Milós Gras Miquel
Fotografia cedida
10è VOLUM. Biografies rellevants de les nostres emprenedores

Sra. Milós Gras Miquel

Escultora, ceramista, pintora y orfebre

Texto del 24/05/2018

Creatividad, imaginación, ideas y sensibilidad confluyen en esta artista polifacética, cuyas obras reposan en muchos despachos de grandes directivos de nuestro país. Profundamente inquieta, su alma busca aprender a diario de los nuevos materiales, al jugar con formas y colores para transmitir emoción en cada una de sus creaciones. De sus hábiles manos surgen desde grandes murales hasta las más diminutas joyas, que conquistan, todas ellas, el corazón de quienes saben apreciar su extraordinario talento. Artista catalana que siempre dice “he nascut catalana i estimo Catalunya”.

Milós ha acabado convirtiéndose en mi marca personal

Cuando mis padres decidieron bautizarme como Maria Dolors, nunca pensaron que, con el paso del tiempo, mi identidad principal derivaría hacia una apócope con la que hoy me conoce todo el mundo. Era todavía una adolescente cuando una amiga mía, tras haber descubierto que alguien con quien compartía nombre era mencionada con una reducción de su denominación, empezó a llamarme Milós. En la actualidad, cualquier persona, ya sea de mi entorno más íntimo o aquellas que simplemente se interesan por mi obra, me conoce como Milós, un nombre con el que me siento muy cómoda y que ha acabado convirtiéndose, junto a mi estilo, en mi marca personal.

Un padre que encadenó el servicio militar con la Guerra Civil

Nací en Igualada, en el seno de una familia en la que, por mucho que escudriñáramos en su árbol genealógico, no lograríamos descubrir a ningún personaje asociado al entorno artístico. Tampoco mis hermanos, Teresa  y Jaume, resultaron para mí modelos a seguir en ese terreno, pues sus caminos académicos les orientarían, respectivamente, hacia la Enfermería y las Ciencias Económicas. Mi hermano acabaría desarrollando su carrera profesional en la misma empresa que mi padre, Ramon, quien toda su vida prestó servicio en el departamento comercial de esa firma igualadina. Con mi progenitor tejí una relación muy especial. Existía mucha afinidad   con este hombre nacido fatalmente en 1916. Si digo fatalmente es porque haber llegado al mundo en esa fecha le condenó irremisiblemente a encadenar el cumplimiento del servicio militar con la Guerra Civil. Aunque sobrevivió al conflicto, él se sentía víctima de la contienda y frecuentemente insistía en que le habían anulado la juventud. Cuando en cualquier conversación afloraba la figura de Franco, mi padre no podía evitar alterarse y proponía cambiar de tema. Ignoro si con el ánimo de contrariarlo, mi madre, Teresa, aducía que el dictador había realizado algunas aportaciones interesantes, lo cual generaba una controversia que hería a mi padre. Aquella figura suscitaba debate en nuestra familia, pese a que ni a mis hermanos ni a mí no nos despertaba interés alguno. Resulta curioso que la juventud, en la actualidad, presta mayor atención a aquellos capítulos de la guerra y la posguerra.

Formada en la Escola Massana de la cosmopolita Barcelona

La primera persona en detectar mis debilidades artísticas fue mi madre. Era una mujer con un carácter extraordinario. De haber nacido en otra época, habría fundado un sinfín de empresas. Sin embargo, su condición femenina le impidió explotar sus virtudes y acabó dedicándose al cuidado doméstico y de sus hijos, un cometido nunca suficientemente reconocido y agradecido en ningún hogar y que merecería un monumento. Ella fue quien constató que yo sufría para superar el umbral mínimo en matemáticas y que, en cambio, sobresalía en dibujo. Con la máxima resolución posible, y tras haber recabado el apoyo de mi padre, decidió matricularme en la Escola Massana. Probablemente ese es el primer archivo en mi memoria, pues no alcanzo a recordar mucho más de mi infancia. Aunque no tengo hijos, sí me gusta recopilar fotos de los bebés de mis sobrinas y, observándolas, a menudo me pregunto qué haría yo a esa temprana edad. A lo sumo acierto  a rememorar que la salida de Igualada devino para mí un importante paso  en la vida. Venir a Barcelona resultaba una odisea porque había que superar el angosto puerto del Bruc, pues todavía no existía el túnel en la nacional II. El trayecto entre mi localidad y la capital catalana no era nunca inferior a    la hora y media. Que Igualada fuera final de trayecto ferroviario constituye otro ejemplo de lo que suponía vivir en una población tan alejada, pero tan querida para mí. Fue precisamente al aterrizar en Barcelona, cuando empecé a abrir mi círculo de relaciones.

