Mercedes Quintillà Brescó
Fotografia cedida
11è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Mercedes Quintillà Brescó

Licenciada en Medicina y Cirugía, máster en Medicina Estética y Envejecimiento, fundadora y directora de L’Atelier d’Estètica y asesora

Texto del 03/10/2018

Esculturización, remodelación, prevención, reparación y restauración: esta es la filosofía y las premisas principales que brinda en su consulta esta contrastada doctora especialista en medicina estética, siempre a la vanguardia de las técnicas médico-estéticas y de la aparatología de última generación para ofrecer las soluciones más adecuadas y personalizadas a cada paciente. Su abanico de tratamientos se caracteriza por años de estudios y de investigación, por la experiencia en el manejo de las técnicas, la calidad en los materiales, la honestidad en el asesoramiento y la privacidad en el trato, todo lo cual invita a depositar la confianza en sus hábiles manos. De carácter creativo, inquieto y sensible, es amante de las artes y devota de su familia.

 

El rojo de Caperucita se trasladó a la pared del salón de casa de mis padres

Mi primer recuerdo de la infancia es un capítulo teñido de rojo. Se remonta a cuando apenas tendría tres años, una época muy feliz en la que mis abuelos me regalaban frecuentemente cuentos infantiles: Blancanieves y los siete enanitos, La ratita presumida, La bella durmiente, Caperucita Roja… Unos clásicos que despertaban mi imaginación y estimulaban mi creatividad. La historia que más me fascinaba era la de Caperucita Roja, y probablemente por esa razón un día me sumergí tanto en ese personaje que cogí mis pinturas y empecé a reproducir el cuento. Como las láminas de mi cuaderno de pintura se me quedaban pequeñas para dibujar, decidí pintar el cuento en una de las paredes del salón de nuestro hogar, en Lleida. Cuando mis padres se asomaron a la pieza, descubrieron con asombro un paño de pared totalmente embadurnado de rojo. De nada sirvió que justificara que «Caperucita ha ido a ver a la abuelita», pues aquel rojo plasmado en la pared en poco tiempo fue el color que adquirieron mi rostro y alguna zona más de mi anatomía, pues mi padre me puso sobre sus rodillas y me ayudó a recordar que las paredes no se utilizan para pintar.

Aprendí a coser gracias a mi abuela Josefina

Estoy convencida de que, si la historia de Caperucita Roja era mi preferida, en buena parte se debía a mi identificación con un personaje que iba a visitar a su abuela; porque en mis primeros años de vida una figura familiar relevante fue mi abuela materna, Josefina, quien cuidó especialmente de mí en esa etapa. Fue ella quien me asomó a aquellos maravillosos cuentos y alimentó, no solo mi afición por la lectura, sino también mi creatividad. Persona entrañable y mujer de extraordinaria sensibilidad, me descubrió la belleza de la música, en especial el «Ave María» de Schubert, que siempre me ha acompañado y servido de inspiración, de emoción y de calma en muchas horas de mi vida. Además, me ayudó a estimular mi imaginación para crear lo que podemos generar con nuestras manos y con apenas un ovillo de lana y unos botones. Explotaba su excelente habilidad manual practicando el encaje de bolillos, el ganchillo y disciplinas análogas. También demostró un sabio tacto buscando aplacar mi innata hiperactividad introduciéndome en la práctica de la costura. Y es que fue mi abuela quien, a corta edad, me enseñó a coser, con una máquina Singer que funcionaba con un pedal y que todavía conservo en Lleida. Su hogar se convirtió en una pequeña factoría de la que emergían todo tipo de gorros y vestidos para mis muñecos.

