MIGUEL ÁNGEL ZULAICA BALDUZ
MIGUEL ÁNGEL ZULAICA BALDUZ
TH, 3r VOLUM. El estado de derecho después de 1978

MIGUEL ÁNGEL ZULAICA BALDUZ.

Texto del 26-11-2008 .
Fotografía cedida Miguel Ángel Zulaica.

En su doble vertiente de asesor de empresas y de letrado comprometido con el servicio público, Miguel Ángel Zulaica piensa que el poder político debería enfrentar la actual crisis con más confianza y seriedad. Defiende los concursos, no como procedimiento terminal, sino como herramienta para resolver los problemas estructurales y de tesorería de las empresas, tal y como sucede en Alemania. Igualmente, reconoce que el Estado autonómico ha elevado el nivel de vida de las comunidades.

Actuar con rigor y pericia y tener un cierto sentido de lo público

Mi labor como letrado comenzó con un asunto realmente complejo, cuando un compañero con mayor experiencia confió en mí y juntos llevamos un caso derivado de un accidente de circulación, en el que mi representada quedó con secuelas muy graves e irreversibles. Tenía yo entonces sólo 28 años. El asunto se fue complicando; había transcurrido un año desde el siniestro y no había atestado. Aunque lo teníamos todo en contra, al final ganamos. También fui nombrado por el Colegio de Abogados de Álava para llevar, conjuntamente con otro compañero, el caso del asesinato de una compañera, otro asunto que trascendió bastante públicamente. En realidad, más que a nivel profesional, este tipo de casos te marcan a nivel personal y humano. Profesionalmente se crece gracias a las opiniones que sobre tu labor dan tus representados; funciona hacer las cosas bien y tener un cierto sentido de lo público. En mi caso, por ejemplo, aún sigo en el turno de oficio, que me obliga a estar tres días de guardia por Navidades, algo que hago para devolver el favor que este turno de oficio me hizo al comienzo de mi carrera para curtirme en la abogacía.

Un marco de convivencia creado con visión de futuro

Vista con perspectiva, la Transición supuso un cambio radical y un avance considerable a todos los niveles. Si se hubiera dado una mudanza más brusca, el enfrentamiento social habría sido más dramático y, si bien el proceso no estuvo exento de tensiones, no fueron tantas ni tan intensas que propiciasen un enfrentamiento social. Los que estaban aceptaron los nuevos tiempos, y los que llegaban no lo hicieron con ánimo de revancha. Han pasado 30 años y el devenir histórico ha demostrado que el marco de convivencia que entre todos nos dimos funciona. No cabe duda de que quienes lo elaboraron lo hicieron con visión de futuro. Tenemos, por ejemplo, un Estado de las Autonomías sin parangón a nivel mundial, con ejemplos modélicos de amplísimo nivel de autogobierno, como el del País Vasco. El pueblo está, en general, satisfecho con el status quo.

 

Receta para la crisis: confianza y seriedad

Lo primero que debe transmitirse a la ciudadanía desde el poder político es confianza y seriedad, algo que no se ha producido en todo el desarrollo de una crisis que al principio parecía no existir. Las contradicciones en quienes dirigen el país hacen pensar a la ciudadanía que existen diferencias entre la situación real y la que ellos difunden. De este modo, acaban minando la confianza de los votantes en ellos, que es lo mismo que minar la confianza en el sistema. En otro orden de cosas, y desde el punto de vista de la profesión, la crisis está conllevando un aumento de nuestra labor: sin ir más lejos, actualmente trabajo en el caso de una empresa con más de cien trabajadores que tendrá que cerrar en breve. Otra empresa que también ha requerido mis servicios prevé un expediente de regulación de empleo que acabará con la mitad de su plantilla: la situación es verdaderamente preocupante.

 

Carecemos de la cultura europea del concurso como método de regulación de crisis empresariales

Como apasionado del Derecho mercantil, civil y concursal, he observado que, en España, cuando una empresa presenta concurso su imagen se valora negativamente a partir de entonces. No tenemos cultura de lo que significan estos procedimientos. En Alemania, Francia o Inglaterra, esto es, en la Europa del Norte que tomamos como modelo, no sucede lo mismo. Por cada concurso que se presenta en España, en Alemania se presentan 80. La Ley Concursal, que entró en vigor en septiembre de 2004, se concibió para regularizar situaciones de crisis económica, de tesorería y de estructura; sin embargo, aquí sólo se utiliza cuando las empresas están al borde la quiebra. Un 95% de las empresas que van a concurso acaban en liquidación. La nueva ley puede ser un revulsivo: es ágil, tiene posibilidades y además era necesaria. Hasta hace poco aún se aplicaban normas del siglo xix.

