Texto del 31/05/04,
Fotografía cedida por el Ayuntamiento de Logroño
En algunas ciudades el buen hacer de su alcalde y el acierto de su gestión son evidentes, porque ciertos cambios en la fisonomía urbana, como el incremento de las zonas verdes o la construcción de equipamientos provechosos, no se pueden ocultar, siendo reconocidos por propios y extraños. Un caso así se está dando en Logroño, y quizás tenga algo que ver la condición de urbanista de Julio Revuelta, pero también el auge económico de la ciudad y la región, la habilidad de sus instancias políticas y socioeconómicas y el deseo de progreso de sus ciudadanos.
Un arquitecto en la alcaldía
Entré en política de la mano del actual consejero de sanidad del gobierno de La Rioja, Pedro Soto, aunque también reconozco la influencia del antiguo presidente de la comunidad autónoma Joaquín Espert. Ambos me dieron el impulso definitivo para comprometerme no sólo en un proyecto político sino incluso en una lista electoral. Ingresé en el Ayuntamiento en 1991, y tras cuatro años en la oposición pasé a formar parte del equipo de gobierno municipal, fui teniente de alcalde y desde el 2000 asumí la alcaldía, cargo que renové en las últimas elecciones. Procedo del campo profesional de la arquitectura, concretamente mi especialidad es el urbanismo. Aunque no somos muchos los alcaldes surgidos de ese ámbito profesional, ni es imprescindible para desempeñar el cargo tener un contacto previo con la arquitectura, qué duda cabe que supone un bagaje muy útil para acometer planes de renovación de cascos históricos, cuestiones de tráfico y movilidad, superación de barreras arquitectónicas, política de vivienda y un sinfín de asuntos en los que dicha formación personal ayuda bastante.
Logroño ha alcanzado la condición de “Gran Ciudad”
Al tomar posesión de la alcaldía en medio de un mandato electoral, quise llevar adelante el trabajo en equipo iniciado por el grupo municipal, así que en gran medida mi gestión fue continuista, pero también es cierto que uno asume un cargo nuevo porque tiene algo que aportar a ese cargo, si no no tendría sentido el relevo, de modo que pronto pusimos en marcha nuevos retos y un par de proyectos que consideraba fundamentales para la ciudad. Pensaba que hasta entonces Logroño había ido creciendo al margen de sus elementos naturales, de espaldas al río Ebro que la atraviesa, y era conveniente convertir ese entorno natural en el eje articulador del nuevo urbanismo, en la argamasa que unificase el crecimiento de la ciudad. Este proyecto personal hoy es prácticamente una realidad, merced a la transformación de sus riberas en parque urbano y al nuevo puente que diseñó el prestigioso arquitecto Javier Manterola. Otro proyecto iniciado entonces y felizmente finalizado con éxito ha sido la inclusión de Logroño en la Ley de Modernización de las Administraciones Locales. Ni por población ni por tamaño parecía en principio que ciudades como Logroño pudieran aspirar a la categoría legal de “Gran Ciudad”, pero yo entendía que por su rango institucional y como capital de comunidad autónoma merecía beneficiarse de los privilegios que otorga dicha ley, y así ha sido.
“La Rioja”, una denominación de origen
Desde siempre la mayor riqueza natural de La Rioja ha sido el vino. A diferencia de otras regiones que exportan sus materias primas, hemos conseguido que las bodegas vitivinícolas se instalen en la zona, por lo tanto todo el proceso de transformación de la vid, elaboración del vino con denominación de origen calificada, embotellado, distribución y comercialización se realiza en nuestra comunidad autónoma. Junto a esta poderosa industria vitivinícola contamos en La Rioja con una industria conservera de primera magnitud y una pujante industria del calzado. Hemos sabido amarrar las industrias tradicionales a la vez que ofrecer nuestra situación geográfica próxima al País Vasco, Aragón y Castilla, así como nuestras excelentes vías de comunicación, para atraer a nuevas industrias punteras. En respuesta a esa demanda el Ayuntamiento de Logroño ha construido nuevos polígonos industriales, el último hace tres años, y el resultado ha sido tan bueno que ya no nos quedan plazas libres. Por eso pensamos ampliar en breve nuestra oferta de suelo industrial en alrededor de cinco millones de metros cuadrados destinados a usos diversos, desde polígonos poco urbanizados para industrias que necesitan mucho terreno hasta parques tecnológicos de última generación y centros de negocios. Trabajamos a favor del desarrollo industrial de Logroño en colaboración estrecha con la Federación de Empresarios y la Cámara de Comercio, así como también suscribimos convenios puntuales con la Administración central y con la universidad.
