1r Tomo (empresarios). Biografias relevantes de nuestros empresarios

Martí Puignou García – General Manager de TIS Group

MARTÍ PUIGNOU GARCÍA

Mataró (Barcelona)

6 de febrero de 1963

General Manager de TIS Group

 

Posiblemente porque la vida lo enfrentó a varias dificultades y lo situó ante un escenario que lo condenó a empezar desde cero, este emprendedor es, por encima de todo, un solucionador de problemas. En el entorno textil brinda un servicio completo a las firmas del ramo, incluida una producción que, por propia convicción, observa los criterios más sostenibles. Una filosofía que casa con su concepto empresarial de futuro, comprometido con la generación de puestos de trabajo y de riqueza a largo plazo.

 

De mi abuelo paterno heredé no solo el nombre, sino también su espíritu emprendedor

 Trágica suerte de mi abuelo materno, fallecido en el campo de concentración de Mauthausen

 Nuestros padres, gracias a su esfuerzo, nos procuraron felicidad y libertad

 Terminé mis estudios en una época convulsa para el sector textil

 Orgulloso de ver cómo sigue en pie la chimenea que identificaba a Tintex

 Hubo conflictividad propiciada por cierta desconfianza hacia el empresariado

 El legado de mi padre fue una auténtica experiencia de vida

 Salimos adelante gracias a ofrecer nuestros propios diseños

 Son las personas quienes convierten a las empresas en exitosas

 La inspiración surge de lugares insospechados y de experiencias variadas

 El espíritu aventurero que acompaña mis iniciativas empresariales me ha llevado a tomar decisiones que, incluso a mí, me sorprenden

 No solo buscamos la rentabilidad inmediata, nuestra visión es a largo plazo y pensando en el bienestar de nuestros trabajadores

 En breve triplicaremos nuestra capacidad de producción en el nicho de prendas sostenibles

 Nos sentimos orgullosos de nuestra proximidad y políticas medioambientales

 Superar la barrera idiomática a base de constancia

 Marta, Bru y el mar

 

 

De mi abuelo paterno heredé no solo el nombre, sino también su espíritu emprendedor

La mía fue una infancia feliz, sin sobresaltos, marcada por el ambiente textil que me rodeaba en el Maresme que me vio nacer y que impregnaba nuestra esfera familiar. No en vano, mi abuelo paterno, de quien heredé el nombre, ya se había revelado como un pionero en el sector. Originario de l’Empordà, e hijo de unos humildes campesinos, era una persona enormemente emprendedora y singular, capaz de llevar a cabo los más insólitos proyectos, como la tintorería industrial que puso en marcha en Mataró. Aquella iniciativa reclamaba un generoso suministro de agua, lo cual le llevó a obsesionarse por conseguir el líquido para mantener en funcionamiento el negocio; hasta tal punto que adquirió un terreno en Argentona donde existía un pozo. Construyó una canalización, salvando todo tipo de obstáculos durante siete kilómetros, y obviando cualquier solicitud de permiso en una época en la que las autoridades no mostraban controles tan estrictos para este tipo de infraestructuras. Me marcó mucho el espíritu emprendedor de mi abuelo, quien también contribuyó a impulsar el velódromo de Mataró y no escatimó esfuerzos para que acudieran a él muchos famosos ciclistas del momento para participar en distintos critériums.

 

Trágica suerte de mi abuelo materno, fallecido en el campo de concentración de Mauthausen

Mi otro abuelo, Obdulio García Navarro, no corrió tanta suerte. Al finalizar la Guerra Civil, se exilió a Francia como tantos otros republicanos que huían de la represión franquista. En el país galo combatió junto a la resistencia francesa contra los nazis. Tras ser apresado por los alemanes, fue conducido al campo de concentración de Mauthausen-Gusen, donde sufrió las atrocidades que todo el mundo conoce y que tan bien reflejó Montserrat Roig en su libro Els catalans als camps nazis. Ahí se menciona a mi abuelo y queda constancia de su número de prisionero. Falleció a los ocho meses de haber llegado a aquel infierno donde coincidió con otros seis mil inocentes sentenciados a muerte. Aquella experiencia fue tremenda, y solo podemos confiar que la humanidad no repita ese trágico capítulo de nuestra historia.

