Sr. Joan López
Sr. Joan López
2 Tomo (empresarios) biografías relevantes

Sr. Joan López Roura – Grupo Cat-IB2 y Catalunya Auxiliars

JOAN LÓPEZ ROURA

Girona

1970

Gerente y propietario de Grupo Cat-IB2 y Catalunya Auxiliars

11-10-2022

Gozar de seguridad es tan esencial como hacerlo de salud; ello nos lo subraya este inquieto empresario que, en la estela de un abuelo que le legó el espíritu emprendedor y de una madre con alma luchadora, ha dado rienda suelta a un talante comercial y creativo. Su capacidad de adaptación y sacrificio le llevó a emprender un proyecto en solitario con el que presta servicios auxiliares y de seguridad tanto a clientes privados como públicos. El trato próximo y personalizado constituye la seña de identidad de una labor cuyo desempeño siempre se caracteriza por la excelencia.

 

Nuestra madre, una auténtica heroína que devino mi referente como ejemplo de lucha y sacrificio

Mi infancia discurrió en un entorno humilde de Portbou, donde compartíamos apartamento mi madre, mi abuela y mis dos hermanas. Pese a las dificultades domésticas a las que nos enfrentábamos, conservo un buen recuerdo de aquellos mis primeros años en el pueblo costero más septentrional de nuestro país, disfrutando en las calles sin preocupación alguna. Nuestra progenitora, Agustina, se comportó como una auténtica heroína, pues tuvo que criarnos en solitario al haber decidido poner distancia con nuestro padre. Era una época de estrecheces, en la que salíamos adelante con la ayuda de la abuela materna, Catalina, quien obtenía unos indispensables ingresos mediante labores de limpieza en los vagones de tren de Transfesa, la empresa ferroviaria francesa cuyos convoyes llegaban hasta ese puesto fronterizo. Aquel empleo suponía nuestro seguro de vida, pues gozaba de continuidad en esa actividad que complementaba en casa cosiendo junto a mamá. En aquella época, nuestra madre no tenía más estudios que los básicos, pero exhibió un enorme espíritu luchador que propició que los tres hermanos pudiéramos acudir a la universidad. Prueba de los sacrificios familiares es que, para sufragar el apartamento en el que residíamos la mayor parte del año, en verano lo alquilábamos y nos trasladábamos a vivir a un local comercial adaptado para habitar en él. Esa convivencia más incómoda y austera nos permitía hacer frente a las cuotas de la hipoteca, en lo que constituyó, también, una lección sobre la importancia del ahorro y de saber administrar los recursos.

 

Un improvisado puesto en la estación de tren de Portbou, donde vendía figuritas y cómics

De las estrecheces y la austeridad domésticas dan fe, también, los anhelos de Reyes nunca satisfechos. El Scalextric que mis ojos de niñez esperaban en enero jamás desembarcó en casa. La maltrecha economía familiar imposibilitaba colmar ese antojo. Aun así, un año asistí con estupor a la sorpresa de no encontrar regalo para mí; cuando menos en el salón. Fue al salir a la escalera que descubrí una bicicleta. La alegría fue comedida, ante la frustración de comprobar que el ansiado Scalextric seguía sin llegar. No sería hasta muchos años después cuando supe poner en valor aquel gesto de mi madre; porque la compra de esa bicicleta escondía un enorme sacrificio que en ese momento fui incapaz de reconocer. Pero de la necesidad logré hacer virtud, y de aquellas carencias extraje las lecciones indispensables para darme cuenta de que en la vida las oportunidades hay que buscarlas. Fue así como, aprovechando la proximidad de la estación ferroviaria internacional de Portbou, un punto muy concurrido y frecuentado por turistas franceses, instalé un improvisado puesto en el que vendía figuritas y cómics de la época. Ese esbozo de negocio, que me proporcionó las primeras monedas con las que satisfacer pequeños caprichos, me permitió vislumbrar el alma empresaria que llevaba dentro y la inclinación hacia lo comercial que siempre me ha caracterizado.