 

Más que legislar, se dan soluciones rápidas e imprecisas a problemas puntuales

Más que legislar, lo que se hace es dar soluciones rápidas y poco precisas a problemas puntuales. No se trabajan las normas de manera concienzuda, con lo que los juristas somos víctimas de una desorbitada incontinencia legislativa. Además, no contamos con buenas leyes porque el nivel de nuestros legisladores es preocupantemente bajo. Para subsanar errores se toma la determinación de cambiar las leyes continuamente; por ejemplo, en el tema del maltrato. Ello tiene como consecuencia que finalmente la legislación sea excesiva y la solución real de los problemas quede cada vez más lejos.

 

Los jueces actúan como soberanos en su feudo y no desean ser controlados por la cúpula del poder judicial

El sistema judicial español está bien diseñado, el déficit se halla en su dotación de medios. Si en Vitoria, en lugar de tener 7 juzgados de lo civil, tuviéramos 14 –o si en vez de uno de lo mercantil, tuviéramos tres– no habría retrasos. Pero eso implica invertir dinero y parece que dotar a la Justicia de una partida presupuestaria tan grande como la que requiere no está al alcance de ningún gobierno. Por otro lado, los jueces son muy peculiares: actúan como soberanos en su feudo y no quieren ser controlados por la cúpula del poder judicial.

 

Nadie desea promover una reforma constitucional porque tendría un elevado coste político

Está claro que el Tribunal Constitucional está politizado, empezando por la forma en que se eligen sus miembros. Pero tengo la impresión de que no somos una excepción y de que sucede lo mismo en países de nuestro contexto. El poder ejecutivo y el legislativo están muy vinculados y siempre se sentirán tentados a controlar el poder judicial, que al fin y al cabo es el destinado a juzgarles. Otro tema es el Senado: cuesta ver qué papel cumple. En teoría, controla el Congreso, pero realmente está vacío de contenido, pues depende demasiado de las mayorías. Por último, está el tema de la sucesión a la Corona: en la actualidad, está fuera de lugar que el Príncipe Felipe sea el heredero por encima de su hermana, la primogénita. Pese a todo lo expuesto, nadie se atreve a modificar el texto constitucional porque hacerlo conllevaría la celebración de unas elecciones que podrían suponer la pérdida del poder, y no hay políticos de talla dispuestos a asumir el coste político que ello pueda acarrear.

 

Con la autonomía, los vascos hemos alcanzado una gran calidad de vida

Como ciudadano vasco, sólo puedo hablar bien de la estructura autonómica de España. Con la autonomía hemos alcanzado una gran calidad de vida: el acercamiento de la Administración al ciudadano puede atestiguarse a simple vista. Descentralizar, estar cerca del político, facilita las cosas a todos los niveles, mucho más que si se dependiera en exclusiva de Madrid. Como concepto teórico es inmejorable, aunque entiendo que pueda ser perfectible o ajustable en lo práctico.

 

Si en el País Vasco quieres dedicarte a la política, hipotecas tu familia y tu vida

Aunque suelen mencionarse a la par, no es lo mismo el problema vasco que el catalán. El factor diferencial de la violencia perfila una dimensión absolutamente diferente. Vivo en el País Vasco y tengo que decir que, a pesar de la violencia, gozamos de una gran calidad de vida. Esta paradoja es difícil de entender, porque se suelen asociar los contextos violentos a la depauperación. No obstante, si todo lo que invertimos en seguridad –que es muchísimo– lo dedicáramos a otras cosas, la prosperidad del territorio sería mayor. Al final, el terrorismo en Euskadi se resume en una minoría enquistada en un determinado modo de vida que se ha convertido en su razón de ser. Poco queda de la raíz política que lo propició. Los secuestradores de Ortega Lara, sin ir más lejos, nunca habían trabajado, tenían más de 40 años y eran, pues, de muy difícil reinserción social. Vivimos con la violencia todos los días: el mero hecho de encontrarte con escoltas, muy visibles en la sociedad vasca, nos lo recuerda. Si uno es escrupuloso con los términos, no puede decirse que aquí haya libertad ni democracia: si una persona quiere participar en política como miembro del PSOE o el PP, hipoteca su familia y su vida. No se trata de que los vascos se hayan acostumbrado a la violencia, sino que la viven con resignación.

 

Si el Rey abdica, que sea para disfrutar de su vejez, no para tutelar el cometido de su hijo

Creo que reinará algún día Felipe VI, pues somos un pueblo con una arraigada tradición monárquica, aunque comprendo que hoy sea difícil defender racionalmente la institución. Quizá sería bueno que don Juan Carlos abdicara en su hijo para tutelarle, pero a priori dicha tutela no me parece una buena idea; llegado el caso, creo que se debería saber dejar paso a la siguiente generación sin entrometerse. Si don Juan Carlos abdica, que lo haga para disfrutar tranquilamente de su vejez. Don Juan de Borbón hizo lo propio, y lo hizo expresamente por España. Como la Reina Madre en Inglaterra, don Juan Carlos, una vez abdicado, quizá podría encarnar la figura de un Rey Padre.