Volumen 16. Biografías relevantes, empresarios de cosmética y belleza

Puri Martínez Ruiz – Sensalia Labs

Barcelona

1971

Fundadora y CEO de Sensalia Labs, S.L.

 

09-01-24

 

Si esta profesional fue capaz de poner en marcha tres departamentos de exportación desde cero, nada tenía que impedirle convertirse en empresaria de éxito mediante la apuesta por una nueva categoría de producto. Hábil cazadora de tendencias y visionaria, democratizó las mascarillas faciales tissue coreanas en occidente, exitoso punto de partida para una firma que sigue sumando nuevos productos a su oferta. Coach certificada, aspira a una empresa sana y feliz, al mismo tiempo que se propone que sus productos consigan vincular la belleza exterior con la interior.

 

 

Muy condicionados por la inmediatez, muchos jóvenes sufren angustia y frustración cuando no alcanzan rápidamente su objetivo

Soy la mayor de un matrimonio de clase obrera, y desde muy joven he respirado la cultura del trabajo y del esfuerzo a través del ejemplo de mis padres, Gregorio y María. No recuerdo a mi madre ni un momento quieta. Si se sentaba a ver la televisión, era doblando ropa o planchando. Además de llevar la casa y criar a tres hijos, era modista, tenía unas manos de oro. Uno de mis recuerdos más entrañables de infancia es el vestidito que le cosió a mi sardina para los Carnavales en el colegio. Algunos todavía recordarán la tradición que teníamos de niños de disfrazar cada uno una sardina para ir a enterrarla juntos en procesión al campo o al bosque. El vestidito de mi sardina era tan bonito que antes de enterrarla la desvestí y me guardé el trajecito. De hecho, todavía lo conservo. Mi madre ejerció sobre mí una gran influencia, por su tenacidad y dedicación en todo lo que hacía, algo que he heredado de ella. También a través de sus valores, que predicaba con el ejemplo. Su frase era «haz el bien y no mires a quién». Esta forma de hacer, comportó que tanto mis hermanos, Almudena y Gregorio, como yo nos educáramos en un ambiente de sacrificio y generosidad y asimiláramos, sin apenas darnos cuenta, que en la vida nada se regala, sino que es necesario emplearse a fondo. Esto contrasta con la actitud que observo entre algunos jóvenes, pues al margen de no haber interiorizado el concepto de esfuerzo, se muestran muy condicionados por la inmediatez, lo cual les perjudica seriamente, ya que, al haberse acostumbrado a obtener todo de manera automática, se convierten fácilmente en víctimas de la angustia y la frustración cuando no alcanzan rápidamente su objetivo. Con los años he aprendido que la sabiduría está en el equilibrio, en esforzarnos y dar lo mejor de nosotros mismos sin olvidarnos también de disfrutar el camino. Tengo claro que la autoestima la conquistamos superando retos y sintiéndonos orgullosos de ello.

 

En un programa de televisión me preguntaron qué quería ser de mayor y respondí «empresaria»

También mi padre fue un perfecto ejemplo de esfuerzo, trabajando duro para que en nuestro hogar no faltara de nada y para que sus hijos «estudiasen una carrera», como él siempre decía. Era taxista e invertía muchas horas al volante. Su condición de autónomo era similar a la de un pequeño empresario, pero en nuestra familia ―incluidas las generaciones precedentes― no existía esa figura. Curiosamente, cuando estudiaba en el Institut Narcís Monturiol, participamos en Dit i Fet, un programa de Televisió de Catalunya que enfrentaba a dos centros educativos, donde me preguntaron qué quería ser de mayor. Pese a que en nuestra familia no había tradición, y tampoco sin pensarlo mucho, respondí: «Empresaria». Todavía me sorprendo por aquella reacción, pues en realidad no había alimentado ese espíritu durante mi adolescencia y juventud. De hecho, me pregunto si era consciente de lo que eso significaba realmente. Sí que es verdad que era una joven inquieta y me atraían múltiples disciplinas. Me gustaban muchos los idiomas y me había planteado ejercer como intérprete, pero eran muchas y variadas las carreras que me atraían. Finalmente, me decanté por matricularme en Administración y Dirección de Empresas, en la Universitat de Barcelona.