Olfato y memoria van de la mano

Mi abuela había nacido en Vilanova de Meià. Cuando acababa el curso escolar, me trasladaba a ese pequeño pueblo de la Noguera, ubicado entre Tremp y Artesa de Segre. Ahí experimentaba un gran sentimiento de libertad, pues además de disfrutar cosiendo, me deleitaba saliendo en bicicleta, nadando en los lagos y torrentes y de excursión con mi abuelo para ir a buscar fósiles, recoger setas o recolectar moras con las que después confeccionábamos collares. No había tiempo para el aburrimiento para una niña inquieta como yo, «la saltimbanqui». Intentaban combatir mi habitual delgadez con sabrosas coques de recapte, cocas de anís o panes de payés cuyo especial horneado los convertía en extraordinarios. Pero solo conseguían que creciera en estatura y estimular mi interés por todo aquello que me rodeaba. Y una de las actividades que más despertó mi creatividad fueron los ramos de lavanda. Me encantaba acudir al campo con mi abuela a recolectar esas aromáticas flores para, posteriormente, trenzarlas con hilo de raso de color rosa y violeta para decorar botellas y cestos. O rellenábamos saquitos que introducíamos en los armarios para aromatizar su interior y que las prendas adquirieran ese entrañable olor de lavanda que tanto identifica mi infancia y que devino el aroma de mi vida. Resulta sorprendente cómo los olores pueden llegar a impregnar tanto la memoria y evocar ciertos recuerdos. En este sentido, recuerdo que uno de los libros que me cautivó de manera especial fue El perfume, de Patrick Süskind, novela en la que se daba fe de la capacidad de los aromas para impactar en la mente.

El color y el olor de la lavanda se han incorporado a mi trabajo y a mi vida

Las manualidades con lavanda que compartíamos con mi abuela Josefina marcaron mi vida. Tanto es así, que en mi consulta la lavanda goza de un fuerte protagonismo. Al margen de que muchas de las flores que decoran las salas pertenecen a esa especie, el logotipo que identifica L’Atelier d’Estètica se inspira en esa flor, al igual que el color corporativo es el violeta característico del espliego. Tanto el color como la imagen de esa planta me trasladan a esa época vital en la que me sentía tan libre como Heidi, paseando por los campos sin preocupación alguna y disfrutando del contacto con la naturaleza. Incluso me permitían tener en casa conejitos o algún corderito recién nacido. Si el rojo de Caperucita resultó singular en mis primeros años, el lila vinculado a la lavanda quedó impregnado en mi imaginación y mi personalidad. Es posible incluso que este color acabara incorporándose a mi genética, pues resulta muy curioso que mi hija, Clàudia, rechazara cualquier chupete que no fuera lila. Lo intentamos con modelos de otros colores de manera infructuosa: Clàudia solo aceptaba los violáceos.

Recuerdos familiares

Mi familia paterna era diametralmente distinta a la materna. Mi padre, Agustín, había nacido en Camporrells (Huesca), en el seno de una familia conservadora. Mi abuela paterna respondía al perfil clásico de mujer aragonesa que gustaba de cantar jotas y acudía con regularidad a misa con peineta. En la saga de los Quintillà proliferaban los curas, las monjas, los militares… Entre las amistades de la familia se hallaba don Ricardo, un almirante de la marina que en ocasiones había venido a casa. Era un hombre peculiar, de quien recuerdo que me invitaba a sentarme en sus rodillas y a presionarle el vientre con fuerza para que emitiera un sonido muy similar al de la sirena de un barco. Yo disfrutaba con aquella ocurrencia, que parecía impropia de un militar de tan alto rango. Otra persona vinculada a la familia paterna, y con quien mantuve cierta relación durante la infancia, fue mossèn Josep Maria Quintillà, canciller general del obispado de Lleida y que era mi tío abuelo. Junto a mi padre, acudíamos a menudo al palacio episcopal a visitarlo y muchos domingos nos reuníamos los tres para tomar el aperitivo que solía consistir en gambas. Este mismo sacerdote que me había bautizado sería quien años más tarde oficiaría mi matrimonio.

Virgen de los Dolores en las procesiones de Semana Santa

Otro de los grandes amigos de mi padre era el rector de Nuestra Señora de los Dolores de Lleida, parroquia sita en la calle Cavallers y que albergaba una de las cofradías más importantes de Semana Santa. Dado que mi padre era cofrade, durante mi infancia participaba en las típicas procesiones que se celebraban en la ciudad ataviada en alguna ocasión como la Virgen Dolorosa. Recuerdo esa experiencia como algo emocionante y el cierto temor que sentía al verme rodeada de encapuchados a los que solo se les veían los ojos. Las vinculaciones familiares con la Iglesia me llevaban a participar de distintas manifestaciones religiosas, como por ejemplo la confección de alfombras florales con ocasión del Corpus Christi. Esas experiencias se complementaban con las que vivía con el arco familiar materno y la diferencia de perspectivas entre ambas raíces ha resultado a posteriori muy enriquecedora para mí. Esos recuerdos de mi infancia han sido siempre agridulces debido al fallecimiento de mi padre, que sobrevino de manera prematura cuando yo solo contaba catorce años. Enfermo de diabetes, y poco proclive a observar los cuidados necesarios debido a su enfermedad, un infarto fulminante acabó con su vida mientras trabajaba en su despacho.

