi abuela, quien dio a luz alrededor de una decena de hijos y vio cómo muchos fallecían al nacer o a los pocos meses. Aunque mi abuelo era un auténtico patriarca, respetado y querido por todo el mundo por ser una excelente persona, quien lideraba la familia en aquella dificultosa etapa era ella. También a mi madre, Serafina, le correspondió trabajar en el campo, unas labores que abandonó al llegar a Catalunya. Sin embargo, siempre se ha mantenido activa y, próxima a cumplir los setenta, sigue atendiendo un pequeño taller de costura en casa y haciendo arreglos de ropa a todos los vecinos del barrio. Para ella, es una actividad perfecta para conservar la mente despejada y en funcionamiento.

 

De ayudante de mecánicos a responsable de control de calidad de los motores

Mi segundo trabajo llegaría a los quince para costearme el gimnasio al que tanto quería acudir y que mis padres no podían permitirse pagar. A cambio de hacer la instalación eléctrica del local, disfruté de año y medio como abonado y me entregaron un kimono. Al cumplir los dieciséis, entré oficialmente en el mercado laboral, inscribiéndome en el INEM y decidido a abandonar los estudios de FP que mis padres me obligaban a cursar. La primera entrevista a la que acudí fue para trabajar en Automatismos For, S.A., incorporándome como ayudante de los operarios que instalaban motores para puertas de garaje. Mi pericia eléctrica era el complemento perfecto para mis compañeros, que básicamente eran mecánicos. Fue una etapa muy fructífera, ya que aprendí a soldar y reparar cuadros electrónicos. Siempre he tenido facilidad para asimilar todo aquello relacionado con la electricidad, la mecánica o la electrónica. En un par de años ya había ascendido a oficial e, incluso, impartía formación al resto de instaladores. Me atrevía con todo y me sumergí en la reparación de motores, hasta tal punto que depositaron la confianza en mí como probador de estos ingenios y responsable del control de calidad.

 

En tres meses conseguí que se disparase la facturación en ventas

Invertí una decena de años en el grupo Alfa Torres, empresa que disponía de un gran equipo humano, liderada por Luis Sanz, un jefe que para mí siempre ha sido una referencia. En esa compañía prácticamente realicé todas las funciones, lo cual supuso un magnífico bagaje de cara a mi futuro como emprendedor. Sanz dirigía otras firmas, y una de ellas se estaba hundiendo. Le advertí de ello, porque la empresa contaba con tres comerciales y la facturación apenas llegaba a los tres mil euros mensuales. Me retó a probar suerte con ella, envite que asumí. Pedí prestado un pantalón y una camisa de vestir a un amigo, porque yo solo tenía prendas de batalla para el trabajo diario. Únicamente había lucido camisa en mi Primera Comunión. Con un aspecto impoluto, me lancé a la labor comercial. A los tres meses, ya era jefe de departamento, tras haber multiplicado la facturación.

 

Vendía tantas puertas que busqué otros talleres que diesen soporte a los pedidos

La labor comercial me abrió muchas oportunidades, ya que la venta de motores me permitía relacionarme con muchas personas. Recorría toda Catalunya, a razón de tres mil kilómetros por semana, con un Seat Panda que tuve que adaptar para poder transportar motores. Invertía casi todas las horas de mi vida en ese coche equipado con unos precarios asientos de tela y tubo que me destrozaron el coxis. La actividad se me daba bien y me propusieron compatibilizar la venta de motores con la venta de puertas. Vendí tantas puertas que nuestro taller no podía atender los pedidos. Para cumplir mi compromiso con los clientes, busqué fabricantes alternativos para satisfacer la demanda, pero eran tiempos complejos por el boom de la construcción. Así, en el año 2000, fundé mi primera empresa dedicada a la fabricación de puertas: Bunker Puertas y Automatismos. En tres años, la compañía ya contaba con un equipo de medio centenar de personas.

 

La crisis de Lehman Brothers se llevó por delante todas mis empresas

El espíritu emprendedor eclosionó de repente, ya que en los años inmediatos empecé a crear nuevas compañías en varios sectores: una inmobiliaria, una empresa textil, otra de carpintería de aluminio, una pequeña constructora de viviendas, una cerrajería especialista en obras, una firma de creación de páginas web… Cada una tenía su propio capitán al frente, profesionales que conocían esos negocios, muchos de los cuales me resultaban ajenos. Cuando estalló la crisis de Lehman Brothers, todas mis empresas fueron barridas. La primera de ellas, Bunker Puertas y Automatismos, que en tres meses pasó de facturar una buena cantidad a desaparecer. El resto se extinguió durante el año siguiente. Fue una sacudida importante, la mayor de mi vida, porque las grandes constructoras dejaron de pagar y nos quedamos sin liquidez. Reflexioné, y me dije que la vida continuaba, que debía reinventarme y ponerme en marcha de nuevo.