Complejidad del primer mural hoy aún expuesto en una empresa de Igualada

Aunque mi madre había sido quien mayor ilusión había depositado en mí para que estudiara en la Escola Massana, pronto pareció intrigarla. Al adquirir nuevos amigos me gustaba quedarme algunos fines de semana en Barcelona y ella no me lo permitía, para mí era doloroso y por ese motivo lo recuerdo muy bien. Los padres de antes tenían miedo de que crecieras independiente, actualmente es al revés, quizá demasiada independencia. Algunas veces crecen sin valores, los valores es lo más importante para poder crecer y vivir. Mi madre me había buscado una residencia de monjas, al inicio de las Rambla cerca de la escuela, pues yo no tenía idea de las calles de Barcelona. Con el título de la Escola Massana monté mi primer taller en Igualada, y mi primer trabajo importante fue un mural de 25 m2 que continúa expuesto en una empresa igualadina. Todavía recuerdo la complejidad de aquel proyecto, dado que la planta era circular y las baldosas requerían una medida poco convencional. Habría como unas mil trescientas baldosas de barro confeccionadas por mí, todo lo cual reclamaba un proceso muy laborioso y que se complicó enormemente, dado que había que introducirlas en el horno para su cocción. Nunca he derramado tantas lágrimas en mi faceta artística como cuando he hecho cerámica, porque a menudo, cuando interviene el horno, los colores obtenidos se alteran y cambian. Uno de los murales destacados, aunque no de los más grandes que he realizado, está colocado en el Ayuntamiento de Igualada, dedicado a la sardana, de un evento en 1975, también un mural en una fuente, en una de las calles de Igualada, dedicado al poeta Jaume Boloix y Canela.

«Amo la cerámica… pero ya no me dedicaré más a ella»

En la Escola Massana tuve la suerte de contar entre mis profesores con Llorens Artigas, ceramista que, entre otras obras, llevó a cabo el mural diseñado por Joan Miró para la terminal 2 del aeropuerto del Prat de Llobregat. Aún recuerdo cuando me inicié en este arte, pues compré una tonelada de arcilla. Mi hermano Jaume me ayudó a esparcirla. Con la ayuda de unos listones y de un cuchillo grueso conseguía el grosor deseado. Posteriormente venía  el momento crítico, cuando las piezas entraban en el horno. Es un proceso sumamente delicado, ya que el barro contiene agua y encoge, no siempre de manera uniforme. A la cerámica no se le otorga el valor que merece,  pues en el terreno de las artes se enfrenta a los caprichosos designios de la temperatura del horno, que puede hacer variar el resultado cromático o provocar grietas en la arcilla. Cuando se trata de murales de enormes dimensiones, la complejidad aumenta, ante la  necesidad de mantener cierta uniformidad entre las diferentes partes que los integran. He llegado a realizar varios murales de hasta 25 m2, obras magnas que provocan una gran satisfacción al culminarlas pero que generan mucho  sufrimiento. Tanto es así que llegó un momento en el que me dije: «Amo la cerámica, pero ya no volveré a dedicarme a ella». Pero también me  había  dado  cuenta de que podía expresarme a través de otras manifestaciones artísticas que no resultaban tan frustrantes, como la pintura, donde, si en un cuadro no consigues lo que te propones, puedes recurrir a un nuevo lienzo o, simplemente, pintar encima.