 

El abuelo Joan alimentó en mí el deseo de explotar mi faceta comercial y convertirme en empresario

Creo que el talante empresario y la capacidad ahorrativa los heredé de mi abuelo materno, Joan, un hombre inquieto y emprendedor que regentaba un taller mecánico en Girona y que exhibía una gran capacidad para los negocios, básicamente a través de la compra de lotes de coches y motos en subastas públicas para su posterior comercialización. Me fascinaba ver cómo se manejaba en los tratos y comprobar que obtenía sustanciosas ganancias. Aquello alimentó en mí el deseo de dedicarme a las labores comerciales y, en cierto modo, a emular a mi abuelo, más allá de que, con el tiempo, haya podido evolucionar hacia un perfil más empresarial a través de la formación y dotándome de herramientas para ganar en competitividad y eficiencia. Tanto el abuelo Joan como mis abuelos paternos ayudaron en lo posible a nuestra madre, cuyo tesón y empeño le permitirían cursar la carrera de Psicología con el propósito de aspirar a opciones profesionales más ambiciosas y poder proporcionarnos una vida mejor. Una vez licenciada, opositó en el Ayuntamiento de Girona y accedió a una plaza administrativa, lo cual motivó nuestro traslado a la capital del Ter.

 

Presté el servicio militar voluntario en la Cruz Roja, a pesar de que duraba más, dado que consideré necesario aportar mi grano de arena solidario

Tenía diez años cuando aterricé en el colegio de la Mare de Déu del Mont de la capital gerundense, donde me revelé como un buen estudiante; una faceta que hallaría continuidad en el instituto Vicens Vives, en el que cursé el Bachillerato, el cual interrumpí para acudir a prestar el servicio militar voluntario en la Cruz Roja, a pesar de ser de una duración mayor que el regular, dado que consideré necesario aportar mi grano de arena solidario. Formé parte, de hecho, del último reemplazo militar de la Cruz Roja, en un episodio muy fructífero en que, después del periodo de instrucción en Talarn (Lleida), ejercí como conductor, como socorrista e, incluso, como patrón de embarcación, pues también obtuve el carnet que me habilitaba para ello. Esa condición propició que, durante el verano, prestara servicio en la Cruz Roja del Mar, a lo largo de tres meses que se convirtieron en unas inolvidables «vacaciones» remuneradas en el Port de la Selva (Girona). Ya por aquella época había hecho gala de mi natural capacidad para manejarme en los más variopintos trabajos, donde no solo me limitaba a cumplir con las instrucciones, sino que intentaba aportar un valor añadido para poder crecer y disfrutar con cada tarea. Por ejemplo, con dieciséis años, y tras haber obtenido la licencia para conducir ciclomotores, empecé a trabajar como repartidor de recambios para automóviles. De motu proprio, me dediqué a ordenar el almacén de la empresa, a fin de optimizar la localización de cada referencia.

 

De todas las experiencias laborales he extraído buenas lecciones vitales y profesionales

Concluido el servicio militar, continué fogueándome en el mundo laboral asumiendo distintas funciones. Primero ejercí como comercial en una empresa de materiales de la construcción, y luego también trabajé como vendedor de seguros. Igualmente, ocupé un puesto en la planta embotelladora de Coca-Cola y en la de producción de aspiradores de Panasonic. Posteriormente, ingresé en una agencia inmobiliaria, donde invertí cerca de cuatro años como comercial, aunque involucrándome por completo en la firma, al colaborar con los arquitectos y los propietarios en la confección de la tipología de vivienda que debíamos priorizar a partir de las demandas que detectaba entre los clientes. De todas las experiencias profesionales extraía buenas lecciones, pues me permitían ver distintas metodologías de trabajo, lo cual, en el futuro, me resultaría de gran utilidad para el adecuado liderazgo de los equipos humanos. En esa etapa de juventud continuaba practicando deporte, dando continuidad a una afición cultivada en la época escolar, cuando me revelé como un prometedor fondista de cross, si bien también me desenvolvía con holgura en la natación, en el piragüismo o, incluso, en la halterofilia. Sería entonces cuando decidí probar suerte en el terreno empresarial, con dos modestos proyectos que no acabaron de cuajar: una tienda de cerámica y una empresa de multiservicios. Sendas experiencias me sirvieron para darme cuenta de que me faltaban conocimientos y rodaje como empresario. Lejos de rendirme, convine que debía retomar los estudios y prepararme para ese desafío, al que no estaba dispuesto a renunciar.

