Sr. Grau
2 Tomo (empresarios) biografías relevantes

Sr. Edelmir Grau Lleixa – Impera Impermeabilitzacions, S.L.

 

EDELMIR GRAU LLEIXA

Palamós (Girona)

1977

Director general de Impera Impermeabilitzacions, S.L.

 

1-6-2022

 

La calidad y la profesionalidad distinguen a este empresario labrado a sí mismo y que, partiendo como autónomo, se ha erigido en firma de referencia en el aislamiento y la impermeabilización de inmuebles. Cultivado en la búsqueda de la perfección y la atención meticulosa al detalle, ha sabido sortear los distintos obstáculos para consolidar una compañía en la que ha reunido a muchos de sus antiguos competidores. Y, mejor todavía, ha logrado que estos colaboradores sientan la empresa como propia.

 

 

A los 12 años ya prestaba ayuda al negocio familiar y gasté mi primer salario en un monopatín

La cultura del esfuerzo ha formado parte de mi vida desde muy joven, pues mis padres me inculcaron, junto a mi hermano menor Dídac, ese valor y, ya en la infancia, empecé a trabajar en la empresa de mi progenitor, de quien heredé mi nombre. Apenas tendría una docena de años cuando, coincidiendo con las vacaciones de verano, fui reclamado para prestar ayuda en el negocio familiar, una compañía constructora especializada en la pintura y decoración de edificios. Había que llevar a cabo una obra de gran envergadura cerca de Palafrugell, donde invertimos la etapa estival. Tengo perfectamente grabado en la memoria a qué dediqué mi primer sueldo. Tan pronto tuve el dinero en la mano, cogí un autobús hasta Platja d’Aro, donde me compré un monopatín equivalente al salario percibido. Al llegar a casa, me llovió una gran regañina por parte de mi padre y mi madre, Anabel, por haberme gastado toda la paga, en un comportamiento que resultaba ilustrativo acerca de mi carácter, ya que de niño era muy impulsivo, algo que, a medida que he ido creciendo y adquiriendo cordura, he conseguido moderar de manera significativa. Por si fuera poco, mis padres también adoptaron medidas y, durante algunas semanas, tuve vedado el uso de esa codiciada tabla de skate.

 

Si en casa no había algún compromiso que lo impidiera, cualquier día resultaba laborable

Si a mí me definían los trazos impulsivos, a mi padre habría que atribuirle un alto nivel de exigencia. Sin lugar a dudas, él fue la persona que más me marcó en mi etapa de crecimiento; tenía un carácter perfeccionista hasta el último detalle, para que cualquier tarea se ejecutara sin un solo defecto. A su lado aprendí que los trabajos solo pueden efectuarse de manera impecable, algo que ha constituido una buena guía en mi trayectoria profesional y me ha permitido diferenciarme respecto a mis competidores. De mi etapa de infancia no he heredado afición alguna, pero sí unos pocos buenos amigos. Esa época también la recuerdo por los frecuentes traslados, pues con mis padres llegamos a mudarnos hasta en siete ocasiones de domicilio, pasando de mi Palamós natal a la cercana localidad de Calonge, donde transcurrió mayormente mi juventud. Precisamente mis primeras salidas nocturnas tuvieron lugar en Calonge, lo cual no evitaba que mi padre me hiciera levantarme, al día siguiente, a las siete de la mañana. Alegaba que, si era capaz de salir de fiesta, también debía tener capacidad para trabajar al día siguiente. Aprendí disciplina, pues, de manera directa, ya que no importaba que fuera sábado o domingo. Si en casa no había algún compromiso alternativo que lo impidiera, cualquier día resultaba laborable.

