JUAN TORROBA MOLINA
JUAN TORROBA MOLINA
TH, 3r VOLUM. El estado de derecho después de 1978

JUAN TORROBA MOLINA. TORROBA-DÍAZ ABOGADOS

Texto del 12/11/2008 .
Fotografía: Juan Torroba.

Se define como un abogado en estado puro, con dedicación abnegada al ejercicio profesional. Por ello, afirma sentirse recompensando con el mero reconocimiento personal de quienes depositaron en él su confianza. Juan Torroba considera que la Constitución está desfasada en algunos aspectos; es asimismo crítico con el bipartidismo imperante y sostiene que las minorías son en la actualidad un adorno para justificar un pluralismo inexistente. Un referéndum sobre la monarquía le parece deseable.

Toda actividad humana se relaciona con el Derecho

Ejerzo sin descanso desde 1986. Mis caballos de batalla son y han sido siempre mi despacho, los tribunales, las personas y muchos abogados a los que he tenido el honor de transmitir mis conocimientos e incluso de defender profesionalmente. Me dedico a casi todas las ramas del Derecho, a excepción de la fiscal y la laboral, aunque en la inmensa mayoría de ocasiones he actuado en el marco de la responsabilidad civil en todos sus órdenes y, sobre todo, en el derivado de actuaciones profesionales en el ejercicio de la abogacía, la medicina, la arquitectura o las que se producen en el ámbito del arrendamiento de servicios. Suelo decir que no existe actividad humana que no esté sujeta a responsabilidad por inocua que pueda parecer, así que mis conocimientos deben alcanzar ramas del Derecho en las que, si bien no actúo de forma directa, sí lo hacen aquellos a quienes defiendo.

 

Noches en vela escuchando Radio España Independiente

Empecé a diferenciar entre las dos Españas cuando salí del colegio católico y cursé el COU en un instituto público. Allí, la gente celebró el fallecimiento del Caudillo con auténtico jolgorio. Los libros volaban por los aires, los estudiantes salían a la calle. Sin embargo, las personas de mi ámbito anterior lo lamentaron: fue impactante. También, recuerdo haber pasado noches en vela escuchando Radio España Independiente, más conocida como La Pirenaica. Empecé a darme cuenta de que había otra visión del país, que me costaba creer porque había sido imbuido en el pensamiento único. Sin embargo, poco a poco empecé a darme cuenta de que existía una alternativa válida.

 

El pueblo quería dejar atrás las sombras del franquismo

Afortunadamente, todos los partidos hicieron concesiones y se produjo una búsqueda forzada de consenso que no por ello fue menos productiva. La sociedad española tenía mucho miedo y se temía una vuelta atrás cada vez que surgía el menor conflicto. A mi juicio, la capacidad de aguante del pueblo, a pesar de las diversas presiones que recibía constantemente, fue de lo más meritoria. Sin su apoyo y sus ganas de salir de las sombras del franquismo, nada se hubiera conseguido. Hace poco leí un estudio del CIS realizado en 2007 sobre la calidad de la democracia en el que se afirmaba que un 48’5% de los españoles no había leído ni un solo artículo de la Constitución, un 38% sólo alguno, y, pese a ello, un 79,8% prefería la democracia a cualquier otra forma de gobierno. Esto me hace pensar que lo que el español ha querido siempre es vivir en paz pero participando de forma representativa en las decisiones de Estado.

 

Nuestra Constitución es “fantástica” en las dos acepciones de la palabra

La necesidad de consenso que vivimos durante la Transición sigue persiguiéndonos, como un lastre, de manera que la Constitución parece intocable y se está quedando obsoleta. En general, la idea es no modificarla si no hay un total acuerdo, argumento que sólo ralentiza la revisión de los artículos más desfasados del texto. Por poner un ejemplo, ni siquiera se nombran cuáles son las comunidades autónomas. Además, ¿cómo queremos que una señora en su trabajo tenga los mismos derechos que un hombre cuando ni la misma Reina los tiene? La Constitución es fantástica, pero en las dos acepciones de la palabra; esto es, se trata de un texto sensacional en cuanto al momento en el que se hizo y a cómo se hizo, pero también es fantástica porque hay que imaginar mucho para entenderla correctamente, pues se presta a múltiples interpretaciones. Es, en definitiva, una Carta Magna demasiado ambigua que deja contento a todo el mundo pero que hace surgir el conflicto cada vez que ha de aplicarse o desarrollar su contenido. Hoy día, más que hablar de derechos y libertades, necesitamos verlos y palparlos.

 

Recuperar la división de poderes y reformar el Senado

¿Dónde está la división de poderes? ¿Por qué el poder ejecutivo interfiere en el legislativo y el judicial? ¿Por qué la política se inmiscuye en la elección de los miembros de los máximos órganos de la Justicia? Es un escándalo que hay que corregir ya. Además, el país sigue dividido en dos partidos fundamentales, quedando sólo los restos para las minorías. Si se reformara el Senado como Cámara de representación territorial podría eliminarse el bipartidismo.