 

En todas las empresas en las que trabajé mostré un absoluto grado de involucramiento, al tiempo que me esforzaba por aprender

Siguiendo el ejemplo de mi madre, cursé el acceso a la universidad para mayores de 25 años y me matriculé en Derecho, iniciando una etapa de mi vida altamente gratificante. En nuestro hogar habíamos vivido sin grandes lujos, pero nuestra madre siempre había velado por procurarnos la oportunidad de acceder a los estudios superiores. Mis hermanas, con quienes me llevo tres años de diferencia con cada una, cursaron carrera inmediatamente después de haber cubierto el Bachillerato: Susana, la mayor, se decantó por Económicas, mientras que la benjamín, Montse, optó por Veterinaria. Mi experiencia se manifestó distinta, porque yo había abrazado los estudios por necesidad, consciente de que requería aquella formación para mi desarrollo profesional. Disfruté de la facultad, pese a que esos años no se antojaron fáciles, pues tenía que compatibilizar la carrera con el trabajo y con la vida social, que no concebía sacrificar porque relacionarme con la gente forma parte de mi talante natural. En mi fuero interno, empero, continuaba alimentando la idea de convertirme en empresario. Había llegado a la conclusión de que trabajando por cuenta ajena tendría muchas más dificultades para salir adelante y que resultaba preferible crear mi propia compañía. Aun así, continuaba manteniendo ese espíritu de entrega en cualquier proyecto profesional al que me sumara, pues en todas las compañías en las que trabajé mostré un absoluto nivel de involucramiento, al tiempo que me esforzaba por absorber conocimiento, en el convencimiento de que, detrás de cada experiencia, existían unas altas dosis de aprendizaje. En ocasiones, aceptaba con resignación un sueldo inferior valorando las recompensas intangibles que ese empleo ofrecía.

 

Junto a dos socios, fundamos en 2003 el embrión de la que acabaría convirtiéndose en mi empresa

Mi trayectoria profesional adquirió un rumbo definitivo cuando me incorporé a una multinacional de sistemas de seguridad en calidad de comercial. Un año después, el delegado de zona, con quien había trabado una estrecha relación, nos propuso a un compañero y a mí crear una delegación en Girona de una firma barcelonesa del mismo sector. Fue así que, en el año 2000, entre los tres pusimos en marcha esa oficina en un local junto a la Devesa que nos cedió mi madre. El sector acababa de asistir a una liberalización que había puesto fin a una etapa caracterizada por el oligopolio de dos compañías que imponían sus condiciones en el mercado. No desaprovechamos esa oportunidad y, aplicando a nuestra modesta delegación la experiencia adquirida, experimentamos un gran crecimiento a través de la comercialización de sistemas de seguridad. Tres años después, sin embargo, al comprobar que no dejábamos de ser unos meros empleados para la compañía y que nuestra capacidad de decisión resultaba escasa, decidimos establecernos por nuestra cuenta y constituimos Catalunya Auxiliars. Era una empresa de servicios auxiliares, en la que mis dos socios se centraban en la comercialización de sistemas, mientras que yo gestionaba los servicios personales (conserjerías, porterías, limpieza…).

 

Decidí disputar los contratos con las administraciones públicas a las grandes corporaciones

En 2005, y de mutuo acuerdo, los tres socios convinimos en separar nuestros caminos profesionales. Aunque entre nosotros sigue existiendo una magnífica relación personal, la idea sobre la orientación de la empresa era distinta, de ahí que les propusiera adquirir sus respectivas participaciones. No solo accedieron a ello sino que me brindaron todo tipo de facilidades. En la medida de mis capacidades, procedí a la ampliación de los servicios y acabé incorporando los de seguridad tras obtener la correspondiente homologación, lo cual obligó a establecer una sociedad segregada específica, IB2 Seguretat Catalunya. Aquello no resultó fácil, pues, más allá de la compleja burocracia y reglamentación, la presión ejercida por las empresas competidoras dificultó el proceso. Superado aquel desafío, el siguiente reto residía en ser conocidos en nuestro entorno, lo cual fuimos consiguiendo paulatinamente. Así, la compañía que sumaba quince empleados cuando asumí el timón en solitario, empezó a crecer a través de la prestación de servicios en fiestas mayores, ferias estivales, campings…, sobre todo en la zona de la Costa Brava y la provincia de Girona. La entidad experimentó un giro crucial cuando tuve la visión de crear un departamento de empleo público y concursos. Hasta entonces nos habíamos centrado básicamente en el sector privado y la vigilancia de obras. Me planteé, pues, si no podíamos disputar a las grandes corporaciones los contratos con las administraciones públicas. Esas firmas contaban con estructuras muy potentes, pero también presentaban sus debilidades y, ante ellas, nosotros disponíamos de unas fortalezas distintas: agilidad, competitividad… Aquello se reveló como un acierto, como lo prueba que, en la actualidad, el sector público concentra más del 70% de nuestra clientela en materia de seguridad.