 

Cuando selecciono personal, siempre busco perfiles mucho más potentes que el mío

Abrí un nuevo local e irrumpí en un nuevo sector: los ascensores. Un amigo me había propuesto desarrollar una estructura para este tipo de aparatos. Aunque se trataba de un entorno absolutamente desconocido para mí, acepté el desafío y, un mes más tarde, había inventado una estructura para ascensores. Fue una solución revolucionaria, ya que se instalaba en solo dos días, cuando tradicionalmente se necesitaba un mes para ello. Consistía en una estructura autoportante que se construía sobre sí misma y no precisaba soldadura porque utilizaba tornillos. Fue una innovación muy bien acogida, y durante un par de años me permitió salir adelante económicamente, porque en 2011 se extinguieron los fondos destinados a subvencionar la instalación de ese tipo de equipamientos. Era momento de buscar nuevas salidas profesionales, así que me introduje en el complejo mundo del acero inoxidable, fabricando barandillas o premarcos para las ventanas. Para superar mi ignorancia en aquel terreno, consulté vídeos en YouTube. A base de muchos visionados, me convertí en un especialista en acero inoxidable, ya que aprendí a soldar con técnicas diferentes, a pulir… Por otro lado, la relación que mantenía con profesionales de varios talleres me permitía profundizar en aquellos conocimientos. Siempre me ha gustado rodearme de gente mucho mejor que yo y, cuando selecciono personal para mi equipo humano, busco perfiles mucho más potentes que el mío, consciente de que soy un gran ignorante en muchas facetas. No he estudiado, pero sé sacar partido de lo poco que sé y sé a quién recurrir para superar determinados obstáculos.

 

Acompañaba a las comisiones judiciales en los desahucios para abrir puertas

Tras la etapa dedicada a los ascensores, me vi en una situación bastante comprometida. La construcción se había detenido definitivamente y los encargos en acero inoxidable proporcionaban escasos ingresos. Tanto es así que, en ocasiones, me vi obligado a abandonar la furgoneta en una cuneta por no poder repostar. Fue entonces cuando mi gran amigo Jaime me habló de un señor de Barcelona que se encargaba de vaciar las viviendas tras los lanzamientos de desahucio. Me puso en contacto con él después de proponerme que me encargara de abrir las puertas de aquellos pisos en las tomas de posesión por parte los bancos. Eran propiedades embargadas, cuyos moradores no habían podido hacer frente a la hipoteca y que, en algunos casos, habían abandonado. Yo había fundado una empresa que fabricaba puertas, pero no sabía abrir cerraduras. Durante tres meses estuve viendo vídeos en YouTube, en lo que se convirtió en un máster en apertura de puertas y cajas. Fue así que, en 2012, con el objetivo de conseguir ingresos para la economía familiar, me vi en la tesitura de acompañar a las comisiones judiciales en los desahucios con el cometido de abrir las puertas de las viviendas afectadas.

 

El pago diario me permitía hacer frente a la economía doméstica

Mi cometido consistía en acompañar a la comisión judicial, compuesta por un juez y el representante del banco, abrir la puerta para que entrasen y cambiar la cerradura. La ventaja de esa actividad era el pago diario, que me permitía hacer frente a la maltrecha economía doméstica. Se abrían muchísimas puertas, entre treinta y cuarenta cada día en Barcelona. Me levantaba a las cinco de la mañana y era una labor continua. Por la tarde, solíamos dedicarnos a los acuerdos amistosos, en los que existía negociación entre los moradores y los bancos sin la intervención del juzgado, pero también se procedía a cambiar la cerradura. En esas circunstancias, abrir puertas resultaba una tarea incómoda e, incluso, desagradable. En alguna ocasión me encontré con alguna situación dramática de personas que seguían residiendo en su interior porque no tenían adónde ir. En esos casos, opté por cerrar la puerta, ordenarles que buscaran a otro cerrajero y me marché. No quería ser cómplice de un episodio que yo también estaba expuesto a sufrir, pues me hallaba en el disparadero. Tiempo atrás ya había perdido un piso y no atravesaba el mejor momento de mi vida. De no haber sido por la adversa coyuntura, difícilmente me habría prestado a esa labor. Sin embargo, los bancos eran los únicos que nos pagaban en ese momento, una época en la que proliferaba mucho caradura que pícaramente acudía al concurso de acreedores y donde, en el entorno de la construcción, el setenta por cien de las empresas eludía sus compromisos de pago.