De obras de amplio metraje a creaciones calibradas en milímetros

Durante un tiempo me gané la vida elaborando murales e impartiendo clases. Cuando conseguía algo de dinero, me permitía algún capricho, como el día en el que me compré mi primer coche. Aquel momento lo recuerdo con una enorme ilusión. Afortunadamente, conté con el apoyo de mi padre, quien sufragó los costes de mi primer horno, si bien poco a poco fui devolviéndole ese préstamo que tanto contribuyó a mi desarrollo como artista. En el momento en que percibí que la euforia por los murales llegaba a su fin, decidí regresar a la Escola Massana para continuar mi aprendizaje. En esa ocasión me decanté por la joyería, disciplina diametralmente distinta a la que me había estado ocupando hasta entonces, en especial porque pasaba de realizar obras de amplio metraje a creaciones que se calibraban en milímetros. Fue un cambio radical, que me permitió descubrir un mundo apasionante como es el de los metales. Con el título de «Joyería bajo el brazo», logré ganar dos premios en un solo año. Paradójicamente, no me presenté a ningún otro concurso, por lo que puedo decir que he ganado todos aquellos a los que he concurrido en esta disciplina. Viví la transición de la joyería clásica a la moderna. Algunas de mis creaciones las comercialicé en joyerías, pero cuando intenté vender unos broches muy originales en Madrid, no tuve éxito. Constaté entonces que en la capital continuaban anclados a los gustos tradicionales y que las innovaciones en joyería todavía tardarían tiempo en triunfar en esa ciudad. Paulatinamente, fui abriéndome paso y acabé instalando mi propia joyería en un piso. Para fomentar la actividad, organizaba la jornada del brillante, el día del rubí, el del grabado más pequeño del mundo…

Muy influenciada por Alberto Giacometti

Si de algo me siento especialmente satisfecha es de que mi obra resulta recognoscible. Gustarán más o menos, pero el público sabe identificar las líneas de mis creaciones y hay quien, al verlas, asegura que «esto es de Milós». Resulta complicado encasillar mi estilo en una corriente concreta, entre otras razones porque los artistas solemos atravesar épocas en las que nos decantamos por unos determinados diseños que, más adelante, pueden  evolucionar  hacia formas distintas. Sí puedo decir que me siento muy influenciada por Alberto Giacometti, escultor suizo en el que me había fijado mucho ya desde muy joven. Este artista se caracterizaba por hacer unas esculturas largas y estrechas, y mis creaciones han tendido frecuentemente a esa estilización de las figuras. Bien es verdad que Giacometti se había inspirado en los campos de concentración nazis, de ahí los rostros tétricos que exhibían sus esculturas. Aquello no era mi misión, pues yo quiero reflejar mi personalidad. Aun    así, mi creatividad escultórica ha continuado echando mano de este estilo alargado y estrecho, que me caracteriza.