 

El bipartidismo consagra el pensamiento único

La tendencia a dar de baja leyes legisladas por el partido contrario crea una inseguridad jurídica enorme. Y con ello surge nuevamente el problema del bipartidismo; en tanto que siempre se alternen los mismos partidos en el poder y no se deje lugar para las minorías, que acaban siendo sólo un adorno para justificar un pluralismo inexistente, prevalecerá el pensamiento único; claro ejemplo de ello lo tenemos en la legislación relativa a la enseñanza en centros docentes.

 

Incontinencia legislativa

Hoy en día se legisla muy mal. Existe, tal y como lo llaman los doctrinarios del Derecho, una incontinencia legislativa con la que se intentan corregir errores y adaptarse a situaciones no previstas. En el mundo del Derecho empieza a fallar de forma preocupante el sistema: la abogacía se ha complicado mucho. Cuando empecé a ejercer sabía que toda la normativa estaba recogida en tres tomos; ahora, en cambio, debemos recurrir al BOE, los códigos quedan obsoletos de un año para otro y algunos profesionales ganan juicios gracias a la torpeza del abogado contrario, quien no ha comprobado si la norma que consultó seguía vigente.

 

Posible manipulación política de la realidad

El político actual parece haber optado por una forma de gobernar errónea, basada en las prioridades que señalan los medios de comunicación. Incluso cabe la sospecha de que exista una importante manipulación política que condicione las noticias de actualidad, esto es, que, al salir a la luz un escándalo, el Ejecutivo provoque otra noticia en un punto distinto para desviar la atención de la opinión pública.

 

No se ha conseguido una aproximación efectiva al ciudadano

Se han arbitrado los mecanismos básicos necesarios para acercar la Administración al ciudadano pero no se ha conseguido una aproximación efectiva, quedando la transferencia de competencias a las autonomías y el reparto de atribuciones como algo meramente figurativo. Lo cierto es que el ciudadano sigue encontrándose con el mismo muro, aunque más cercano. Lo que antes se decía Madrid, ahora se dice con igual contundencia Málaga o Barcelona. Quizá ha conseguido una mayor celeridad en la gestión de sus trámites, pero ha sido un acercamiento más material que espiritual porque no ha logrado celeridad en la solución de sus problemas.

 

De la impunidad al exceso de reivindicaciones

Hay causas sin la menor consistencia y, lo que es peor, el juez las admite a trámite, aunque después se acaben archivando sin juicio. Hemos pasado de la etapa de la impunidad a otra excesivamente reivindicativa. Así, si a una persona no le ha salido bien el juicio y considera que la culpa la tiene su abogado, puede llegar a demandarlo. E incluso puede revestir la conducta de su letrado de un tinte criminal. Es decir, no sólo lo puede demandar civilmente porque no ha ganado el juicio, sino que además puede llegar a afirmar que ha cometido una deslealtad profesional, tipificada en el Código Penal. He defendido a muchos abogados y a otros profesionales, casi siempre con éxito porque, afortunadamente, en la mayoría de los casos estas reclamaciones eran inconsistentes.

 

Gran labor de los jueces frente a la escasez de medios y el trabajo abrumador

En general, no tengo queja hacia los jueces, sobre todo teniendo en cuenta los pocos medios de que disponen y el volumen excesivo de trabajo al que tienen que enfrentarse. En realidad, cumplen su función muy bien; por fortuna, la judicatura española tiene un elevado nivel, que va en aumento.

 

Se abusa de la demanda médica

Cuando alguien sufre un importante daño corporal, generalmente le queda alguna secuela, eso es inevitable. Pero existe la creencia errónea de que la curación significa volver al estado anterior al mal que uno padecía. Y lo peor de todo no es que el paciente piense así sino que cuando el asunto llega al juzgado es porque algún asesor también ha apoyado y aun incentivado tal creencia. Por otro lado, hay que saber distinguir entre la medicina curativa y la puramente estética. Por ejemplo, cuando alguien le dice al médico que le ponga el ombligo en un punto exacto y no lo consigue, se puede afirmar que el profesional ha cometido un error, pero cuando le dice al médico que le cure el hígado, el facultativo hará lo que pueda porque cuando esa persona llegó a su consulta ya tenía el hígado mal.

El pueblo debería elegir a su máximo representante

España es más juancarlista que monárquica. Personalmente, me gustaría que los ciudadanos españoles se pudieran pronunciar algún día a favor o en contra de la monarquía. Todo lo que se somete a consulta popular me parece correcto; en cambio, no veo lógico que el pueblo no pueda elegir a su máximo representante cuando, como proclama la Constitución, no es sino en el pueblo donde reside la soberanía nacional.