 

Nuestros padres, gracias a su esfuerzo, nos procuraron felicidad y libertad

También mi padre, Joan, fue una persona influyente en mi trayectoria. Al igual que su progenitor, mostró un carácter emprendedor. Era ingeniero textil, formado en la Escuela de Canet, y en la estela del abuelo, que tenía una tintorería, impulsó dos fábricas del sector industrial con otros socios: la de Circulares Vipura y Puntipauta. Cuando se casó con nuestra madre, Consol, esta abandonó la tejeduría de Vilassar de Dalt en la que había empezado a trabajar en su juventud para dedicarse exclusivamente al hogar. Fruto de este matrimonio nacimos Imma, mi hermana mayor, y yo. Pese a llevarnos algo más de cuatro años, en nuestra infancia compartíamos muchos juegos. En especial nos gustaba emular el ambiente que se vivía en las películas del Oeste que veíamos en el cine o en televisión. Yo asumía el papel de vaquero, mientras que ella se ocupaba de nuestro rancho imaginario y se encargaba de curarme las supuestas heridas sufridas a manos de los indios. Recuerdo con mucho cariño aquella entrañable etapa infantil; unos años en los que, afortunadamente, no nos faltaba el afecto, la felicidad, la libertad y la educación que nos proporcionaban nuestros padres, como tampoco padecimos carencias materiales.

 

Terminé mis estudios en una época convulsa para el sector textil

La libertad que gocé en mi juventud tampoco se vio cercenada en mis aspiraciones estudiantiles. Pese a que en nuestro hogar se respiraba un clima intensamente textil, nunca me sentí empujado a orientar mi trayectoria académica hacia este sector. No niego, por supuesto, que esa influencia pudo determinar que acabara decantándome por dar continuidad a las industrias que habían levantado tanto mi abuelo como mi padre; lo que sí puedo asegurar es que, siendo joven, ya alimentaba el deseo de poner en marcha mis propios proyectos, como si mis ancestros me hubieran transmitido ese ADN emprendedor. Con esa absoluta capacidad de elección, decidí cursar Empresariales en Management School, un centro que en la actualidad ya no existe y que se hallaba en la calle Espinoi de Barcelona. Recibí formación en marketing, contabilidad, derecho civil, finanzas… pero lo que valoro en especial es la apertura de mente adquirida a través de esos estudios, que compaginé con el apoyo a la empresa familiar, donde muy pronto, a los veintitrés años, empecé a asumir responsabilidades. La culminación de mis estudios coincidió con la debacle del entramado textil que lideraba mi padre. Eran tiempos muy duros para este sector, pues la irrupción de alternativas más competitivas se llevó por delante muchas empresas de nuestro entorno, circunstancia que propició la desertización industrial en áreas como el Maresme o el Vallès, que históricamente se habían caracterizado por su vitalidad productiva. Al contexto general adverso se le sumaron decisiones erróneas que no solo provocaron la quiebra empresarial, sino que llevaron a mi familia a sacrificar la totalidad de su patrimonio.

 

Orgulloso de ver cómo sigue en pie la chimenea que identificaba a Tintex

Las vicisitudes empresariales empezaron a aflorar en 1987, pero fue en 1992, tras los Juegos Olímpicos y la crisis generalizada, que el grupo textil se desmoronó. Nada quedó de Vipura Textil, compañía cuya identidad respondía al acrónimo de los tres socios fundadores: Vilaseca, Puignou (mi padre) y Ramos. También asistimos a la defunción de Tintex, una tintorería industrial que se había convertido en una de las más importantes de España, pionera en lo que a tinte de poliéster a alta temperatura se refiere, donde estuve a cargo del comité de empresa. Aunque Tintex pasó a la historia, me enorgullece ver que la chimenea que identificaba a esa compañía sigue hoy en día en pie en la plaza de la Assemblea de Catalunya, cerca del Pla d’en Boet, como testimonio de la floreciente industria que en su día acogía la capital del Maresme. Por fortuna, y pese las presiones, este monumento se respetó, y en la actualidad constituye un potente icono del paisaje público de Mataró. Permite que algunos podamos recordar aquellos duros años y, al mismo tiempo, despertar el interés de las nuevas generaciones por ese importante capítulo que tantas personas escribieron con su esfuerzo.