La suerte de poder homenajear personalmente a Montserrat Gudiol

En el terreno artístico también sentía gran debilidad, desde mi juventud,   por Montserrat Gudiol. Al igual que mi madre, creo que esta pintora se vio perjudicada por su condición femenina y que no obtuvo el reconocimiento que su obra merecía. Sus creaciones también son perfectamente reconocibles, una característica que me cautiva de manera especial. Conseguía un gran impacto al ver el fondo del cuadro  integrado con la figura, formando fondo y figura en su integración completa. Montserrat Gudiol se convirtió, en cierto modo, durante mis principios, en mi musa. Luego la mente va recibiendo información que con el tiempo va recogiendo y plasmando en todo, y las obras  van  cambiando;  la mente es muy poderosa. En un acto de mujeres emprendedoras se sorteó una litografía de Monserrat  Gudiol  y  un dibujo original  mío,  y pensé… en mis inicios en que yo admiraba tanto a esta pintora, nunca habría podido imaginar que al cabo de unos años se sortearía una obra de ella y otra mía. También  muy curioso fue que, al cabo  de un tiempo, el destino nos volvió a unir: en el año 2007 se decidió rendirle un homenaje, por cierto muy merecido. Se llevaría a cabo en el Hotel Ritz de Barcelona y con la periodista Silvia Cóppulo como maestra de ceremonias. Nuria Viñas, presidenta de Fidem (Fundación Internacional de la Dona Emprendedora), entidad a la que pertenezco y que organizó el  tributo,  solicitó mi colaboración para preparar una obra que le entregaríamos en el transcurso de la cena. Fue para mí un honor asumir la responsabilidad de realizar un esmalte en reconocimiento a su trayectoria  artística.  Lo que no  me esperaba  es que me invitaran a tomar la palabra durante la ceremonia,  y me preparé unas palabras para tan destacado día. En un primer momento, me quedé bloqueada por la emoción y, también, porque la sala estaba abarrotada. Superé la situación inicial y, finalmente, me lancé, con unas palabras sinceras  en las que confesé que desde muy pequeña admiraba a aquella artista que, también, había tenido una fuerte influencia en mi desarrollo profesional en la pintura. Aludí a aquella casualidad que había unido nuestros caminos en un momento tan importante.

Me cuesta entender que a la gente no le resulte fácil crear como a mí

Tardé largo tiempo en darme cuenta de mis dotes artísticas. A pesar de que en la escuela el dibujo se me daba bien y de que mi madre elogiaba mis virtudes y me había empujado a estudiar en la Escola Massana, no era en absoluto consciente de mis habilidades y de mi creatividad. Pensaba que la imaginación y las ideas que alimentaba eran algo común en mucha gente.  De haberme dado cuenta de que atesoraba ese don, creo que habría sabido sacarle mayor partido. Hay muchos artistas que no logran el reconocimiento merecido debido a que no saben venderse porque pasan mucho tiempo encerrados en sus talleres trabajando; a mí en cierto modo también me ocurre, trabajar y crear de manera permanente es lo que nos gusta. A veces todo depende de un buen marchante. A menudo coincido con personas que se sorprenden de lo que hago y me confiesan que serían incapaces de hacerlo. Me resulta difícil de entender, porque para mí crear no es complicado. Es más, cuando recibo algún encargo suelo alimentar cuatro o cinco ideas, todo es poner en marcha mi imaginación. Esto entraña un serio problema, pues voy acumulando creaciones en un taller en el que, pese a que cuenta con  150 m2, resulta difícil entrar o moverse por él.

En el momento de crear

Sin darme cuenta observo todo lo que está a mi alrededor, y de cualquier forma me afecta, se queda en mi subconsciente o consciente y se trasforma en algo completamente diferente. Es un proceso natural que forma parte de toda mi vida, lo hago casi inconscientemente sin darme cuenta, según las exigencias de cada momento y de cada época. Soy tan exigente conmigo misma, que cuando he acabado una pieza, ya pienso que podría hacer otra mejor, y así no acabo nunca. Lo primordial es pensar que el Arte es la idea,  y de ello parte todo; a veces el cerebro parece que explote de tantas ideas y lo difícil es canalizarlo para cada objeto; esta Idea está condicionada por el oficio y los materiales. Sin embargo, son retos duros pero enriquecedores, cada vez que descubro un nuevo material mi mente se pone en movimiento.

El arte y las mujeres

En la sociedad, las mujeres tenemos que luchar para que reconozcan nuestra valía, pero en el arte aún más. En el mundo de los negocios, podemos encontrar a algunas mujeres que sí son valoradas, pero en el arte muy pocas, todos los pintores famosos son hombres: Picasso,  Dalí,  Tàpies, Miró… Es como si pintar fuera para una mujer entretenerse. Un cocinero es más valorado que una cocinera, la mayor parte son hombres, las mujeres están en segundo lugar, pues claro: la mujer normalmente cocina en su hogar, ya no puede ser creativa, qué curioso… lo que cuesta ser mujer y ser reconocida.