Los Ayuntamientos no sólo pueden sino que deben hacer política de empleo
Soy de los que creen que, independientemente de que sea una competencia legal de las autonomías, los Ayuntamientos no sólo pueden, sino que deben hacer política de empleo. Los entes locales debemos reclamar más competencias en materia de empleo para desarrollar políticas activas, pero mientras llegan esos traspasos, el fomento del empleo por la vía de la inversión es algo fundamental. Crear polígonos industriales, firmar convenios con instituciones públicas y privadas, quizás vincular más los aspectos formativos con los programas de inserción laboral, etc. Existen multitud de propuestas y de ámbitos en los que podemos aportar mucho, y es un reto que los Ayuntamientos tenemos que asumir con gran ímpetu. Estamos trabajando sobre todo con jóvenes emprendedores en todos los campos, ayudándoles a encontrar su primer empleo, encaminándoles en la vida laboral, dando salida a sus expectativas, y estamos obteniendo resultados magníficos.
Logroño sorprende al visitante
Quien no conoce la ciudad ni la región y se acerca a Logroño espera encontrarse de entrada con una ciudad más “provinciana”, anclada en los valores tradicionales, con unas ofertas de ocio restringidas, una gastronomía singular y poco más. En nuestro caso, ese tópico es rigurosamente falso. Creo que nuestro mayor valor turístico es la sorpresa de descubrir una ciudad mucho más moderna y europea de lo habitual. Logroño ha sabido conservar esos valores tradicionales pero también combinarlos con un comercio de primera magnitud, renovar sus grandes espacios dotacionales, potenciar sus valores naturales y apostar por una arquitectura moderna. Hay muy pocas ciudades en España que dispongan de varios quilómetros de parques urbanos donde disfrutar de la naturaleza. La recuperación de la ribera del río Ebro se une a una política global —fruto de una inquietud personal— de sustitución del hormigón en los espacios públicos por zonas verdes y jardines, parterres o arenales para que jueguen los niños. Hemos pasado de ser una de las ciudades con menos metros cuadrados de zona verde por habitante a ser en este momento de las que más tenemos. Creo que la gente disfruta más con las flores que con el diseño de una farola. Inauguramos en 2003 un parque de 500 hectáreas a tres quilómetros del casco urbano —el mismo tamaño que la Casa de campo de Madrid— que cuenta, entre otras cosas, con un campo público de golf y completa la variada oferta de ocio en la ciudad. La programación cultural del Teatro municipal Bretón de los Herreros es de las mejores del país, y este equipamiento se complementa con la ultramoderna plaza de toros cubierta que permite acoger toda clase de eventos, no sólo taurinos sino también culturales en caso de necesitar un mayor aforo. Junto a la rehabilitación de edificios del casco antiguo hemos apostado por encargar la construcción de nuevos equipamientos a arquitectos de prestigio, como el nuevo puente sobre el Ebro o el Palacio de Congresos y auditorio que Su Majestad inauguró recientemente. Todo esto hace que la ciudad resulte más atractiva y sorprendente para el visitante habitual u ocasional.