 

Diseñé la primera «puerta antiokupas»

Aquella accidental experiencia como cerrajero me permitió detectar una interesante necesidad en el mercado. Cuando acudíamos a la toma de posesión de la vivienda o la nave, para evitar que el inmueble de nuevo fuera ocupado se procedía a sellar la puerta de entrada, tapiándola o colocando una chapa de hierro con clavos soldados. Aquello suponía un problema para el mantenimiento, así que diseñé junto a mi amigo Jose Luis Ortiz la primera «puerta antiokupas» aprovechando nuestra experiencia en aperturas y fabricación de puertas. El invento tuvo una buena acogida en el mercado y, tras un inicio titubeante, actualmente disponemos de una considerable demanda. Fundada en 2013, STM (Soluciones Técnicas del Metal) constituye la empresa matriz del grupo y cuenta con un equipo humano de ciento setenta profesionales directos más doscientos cincuenta externos.

 

Somos el brazo ejecutor de las cinco grandes compañías de seguridad en España

Ese equipo profesional es el responsable del despegue de las cinco grandes compañías de seguridad en España, ya que trabajamos para todas ellas. Somos su brazo ejecutor y los responsables de la instalación de cuatrocientas alarmas diarias. Tenemos la capacidad de dar respuesta a la demanda de sus clientes, instalando una puerta y una alarma de seguridad en tan solo dos horas en cualquier punto de nuestra geografía. No solo se trata del producto, sino de la ágil respuesta en el servicio que ofrecemos, lo cual les ha permitido introducirse en un nuevo y lucrativo nicho de negocio.

 

Fuimos pioneros en la implantación de la cerradura electrónica

Tras el éxito de STM, fundé una nueva empresa, una facultad que es fruto de la atención hacia el entorno, de saber analizarlo y reflexionar. Con las múltiples puertas que estábamos comercializando pude constatar que muchos clientes acusaban graves problemas con las llaves, porque las perdían, necesitaban copias, etc. Así pues, en 2016 decidí, junto a mi amigo Norman Sánchez, crear Watchman Door, S.L., una compañía que une ingeniería y tecnología y que consiguió desarrollar la primera cerradura electrónica del mundo. Así es posible controlar el acceso a un determinado edificio mediante el teléfono móvil, prescindiendo de las llaves tradicionales y garantizando una mayor seguridad. En Japón, el setenta por cien de las puertas funcionan con este tipo de cerraduras. Al año siguiente, en 2017, lanzábamos al mercado la primera «puerta antiokupas» con cerradura electrónica.

 

No he tenido tiempo de tener miedo

Con el paso del tiempo, el fenómeno «okupa» se ha ido degradando hasta convertirse, en la mayoría de los casos, en una actividad criminal orientada a robar y vender lo que hallan en su interior. También es habitual utilizar las viviendas ocupadas para acoger plantaciones de marihuana, destinadas a ser narcopisos o para ejercer la prostitución. A lo largo de mi experiencia he vivido situaciones muy duras, en especial cuando empezamos a implantar las primeras «puertas antiokupas». Los inicios fueron en Madrid, porque por aquel entonces en Barcelona no se instalaban puertas de ese tipo. Sobre todo, actuaban en el Ensanche de Vallecas, un barrio extremadamente complicado. Acudíamos con la policía, a veces con unidades antidisturbios. Recuerdo un capítulo desagradable con un yonqui que quería aprovecharse de la situación y, cuando los agentes ya se habían marchado y yo estaba montando la puerta, pretendía robar en el domicilio. Pese a todo, no he tenido ocasión de tener miedo. Tiempo atrás ya me había enfrentado a extorsionadores gigantes que me exigían pagos que no podía satisfacer, de modo que difícilmente podía amedrentarme aquel toxicómano.