Un orgullo verme al lado de figuras como Picasso, Gargallo, Calder o Dalí

Fue un orgullo cuando La Vanguardia elaboró un cuaderno sobre artistas que habían creado joyas. Me llamaron para informarme de su proyecto y para solicitarme algún material. No salía de mi asombro cuando vi que estaba en la página principal junto a Picasso, Calder, Dalí y Gargallo, que en sus épocas también realizaron joyas. Estas cosas son las que motivan al artista a seguir creando. También estoy orgullosa de que el director del Museo del Prado tenga una escultura mía, valoro mucho los museos pues, gracias a ellos, aunque los artistas se vayan, quedan sus obras y se pueden ver durante siglos. Durante muchos años he realizado esculturas dedicadas a Premios al Mejor Directivo del año de la Asociación AED, asociación fundada por la alta dirección de Caixa Bank. Los premiados son directores o directoras de nuestras grandes empresas que han sido destacadas por su labor de aquel año, un orgullo para mí, saber que mis obras están en manos de estas grandes empresas que mueven nuestra sociedad, como Repsol, Telefónica, Damm, Nestlé, Coca-Cola… La escultura es una silueta de un personaje junto a la letra «A» de Joan Brossa. Llevo realizándolos veinticinco años. En Madrid una catalana casada con un madrileño, una gran directiva, Magda Male, una de esas mujeres inquietas que quieren resaltar el valor de la mujer, junto con otras directivas, han creado unos Premios para Ejecutivas, Eje & Con, al Talento sin Género, cinco premios que yo realizo con mucho interés, dado que quienes los reciben son la mayoría mujeres merecedoras de la distinción.

Los artistas gozamos de una especial sensibilidad que nos hace emocionarnos más fácilmente

Me siento asimismo muy satisfecha de unas esculturas realizadas en los últimos veinticinco años para reconocer a mujeres empresarias premiadas por Fidem, que actualmente preside Joana Amat, una de las empresarias  más valoradas en Catalunya. Entre las mujeres galardonadas a lo largo de este cuarto de siglo, una de las premiadas más significativas es Ana Ferrer, esposa de Vicente Ferrer, a quien tuve la fortuna de poder conocer personalmente en su propia Fundación a través de  un  viaje  que  realizamos a la India una treintena de miembros de la Asociación. Ahí pudimos descubrir la encomiable labor que realizan ayudando a tantas personas que viven en  unas condiciones de absoluta miseria. Al regresar editamos un libro para el que realicé la portada y las ilustraciones interiores que hacían recordar las experiencias que yo había adquirido en este país de tantos contrastes. Cuando llegué a la India, lo primero que me vino al pensamiento fue «qué suerte he tenido de nacer donde he nacido». Aquella experiencia me gustó,  y siempre he acariciado la posibilidad de escribir un libro acerca de los pensamientos que voy acumulando en mi vida. De momento, cuando me surge una idea, la escribo en un papel que guardo en un cajón. Poco a poco, ha ido adquiriendo entidad y, tal vez, un día aprovecharé todo este material, lo ordenaré y lo publicaré. Creo que las personas que nos dedicamos profesionalmente al mundo artístico somos, en general, polifacéticas. En   mi caso, he cultivado varias disciplinas, pero una que me queda sin realizar,  y nunca podré, es la música. Me apasiona la ópera, el ballet y todo tipo de música de años ya muy pasados; mi madre siempre me preguntaba cómo era posible que me gustara la música que nunca fue de mi época: tangos, boleros, etc. Hablando de la India, recuerdo a Mercè Pàniker, a la que le tenía una gran estima; ella cada año pasaba unos meses en este país, pues es de donde era su padre; cómo me gustaría poderlo comentar con ella. Mercè era una gran defensora de la mujer, y una gran persona, inteligente y con mucha energía hasta en el último momento. La echamos de menos.