Valores turísticos de una ciudad en alza
El legado del patrimonio monumental español se deterioró mucho durante los años 50, 60 y 70, afectando gravemente a los cascos históricos de las ciudades. Logroño no destaca por poseer edificios históricos singulares en el suyo —tan sólo cuenta en su catálogo artístico con varias iglesias antiguas, la Catedral de Santa María la Redonda y la residencia del general Espartero—, sino por la calidad de su conjunto, que hoy estamos rehabilitando, y por formar parte de la ruta del Camino de Santiago. La actual pujanza turística de la ruta jacobea representa un acicate para nuestros esfuerzos de restauración del casco histórico y para las excelentes posibilidades de desarrollo del sector. En los últimos seis años hemos doblado nuestra capacidad hotelera y creemos que, además del atractivo que posee de por sí la ciudad, nos favorece su situación geográfica. Apenas estamos a una hora de San Sebastián, Bilbao, Pamplona, Burgos, Zaragoza, Soria o Vitoria, centros urbanos de mayor renombre turístico que el nuestro y que se pueden visitar cómodamente desde aquí.
Logroño, ciudad de acogida
En términos generales, Logroño cada día está mejor preparada para el turismo, la industria, el comercio o cualquier otro proceso de actividad económica, como corresponde a un núcleo urbano en expansión. Su peso global en el total de la comunidad autónoma crece constantemente. La Rioja tiene 270.000 habitantes aproximadamente, y Logroño ronda los 140.000. Quizás en este momento la balanza demográfica de la región se inclina excesivamente a nuestro favor, por la importancia de las grandes ciudades como centros de producción. Pero esta situación es un tanto engañosa, pues en realidad nuestro crecimiento vegetativo es prácticamente nulo, y sólo aumentamos el número de habitantes por procesos de inmigración. Logroño crece aproximadamente 1.000 habitantes al año y en su práctica totalidad proceden del colectivo inmigrante, que pienso que escogen nuestra ciudad por las favorables condiciones de vida que les ofrece y por la buena acogida que reciben. Personalmente estoy muy satisfecho de la manera en que los logroñeses están acogiendo y conviviendo con ellos. En escasamente diez años hemos pasado de tener unos 2.000 a albergar casi 15.000 inmigrantes, es decir, un 10% de la población local. En los barrios donde su implantación ha sido más numerosa los vecinos han sabido aceptar muy bien su presencia de modo que me parece que somos hoy un buen ejemplo de convivencia mutua. Pero las cosas como son, no siempre ha sido fácil. No pretendo ocultar que ésta es una de las cuestiones que más me preocupan de cara al futuro, y considero que el nivel actual del 10% no debería superarse, para que esta buena relación que se ha establecido y estas buenas posibilidades de empleo que han encontrado no se quiebren. Podrían surgir graves problemas si llegasen más inmigrantes de los que somos capaces de absorber con nuestra capacidad residencial y nuestra política de empleo o de asistencia social.
Debemos tener fe en el nuevo sistema sanitario
Las competencias de sanidad llevan dos años escasos en manos del Gobierno de La Rioja, y al ser asumidas se inició una profunda transformación de nuestro modelo sanitario para poder alcanzar un estándar de calidad comparable con el de otras comunidades limítrofes. Estamos ahora en ese punto delicado de inflexión que hay que pasar para mejorar definitivamente y debemos ser conscientes de que costará cierto tiempo volver a la normalidad, debemos ser pacientes y tener fe en que el diseño de nuestro sistema sanitario —ahora mismo en ciernes— es el correcto. Se está construyendo un gran hospital de referencia, se están instalando en la ciudad clínicas privadas que complementen la oferta pública, y mientras tanto el Gobierno autónomo intenta establecer acuerdos con otras comunidades que ya tienen un sistema sanitario muy contrastado, como Navarra o Cantabria, para que cubran de momento las necesidades de nuestra población. Hay que ser optimistas de cara al futuro, y sobrellevar como buenamente podamos el actual déficit de atención.