 

Cursé Formación Profesional de Administración y Gestión de Empresas

Mi experiencia escolar no resultó especialmente satisfactoria, ya que fui objeto de acoso por parte de algunos alumnos indeseables. En aquella época, el bullying era una práctica a la que no se le prestaba la atención que merece hoy en día: o era tolerada o no estaban suficientemente identificadas las consecuencias que acarreaban para quienes la sufríamos. En aquel entorno solo contaba con la complicidad de unos pocos amigos que todavía conservo y que, como yo, eran igualmente destinatarios de las burlas y amenazas de quienes solo encontraban felicidad humillando a los demás. Todo cambió una vez culminada la EGB, pues en ese verano experimenté una transformación física notable, creciendo en talla y adquiriendo mayor fortaleza. Asimismo, la nueva etapa académica se situaba en un nuevo centro: el instituto de Sant Feliu de Guíxols. Empezaba de cero, ya que todos los compañeros eran nuevos y no había antecedentes para que ese acoso escolar hallara continuidad. Aun así, en los primeros meses detecté que había algunos alumnos dispuestos a propinarme un trato similar. La diferencia estriba en que, en ese momento, opté por reaccionar, y planté cara a los que pretendían amedrentarme. En el instituto cursé Formación Profesional de Administración y Gestión de Empresas, tras lo cual aparqué definitivamente los estudios. De ahí que, una vez cumplidos los dieciocho, empecé a trabajar con mi padre, cuya empresa estaba radicada en Barcelona.

 

Buena parte de los mejores técnicos en impermeabilización de Catalunya se hallan en mi empresa

Durante la semana permanecíamos en la capital, mientras que los sábados y los domingos los invertíamos en Calonge. Tengo que admitir que, en ese momento, opté por el camino fácil: por inercia, me acomodé a la opción de prestar apoyo al negocio paterno, probablemente al constatar que se ganaba bien la vida. Su empresa, inicialmente dedicada a la pintura, evolucionó posteriormente hacia la rehabilitación de fachadas, aprovechando que en la capital catalana proliferó la inspección de las mismas, y las necesarias y consiguientes actuaciones en el envolvente de los edificios. Las tareas consistían, básicamente, en actuar en la cubierta, en la impermeabilización de las fachadas, que en la ciudad suelen estar enlazadas, y en aplicar las rasillas de catorce por veintiocho en los terrados. En esa labor conté con la colaboración de un entrañable operario, Salvador, un hombre próximo a la jubilación, que me introdujo en el oficio y con quien aprendí a impermeabilizar edificios. Estuve tres años trabajando en la empresa de mi padre. Después, más allá de la independencia adquirida, para mí no existían grandes diferencias respecto al cometido a llevar a cabo. Al empezar a trabajar con mi progenitor, me había dado de alta de autónomo, y ahora mantendría esa condición en mi nueva etapa profesional, en la que tenía el convencimiento de que no me faltaría trabajo. Había adquirido un oficio, el de técnico en impermeabilización, donde había pocos competidores. En Catalunya calculo que habrá entre doscientos y doscientos cincuenta profesionales dedicados a esta actividad, una buena parte de los cuales los reúne mi empresa.

 

Pese a la importancia de que goza el sector de la construcción en nuestro país, apenas existe oferta formativa de sus distintas disciplinas

En nuestro país no se le presta la suficiente atención a la impermeabilización, a pesar de que resulta decisiva en el mantenimiento de un edificio y en la calidad de vida de sus ocupantes. Aquí, su incidencia en el presupuesto de una obra suele estar entre el cinco y el siete por ciento del total, cuando más allá de los Pirineos, donde el frío y la humedad suelen ser más acusados, probablemente se sitúa en torno al veinte o veinticinco por ciento. Prueba de ese desinterés que existe en España hacia el aislamiento y la impermeabilización en la construcción es la inexistencia de programas formativos sobre la materia. En la mayoría de países europeos, los jóvenes pueden acceder a cursos de cinco años, con un grado inicial y otro superior, que les capacita para efectuar ese tipo de labores. En realidad, en Alemania o en Noruega es posible hallar formación en las distintas disciplinas de la construcción. En cambio, en nuestro país, pese a la importancia de que goza el sector de la construcción, apenas existe oferta; solo lampistería o, a lo sumo, en albañilería en el Institut Gaudí de la Construcció. A la formación profesional nunca se le ha dedicado en nuestras latitudes la atención que merece y se ha optado por prestigiar las carreras universitarias; como si se priorizara disponer de abogados sirviendo hamburguesas en un restaurante de comida rápida antes que cubrir las carencias en cuanto a profesionales técnicos. Todo eso provoca, por una parte, dificultades a la hora de reclutar personal, y, por otra, la necesidad de que tengamos que formarlos nosotros. Pero nos encontramos, también, que muchos jóvenes que se inician en nuestra empresa, al llegar el verano, nos abandonan, ante la dureza de las condiciones cuando aprieta el calor. Y cualquier esfuerzo para explicarles que nunca les faltará trabajo resulta estéril.