Modesta contribución a que los barceloneses apreciaran la torre Agbar

Otro proyecto que recuerdo con especial cariño está relacionado con un encargo que recibí con motivo del 140 aniversario de Aigües de Barcelona. Recibí una llamada telefónica en la que me expusieron que estaban interesados en que les proyectara una escultura para entregar a las personalidades asistentes a una fiesta conmemorativa de esa efeméride. El proyecto se tenía que presentar en unos quince días para tratarlo en la próxima reunión de los organizadores. A la complejidad del encargo se le añadía que yo en ese momento acababa de aterrizar en Barcelona, procedente de Nueva York, después de haber mantenido una entrevista con los almacenes Saks para diseñarles una colección de joyería. Confluían, pues, agotamiento, jet lag, estrés, prisas… Había que realizar varias unidades. Me apetecía la propuesta, pero soy una persona que desea poner toda la atención en aquello que realiza para que el resultado sea óptimo. Por si fuera poco, a las estatuillas finalmente también había que sumarles unas joyas y un detalle para los asistentes. Pese a todo, me empeñé en diseñar unas obras atractivas que consiguieran conquistar el corazón tanto de la organización como de los asistentes a la gala. Para la escultura, me decidí por la silueta de un hombre que se introducía en la torre Agbar y se integraba en ella. La realicé en plancha de hierro oxidado y metal plateado, y en ella deposité mi inspiración con el eslogan elocuente: «La torre mira la ciutat i acull el ciutadà». Tanto la escultura como el eslogan elegido respondieron al deseo de la compañía de que el edificio acabara siendo apreciado por los barceloneses. Como joya, me decanté por unos colgantes de plata que se rubricaban con un pequeño brillante y que quise presentar con otra frase significativa: «Els reflexos de l’aigua són com els reflexos d’un brillant». Finalmente, como detalle para los invitados a la fiesta, realicé unos llaveros en plata y hierro, una placa de esas tapas del alcantarillado que todos pisamos cuando paseamos por la calle, con el nombre de la compañía inscrito, y que descubrí en el propio museo. El pedido se convirtió en 250 esculturas, 130 colgantes y mil llaveros. Tengo la sensación de haber contribuido, ni que fuera con ese pequeño grano de arena, a la torre Agbar, que irremisiblemente ha adquirido protagonismo en el paisaje de Barcelona, ha acabado siendo querida por sus habitantes y constituye un referente de la ciudad; y es una torre que destaca en la Ciudad Condal.

Hay que superar muchos escollos para obtener el respaldo oficial en temas culturales

Si quedé especialmente satisfecha de aquella experiencia con Agbar se debe a que soy consciente de las dificultades para ver prosperar los proyectos. Por experiencia, conozco los obstáculos a los que nos enfrentamos los artistas, en especial cuando se trata de recabar el apoyo de las instituciones públicas. Uno de mis proyectos ilustra a la perfección los escollos que hay que superar para conseguir el respaldo oficial y lograr que una propuesta cultural llegue a buen puerto. A raíz de un viaje, había tenido la oportunidad de conocer a Carmen Caffarel, que, posteriormente, fue designada directora del Instituto Cervantes. Acudí a la sede de este organismo, en Madrid, para exponerle mi propuesta artística. El proyecto despertó su interés y me dijo que lo trasladaría al director general de Cultura. Cuando salí del edificio, no pude contenerme y, a pesar de la lluvia, me puse a saltar y bailar en plena Gran Vía madrileña. Quienes fueron testigos de aquella escena, muy probablemente pensarían que me había vuelto loca. Pero era tanta la alegría por haber conseguido que aquella propuesta despertara el interés de una entidad tan prestigiosa como el Instituto Cervantes… Gracias a aquella primera cita, tuve la oportunidad de participar en una exposición del Instituto Cervantes en Toulouse, en la que concurrieron arquitectos de esta ciudad francesa y de Madrid. Dado que    mi proyecto todavía no estaba concluido, les dije que, a lo sumo, podía presentar en la iniciativa algunas pocas esculturas, a lo cual accedieron. También contaron conmigo para hacer lo propio tanto en Roma como en Milán. Sin embargo, fue pasando el tiempo, se acercaban las elecciones y todo indicaba que habría un cambio de Gobierno, toda vez que el Ejecutivo que lideraba Rodríguez Zapatero se veía incapaz de afrontar la crisis y todas las encuestas vaticinaban que los comicios los ganaría el Partido Popular. Aquello me hizo temer lo peor, pues yo había conseguido entusiasmar a los responsables de Cultura del gabinete socialista, lo cual podía generar recelos entre los dirigentes del nuevo gabinete si es que asistíamos a un relevo  en   la Moncloa, como acabaría ocurriendo. De hecho, a las pocas semanas de celebrarse las elecciones me entrevisté con el director de Cultura. Aun así, me prometió que dejaría constancia en los informes de mi proyecto con la intención de que pudiera prosperar y viera la luz. No obstante, poco después tuve ocasión de hablar con el responsable del Instituto Cervantes en Roma, quien me propuso volver a presentar el proyecto. Ante esa situación, y cansada de enfrentarme a trabas burocráticas, desistí del intento y decidí que, si no podía ver la luz en Madrid, probablemente sí lo conseguiría en Barcelona.