Tras el deceso de mi progenitor, nos distanciamos de esa rama de la familia

Mi padre ejerció como industrial de la construcción en Lleida, donde lideraba una empresa de material de fraguados de hormigón. Era una persona excepcional en el diseño de componentes para esa actividad, e incluso había llegado a patentar un sistema con el que lograba que el hormigón fraguara más rápido, lo que permitía un proceso de fabricación de tubos que entrañaba menos peligro que el tradicional, en el que se trabajaba con las piezas verticales y con el riesgo de que cayeran. Ignoro el nombre de su compañía y qué ocurrió con esas patentes de las que me había hablado en distintas ocasiones. También, por razones que desconozco, la experiencia empresarial no tuvo un final feliz y mi padre decidió proseguir su carrera en una empresa cementera, en Vilafranca del Penedès, circunstancia que nos llevó a trasladarnos a la capital vitivinícola. Fue ahí donde hallaría la muerte años más tarde en mi plena adolescencia y en una fecha muy cercana a la Navidad. Pero tras el deceso de mi progenitor, nuestros viajes a Aragón fueron disminuyendo y el contacto con su familia y su entorno se volvió esporádico, salvo con algunos primos que conservo en Lleida, pero nunca olvidaré la casa de mis abuelos paternos con aquellas enormes camas de dosel y una chimenea inmensa donde mi hermano y yo cabíamos de pie, ni a mi padre bailando el ball de bastons.

Recuerdos de las aventuras de Don Quijote en boca de mi padre

Mi padre, piloto aficionado, apasionado de las avionetas y del vuelo sin motor con planeadores, había confeccionado maquetas de aeronaves que le permitían dar rienda suelta no solo a volar sino a diseñar y pintar unos deliciosos aviones hechos a mano. Sigo conservando con todo mi cariño su carnet de piloto con una foto entrañable de mi padre en su juventud. Sin duda, era una persona muy especial y, si bien antes he aludido a cómo me puso en sus rodillas para recordarme que no debía volver a «decorar» el salón, quiero hacer referencia asimismo a cómo también me había sentado muchas veces en sus rodillas para escuchar las aventuras de Don Quijote, frente a una edición con muchas ilustraciones y en la que ponía especial énfasis en aquel episodio en el que el hidalgo se enfrentaba a los molinos de viento a los que confundía con temibles gigantes.

En mi escuela se observaba una férrea disciplina

Inicié mi escolaridad en el colegio Lestonnac de Lleida. Mi madre, Mercedes, estudió en otra congregación religiosa y siempre me explica su ilusión de que hubiera estudiado en el mismo internado donde ella pasó sus años de estudiante, pero la proximidad de nuestro hogar con el Lestonnac, al que podía acudir a pie, resultó determinante. La disciplina en el colegio era estricta, y debíamos lucir un uniforme impoluto. Recuerdo el escudo de plata identificativo del colegio de la Compañía de María y la falda siempre un dedo por debajo de la rodilla, el pelo recogido y el nombre de la clase, que en mi caso era Edelweiss, flor que ha tenido y tiene un especial significado y cariño para mí. La señorita Milagros velaba por el estricto cumplimiento de las normas. Bajo su tutela se hallaban el protocolo y los buenos modales, y se responsabilizaba de enseñarnos cómo teníamos que comportarnos en la mesa o cómo debíamos entrar en la iglesia para asistir a misa, además, por supuesto, de controlar que observábamos una conducta adecuada en cualquier ocasión.

