Dr. Juan Juliá Igual
Fotografia cedida
Pròleg, TH, 4t-5è VOLUM. El crac del 2008. La crisis que cambió el mundo.

Dr. Juan Juliá Igual

Rector de la Universitat Politècnica de València

Texto del 06/02/2013

“Hay que impulsar la economía productiva como fuente de riqueza”

“La eficiencia y la competitividad están estrechamente ligadas a la I+D+i, por lo que las universidades tienen un papel destacado en el bienestar socioeconómico de la población”

Obras como la presente son imprescindibles porque representan una radiografía del tejido empresarial español tras el crac del 2008; una instantánea en la que cabe destacar por ejemplo la relevancia de nuestra industria agroalimentaria, puntera en el mundo, que además no ha destruido empleo y ha mantenido resultados.

No obstante, a pesar de su trascendencia económica, la I+D+i en este ámbito continúa siendo deficitaria, fundamentalmente por las dimensiones de nuestro entramado productivo, que reducen nuestra capacidad de internacionalización. Con todo, debemos valorar la audacia de corporaciones como García Carrión o Mercadona, ejemplos de crecimiento en tiempos de recesión: la primera ha sabido diversificar y adaptar a las necesidades del consumidor su producción y cooperar con las grandes cadenas de distribución alimentaria; la segunda se ha convertido en la superficie alimentaria más importante del país potenciando las marcas propias mediante la cooperación con industrias agroalimentarias. De hecho, en distinción a su labor en el sector de la distribución, también su liderazgo y mecenazgo empresarial –ha invertido recientemente 4 millones para apoyar a los nuevos emprendedores–, nuestra universidad nombró en 2007 doctor honoris causa a don Juan Roig, su propietario y líder.

Una parte esencial de mi labor como catedrático de Economía Agraria primero, como vicerrector después, y como rector desde 2005, ha sido fomentar la I+D+i en nuestro tejido productivo y empresarial en las industrias agroalimentarias españolas. Nuestra universidad es uno de los centros con más tradición en estudios agroalimentarios, por lo que se llevan a cabo múltiples investigaciones en áreas tan dispares como producción o biotecnología, colaborando con empresas líderes del sector como Anecoop o Martí Navarro.

La crisis, que ha puesto de manifiesto nuestro déficit competitivo y que se está intentando atajar inútilmente mediante la pérdida de poder adquisitivo de la población en vez de incrementando la productividad, es la consecuencia de una pérdida de valores generalizada, que ha auspiciado la corrupción y el enriquecimiento a través de la especulación. La debacle económica nos ha situado en nuestras coordenadas económicas e internacionales reales, lo que nos ha de conducir a la reflexión y a la conclusión de que debemos impulsar la economía productiva como fuente de riqueza y de que la eficiencia y la competitividad están estrechamente ligadas a la I+D+i, por lo que las universidades tienen un papel destacado en el bienestar socioeconómico de la población.

Esta transformación ética y socioeconómica debe empezar desde el sistema educativo, auspiciando y reforzando la formación profesional para acabar con la lacra que supone que el 30% de nuestros jóvenes ni estudie ni trabaje. También hay que ajustar la oferta y el mapa de titulaciones universitarias para adaptarse a las demandas del mercado laboral y no derrochar recursos públicos, pero valorando que nuestro número de universitarios es ligeramente inferior al de la media de países de la OCD, que la proporción de universidades por número de habitantes es menor (hay una universidad cada 580.000 ciudadanos frente al modelo inglés, con una cada 250.000, o el norteamericano, con una cada 94.000) y que la ratio, de unos 15.000 alumnos por universidad, es adecuada.