«Sillas del presente inspiradas en el pasado»

Tuve  la suerte de que, en aquella época, Joana Ortega era vicepresidenta    de la Generalitat de Catalunya. Con Joana mantengo una muy buena  relación e incluso se prestó a inaugurar una exposición de muebles que organicé. Le expuse cuál era la propuesta y,  al igual que Carmen Caffarel, se mostró entusiasmada con el proyecto. Me derivó a una responsable del Departamento de Cultura para estudiar su puesta en marcha. Mi propósito es que pudiéramos exponer en el Palau Robert, un edificio que, además de resultar muy céntrico, se encuentra cerca de mi domicilio y tiene un lustre especial para cualquier iniciativa cultural que se precie. Sin embargo, en aquella época, la crisis había empezado a calar en los presupuestos oficiales y los recortes bloquearon muchas de las propuestas que se querían llevar a cabo. No obstante, la obra que estoy intentando promover consiste en un homenaje a figuras representativas de todas las artes. Bajo el nombre «Sillas del presente inspiradas en el pasado. Una lectura de un proceso de grandes maestros», la exposición pretende rendir tributo a pintores, poetas, músicos, escultores, etc., ya fallecidos a través de esculturas en las que el único elemento en común es una silla, la cual se relaciona con cada personaje de una manera especial aludiendo a sus virtudes o a su idiosincrasia. Entre estos personajes se encuentran Pablo Picasso, Diego Velázquez, Josep Pla, Miguel de Cervantes, Antonio Machado, Salvador Dalí, Ochoa… A Jorge Luis Borges también   lo incluí tras surgir la oportunidad de exponer en Buenos Aires. De hecho es un proyecto inacabado en el que voy incorporando detalles o personajes  a medida que surgen nuevas ideas. En el caso de Velázquez, por ejemplo,  me baso en una menina que escapa del cuadro para acudir a sentarse en una silla. O en el homenaje a Dalí incorporo los célebres huevos que caracterizaban varias de sus obras, así como sus no menos célebres garabatos y sus destacados elefantes. En la silla de Cervantes he insertado distintos fragmentos de su obra magna, Don Quijote de la Mancha. El Modernismo está asimismo representado a través de los vitrales, del trencadís o de las baldosas típicas catalanas de la época. Ahora mismo esta constituye mi máxima ilusión: hallar un espacio que acomode esta exposición, a poder ser, en el Palau Robert.