 

La seguridad es tan necesaria como la salud

El sector privado reclama un mayor esfuerzo de proximidad que el sector público, donde hemos conseguido crecer apoyándonos en las nuevas tecnologías. Las herramientas telemáticas facilitan la superación de la distancia geográfica, pues desde nuestra sede en Girona podemos optar a un concurso del Servei de Trànsit de Lleida u otro de Correos en Tarragona. Nuestro ámbito de actuación se concentra en el territorio catalán, si bien es verdad que tenemos mayor implantación en el área de Girona, bastante en Barcelona (donde justo antes de la pandemia inauguramos una delegación), en menor medida en Tarragona y testimonial, en Lleida. Ese cambio de orientación hacia la esfera pública vino propiciado por la crisis de 2008, cuando nuestro negocio se sostenía mayoritariamente sobre el ámbito privado. En ese momento tuvimos que prestar especial atención a la morosidad, una práctica que se propagó entre las empresas. Nuestros cimientos no llegaron a zozobrar, pero vivimos con preocupación aquella etapa, que conseguimos superar. La segunda crisis a la que nos enfrentamos fue la de la pandemia. Afortunadamente, habíamos hecho los deberes y nuestra orientación al sector público se reveló como la tabla de salvación. Aunque inicialmente toda la actividad se paralizó, la Administración acabó ayudándonos y también logramos hacer frente a esa fatal contingencia. Cabe señalar que el sector no acusa grandes curvas de actividad vinculadas a los ciclos económicos, sino que goza de gran estabilidad. Y es que la seguridad es tan necesaria como la salud.

 

Calidad, proximidad, trato personalizado y servicio global

Nuestras señas de identidad residen en la proximidad y el trato personalizado, brindando unos servicios de calidad al mismo nivel que puedan ofrecer operadores de mayor envergadura. A ello hay que añadir nuestra vocación de prestar servicios plenos, tanto de tipo auxiliar como en el ámbito de la seguridad. De hecho, nuestras dos sociedades comparten clientes. Muchos de nuestros cometidos se basan en la vigilancia de edificios públicos, como pueden ser el monasterio de Sant Pere de Rodes o el museo de arqueología de Empúries. También los festivales de música en verano, como el de la Porta Ferrada o el de Cap Roig, acostumbran a reclamar nuestros servicios. Aspiramos a generar vínculos estrechos con nuestros clientes, pues nuestra pretensión es convertirnos en sus proveedores de continuidad y satisfacer así todas sus necesidades en los dos terrenos que nos competen. Esa filosofía consigue que el precio deje de erigirse en la referencia a la hora de seleccionarnos, prevaleciendo el trato, la calidad y la diversidad de los servicios que ofrecemos.

 

Nuestro principal problema hoy en día: la falta de personal

El principal problema al que nos enfrentamos en el ámbito de la seguridad es una marcada carencia de personal, para lo cual se hace imprescindible una regularización de los convenios sectoriales. Resulta complejo justificar un incremento de los sueldos tras salir de una pandemia, pero, si no existe un mínimo estímulo salarial, es muy difícil atraer mano de obra a este sector, que reclama una profesionalización. Asistimos a la paradoja de no poder atender peticiones de servicios por falta de personal. Pese a todo, soy optimista y estoy convencido de que seremos capaces de superar también este reto, reforzando nuestro equipo y dotándonos de más recursos e infraestructura. Actualmente, contamos con una quincena de vehículos y más de ciento setenta profesionales, cuyo tipo de perfil podríamos dividir en dos: los puramente vocacionales y quienes abrazan esta actividad transitoriamente, buscando unos ingresos en un sector estable pero con la vista puesta en otro cometido. Pese a que estamos atentos a la evolución del sector de la seguridad ciudadana y a la posibilidad de incorporar otros servicios, nuestro crecimiento potencial radica en ganar cuota de mercado desde nuestra condición de empresa mediana.

 

En materia de seguridad, se tiende a menos servicios armados

Aunque, por infraestructura y homologación, estamos capacitados para prestar servicios armados, no brindamos ahora mismo esta opción. No solo no es demandada, sino que existe una tendencia a su reducción, a diferencia de lo que ocurre en otros países, como en Estados Unidos, donde no se concibe un servicio de vigilancia en un centro comercial que no contemple la dotación de armas. Nuestra oferta de servicios globales en materia de seguridad incluye la instalación de sistemas como alarmas, cámaras de circuito cerrado de televisión, grabación digital… Si bien disponemos de drones, su uso está condicionado al desarrollo del marco regulador. En su momento experimentaron una gran expansión, pero la normativa desplegada, con el objetivo de controlar el espacio aéreo, ha conllevado una gran restricción en la utilización de los mismos. En todo caso, no dudo que acabarán convirtiéndose en un recurso relevante.

