María Lucía Caram Padilla
Fotografia cedida
11è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores, Pròleg

Sra. María Lucía Caram Padilla

Hermana de la Orden de las Dominicas

Texto del 10/04/2019

«No existe ninguna profesión que no pueda ser llevada a cabo por una mujer.»

Reconocer el talento, ponerlo en valor, ser capaces de descubrir el secreto que anima la vida de aquellas personas inquietas que no se conforman con lo mínimo y que siempre quieren lo más y mejor, es una tarea digna de reconocer, valorar y destacar.

Si este esfuerzo de mirada atenta al «talento», y en este caso al «talento de mujeres» comprometidas con la mejora del entorno y de la sociedad, lo agrupamos en unas páginas, y les damos voz, contamos con la garantía y el fundamento de que la humanidad, comenzando por nuestro país y nuestro entorno, tiene futuro y es imparable.

Auscultar el corazón y la vida que late en aquellas mujeres que hoy decimos «emprendedoras», dejarlas verbalizar sus historias de luchas, conquistas, fracasos, superaciones; sus sueños y sus utopías, que toman forma y se hacen realidad, es una fuente de riqueza, de felicidad y de gozo, que conducen a la paz y que generan preguntas que activan y actitudes que transforman.

En mis primeros años de teología, me llamaba la atención aquella palabra que utilizaban los hebreos para referirse a Yahveh: Dios era rahamim. El vocablo rahamim es el plural del sustantivo raham, que significa «seno materno», cuya traducción literal sería «entrañas maternales», poniendo de relieve el carácter «entrañable», «maternal» y «femenino».

Creo que este es el secreto de la fecundidad y de la fuerza, de la capacidad y de la genialidad de las mujeres, cuya constitución –cuerpo y mente; corazón y alma– está orientada a lo concreto, a lo eficaz, a lo humano, a lo que sirve, a lo que da vida y la da sin límites.

Sí, el amor y la fuerza entrañable de aquellas que dan vida, la nutren y la cuidan silenciosamente, sin reservas y con fuerza, es la que hace que se pongan en pie y que sean insobornables en las empresas que ponen en marcha, porque la gran empresa de sus vidas está tejida de humanidad, de retos y de compromiso.

La mujeres, las emprendedoras, las inquietas, son aquellas que viven la «compasión», que es la pasión compartida con las personas. Son las que saben escuchar y auscultar; descubrir aquello que no se ve a simple vista, y que intuyen por dónde está la vida y las oportunidades.

Es esta la clave y el secreto de por qué las mujeres emprendedoras tienen en sus manos la posibilidad de inaugurar nuevos tiempos; tiempos más humanos y humanizadores, que nos ayuden a vivir una vida plenamente humana, basada en la eficacia, el progreso, el rigor y el compromiso, pero vinculados esencialmente a los valores del corazón, de los sentimientos, de la autenticidad y de la vida que reclama ser vivida con dignidad, derechos y con la irrenunciable vocación de felicidad.

Àngel Font, hermano en la vocación dominicana, hace honor a la búsqueda de la verdad que anima en la Orden de Predicadores. Y en esta búsqueda, cuando uno la encuentra, debe compartirla y comunicarla, porque la verdad es de todos: todos tenemos una parte y una visión, y la suma hace que ésta resplandezca y se convierta en un bien colectivo.

Explicar la verdad de tantas mujeres, dejar que ellas la expliquen, la cuenten, la vivan, la contagien, es un servicio a la sociedad y una fuerza que nos hace renovar nuestra confianza en las personas, en el cambio y en un mundo de oportunidades para todos.