 

Es vital romper ese círculo vicioso por el que un joven no consigue trabajo sin experiencia laboral y viceversa

Empecé a dar clases particulares durante mi etapa en el instituto. Principalmente, daba clases de inglés que eran las que más me gustaban. La motivación era económica, para pagarme mis cosas y ayudar en casa, lo cual me llevó a ampliar esa práctica durante la carrera, teniendo entonces como alumnos a estudiantes de Económicas de la Universidad Abat Oliba. Esas tareas, pese a no poder considerarse formalmente «laborales», fueron un buen aprendizaje, ya que me permitieron adquirir soltura y concienciarme, más si cabe, de la necesidad de esforzarme en la vida para lograr mis propósitos. Considero vital para cualquier joven romper cuanto antes ese círculo vicioso por el que se no consigue trabajo sin experiencia laboral… y de igual manera no se adquiere experiencia al no disponer de empleo. Independientemente de si los trabajos a realizar tienen relación directa o no con los estudios que se están cursando, lo importante es espabilarse, establecer contacto con el entorno profesional y, sobre todo, cultivar las relaciones interpersonales. Cuando tengo que entrevistar a un candidato para un puesto, enseguida me fijo en si esa persona se ha movido y ha tenido inquietud por trabajar y desarrollar nuevas habilidades, pues existe una diferencia sustancial respecto a quienes no han trabajado nunca. Igualmente, viajar y conocer otras lenguas y culturas es algo esencial para abrir la mente y fomentar la empatía y la colaboración.

 

Saber cómo funciona la mente y conocerse a uno mismo es crucial para el propio progreso

Reunir un buen equipo humano es clave para toda organización que busque ser competitiva. El factor diferencial de las empresas es el capital humano, que siendo por un lado el más importante, es también el más difícil de gestionar, las personas y sus singularidades. El desarrollo personal es uno de los temas que más me apasionan, ya desde mi juventud, cuando devoraba libros de autoconocimiento. Saber cómo funciona la mente y conocerse a uno mismo es crucial para el propio progreso individual. Considero que debería ser una materia obligatoria desde el colegio y ampliada en cualquier carrera. Aspectos tan básicos como saber si eres visual, auditivo, kinestésico…, descubrir cuál es el sentido en el que más te apoyas para percibir la realidad, es fundamental; como lo es también saber que la realidad es neutra y que son los pensamientos los que nos hacen interpretarla de un modo u otro. Me fascinó descubrir que somos como una farmacia andante, ya que podemos generar endorfinas y oxitocina a través de actividades como cantar, saltar o bailar, de la misma manera que somos capaces de autodestruirnos mediante el estrés y la fabricación de cortisol. Me parecieron asimismo apasionantes los estudios sobre los distintos tipos de inteligencias, sobre todo viendo que nuestro sistema educativo continúa centrando la evaluación en un cuestionable y arcaico criterio único sin valorar las habilidades y capacidades únicas que cada ser humano traemos. Hay muchísima literatura que enfatiza las soft skills (resiliencia, proactividad, positividad, empatía, capacidad de trabajo en equipo…) como el valor diferencial clave de los profesionales en el actual entorno VUCA. La base de todas ellas es el autoconocimiento y el autoliderazgo.

 

La universidad no actualiza los temarios con la misma agilidad con la que evoluciona la sociedad

Mi llegada a la Facultad de Económicas, en 1989, coincidió con la puesta en marcha del programa piloto EUS (Empresa y Universidad), que permitía optar simultáneamente por el título de ADE o de Económicas e incluía prácticas laborales. Pese a lo incierto de esa nueva iniciativa, fue interesante porque la segunda parte de la carrera era totalmente práctica, algo que me permitió romper ese círculo vicioso que comentaba. Me asignaron al departamento financiero de la división inmobiliaria de un banco, donde obtuve una experiencia muy enriquecedora, tanto a nivel personal como profesional. Aun así, encontré esa etapa muy exigente y competitiva. Mirando atrás, no estoy segura de si la repetiría. Posiblemente elegiría irme de Erasmus. Salir fuera y conocer mundo es una de las mejores escuelas que he tenido en mi vida. En tercero de carrera tuve el privilegio de visitar la Unión Soviética en su último año de existencia gracias a un intercambio que hicimos con la Universidad de Leningrado (actual San Petersburgo). Visitar uno de los museos más impresionantes del mundo, asistir a reuniones familiares donde la música estaba totalmente integrada, entrar en tiendas con la cartilla de racionamiento, ver cómo se manejaba el tendero con su ábaco a velocidad ultrasónica, admirar el altísimo nivel cultural y humano de los rusos… Bien es verdad que la formación que se imparte en la universidad no suele corresponder con las necesidades reales de las compañías, salvo en determinadas áreas técnicas. Por eso es fundamental realizar prácticas en las empresas. Uno de los hándicaps de la universidad es el estancamiento que se observa en los temarios, pues no se actualizan con la misma agilidad con la que evoluciona la sociedad, que cada vez se ve sometida a cambios más rápidos y abruptos. De mi paso por la Facultad, guardo buenos recuerdos del catedrático Juan Tugores, cuyas sesiones eran tan concurridas que no cabíamos en el aula todos los que queríamos escucharle. Ese profesor convertía sus clases en experiencias vivenciales, presentando historias reales y casos de empresas que hacían los contenidos más didácticos y amenos. Qué importantes son los buenos profesores que nos ilusionan y nos hacen disfrutar con sus materias.