 

Permanentemente atentos a los avances tecnológicos

El personal de nuestra división de servicios auxiliares no requiere la formación específica que reclama el área de seguridad, pero sí determinadas habilidades y conocimientos, como la prestación de primeros auxilios o la capacidad de llevar a cabo pequeñas reparaciones. Ahí también acusamos carencias de personal, pero resulta más fácil atraer candidatos, ya que no se exige la ciudadanía europea como sí ocurre para prestar servicios de seguridad. El área de servicios auxiliares concentra una cuarta parte de nuestro negocio, que emplea a unas veinticinco personas, mientras que el 75% de la clientela de esta división se adscribe al sector privado. Para reclutar al personal de ambas ramas de negocio, recurrimos a las nuevas tecnologías y a las redes sociales, aunque en los inicios nos basábamos en otros medios, como las páginas amarillas o la recepción de currículums por correo postal. También acudimos a la vía telemática para publicitar nuestra oferta de servicios y para interactuar con nuestros clientes, lo que no supone ningún obstáculo para dispensar un trato cercano y personalizado. De hecho, estamos permanentemente atentos a los avances tecnológicos, tanto porque la evolución del sector de la seguridad va ligada al desarrollo de la tecnología como porque nos permite agilizar la comunicación constante y directa con proveedores, clientes y empleados (o potenciales empleados).

 

Nos movemos en un sector relativamente joven, que empezó a desarrollarse a partir de 1992

Para mantenernos actualizados en el sector de la seguridad, solemos participar en sendas citas profesionales que se celebran en Madrid y Barcelona, Sicur y Security Forum respectivamente. Nos movemos en un ámbito en el que las grandes compañías con las que competimos están radicadas en Madrid, al entender que la proximidad con los ministerios les facilita un mejor acceso a los grandes contratos. En realidad, este es un sector relativamente joven, ya que empezó a desarrollarse a partir de 1992, cuando se promulgó la primera ley de seguridad privada. Policías con experiencia profesional desembarcaron en esta actividad, constituyendo sus propias empresas. Con el paso del tiempo, los servicios de escolta o el traslado de fondos con furgones blindados que antes abundaban observan una tendencia a la baja, especialmente en el caso de este último, con la progresiva disminución del dinero en metálico. Es cierto que algunas de estas actividades se han ido reconduciendo, por ejemplo, hacia el transporte de obras de arte, pero se trata de una demanda de nicho que no justifica la inversión que representaría introducirnos en esos campos y, por ello, son prestaciones que no entran en nuestros planes.

 

Siempre he sentido estima por las empresas familiares y para mí sería un orgullo que Laia diera continuidad al grupo

Me satisface comprobar como mi hija Laia, que ahora cuenta dieciocho años, se perfila como la segunda generación de la compañía. Siempre he sentido estima por las empresas familiares y para mí sería un orgullo que Laia diera continuidad al grupo. En este momento está formándose a través de un ciclo superior de Finanzas por la mañana y presta servicios por las tardes en un departamento operativo de la compañía. La sensación es que ha hallado afinidad con este entorno. Mi propósito y desafío, como padre y como empresario, es transmitirle los conocimientos para que pueda pilotar en el futuro la organización con su propio criterio, porque la segunda generación tiene que imprimir un sello distinto que supere los defectos que pueda haber exhibido la primera. Con ella comparto muchas aficiones, como el deporte (ya desde pequeña practicaba el baloncesto) o los viajes; una faceta, la de viajar, que me proporciona un gran conocimiento, al descubrir maneras alternativas de hacer las cosas que después puedo implementar en la compañía.

 

Reconocimiento al maestrazgo de Albert Carbó y al apoyo y dedicación de todo mi equipo humano

La utilidad de formarse en métodos diferentes de trabajar la aprendí de Albert Carbó, un industrial a quien conocí en la juventud, que siempre ha constituido mi gran referencia como empresario y a quien le debo multitud de consejos que me han resultado de gran utilidad a lo largo de mi trayectoria. Pese a la admiración que le profeso, a menudo me obsequia con un amable, inmerecido y generoso halago: «El alumno ha superado al maestro». No sería justo concluir sin reconocer y agradecer, asimismo, la entrega y dedicación de todo el equipo humano, que ha rendido de forma excelente y ha mostrado su implicación con la empresa y su apoyo en los momentos difíciles. Soy muy consciente de que debo a los empleados que han estado a mi lado a lo largo de estos años gran parte, sino todo, de mi pequeño éxito.