 

Formalicé el registro como S.L. para acometer obras de mayor envergadura

En 1997 inicié mi andadura en solitario, trabajando como subcontratado para la que era la mayor empresa del sector. Ahí coincidimos más de una treintena de operarios autónomos que, como yo, nos dedicábamos a la impermeabilización y el aislamiento de edificios, lo que propició que nos conociéramos todos y que, fruto de la colaboración conjunta, entabláramos relación de compañerismo y amistad. Al cabo de algunos años, y viendo que el volumen de encargos iba en aumento y no podía asumirlos, decidí contratar al primer empleado. Así podía absorber más trabajo, obras de mayor envergadura y ganar en eficacia y rapidez. A ese primer colaborador se le añadieron paulatinamente media docena más, de modo que dispuse de mayor capacidad para atender a los clientes que solicitaban mis servicios. En 2010 di un nuevo paso significativo en mi trayectoria como empresario, después de que me propusieran llevar a cabo unas labores en unas naves de la compañía Prologis en un polígono industrial de Sant Boi de Llobregat. Además de la impermeabilización de las cubiertas, había que instalar unos paneles solares autoadhesivos, en lo que se reveló como una operación de cierta envergadura económica donde tuvieron que intervenir varios trabajadores subcontratados. Al ser imposible, como autónomo, facturar tanta cantidad en una única obra, formalicé el registro como S.L.

 

Expuse a los trabajadores la situación y todos decidieron quedarse conmigo: hoy son la columna vertebral de la empresa

A la actuación en las naves de Prologis en Sant Boi de Llobregat le siguieron otras similares para la misma empresa en un polígono de Alcalá de Henares. Era 2012 y había ido incorporando a mi empresa a varios antiguos compañeros autónomos que, a raíz de la crisis de Lehman Brothers, habían quedado desamparados. Mientras que a mí la crisis de 2008 no me había afectado, muchos de ellos habían acudido buscando mi ayuda como asalariados, al no poder mantener su condición de autónomos, ya que su situación irregular por casos de impago les impedía obtener los certificados necesarios de la Agencia Tributaria o de la Seguridad Social para efectuar cobros. En mi caso, el azote llegaría cuatro años más tarde, después de que una de mis principales empresas clientes se viera obligada a cerrar. Se trataba de una entidad que atendía las facturas con pagarés a ciento cincuenta días, con lo que, cuando se nos comunicó el cierre, ya había cinco meses acumulados de deuda, lo que nos condenaba a la ruina. La S.L. no resultó afectada, pues la mayoría de facturas las expedía como autónomo; un error que revela mi desconocimiento en torno a esta faceta, pero en el que ahora no volvería a incurrir. Tal circunstancia supuso un batacazo enorme para nuestra economía doméstica, pues incluso llegaron a intentar embargar nuestra vivienda. Fue una etapa de muchos nervios, en la que recurrí a los servicios de un abogado para hacer frente a la situación. Establecimos un plan de pagos para atender a los proveedores y les expuse a los trabajadores cuál era el escenario al que nos enfrentábamos: «Es posible que me retrase en las retribuciones y no habrá pagas extras», les informé. Todos decidieron quedarse conmigo; y hoy constituyen la columna vertebral de nuestra empresa.