 

Conocía las ofertas de transporte y alojamiento de México mejor que los autóctonos

Las prácticas son necesarias en toda carrera universitaria. En caso de no proporcionarlas la facultad, el estudiante debería espabilarse a buscarlas. No tuve ese problema al haberme acogido al programa EUS, pero mi talante inquieto me llevó a complementar las prácticas en el banco con mi condición de voluntaria en los Juegos Paralímpicos de Barcelona, en 1992. Al año siguiente, tras haberme licenciado, estuve unos meses trabajando en el departamento financiero de una inmobiliaria, VERTIX, y para quitarme la espinita del Erasmus, me presenté a las becas de Comercio Internacional del COPCA (Consorci de Promoció Comercial de Catalunya). Superadas las pruebas de selección y, tras la entrevista final, recuerdo que al salir llamé a mi madre y le dije: «Mamá, me mandan a Rusia». Además de inglés y francés, había estudiado dos años de ruso en la Escuela Oficial de Idiomas, dato que fue protagonista durante la entrevista. Pero finalmente fui destinada a la Embajada Española en México dado que, por aquel entonces, este organismo que en 2010 se integró en ACCIÓ no contaba con oficinas propias como ahora. Pasé algo más de un año en México, en una experiencia que recuerdo como el mejor año de mi vida, recorriendo y descubriendo ese maravilloso país que adopté como mi segunda patria. Tan bien conocía el país, que incluso mis amigos autóctonos me pedían que les montase un «Puripaquete». Y es que me sabía los mejores destinos, los trayectos y las opciones de autobuses más económicas; los mejores hoteles; las rutas y atracciones turísticas; las ofertas low cost y las opciones con mejor calidad-precio… México me fascinó a todos los niveles, desde el cultural al gastronómico, PERO sobre todo por su gente. Tanto yo como las otras becarias españolas con las que acabamos siendo familia conservamos todavía buenísimos amigos mexicanos de esa época. Podría escribir un libro de anécdotas y otro a modo de diccionario/traducciones, como por ejemplo el día que me desesperé varias horas buscando empresas de recambios hasta que me dijeron que allí se llamaban «refracciones»; los huevos del desayuno en Oaxaca que nunca llegaron tras veinte «ahorita señorita», o las fotos que me hice con los tres personajes más importantes que visitaron la Embajada ese año: el Rey Don Juan Carlos, Aznar y Pujol. Tras vivir en una de las ciudades más pobladas del mundo, y tras unas breves semanas en casa de mis padres, me fui a vivir a una pequeña población de los Pirineos, a la Seu d’Urgell.

 

Tras un viaje a Corea, detectamos una categoría de producto inexistente en Europa y surgió la idea de negocio

A través de la bolsa de trabajo del COPCA, encontré trabajo en la empresa de mantequería y quesos Cadí Sociedad Cooperativa, en La Seu d’Urgell, donde tenía como misión abrir la compañía a la exportación, un departamento que tuve que crear de la nada, porque no había habido hasta entonces actividad en el exterior. Cadí se convirtió en una gran escuela al tener que poner en marcha un área inexistente, decidiendo la estrategia y los países, elaborando estudios de la competencia, estableciendo tarifas de precios, haciendo prospección de mercado para dar con distribuidores, haciendo presentaciones, etc. Ese trabajo marcó mi carrera y me permitió desarrollar múltiples habilidades. Ignoro qué habría sido de mi vida si, un par de años después no hubiera conocido a Carlos, el padre de mi hija, lo que me empujó a buscar una alternativa profesional en Barcelona. Estuve unos meses en una empresa de precocinados, también creando el departamento de exportación, pero la gran oportunidad me llegó de nuevo a través del COPCA, cuando me llamaron de Industrias Beter, una compañía del sector cosmético y belleza que desarrolla accesorios, como pinzas o cortaúñas. En Beter me encargué de nuevo de crear un departamento internacional desde cero y liderar la estrategia de expansión. Permanecí ahí cerca de siete años, hasta que decidí apostar por nuestra idea de negocio, Sensalia Labs. Junto a mi entonces marido, en un viaje por Japón y Corea detectamos que los lineales de las tiendas allí estaban repletos de mascarillas faciales, un concepto tan sencillo como extendido en ese mercado y consistente en un sobrecito de aluminio monouso que contenía una mascarilla plegada impregnada con un serum. En Europa, por aquel entonces esa categoría de producto ni existía para el gran público.