 

Hubo conflictividad propiciada por cierta desconfianza hacia el empresariado

Lamentablemente, a finales de los ochenta proliferaba un sentimiento hostil hacia los empresarios. Era el resultado de las décadas de represión franquista a las que había sido sometida la clase obrera, lo cual provocó que, con el cambio de régimen, se activara la ley del péndulo, pasando de un extremo caracterizado por una obligada sumisión a una actitud de rebeldía, en la que algunos trabajadores veían en los empresarios a sus enemigos; a individuos sin escrúpulos que explotaban a personas con el lucro como único objetivo. Esas personas eran incapaces de valorar que al frente de las empresas había gente que ponía en riesgo su propio patrimonio para generar puestos de trabajo que contribuían a generar riqueza en su entorno inmediato. Imperaba un espíritu nocivo y beligerante, con un propósito más proclive a la denuncia y a la queja permanente que a aunar esfuerzos para alcanzar unos resultados que redundaran en el beneficio colectivo. Las indemnizaciones despertaban mayor interés que buscar la viabilidad de las compañías y garantizar, así, los puestos de trabajo.

 

El legado de mi padre fue una auténtica experiencia de vida

Hasta entonces, la vida nos había sonreído. De repente, sin embargo, mi familia se quedó sin nada. A pesar de que mi padre no me pudiera legar nada material, la debacle industrial sufrida en la familia actuó en mí como un resorte; porque, tal vez, de no haberme hallado en aquella situación desesperada, en la que me vi obligado a empezar desde cero, mi trayectoria profesional no habría sido la misma. Las vicisitudes vividas en el entorno familiar me curtieron de tal modo que aprendí qué es lo que deseaba rehuir y qué lo que debía buscar. Puedo afirmar que el legado de mi padre fue una auténtica experiencia de vida que me serviría en el futuro para manejarme debidamente como empresario. Fue así como me vi impelido a poner en pie mi primer negocio. Para ello, tomé como patrón la empresa de un cliente de nuestra tintorería. Se trataba de un caballero que, desde un pequeño despacho situado en la calle Bruc de Barcelona, con apenas un par de teléfonos, gestionaba un volumen impresionante de mercancía textil. Ese ejemplo encajaba con una de las máximas empresariales con las que en ese momento comulgaba: «Comprarás, venderás y nunca fabricarás». Poco sospechaba entonces que algún día traicionaría esa filosofía con la que me estrené como emprendedor.

 

Salimos adelante gracias a ofrecer nuestros propios diseños

Nunca olvidaré que, para empezar con el negocio, conté con el apoyo del Banc Sabadell, que me prestó un millón de las antiguas pesetas. Los estudios cursados en Management School me habían servido, entre otras cosas, para relacionarme óptimamente con mis interlocutores. Quizá eso contribuyó a que estableciera una estrecha relación con el director de la agencia bancaria. La verdad es que he seguido trabajando con el Banc Sabadell aún ahora después de treinta años. Yo tenía la firme confianza de que el proyecto saldría adelante Con ese capital, inicié mi andadura comerciando con tejidos, aunque ofreciendo un plus adicional a la actividad, ya que mi cometido residía en comprar hilaturas y fabricar para terceros, pero con diseños propios. Esos diseños eran fruto de la inspiración conseguida a través de visitas a tiendas, asistir a desfiles de moda, lectura de revistas de tendencias… No se trataba de copiar, sino de desarrollar versiones y mejorar lo existente.

 

 

Son las personas quienes convierten a las empresas en exitosas

Desde 1993, cuando fundé la compañía, y durante veinticinco años, diseñar y fabricar para terceros han sido mis labores principales. A los tres años, el 80 % de la facturación procedía ya del exterior. Soy de la opinión de que la creatividad es una virtud muy importante a nivel empresarial; incluso para tejer unas óptimas relaciones personales. No podemos olvidar que, por mucho que una compañía cuente con maquinaria de última generación, son las personas quienes la convierten en exitosa. La tecnología de vanguardia te puede ayudar a conseguir un mejor producto, pero con un equipo pésimo no vas a ninguna parte. La capacidad de interactuar con los clientes es más importante que los títulos que puedas atesorar e, incluso, que la brillantez que puedas exhibir en una determinada faceta.