Mi madre: mi mejor ayuda, mi mejor aliada, mi mejor soporte

Al trasladarnos a Vilafranca del Penedès, proseguí mi escolaridad en el Colegio Vedruna, de las monjas carmelitas. En el inicio de mi adolescencia, los profesores detectaron que era una chica excesivamente inquieta, con toda probabilidad actualmente me habrían diagnosticado como hiperactiva y con déficit de atención, pero en ese momento no se estilaban estos conceptos. Aun así, y tras comprobar que ni tan solo situándome en primera fila del aula lograban que variara mi comportamiento y me prestara a concentrarme, a los trece años decidieron someterme a un test. El resultado fue devastador para mí, ya que el resultado fue que no tenía remedio, que tenía grandes cualidades paras las manualidades pero que carecía de capacidad para cursar estudios superiores porque era imposible que me concentrara en los estudios y en las tareas escolares. Afortunadamente, contaba con mi mejor aliada: mi madre Mercedes, que siempre estuvo y ha estado a mi lado, y por su condición de docente y su formación académica, pudo ayudarme a combatir y rebatir esos resultados. Consciente, no obstante, de que era un torbellino inquieto, quiso contrastar su opinión con un familiar cercano, el doctor Oromí, jefe de Medicina Preventiva del Hospital Clínic y del Hospital de Bellvitge. «La conozco desde que nació y no me creo que no sea capaz de estudiar», manifestó el doctor, quien tiempo después me resultaría de gran ayuda en mi etapa académica universitaria.

Premio a la lectora del año

Uno de los aspectos que más alarmaba a los profesores es que podía estar en el pupitre con tres libros abiertos a la vez: uno de pintura, otro de química y una novela de Agatha Christie, pero cuando me preguntaban acerca de lo que estaban explicando en clase, parecía que era capaz de demostrar que seguía el hilo de las explicaciones. Y es que la lectura siempre me ha acompañado en la vida. Recuerdo que cuando salía de la escuela solía ir a la biblioteca que La Caixa tiene en Vilafranca. Invertí allí tanto tiempo y solicité tantos libros en préstamo que me otorgaron el premio a la lectora del año. Tendría poco más de catorce años cuando me obsequiaron con una cartilla de ahorro con mil pesetas para corresponder esa fidelidad con la lectura. Y es que devoraba todo lo que caía en mis manos: desde las novelas de Enid Blyton a las de Agatha Christie pasando por las de Hermann Hesse, Pablo Neruda, y en especial Oráculo manual y arte de la prudencia de Baltasar Gracián, porque fue un regalo de mi abuela.

Pasión por el arte que han heredado mis hijos, Ferran y Clàudia

También los libros de arte me cautivaban. Rafael, Miguel Ángel, Caravaggio, Botticelli, Leonardo da Vinci, Renoir, Degas y un sinfín de pintores de todos los estilos que me mantenían extasiada ante sus excepcionales creaciones. Tanto llegaron a fascinarme y a impactarme que, cuando tiempo más tarde me examiné de Historia del Arte, mossèn Ràfols, el profesor, quedó tan sorprendido de los conocimientos atesorados, que incluso me realizó un examen oral. Aún recuerdo su cara de asombro por los detalles que podía darle de las láminas: «Es imposible que lo sepas»… Siempre me digo a mí misma que he tenido la suerte de tener una buena memoria cuando algo despierta realmente mi interés. Si el espliego debió de incorporarse en mi genética, es un orgullo para mí que mi fascinación por las artes haya calado hondo también en mis hijos, Clàudia y Ferran, ya que desde pequeños me han acompañado a visitar museos y exposiciones de arte.

Hice realidad mi sueño de estudiar Medicina

Una vez superado el COU, me propuse estudiar Medicina, aunque al principio no fue fácil convencer a mi familia. Desde niña había alimentado ese deseo y, entre mis juegos, se encontraba el cuidar animalitos, incluidas las ranas a las que luego disecaba como me habían enseñado en el colegio. Así, no es de extrañar que cuando llegué a la Facultad de Medicina mis asignaturas preferidas fueran las vinculadas a anatomía y ciencias quirúrgicas. Algunas asignaturas más teóricas y menos visuales me resultaban más complicadas. Especialmente espesa me resultaba la Bioquímica, asignatura que llegué a suspender más de una vez y que se convirtió en mi principal pesadilla. Fue entonces cuando el doctor Oromí acudió en mi ayuda y logré superar aquel escollo y continuar adelante con la carrera.