 

Queríamos democratizar un producto tan beneficioso para las mujeres asiáticas como ignorado por las europeas

Los estudios de mercado realizados revelaron que en nuestro entorno ese producto solo se hallaba en el canal selectivo y en el canal profesional. Se trataba de marcas premium, con estuches de cinco o seis unidades a un precio desorbitado, superior a los cien euros. También estaban disponibles para los profesionales, que los aplicaban en cabina. La idea fue, por tanto, abrir al consumidor general la categoría de las mascarillas faciales, que en ese momento eran unas grandes desconocidas. Desarrollamos el diseño, la formulación, el concepto, el branding…, todo desde cero y desde el despacho de casa. Una vez listo para fabricar, vimos que en España no había fábricas con suficiente tecnología para asumir la producción, de tal modo que tuvimos que volver a Corea a fin de encontrar plantas que, con los ingredientes y la formulación que les proporcionábamos, elaboraran nuestro producto. Aunque contamos con la colaboración de un químico para la elaboración de nuestras fórmulas pensadas para la mujer occidental, en el país asiático conseguimos partners de confianza (con un indiscutible know how dada su dilatada experiencia) que nos dieron consejos para optimizar los resultados. El propósito era democratizar un producto que había resultado beneficioso durante muchos años para las mujeres asiáticas y que era ignorado por las europeas. En oriente la mascarilla facial formaba parte fundamental de su rutina de belleza, mientras que aquí ni sabíamos de su existencia. Los inicios fueron complicados porque éramos una start up intentando dar a conocer una nueva categoría de producto. Mi experiencia y conocimiento del mercado internacional fueron clave para diversificar y entrar simultáneamente en diferentes mercados.

 

Nuestras mascarillas se han ganado la confianza de muchos especialistas en medicina estética que las aplican a sus pacientes

La crisis de 2008 nos sorprendió en pleno crecimiento. No soy consciente de haber sufrido esa coyuntura, ya que estábamos abriendo nuevos mercados y continuábamos con nuestra expansión. Un caso distinto fue en 2020, con motivo de la pandemia. Aun así, aunque tuvimos un declive en el canal tradicional a consecuencia del cierre de las tiendas, se compensó con el crecimiento del comercio on-line y, también, por la popularización del uso de las mascarillas durante el confinamiento. Hoy en día nos beneficiamos de la confianza ganada en el mercado, con una clientela fiel, que nos asocia a mascarillas de calidad y nos atribuye el máximo conocimiento en esta categoría en la que fuimos pioneros en Europa. Es tal el grado de credibilidad adquirido por nuestra marca, Iroha Nature, que incluso los especialistas de prestigiosos centros de medicina estética utilizan nuestros productos para aplicarlos a sus pacientes tras sus intervenciones, conscientes de su eficacia. Disponemos de muchas mascarillas con distintas propiedades para diferentes tipos de piel y necesidades, pues la importancia del artículo no está en el soporte, sino en la fórmula, con principios activos como el retinol, el colágeno, el bakuchiol, el ácido hialurónico con diferentes pesos moleculares, la niacinamida o la vitamina C, entre otros. Actualmente hay muchísimas mascarillas en el mercado, y nosotros seguimos apostando por la innovación y la calidad para diferenciarnos. Todas nuestras mascarillas están hechas con tejido 100% biodegradable, tienen un elevadísimo porcentaje de ingredientes de origen natural (>95%) y son las únicas que cuentas con tests de eficacia realizados por laboratorios independientes que garantizan los resultados probados.