 

La inspiración surge de lugares insospechados y de experiencias variadas

Mi actividad me ha llevado a viajar por todo el mundo, acudiendo a ferias profesionales, a visitar clientes en múltiples países, etc. Toda experiencia ha sido aprovechable como fuente para llevar a cabo nuevos diseños, desde los paisajes que podía contemplar mientras me desplazaba, hasta los inputs derivados de las entrevistas mantenidas con mis interlocutores. Lo que veían mis ojos, pero también lo que captaban mis otros sentidos, se traducía después en tres muestrarios: el de verano, el de invierno y el de fiesta. El de la moda es un mundo que constantemente necesita renovación y aporte de ideas frescas, adaptadas a unas determinadas tendencias de consumo. Con esa inspiración, conformábamos una colección, que podía reunir medio centenar de referencias. De esas cincuenta, acostumbrábamos a efectuar una selección, en función de la respuesta que obteníamos entre la clientela, y reducíamos definitivamente a unas veinte las que lanzábamos a la venta. A esas tres colecciones le añadía tejidos de refresco con los que, mensualmente, procuraba dinamizar el mercado. Un grafiti que veía por la calle, el papel pintado de una pared o, incluso, el apretón de manos mantenido con un cliente podían ser una potente fuente de inspiración para dar con un diseño que, posteriormente, lograba una buena aceptación en el mercado.

 

El espíritu aventurero que acompaña mis iniciativas empresariales me ha llevado a tomar decisiones que, incluso a mí, me sorprenden

Hace unos años, me propuse organizar una exposición en Colombia. Allá entendí que los tejidos que diseñábamos tal vez eran excesivamente vanguardistas para el mercado de Latinoamérica. Sin embargo, conversando con unos visitantes de Estados Unidos que observaban el estand de nuestra empresa, me dijeron que los tejidos que confeccionábamos serían ideales para el mercado de Los Ángeles. Como siempre había pensado que tenía que vender en América del Norte, a partir de esa conversación decidí, previa solicitud de admisión, montar un estand en una feria textil muy importante en Las Vegas, donde acudieron muchos clientes potenciales residentes en California. El espíritu aventurero que acompaña mis iniciativas empresariales me ha llevado a tomar decisiones que, incluso a mí, me sorprenden, ya que, finalizada la exposición, alquilé un coche y me dirigí a la ciudad de Los Ángeles en busca de algunos de esos contactos que había conocido. Varias reuniones y posteriores viajes después, viendo que de este modo podría ofrecer un servicio adecuado al requerido, llegué a la conclusión de que debía empezar la aventura de establecer una empresa propia en esa ciudad.

 

No solo buscamos la rentabilidad inmediata, nuestra visión es a largo plazo y pensando en el bienestar de nuestros trabajadores

En un momento determinado, decidí dar un impulso a la compañía, con una ampliación de naves, compra de maquinaria, una sala de muestras para nuevos desarrollos… Vendíamos millones de metros de ropa a clientes de gran envergadura. Los márgenes de beneficio y el entorno estaban cambiando, con lo que el negocio reclamaba inversiones para garantizar su futuro y el de los puestos de trabajo. Para ello, necesitaba apoyo financiero, de forma que di entrada a un fondo de inversión. Habíamos estado convirtiendo aquello en un laboratorio textil impresionante, algo que atrajo fuertemente a los compradores, pero, aunque inicialmente consideramos necesaria la presencia de un fondo para facilitarnos el trabajo a nivel de márgenes y competencia, la fórmula se reveló errónea al cabo de un año. Como empresario de una pyme textil, me resultaba muy difícil congeniar con unos individuos que no sabían ver más allá de estadísticas plasmadas en documentos de Excel o de presentaciones en PowerPoint, y que solo buscaban la rentabilidad inmediata. Aquello no casaba con una empresa familiar y unipersonal con unas miras a largo plazo, pensando en poder seguir proporcionando empleo a nuestros trabajadores durante mucho tiempo en un entorno armonioso y con un salario y unas condiciones dignos. De este modo, en 2017 decidí venderles la mayor parte de la empresa, Qualitat Tècnica Tèxtil y Qtt Portugal, permaneciendo yo como director general, pero más adelante, a mitades de 2018, les recompré las delegaciones de Italia y Estados Unidos.

 

En breve triplicaremos nuestra capacidad de producción en el nicho de prendas sostenibles