Recuerdos de mi etapa universitaria

Durante mi etapa universitaria, me alojé unos años en un Colegio Mayor de la avenida Tibidabo; un edificio precioso que quedaba algo apartado del centro de la ciudad y que tenía como único transporte el entrañable Tramvia Blau y del que guardo recuerdos estupendos de estudio y de amistad. El inicio de la carrera coincidió con un momento en el que se iniciaron las obras de reforma en el Hospital Clínic, que necesitaba una modernización de las aulas. Recuerdo con especial cariño las clases de Anatomía en el Paraninfo de la Universidad, un aula extraordinaria y de gran belleza. Posteriormente, fuimos derivados a anexos de las facultades de Farmacia y Biología, si bien teníamos que acudir a la de Medicina para acceder a la osteoteca y a los laboratorios o para realizar disecciones. A partir de cuarto curso fuimos destinados de vuelta a la Facultad de Medicina y, debido a que no habían terminado las reformas de las instalaciones, ocupamos un aula en el sótano, situada al lado de la morgue y junto a la capilla. En quinto, efectuábamos rotaciones según las especialidades y acudíamos a la Clínica Sant Jordi para Cardiología; a la Maternitat, para los partos; o al Sagrat Cor, para Quirúrgicas. En sexto ya pudimos acceder a las aulas remodeladas y acabé la carrera con el emotivo juramento hipocrático.

Mi familia: mi mayor prioridad

Y llegó mi propia familia, aquella que siempre soñé tener y a la que dediqué mi tiempo y toda mi ilusión. El deseo de ser madre siempre fue innato en mí. La visión de un bebé recién nacido ha despertado siempre mis sentimientos más tiernos. Qué decir de cuando tuve en mis brazos a mis hijos Clàudia y Ferran por primera vez. No tengo palabras para expresar los sentimientos que despertaron en mí: los recuerdos dulces se amontonan en mi corazón y en mi mente hasta hacerme llorar. Meriendas por la tarde en el Turó Park, las carpas del estanque, la llegada de Toffe, saltar sobre las olas… Al mismo tiempo, seguía estudiando; siempre me interesó el comportamiento alimentario, así que compaginé mi faceta de cocinillas y la elaboración de los menús diarios con la escritura de mi tesina acerca de los neurotransmisores del apetito. Carlos, que en aquel entonces era mi marido y padre de mis hijos, entendiendo y comprendiendo mi interés y vocación, me hizo un inestimable regalo, un máster en Medicina Estética que me permitió retomar mis estudios y, con el tiempo, mi profesión y mi gran pasión. Siempre le estaré agradecida por la gran ayuda que supuso para mí: su apoyo me permitió cumplir otro de mis grandes sueños.

Esculturización, remodelación, prevención,  reparación y restauración: filosofía y medicina estética

Fui sumando a mi currículum distinta formación técnica y específica que me facultó para especializarme en medicina estética: máster en Medicina Estética y Antienvejecimiento; diploma en Bases Clínicas en Medicina y Cirugía Cosmética; diploma en Dermofarmacia y Dermocosmética; diploma en Nutrición, Obesidad y Dietética; o diploma acreditativo de Capacitación en Medicina Cosmética y Estética. Empecé a ejercer muy lentamente para poder dedicarles tiempo y espacio a mi familia y a mis hijos, y durante un tiempo fui compaginando mi trabajo como colaboradora en diferentes centros, uno de los cuales y durante cinco años fue el Club Iradier. En el año 2007 decidí fundar mi propia consulta: L’Atelier d’Estètica. La denominación resultó controvertida, pues había opiniones de que el nombre no era adecuado y denotaba cierta frivolidad, como si se aludiera a un taller de reparaciones. Bien… Eso es lo que yo quise y quiero transmitir a las personas que me consultan y que deciden confiar en mí, y entiendo que hace referencia a las soluciones que me gusta ofrecer: remodelar, prevenir, restaurar y reparar para poder ofrecer la mejor versión de uno mismo.