 

Seguir cubriendo las necesidades de nuestros clientes

Iroha Nature ha ido evolucionando y con los años hemos seguido innovando y lanzando nuevos productos y nuevas categorías que complementan nuestras mascarillas faciales. Tras las mascarillas, también fuimos los primeros en introducir la categoría de tratamientos de manos y pies en tissue con efecto sauna y aromaterapia. Le siguieron nuestros exitosos parches de ojos, los discos tónico impregnados en un formato súper práctico, y recientemente los parches de acné que a día de hoy son los más vendidos en Amazon. Este año, coincidiendo con nuestro veinte aniversario, hacemos un salto de categoría a las grandes ligas, lanzando nuestra primera línea de skincare, una línea muy bien pensada y trabajada para ayudar a las pieles con tendencia acneica. Yo personalmente sufrí muchísimo el problema del acné, y me hace especial ilusión empezar con esta línea. Es una gama corta, con productos de alta eficacia y cuyos resultados irán respaldados con tests en laboratorios independientes.

 

Nos adaptamos a la idiosincrasia de cada mercado y canal

La comercialización de nuestros productos también ha experimentado una profunda transformación y democratización. Aun siendo productos de tratamiento y de alta eficacia, también son productos de venta impulso por su precio y formato monodosis. La omnicanalidad ha ayudado a que no exista tanto el celo y la exclusividad de antaño, de modo que estamos presentes en el canal farmacia, en el profesional, en centros de estética (tanto para uso en cabina como para reventa), perfumerías, supermercados y, también, en department stores, como por ejemplo El Corte Inglés. Nos adaptamos a la individualidad de cada mercado y canal. La categoría de mascarillas en tissue es cada vez más conocida y está llegando a más públicos, incluido el masculino. El hombre tradicionalmente ha sido menos riguroso en el cuidado de la piel por pereza y falta de hábito. Nuestros formatos son muy cómodos y poco a poco los vamos conquistando. De hecho, muchas compañeras de oficina afirman que sus parejas les «roban» y usan sus mascarillas. Recuerdo que, cuando impartía formaciones a distribuidores y retailers, prefería utilizarlas en chicos porque el efecto en ellos era más visible e inmediato y sus pieles las más agradecidas.

 

En Sensalia no existe techo profesional, porque estamos en permanente crecimiento y existen oportunidades reales de promoción

Tenemos presencia en más de cuarenta países, principalmente europeos, y también contamos con una filial en Miami. Al frente de la misma se halla una gran profesional que empezó en la empresa como becaria en comercio internacional y, tras un par de años fuera, volvió para asumir nuevos retos con nosotros. Es una prueba de que en Sensalia no existe techo profesional, porque seguimos creciendo y existen oportunidades reales de promoción para quienes demuestran su talento, ilusión y ganas de progresar, siempre alineado con los valores de la empresa. Como he sido «monaguillo antes que fraile» y sé lo que se valora al trabajar por cuenta ajena para sentirse realizado, procuro fomentarlo, a través de la confianza, el autoliderazgo y la seguridad psicológica, evitando penalizar el error. Mi despacho está permanentemente abierto y lo único que pido, si alguien se equivoca, es que venga con una solución para seguir adelante. Las empresas las integran las personas, por eso tengo claro que el equipo humano es el valor clave y diferencial de cualquier negocio.

 

Las mascarillas de carbón no las vendíamos, nos las compraban

Estoy muy orgullosa de nuestro equipo humano. Actualmente somos diecisiete profesionales, mayoritariamente mujeres. Internamente hacemos todas las actividades clave de la empresa, siendo especialmente importante el foco que ponemos en I+D y el estudio de las tendencias. Eso nos permitió, por ejemplo, anticiparnos en el lanzamiento de mascarillas de carbón, cuyo uso se había iniciado en Oriente. Cuando empezamos a ofrecerlas a nuestros clientes, no las vendíamos, sino que nos las compraban. En la famosa cadena inglesa Boots, ni nos preguntaron por el precio: querían todas las existencias disponibles porque ya habían detectado la demanda por parte del consumidor. Mi obsesión y la del equipo está en la innovación y en la calidad. Dada nuestra modesta dimensión, si nuestros productos no fueran de calidad no podríamos competir en un mercado en el que las grandes corporaciones invierten grandes presupuestos en marketing. Este 2024 celebraremos nuestro vigésimo aniversario, y en estos veinte años de trayectoria siempre hemos abogado por la excelencia y por dotar a nuestras soluciones del máximo porcentaje en principios activos para conseguir la mayor efectividad. Nuestra voluntad es continuar manteniendo el espíritu innovador con la máxima calidad que tanto nos define.