 

Funcionamos durante la mayor parte de nuestra trayectoria sin ningún tipo de póliza de crédito

Las entidades bancarias no me prestaron ayuda alguna. En su descargo debo admitir que, al introducir mi nombre en el ordenador, emergían aquellos pagarés no satisfechos. Pero, obviamente, aquella situación no la había provocado yo, sino la empresa que me los había endosado. Con mucho esfuerzo y sacrificio, conseguí un préstamo para salir de ese atolladero, atender las deudas con los proveedores, abonar los sueldos de mis empleados y hacer frente a los pagarés… que no me habían liquidado. Ahí tengo que agradecer la intervención de algunos profesionales que, desoyendo las instrucciones de las entidades financieras para las que trabajaban, me expresaron su apoyo personal y decidieron apostar por la empresa. Pero, en general, siempre he tenido la percepción de que los bancos me daban la espalda. Nuestra compañía ha estado funcionando prácticamente durante toda su trayectoria sin ningún tipo de póliza de crédito. Solo cuando estalló la pandemia acudieron a mí para ofrecerme préstamos del Instituto de Crédito Oficial, a los cuales accedimos. Esa financiación me permite afrontar el presente con mayor tranquilidad y relax, dado que, cuando sufres tensiones de liquidez, genera mucho desasosiego tener que reclamar los pagos a los clientes; en especial sabiendo que, si te ves en la obligación de exigir, existe un alto índice de riesgo de que ese cliente termine por retrasar pagos.

 

Nos diferenciamos por calidad y profesionalidad, no por precio

Nuestra empresa realiza básicamente aislamientos e impermeabilizaciones de edificios. En este momento, el noventa por ciento de nuestra actividad se centra en la obra nueva y el diez por ciento en la rehabilitación, pero esta última faceta es la que nos garantiza el trabajo continuado, pues los edificios, por regla general, suelen necesitar una actuación cada diez años. Trabajamos para constructoras, pero también para comunidades de propietarios que nos confían la rehabilitación integral de su finca. Esa circunstancia nos llevó a crear, a principios de este año, Impera Rehabilitacions. Al margen de diversificar el riesgo a nivel financiero, eso facilita nuestra selección por parte de determinados clientes que tienen que añadir a sus actuaciones obras de albañilería. Un sesenta por ciento de nuestro trabajo se centra en Girona y el resto, en Barcelona, donde se detecta una guerra de precios en la que hace unos años renunciamos a participar, pues ni deseamos rebajar nuestros niveles de calidad ni trabajar por debajo de coste. Tenemos una estructura de veinticinco técnicos, con veinticinco vehículos, una nave propia en Calonge y otra alquilada en Polinyà. Si es menester, seleccionaremos los clientes, pues nosotros no nos diferenciamos por precio, sino por calidad y profesionalidad. Es posible, por otra parte, que en un futuro no muy lejano nos expandamos a Baleares, y más concretamente a Eïvissa, donde no hay apenas técnico en impermeabilización y, por tanto, un amplio mercado a explotar. Hemos obtenido el certificado para licitar obra pública, pues si bien hasta el momento habíamos trabajado para la Administración como empresa subcontratada, ahora podremos hacerlo de manera directa.

 

Se está generando una nueva burbuja inmobiliaria que estallará en un par de años

En el trato recibido por los bancos interviene el ámbito en el que operamos. En 2010, cuando se formalizó la S.L., esas entidades rehuían las empresas vinculadas a la construcción. Este sector ahora ha recuperado el ritmo de actividad, como evidencia el paisaje plagado de grúas por doquier. Quienes trabajamos en este entorno coincidimos en pronosticar que esta situación durará un par de años hasta que irrumpa una nueva crisis, ya que se está construyendo por encima de las necesidades existentes. Hay que tener en cuenta que todavía existe un considerable parque de viviendas embargado, con pisos vacíos u otros ocupados ilegalmente, y cuya titularidad corresponde a fondos de inversión. Con todo ello, se está generando una nueva burbuja inmobiliaria, porque vuelve a aflorar la especulación. Soy testigo de ello a diario, pues, junto a unas obras nuevas de un centenar de pisos que estamos realizando en Sant Cugat del Vallès, hay unos bloques embargados de 2010 con medio millar de viviendas varias.