En qué consiste L’Atelier d’Estètica: técnicas

Siempre resulta mejor prevenir que restaurar y para ello soy experta en un amplio abanico de tratamientos médico-estéticos tanto faciales como corporales como bótox, inductores de colágeno, ácidos hialurónicos, suturas, hilos, peelings… que, combinados con aparatología de última generación, me permite efectuar reparaciones faciales y esculturizar siluetas sin necesidad de hospitalización. Cuando alguien acude a la consulta, le aconsejo acerca de los posibles tratamientos para conseguir un resultado óptimo global facial y corporal y le informo de lo que está a nuestro alcance o de lo que tal vez requiera su paso por el quirófano. En el centro, por ejemplo, podemos realizar una blefaroplastia no quirúrgica que consiste en retirar un exceso de piel de los párpados, mediante el plasma (láser) que permitirá retraer la piel y ampliar la abertura del ojo y tratar las arrugas finas y profundas. Pero si el problema es mayor, o existe una bolsa de grasa importante, requerirá el concurso de un oftalmólogo o de un cirujano plástico. En cualquier caso, siempre brindamos diferentes alternativas procurando no generar falsas expectativas en los pacientes y ayudándoles a tomar la mejor decisión para solucionar el problema que les preocupa. En L’Atelier se apuesta por la calidad, pues es el único modo de obtener resultados excelentes y de minimizar los efectos secundarios. Obviamente, existe un diagnóstico y un presupuesto pero, conscientes de los resultados y de lo que está en juego, solo usamos productos avalados y con un rendimiento contrastado.

Cómo actuar sobre los efectos secundarios de intervenciones de antaño

La medicina estética es una especialidad muy novel y los profesionales que empezamos hace veinte años disponíamos por aquel entonces de técnicas poco avanzadas y de materiales cuyos efectos secundarios a medio y largo plazo eran poco conocidos. Actualmente esos efectos secundarios pueden ser evidentes en personas que se sometieron a arreglos faciales con productos de larga duración y que se han integrado en la piel o en los tejidos grasos. Cuando estas personas acuden a mi consulta para nuevos arreglos o buscando una solución a los materiales inyectados puede resultar arriesgado, ya que puede haber una interacción y una reacción adversa con los nuevos productos por inyectar. Es necesario un conocimiento profundo de los materiales y su localización para evitar las complicaciones que pueden derivar de los nuevos tratamientos. En función del estado y de la distribución de los implantes antiguos, la mejor solución es derivarlos a cirugía plástica para proceder a su extracción.

Muy escrupulosa en el uso de materiales: son los que utilizo yo misma

En estos últimos años hemos asistido a una gran evolución en el entorno de la medicina estética, donde han surgido productos inyectables muy fiables y aparatología de última generación altamente precisa que requieren de aprendizaje y técnica para lograr el mejor resultado médico-estético. Soy muy escrupulosa en el uso de materiales, de ahí que habitualmente opte por productos biocompatibles y reabsorbibles, como las suturas, cuya composición es idéntica a la utilizada para la cirugía cardiaca y que se reabsorben en un periodo de entre quince y dieciocho meses. La cara evoluciona con el paso de los años y va adquiriendo una forma diferente, del mismo modo que la textura y el espesor de la piel. Los productos no reabsorbibles pueden no evolucionar de manera acorde con los cambios que se producen con el envejecimiento y en ocasiones pueden provocar deformidades en el rostro de difícil solución. Igualmente me gusta destacar los medicamentos, hormonas y productos que se ingieren por vía oral y que pueden utilizarse como suplementos antiaging. Deben utilizarse bajo diagnóstico y supervisión médica, ya que pueden conllevar efectos perjudiciales sistémicos y afectar a órganos imprescindibles para la salud y la vida.

Antes de incorporar cualquier tratamiento, lo contrasto personalmente

La rápida evolución de las técnicas médicas y la aparatología en medicina estética exige un esfuerzo constante de formación y actualización de conceptos y prácticas para mantenerse a la vanguardia. En L’Atelier dispongo de aparatología que permite eliminar todo tipo de acúmulos grasos resistentes a dieta y ejercicio en todas las localizaciones faciales y corporales sin intervención quirúrgica y sin pasar por el quirófano, con resultados mantenidos a largo plazo, ya que eliminan y erradican las células adiposas de una manera natural. La combinación de criolipólisis, electroporación y HIFU me permite remodelar y esculturizar la silueta de una manera muy poco agresiva y en corto espacio de tiempo. Otra preocupación que puedo tratar en L’Atelier es la flacidez cutánea y muscular, tanto a nivel facial como corporal, con una combinación de productos médicos inyectables y aparatología que estimulan la formación de colágeno y elastina devolviéndole a la piel la elasticidad y a los músculos de sostén la tensión de las estructuras jóvenes. Al igual que en ocasiones anteriores, contrasto personalmente las diferentes sensaciones que su aplicación puede provocar y sus resultados antes de aplicar las diferentes técnicas a los pacientes, pues quiero conocer de primera mano toda la evolución del proceso a fin de poder asesorar y preparar debidamente al paciente sobre los diferentes tratamientos. Asimismo, en L’Atelier dispongo de un equipo de colaboradores, profesionales altamente cualificados que preparan a los pacientes para los pre y pos tratamientos con técnicas de drenajes linfáticos, masajes terapéuticos y relajantes y reflexoterapia adaptados a los diferentes tratamientos y personalizados a las necesidades de cada paciente.

