Sr. Mestres
2 Tomo (empresarios) biografías relevantes

Sr. Joan Mestres Coll – Globalimar

 

JOAN MESTRES COLL

Llagostera (Girona)

1958

Presidente de Globalimar

 

 

12-6-2022

 

 

Con la mira centrada en el cliente y en ofrecerle un producto de calidad, este empresario se ha convertido en una referencia en el ámbito del pescado congelado. Pionero en la comercialización de surimi en Europa, actualmente es líder continental en la distribución de vieira. Tras haber puesto en marcha un proyecto con la Fundació Alícia para desarrollar platos precocinados, ahora proyecta crear un centro de I+D+i para contribuir a lograr que el pescado que consumimos sea más saludable.

 

 

 

Me sentía más cómodo envuelto entre negocios comerciales que estudiando

Abrí mis ojos en Llagostera, localidad gerundense cuya cercanía con la Costa Brava auguraba que mi trayectoria profesional estaría vinculada al mundo marino. Aun así, un

recuerdo de infancia lo ubico en Barcelona, con motivo de la festividad de Reyes. Con mis padres, nos trasladamos a la capital catalana para asistir a la cabalgata de los Magos junto a unos amigos. Al hijo de esa familia, de una edad similar a la mía, le habían traído una bicicleta, lo cual ocasionó que, de regreso a casa, invirtiera todo el viaje llorando porque yo no había corrido la misma suerte. Tamaña dimensión alcanzó el drama que, tras llegar a nuestro hogar, mi padre acudió de madrugada a la tienda de un conocido para conseguir una bici. Me compró la única que quedaba en el establecimiento, un modelo de color lila que, pese a todo, logró atajar mi desconsuelo. Tanto la mía como la de mis tres hermanas (Pilar, Roser y Sílvia) fue una infancia feliz, en la que invertíamos no poco tiempo en casa de nuestra abuela materna, Maria, quien vivía en un entorno campestre donde proliferaban las ovejas y las vacas. Los orígenes de nuestros padres, Joan y Marcelina, eran agrícolas, una coyuntura que propició que él pusiera en marcha un negocio de cereales que, más tarde, sustituyó por una distribuidora de productos de alimentación que operaba en la Costa Brava, un entorno en el que se labró cierta reputación. Nuestra niñez transcurrió mayoritariamente en el litoral, donde nuestros progenitores tenían una bodega y nuestros tíos, un camping, en Platja d’Aro. A los nueve años, disfrutaba de acudir al camping en bicicleta y orientar a los turistas para instalarse en las correspondientes parcelas. La colaboración en el negocio familiar era, en el fondo, una excusa para rehuir los estudios, que nunca lograron atraerme. Me sentía más cómodo envuelto entre negocios comerciales, algo que probablemente alimentó en mí la inclinación por esta actividad.

 

Nuestra madre y la tía Carmen se preocupaban de que gozáramos de la buena alimentación que la Guerra Civil les había vedado

En mis tías maternas Gemma y Carmen hallé unas personas influyentes en mi vida. La primera, con preparación pedagógica, falleció muy joven, víctima de un cáncer. A la relación familiar se le unía la vecindad de su hogar, que favoreció que tanto ella como mi tío encontraran en mí al hijo que nunca llegaba. Dado que mis padres estaban muy ocupados con sus compromisos laborales, me crié prácticamente con ellos. Mientras, la tía Carmen se reveló como una mujer con una gran capacidad de negociación. Cuando mi padre decidió reorientar su actividad empresarial, ella y mi tío asumieron el negocio de cereales. Su inquietud le llevó a impulsar una fábrica de pienso de cierta envergadura. Sigo manteniendo una extraordinaria relación con mi tía, con quien nos vemos a menudo y la tengo en gran estima y respeto. Tanto ella como nuestra propia madre tenían una obsesión: que comiéramos. A las personas de su generación les correspondió vivir la Guerra Civil y habían llegado a sufrir hambre, lo cual caló profundamente en sus vidas, hasta el punto de que su máxima preocupación era que gozáramos de la buena alimentación que a ellas les había sido vedada. De todos modos, en nuestro hogar apenas se hablaba de ese capítulo bélico, como tampoco de política. En la Transición, sin embargo, los debates políticos irrumpieron en las conversaciones familiares y nuestro padre incluso llegó a ser teniente de alcalde en Llagostera.