En la actualidad, actuamos como una pequeña multinacional, constituyendo la venta de tejidos nuestra actividad principal. Contamos con un almacén y sala de showroom en Los Ángeles (Estados Unidos), otro almacén cerca de Florencia (Italia) y una nave en Portugal, donde establecimos una tintorería industrial. Seguimos vendiendo el producto heredado de la antigua Qtt. Paralelamente, en un garaje de mi propiedad en Mataró, al estilo de las start-ups de Silicon Valley, instalamos nuestros nuevos headquarters y desarrollamos en el laboratorio de I+D+i una fórmula para obtener unos tintes naturales y sólidos con una paleta de más de sesenta colores, llamada Eyand (Ecologic yarn and natural dye), que es la base de nuestra planta portuguesa. Ahora estamos ampliando las instalaciones y, al mismo tiempo, ultimando un proyecto revolucionario, basado en la recuperación de prendas obsoletas. Hoy en día producimos veinte mil prendas semanales, básicamente camisetas fabricadas con algodón orgánico o reciclado y otras fibras naturales, como el cáñamo o el lino. Por lo tanto, la empresa ahora está bien diversificada en tres grandes líneas de productos: venta contra stock de tejidos, venta full package de prendas sostenibles ―elaboradas en nuestra fábrica― y venta de full package de prendas, siempre elaboradas con fibras naturales pero teñidas siguiendo el procedimiento tradicional, para el cliente que así lo requiera. En breve triplicaremos nuestra capacidad de producción, aunque nuestro propósito no es competir en volumen sino en el nicho de prendas sostenibles, donde nos proponemos verticalizar el negocio, con el objetivo de proporcionar al cliente un servicio prácticamente integral: confección, tinte, estampado, acabado de la prenda, empaquetado…

 

Nos sentimos orgullosos de nuestra proximidad y políticas medioambientales

Si hemos acudido a Portugal para desarrollar esta división, es porque ahí se mantiene todavía una estructura industrial textil que nos permite apoyarnos en proveedores de proximidad, lo cual también encaja con el concepto de sostenibilidad. En esa materia también estamos realizando importantes esfuerzos, con la incorporación de placas solares en la planta portuguesa y la implementación de un sistema de recuperación de las aguas residuales. Al margen de disponer de las certificaciones correspondientes, actuamos así por propia convicción. Ahora bien, las pymes como la nuestra podemos sentirnos orgullosas de nuestra autenticidad en cuanto a proximidad y políticas medioambientales genuinas, mientras se permite que algunas grandes corporaciones, que se jactan de acciones supuestamente respetuosas con la naturaleza, después acudan a la otra punta del planeta para producir ingentes volúmenes de tejido en condiciones inadmisibles. Es una grave realidad a la que tendrían que prestar atención los responsables políticos, para plantear una reindustrialización de Europa y evitar así seguir tan supeditados a Asia y al sector de los servicios.

 

Superar la barrera idiomática a base de constancia

Prácticamente todos nuestros clientes son internacionales, pues en España apenas contamos con dos indirectos. Ello ha comportado que haya tenido que desempeñarme en distintos idiomas. En italiano y en francés me he manejado sin problemas, mientras que en inglés he tenido que apoyarme durante bastante tiempo en traductores. Consciente del freno que esto suponía, porque en ocasiones el intérprete no resultaba tan directo como hubiera sido deseable, decidí poner remedio a este hándicap y, con cincuenta y seis años, aprovechando una larga estancia en Los Ángeles, me matriculé en una academia para adquirir soltura en inglés. Cada tarde, de seis a diez, acudía a clase, sin faltar un solo día. Ello comportó que me entregaran el diploma Best Student de segundo nivel, ni que fuera por compasión o por constancia. Lo importante es que ahora puedo utilizar la lengua de Shakespeare y comunicarme mucho mejor que antes.

 

Marta, Bru y el mar

A esa determinación por aprender inglés contribuyó mi hijo, Bru, quien lo domina a la perfección gracias a que, entre los catorce y los dieciséis años, estuvo estudiando en Inglaterra. Ahora, próximo a cumplir los dieciocho, está cursando el Bachillerato Internacional y se propone estudiar un BBA en ese idioma en una escuela de negocios. Todo apunta a que también quiere orientar su carrera hacia el mundo empresarial. Debido a mis compromisos profesionales, y a mis constantes viajes, procuro compartir con él los fines de semana y todo el tiempo posible. Igualmente, con mi esposa Marta, que tanto significa para mí y que tanta comprensión ha demostrado ante mi actividad, pues con un showroom en París, un despacho en Shanghái, una empresa en Turquía, los almacenes de Los Ángeles y Florencia, no he estado en casa tanto como hubiera sido deseable. Fue una suerte hallarla y compartir estos veinticuatro años que llevamos ya de feliz matrimonio. Con ella hemos disfrutado cuanto hemos podido de todos esos placeres que nos brinda la vida, incluida la vela, a la que soy aficionado. Con mi velero hemos recorrido todo el Mediterráneo, además de participar en algunas regatas. Porque ahí, en el mar, también encuentro la inspiración necesaria para mi profesión: la que todo empresario necesita para la acertada toma de decisiones.