 

La hostelería no resolverá su problema de personal hasta que opte por la regulación salarial

Las crisis son cíclicas, y en nuestro país salimos de una para entrar en otra. Parte de ello responde a que somos una industria sin valor añadido, concentrada en el turismo y en la construcción, dos sectores que, además, acaban sufriendo la carencia de personal. Ahora es la hostelería la que acusa ese problema, consecuencia de que la actividad se interrumpió hace un par de años y los empleados de ese sector acudieron a otros entornos en los que han hallado mejores condiciones. La hostelería no resolverá esta situación hasta que pague unos salarios adecuados, tal y como ocurrió en el área de la construcción en su día, cuando se optó por la regulación salarial. No es de recibo el proceder de algunas empresas, que obligan a trabajar doce horas, pagan ocho de ellas y solo cotizan cuatro, alegando, en caso de siniestro, que el accidente se ha producido en la franja cubierta por la Seguridad Social. Yo podría ahorrarme un enorme montante de dinero al año si recurriera a esas prácticas, pero no resulta ético ni admisible. Si eres empresario, debes actuar de manera honesta, lo cual reclama hacer números y, si ingresos y gastos no cuadran, es que ese negocio no resulta factible.

 

El entorno de incertidumbre puede provocar nuevos problemas de suministro o de precios a medio plazo

La lámina asfáltica es nuestra principal materia prima. También los impermeabilizantes líquidos cómo el poliuretano o la poliurea. Para coberturas industriales recurrimos a láminas sintéticas de PVC o de TPO, más anchas y de color blanco. Aunque somos instaladores y distribuidores de la marca Chova y trabajamos preferentemente con esta, utilizamos materiales de otras firmas, cuya calidad es igualmente incuestionable. En breve incorporaremos un tipo de lámina asfáltica que, aunque más cara, amplía la garantía de impermeabilización de diez a quince años. El pasado mes de marzo, a causa de la guerra, vivimos una situación incómoda, pues los proveedores nos anunciaron un incremento de los precios de un veinticinco por cien aplicable a la semana siguiente. Hay que tener en cuenta que nuestros encargos se suelen cerrar con medio año de antelación como mínimo, con lo cual nos vimos obligados a renegociar los contratos, con todo el malestar que ello generó entre algunos de nuestros clientes, hasta el punto de que llegamos a recibir amenazas de denuncia por incumplimiento. Pero la ley no admite equívocos, y, en casos de fuerza mayor, los contratos se pueden rescindir. Todo el mundo estaba avisado, y no podemos olvidar que la tela asfáltica es un producto derivado del petróleo, cuyo considerable aumento de precio es público y notorio. A los clientes pequeños les pudimos salvar de ese incremento, dado que disponíamos de stock suficiente para atender sus encargos. No descartamos que puedan aflorar nuevos problemas de suministro o de precios a medio plazo, pues vivimos en un entorno de incertidumbre.

 

Gratitud a mi familia y a los profesionales que han hecho suya la empresa

Sin el concurso del equipo, esta empresa no sería la misma. Tengo la suerte de contar con profesionales que han hecho suya la empresa. Así me lo han confesado, en algunas de las reuniones que hacemos en mi casa, pues siempre he sido proclive a cultivar estas relaciones, así como a ayudar a las personas que me rodean. Mi esposa, Raquel, a quien conocí en la infancia y con quien iniciamos un noviazgo desde muy jóvenes, me ha aportado el equilibrio necesario. Ha sido la amiga y la compañera con la que he crecido, personal y profesionalmente. Compartimos dos hijos: Aida, quien, con diecinueve años, estudia en la universidad y, desde 2019, trabaja en las oficinas de Impera en verano; y Edel, que cuenta con dieciséis, y a quien tengo intención de introducirle en el almacén, que visite obras y se familiarice con la empresa, ya que ha confesado que le gustaría desarrollarse profesionalmente en nuestra firma.