 

Apasionado por el fútbol, fui directivo del Llagostera y el Girona FC

Dediqué buena parte de mi juventud al deporte, actividad por la que siempre he sentido inclinación. El fútbol era mi favorito y, con diecisiete años, me convertí en el máximo goleador de la competición con el Llagostera. Más tarde accedí a la vicepresidencia del club, que logró ascender a la división de plata. También formé parte de la junta directiva del Girona Futbol Club. Aunque, con el tiempo, mi nivel de práctica deportiva se ha ido diluyendo y ahora disfruto del deporte como espectador. Durante parte de una etapa empresarial en la que acometíamos una intensa proyección exterior, en el pádel y en el fútbol sala hallé una gran vía de escape. Pese a iniciar la carrera de Ciencias Empresariales, no culminé los estudios universitarios. La gran formación de mi vida creo que se basa en los valores que me inculcaron mis padres y en la inquietud que, a medida que comencé mi faceta emprendedora, cultivé y que me convirtió en un buen negociador. En el entorno de mis padres imperaba la suspicacia, cosa que los llevaba a advertirme constantemente de riesgos y peligros.

 

Desembarcar en Mercabarna me dio acceso a un conocimiento profundo del sector del pescado

Mi incursión en la esfera empresarial tuvo lugar en 1980, con apenas veintidós años, después de que a mi padre le propusieran poner en marcha una distribuidora de productos congelados para cubrir la Costa Brava. Él declinó el ofrecimiento, ante la imposibilidad de compatibilizar el negocio que regentaba, pero trasladó esa opción a uno de sus empleados, con quien formamos una sociedad, Disfred, junto a mi padre, y a través de la cual representábamos a firmas como Camy, Findus o Nestlé. Aprovechando la penetración que teníamos en la restauración y la hostelería, incorporamos a la oferta de congelados verduras y productos precocinados a granel. Poco después, añadimos a nuestra cartera el pescado congelado, en el que actualmente se concentra el negocio de esta empresa, que se mantiene en activo cuatro décadas después. No obstante, yo era un joven inquieto a quien aquella actividad le resultaba escasa, ya que, como suele ocurrir con las empresas cuyo negocio se asocia a la costa, había un ritmo muy intenso en verano, pero en invierno apenas se facturaba. A través de un amigo de mi padre, entré en contacto con una empresa neerlandesa dedicada a la congelación de lenguado. Viajé a los Países Bajos donde, pese a mis limitaciones idiomáticas, obtuve la concesión de una representación. De este modo, me convertí en bróker, con la misión de comercializar camiones enteros de lenguado a empresas de Mercabarna. El desembarque en el mercado central barcelonés me permitió acceder a un conocimiento profundo del sector del pescado, un ámbito muy importante en la economía de nuestro país, toda vez que somos los segundos máximos consumidores per cápita del planeta de este producto, solo superados por los japoneses, y con importantes carencias en lo que respecta a abastecimiento.

 

Toda empresa debe evaluarse más por la buena labor desarrollada que estrictamente por sus resultados económicos

Compatibilizaba mi condición de bróker con las labores en Disfred, pero todo aquello no lograba colmar mis expectativas, ya que mi propósito era crear una empresa desde la base, lo que equivalía a ser fabricante. No obstante, no podía fabricar pescado… Aun así, mi estrecho contacto con el sector me permitió detectar nichos y oportunidades en ese mercado que no estaban cubiertas y que podía aprovechar. A la comercialización de lenguado procedente de los Países Bajos, le añadí otras especies procedentes de Asia y las cigalas de las que nos abastecíamos en Escocia. En 1986, fundé Interaliment. Establecimos nuestra base de operaciones en Granollers, un punto geográfico estratégico para compatibilizar mi vida profesional con la personal, a medio camino entre el Port de Barcelona, adonde llegaba la mercancía, y Llagostera, donde residía con mi esposa, que trabajaba en el hospital de Palamós. Concentré mis esfuerzos en Interaliment y, al año y medio, abandoné las labores de bróker, pues, a pesar de revelarse como una actividad extraordinariamente lucrativa, no acababa de conjugar con mi concepción de lo que tiene que ser una empresa que, bajo mi punto de vista, debe evaluarse más por la buena labor desarrollada que estrictamente por sus resultados económicos.

 

Nos convertimos en pioneros en la comercialización de surimi en Europa

La actividad de Interaliment se basaba en la importación de pescado y marisco a granel, con la transformación en origen. Traíamos grandes toneladas de choco o calamar para los industriales de nuestro país. El producto solo lo comercializábamos entre elaboradores, mayoristas o distribuidores. Inicialmente, las ventas se realizaban por contenedores completos, aunque el objetivo residía en ir desgranando la mercancía con el objetivo de distribuir a toda España. La actividad fue ampliándose y adquiriendo complejidad, con la incorporación de langostino tunecino, sepia y calamar de procedencia hindú, langostinos que nos proveían de Indonesia y Malasia… con el empaquetado en origen. En 1988 emprendí un viaje a Japón que resultó muy interesante, ya que descubrí un producto que era desconocido en nuestras latitudes: los palitos de cangrejo o surimi. Convencido de que aquello podía triunfar en los mercados de nuestro entorno, adquirí media tonelada y empecé a promover los palitos de cangrejo en España. Los daba a probar a los clientes que visitaba, quienes, tal y como sospechaba, quedaban sorprendidos ante la novedad y la incorporaban a su oferta. Con el surimi, no solo conseguimos convertirnos en los pioneros en la venta de este producto en Europa, sino que también logramos una expansión extraordinaria, ya que llegamos a comercializar hasta doce mil toneladas de palitos. Con el paso del tiempo, este producto se ha ido modificando y ha visto sacrificada su calidad, con el objetivo de democratizar su consumo, ya que el surimi original presentaba un precio sensiblemente más elevado.