 

Por mi innata inquietud, me resultará imposible jubilarme

El pasado año decidí vender una importante participación de STM a un fondo de inversión. Por contrato, me mantengo vinculado con la compañía hasta el año que viene, momento en el que me limitaré a prestar apoyos puntuales sin la obligación que hoy supone alcanzar ciertos objetivos. Será una suerte de jubilación que me permitirá dedicarme al resto de empresas y, sobre todo, poder pensar en nuevos proyectos. Por mi innata inquietud, sé que me será imposible jubilarme, ya que siempre tengo proyectos en mente y me surgen nuevas ideas que deseo impulsar. Ahora mismo, mi pensamiento es poner en marcha nuevas empresas, hacerlas crecer y, una vez consolidadas, venderlas para crear otras firmas, en una rueda constante. En la actualidad, tengo negocios en los ámbitos de la construcción, la seguridad, las energías renovables… Todos ellos vinculados al ámbito tecnológico, salvo la división de hostelería, en la que me introduje este mismo año con la adquisición de tres restaurantes que, a causa de la pandemia, habían cerrado. Los compré a un precio muchísimo más económico que hace un par de años. Los he adecentado y los he reabierto con el objetivo de venderlos en un futuro no muy lejano, ya que mi objetivo actual es orientar mis esfuerzos a proyectos del ámbito de la tecnología.

 

En breve lanzaré la «Nespresso» de las cachimbas

Mi proyecto inmediato será revolucionario. Responde a un nicho de mercado que detecté recientemente, tras comprobar que la prohibición de fumar se ha ido extendiendo pero que, en determinados locales, se sigue utilizando la cachimba. Esto me ha llevado a diseñar una cachimba electrónica que funcionará con cápsulas con distintos aromas. Para su funcionamiento, prescindirá del carboncito y del tabaco que se usan en las versiones tradicionales, ya que solo necesitará vapor de agua y las cápsulas. De esta manera, eliminamos sustancias tóxicas y evitamos posibles incendios derivados de la caída accidental de un carboncito al sofá. No es la única innovación, ya que la cachimba, equipada con una pila de litio y unos quemadores, se regulará con el teléfono móvil. A ello hay que añadir una estética espectacular, acorde con lo que desean los habituales usuarios de este tipo de aparatos. Hemos incorporado unas luces y emite mucho humo, una de las sensaciones más apreciadas por los consumidores de cachimbas. Lanzaremos cinco modelos diferentes que suministraremos gratis, ya que el negocio no radica en el aparato sino en las cápsulas, que se pedirán a través del teléfono móvil, gracias al cual el usuario también podrá conocer el estado de la cachimba, la carga de la batería, etc.

 

La mía será una jubilación emocional

Tanto en mi faceta personal como profesional, mi esposa Nuria es un pilar fundamental. En ella encuentro el apoyo necesario para poner en marcha todas las ideas que acuden a mi mente. Nuria ha trabajado conmigo hasta febrero de 2020, fecha en que se jubiló. Era la jefa de Administración y asumía la selección de personal de la compañía, con toda la responsabilidad que suponía para una firma con un equipo humano tan extenso. Junto a mis tres hijas ―Nadia, de veintiún años; María, de dieciocho; y Berta, de once―, ella es lo más importante de mi vida. Compartimos muchos proyectos conjuntos y, en el futuro, aunque pueda seguir creando empresas, al no afrontar las mismas obligaciones y compromisos que ahora, sé que podré dedicarle más tiempo. Pese a todo, ella sabe que la mía será una jubilación emocional, que no permaneceré sentado en un banco para dar de comer a las palomas. Valoro muchísimo que siempre me haya aceptado tal y como soy y que haya sido tan comprensiva con mis inquietudes.

 

Un afortunado que quiere contribuir a causas solidarias para construir un mundo mejor

En el futuro, tengo el propósito de promover un proyecto solidario encaminado a ayudar a personas vulnerables o colaborar con entidades con fines sociales. Por la mente me ronda un invento que debería facilitar la vida a la gente con menos recursos y que, una vez se concrete, quiero donar de manera altruista; no solo entre la población de nuestro entorno inmediato, sino también de África. Creo que estamos en deuda con ellos, ya que, si podemos permitirnos determinados privilegios, en buena parte es por haber sustraído recursos del Tercer Mundo. Además, estoy preparando otra iniciativa orientada a la protección de los océanos y el ecosistema marino para contribuir a la preservación de las especies. La idea es prestar mi contribución personal a la sociedad. La suerte me ha sonreído y creo que la mejor manera de agradecerlo es destinando una parte, económica y de tiempo, a construir un mundo mejor.