 

«Traer del futuro la cosmética que te hace brillar por dentro y por fuera en cada fase de tu vida»

Tenemos una misión ambiciosa, un WHY retador e ilusionante. Aspiramos a que nuestros productos no solo hidraten, nutran y embellezcan la piel, sino que además nos ayuden a brillar desde dentro, mejorar nuestra autoestima desde vernos estupendas, sentirnos seguras y empoderadas para enfrentar los retos diarios y gestionar el stress lo mejor posible. Tenemos también un compromiso real con la sociedad y el planeta. Entre nuestras actividades de compromiso social, está el apoyar a mujeres y colectivos desfavorecidos que con nuestra pequeña aportación pueden encontrar más luz en su camino. Concretamente, desde hace años colaboramos con la Fundació Guné, que centra sus esfuerzos en Senegal, empoderando a mujeres y apoyando en la educación a sus jóvenes y niños. Nuestro compromiso también es con nuestro planeta, y estamos constantemente buscando soluciones sostenibles. En este sentido, hemos sido los primeros en desarrollar un tejido 100% biodegradable para nuestras mascarillas, hechas de algodón y eucalipto procedentes de bosques sostenibles, y que se biodegradan en 72 días, convirtiéndose en abono para las plantas. Compensamos además nuestra huella de carbono participando en la reforestación de bosques (oficialmente avalados por Carbonfund) y contamos con la certificación PETA, que garantiza que nuestros productos son veganos y cruelty free. Es éste un aspecto que no es necesario publicitar en el mercado doméstico, donde la normativa de la UE ya impide el uso de animales para testar productos, pero del que sí informamos en otros países como Estados Unidos o Latinoamérica, donde no rige la misma legislación. Buscamos la máxima naturalidad de nuestros productos siempre y cuando no pongamos en riesgo su efectividad. Todos nuestros productos Iroha Nature están formulados con un alto porcentaje de ingredientes de origen natural, en más de un 95% según la norma ISO16128. Nuestras fórmulas son también clean beauty, es decir, no incluyen ningún tipo de ingrediente cuestionado o sospecho de causar el más mínimo daño a la piel o al planeta.

 

Aspiro a que seamos un modelo de empresa sana y feliz, donde crezcamos personal y profesionalmente

Soy coach certificada por la ICF (International Coaching Federation) y compagino mi labor en Sensalia Labs con acompañamientos personales y ejecutivos, además de mentorías en comercio internacional a través de ICEX (Instituto Internacional de Comercio Exterior) y ACCIÓ como asesora homologada desde 2008. Mi faceta de coach me resulta de gran ayuda a la hora de acompañar a mi equipo, conseguir una mayor cohesión y generar un buen ambiente. Todos somos más parecidos de lo que creemos y lo suficientemente diferentes para ser auténticos. En esa diversidad de iguales está la riqueza y el reto. Lo constato durante mis acompañamientos y mentorías: muchos colegas empresarios confirman que lo más complicado de su gestión diaria son las personas. Pasamos la mayor parte de nuestro día en la empresa, y soy una convencida de que la empresa es una gran excusa para el desarrollo personal, el autoconocimiento y el autoliderazgo. Por ello aspiro a que Sensalia Labs sea una empresa sana y feliz, con buena gente y buenos profesionales que puedan seguir realizándose a través de su trabajo. ¡Qué lujo poder trabajar a gusto y feliz para dar lo mejor de mí!

 

Deseo que mi hija Carla pueda desarrollarse y encontrar su ikigai

Mi espíritu profesional no casa con la jubilación, que asocio a la voluntad de abandonar una actividad ingrata. Soy feliz en la empresa y tengo muchos proyectos en mente. ¡Me hacen falta varias vidas para hacerlos todos! Envejecemos cuando dejamos de tener ilusiones y un propósito de vida. Como cualquier madre o padre, también deseo que mi hija Carla, de diecisiete años, pueda desarrollarse y encontrar su ikigai (su sentido de vida). Al igual que yo a su edad, ignora hacia dónde desea orientar su carrera. Es una estudiante brillante y trabajadora a quien le atraen distintas materias. Lo importante es que mantenga su confianza en ella y dé lo mejor de sí misma; que sepa disfrutar del camino y se deje sorprender por la vida.