La descentralización autonómica ha puesto de manifiesto el valor de lo pequeño
Desde que se convirtió en comunidad autónoma, La Rioja ha vivido, en primer lugar, un cambio cualitativo, de orgullo, de identidad. Éramos una región excesivamente perdida en la antigua Castilla la Vieja, con muy poquito peso y muy poquito renombre. En segundo lugar, creo que se ha sabido aprovechar las características peculiares de esta tierra, su riqueza natural y su potencial humano. La descentralización autonómica ha puesto de manifiesto el valor de lo pequeño. La capacidad de autogobierno, bien administrada, permite el desarrollo posterior que se ha producido haciendo las cosas bien, descentralizando los servicios adecuadamente, teniendo un rigor económico y sabiendo que el tamaño impide grandes fastos o proyectos faraónicos, pero sí que te concede posibilidades de autogestión muy importantes. Hemos sido capaces de poner en su justo valor y sacar un óptimo rendimiento de nuestra característica principal, que era ser pequeños y tener una gran cercanía con los ciudadanos. Hay que agradecer a Adolfo Suárez y a todos aquellos que desde las diversas formaciones políticas llevaron adelante el modelo de Estado autonómico la excelente situación de que goza hoy La Rioja. En términos estadísticos nuestra comunidad suele estar cada año entre las cinco primeras en los parámetros económicos de renta per cápita y renta disponible.
No veo necesario reformar los estatutos de autonomía
Analizando la situación de La Rioja no concibo necesario reformar los estatutos de autonomía. Desconozco si en otras comunidades algún asunto concreto aconseja emprender mejoras que promuevan o aseguren determinados niveles de desarrollo, pero hablando en general creo que las comunidades autónoma tienen en España un poder y unas competencias como no las tienen otras regiones europeas, y recelo de que con la fiebre reformista acabemos vaciando de contenido al Estado central. Lo primero que deben hacer los gobiernos autónomos es desarrollar adecuadamente las muchísimas competencias que ya tienen, y antes que seguir con sus reivindicaciones darse cuenta de que algunas de ellas las pueden ejercer mucho mejor los municipios. Soy partidario, pues, de paralizar nuevas transferencias del Estado a las autonomías y potenciar una descentralización desde las comunidades a los Ayuntamientos.
El Rey fue protagonista de la Transición
Con la perspectiva que otorga el tiempo, opino que el Rey representó una pieza absolutamente clave para que la Transición española tuviese éxito y haya sido el ejemplo que es hoy en todo el mundo. En este sentido considero que estamos claramente en deuda con Su Majestad. En los momentos más duros, como el golpe de Estado del 23-F, supo responder como todos estábamos esperando que lo hiciera. Con el Gobierno secuestrado en el Parlamento y una Junta de Subsecretarios al frente del país, los españoles creíamos que correspondía al Rey dar las órdenes oportunas e infundirnos confianza, como efectivamente sucedió.
Nuestro monarca ha sabido en todo momento jugar el papel institucional que le compete
Posteriormente, nuestro monarca ha sabido en todo momento jugar el papel institucional que le compete y respetar los gobiernos surgidos de las urnas y de la voluntad popular, dar las advertencias precisas cuando creo que hay que darlas, en sus discursos institucionales, pero también mantener la situación de equidistancia propia de una monarquía parlamentaria constitucional. Los españoles no queremos que se implique más en política, sería contraproducente. El Rey podrá tener y sin duda tiene sus propios pensamientos sobre cada cosa que ocurre, pero para que una figura sea integradora, aglutine las grandes expectativas de los españoles, concilie nuestras diversas ideologías políticas y sepa en cada instante tomar el pulso de la opinión popular es necesario que mantenga cierta distancia y no muestre un compromiso público especial con respecto a los asuntos de Estado. Eso no impide que en algunos temas capitales, como la defensa de los valores constitucionales, la unidad de España o la lucha antiterrorista, se pronuncie con la firmeza que ha mantenido desde siempre y que en estos casos le caracteriza.