Descubrir nuevos materiales me inspira

Los muebles han formado parte de mis últimas creaciones. Es un reflejo de mi evolución como artista, en la que he tenido épocas durante las que he buscado unas formas lineales que dan profundidad. Todo responde al proceso de inspiración, que emana de lo más insospechado, pues en ocasiones ni yo misma soy capaz de discernir cómo ha surgido aquella idea o cómo he sido capaz de desarrollar aquella obra. El descubrimiento de materiales constituye otra fuente de inspiración, como también lo es el deambular por la calle; me fijo en cualquier escena cotidiana para rescatar una idea que después acabaré plasmando en el taller. Ahí, cuando me hallo en pleno proceso de creación, nada puede interrumpirme. En caso de que un pensamiento distraiga mi atención, prefiero detenerme y reflexionar. Los muebles, pienso que son una forma de acercar el arte a las casas. Actualmente junto al Sr. Armadas, patrón y director de la Fundación Damm, realizo cada año unas piezas que son reproducciones de las primeras etiquetas y carteles de las Cervezas Damm; el motivo es hacer una colección de la antigüedad de la vida de la empresa.

Corrientes entre Europa y Asia: un puente entre los dos países

Hace tres años que desfilo  unas  piezas  de joyería,  en la ciudad  de Shanghái; las piezas entraron en subasta y mi gran ilusión es que se vendieron por un precio bastante elevado. Quedé enamorada de esa ciudad, el progreso tan grande que ha realizado. Y todo lo que ha logrado China en pocos años. Por desgracia en todos los países hay dos mundos, y hay mucha gente pobre  en China,  pero en la ciudad de Shanghái no se ve, aún hay mucho que hacer en este país, pero  son listos y lo lograrán. La primera vez que llegas a Shanghái  ves un contraste de culturas que te impresiona y te apasiona, y empiezas a disfrutar de estos grandes contrastes. Sigo teniendo proyectos en esta ciudad, tan espectacular y en constante progreso. Colaboro con el Instituto Cervantes, y el Museo Gaudí, en Shanghái. Estoy preparando una exposición de orfebrería y pintura inspirada en Gaudí en el Instituto Cervantes de Pekín. Un grupo de mujeres hemos fundado un puente entre Barcelona y Shanghái, llamada Barcelona&Shanghai Women Bridge. Liderado por Mercè Carreras y Yuwen Wu. Y estamos en colaboración con Shanghai Women´s Federation SWF, que es un estamento político de la ciudad. Y con gran ilusión soy la coordinadora de todo lo referente al arte.

Lo que realmente reconforta al artista es constatar que su obra es celebrada, disfrutada y querida

A través de mi profesión, puedo decir que me he sentido privilegiada y valorada. Alguna de las personas con las que he coincidido y han llegado a mí por encargos para sus empresas, como cuando el presidente de Coca-Cola en España, tras haber recibido una escultura en un acto al que yo asistía, quiso felicitarme por la obra y rodeó la mesa para venir personalmente a    mi encuentro. Y con gran ilusión cuando lo hizo también el director del Museo del Prado; eso no tiene precio y constituye la mejor recompensa. Valoro, en mis principios, al escritor y periodista Lleonard del Rio, que en aquella época era director del Diari d’Igualada, que gracias a él, todo lo que yo realizaba lo publicaba, y hacía que se conocieran todos mis éxitos. Mi primera exposición la realicé en el año 1980, en una galería que pertenecía   al Ayuntamiento de Igualada; estoy muy agradecida a esta ciudad que es la mía. También Carmen Caffarel, que es doctora en Lingüística y catedrática de Comunicación, valoró con mucho interés mis proyectos, una mujer que también fue directora de RTVE  y del Instituto Cervantes de Madrid; esto  es y ha sido muy satisfactorio para mí. También, cuando ves que una pieza es seleccionada por el museo Long Beach Museum of Art, de Los Ángeles, (California). Me enorgullece también estar en el Catálogo  Nacional de Arte, y en el libro 111 Artistas Contemporáneos. Muchas veces pienso que nosotros nos iremos, y los libros se quedarán. También con mucha ilusión aparezco en el libro internacional Dolmen de Dalí y Gaudí y los Artistas. Valoro, también, poder estar en un libro en Japón Enamelling Art in Japan. En estos momentos puedes constatar lo que realmente reconforta al artista, que es comprobar que tu obra es valorada, disfrutada y querida. Todo y así, pienso que el éxito más valioso que puedes conseguir en esta vida es ser buena persona. No lo conceden las universidades, lo otorgan los valores.