Una de las pioneras en la complicada técnica facial instant lift con suturas soft

Una gran técnica médica de la que soy pionera y que practico con asiduidad es el instant lift con suturas soft, consistente en pasar por debajo de la piel un hilo con doble aguja que presenta unos nudos y conos de anclaje y que reposiciona, compacta y tensa los tejidos flácidos al inducir la formación de canales de colágeno que generan un chasis o corsé interno de sostén. Se trata de una técnica complicada que requiere identificar a la perfección las áreas anatómicas que hay que tratar para evitar el contacto con estructuras anatómicas como el nervio y la arteria facial, y cuyos resultados son espectaculares. Cuando realizo este tipo de práctica no puedo evitar acordarme de que mi abuela me introdujo en los zurcidos y en la confección de dobladillos y que gracias a esa habilidad aprendida en la infancia me resultó más fácil su aplicación a la medicina estética.

Dietética y nutrición

Cuando un paciente llega a la consulta para exponerme sus preocupaciones, generalmente suele ser un problema más o menos concreto, pero para mí el paciente es un todo, un global, como un cuadro en el que me gusta considerar todos los aspectos que se pueden mejorar no solo desde el punto de vista de la estética sino también de la salud. Mi interés en la nutrición no es únicamente el ayudar a adelgazar sino encontrar unos hábitos alimentarios y de salud adecuados que permitan alcanzar y mantener la silueta deseada dentro de las mejores posibilidades de cada uno. Me encanta asesorar sobre cuál es la mejor manera de comer y suplementar con las ayudas y los medicamentos necesarios para conseguir y mantener su peso ideal.

Tratamientos dermatológicos y consejo dermocosmético

La diplomatura de Dermatología Cosmética me permitió aprender y constatar que cada piel alberga su propio hándicap. Las pieles grasas tienen el poro abierto, que se puede ensuciar y obturar con facilidad y tienen más tendencia a la flacidez, mientras que las pieles secas sufren un envejecimiento más acelerado con aparición de deshidratación y de pequeñas arrugas. A veces el problema puede resolverse con un peeling suave o un cóctel de vitaminas; en otros casos, puede requerir un tratamiento más complejo y completo. La situación ideal es analizar el tipo de piel y su evolución en función de la época del año y de las condiciones ambientales, ya que la humedad y la sequedad influyen de una manera importante en el estado y mantenimiento de la piel. El acné no es un problema menor, pues en ocasiones es de tipo quístico, que fractura la estructura de colágeno y genera cicatrices cutáneas que pueden causar problemas de autoestima a las personas que lo padecen. En estos casos, primero corresponde el diagnóstico del tipo de infección y posteriormente prestar el asesoramiento dermocosmético adecuado sobre la limpieza cutánea y las lociones o cremas que hay que utilizar, y aconsejar al paciente sobre los posibles tratamientos tópicos y orales de los que se dispone para solucionar su problema. Por otro lado, en L’Atelier abordamos la regeneración capilar mediante programas personalizados que combinan diferentes tratamientos médicos como PRP (técnica de bioestimulación consistente en la extracción y el centrifugado de la sangre para obtener factores de crecimiento que se reinyectan en el paciente) con mesoterapia capilar con vitaminas específicas, LED y carboxiterapia, que estimulan la oxigenación del cuero cabelludo y de los folículos pilosos: permite prevenir, tratar y regenerar el cabello devolviéndole la vitalidad con resultados altamente satisfactorios.

Respeto a la privacidad de los pacientes

La privacidad y la intimidad del paciente que acude a la consulta es fundamental para mí y para todo el equipo de colaboradores de L’Atelier. A veces he recibido a tres generaciones distintas de una misma familia, lo cual me enorgullece. Soy médico de vocación y la estética es mi pasión en todas sus facetas y vertientes. En L’Atelier he intentado crear un espacio con el corazón, intimista y de relax, donde los pacientes se sientan atendidos, cuidados y mimados y donde podamos ayudarles a encontrar la salud y la mejor versión de sí mismos.