 

La entrada de Banc Sabadell supuso un alivio, dado que ya no  tenía que avalar con mi patrimonio

Tanto la comercialización de los palitos de cangrejo como de otras variedades de pescado propulsaron el crecimiento de Interaliment, lo cual nos llevó a habilitar unos enormes frigoríficos en Montornès del Vallès. Por aquel entonces, la compañía ya superaba el centenar de empleados. En 1999, Banc Sabadell entró a formar parte del accionariado, a través de un fondo de capital riesgo, con el treinta por ciento de cuota. Aquella circunstancia supuso cierto alivio en el ámbito personal, dado que, hasta la fecha, yo incurría en una práctica que los empresarios deseamos rehuir, como es la de avalar con nuestra firma y nuestro patrimonio. Con el concurso de Banc Sabadell, Interaliment prosiguió su escalada, invertimos en la compra de algunas empresas en el extranjero y, gracias a un magnífico equipo de directivos, pude permitirme renunciar a la gestión del día a día, convirtiéndome en el consejero delegado y presidente de la compañía. En un momento determinado, sin embargo, la entidad manifestó su deseo de abandonar el capital de la empresa. Les expresé mi disconformidad, pese a que Banc Sabadell estaba dispuesta a financiarnos. Transcurridos unos meses, me trasladaron el interés de José Manuel Lara, presidente del Grupo Planeta, de adquirir el cincuenta por ciento de participación, a través de Inversiones Hemisferio. Alcanzamos un acuerdo, pero al poco tiempo constaté que la filosofía del nuevo socio no encajaba con mi concepto empresarial. Su talante excesivamente financiero se alejaba de una actividad vinculada a la pesca, donde uno de los factores fundamentales reside en el conocimiento técnico, sabiendo qué especies se capturan o dónde se hallan los caladeros. A pesar de la buena relación personal, le comuniqué mi intención de desvincularme, a lo cual accedió, aunque solicitándome que, como fundador, conservara una participación minoritaria y permaneciera en el Consejo de Administración en calidad de presidente.

 

Pese al rechazo que me provocan los reptiles, un error burocrático llevó a bautizar una de nuestras marcas con el nombre de Aligator

En 2007, Interaliment entró en liquidación, paradójicamente coincidiendo con el fallecimiento de mi padre. La liquidación fue encomendada a Miquel Mas, con quien acabé trabando una buena relación. Meses más tarde me confesó que la solución idónea contemplada era que yo adquiriera el stock, la razón social y las marcas. Legalmente era posible, por lo que, siguiendo sus recomendaciones, procedí a la recuperación de ese legado, que incluía las marcas Amura y Aligator. La denominación de esta última resultó accidental, pues en su alumbramiento se produjo una situación inesperada. Mi propósito consistía en registrarla como Arigatou, equivalente a «gracias» en japonés. Sin embargo, la persona que acudió al registro interpretó mal mi deseo y quedó acuñada como Aligator, ignorando el rechazo que me provocan tanto los caimanes como el resto de reptiles. Fue con esas firmas que, en 2008, pusimos en marcha Globalimar junto con mi sobrino, Jordi Martí, quien ya trabajaba conmigo desde hacía seis años y en quien detecté una mente despierta e inquieta.

 

Trabajar para las grandes superficies ha supuesto una certificación añadida a IFS y la ISO que ya habíamos obtenido

Globalimar inició su trayectoria dando continuidad a la actividad que llevaba a cabo Interaliment, cuyo producto había ido evolucionando del comercializado inicialmente a granel y de manera anónima al que aparecía identificado con su marca y puesto a disposición del retail. El conocimiento adquirido por Jordi en el entorno de las grandes superficies nos abría las puertas a esa interesante oportunidad de negocio, donde poco a poco nos hemos hecho un hueco hasta el punto de que, en estos momentos, estamos presentes en la gran mayoría de las cadenas de supermercados. Si bien hemos obtenido distintas certificaciones, entre las que destacan la IFS y la ISO que avalan oficialmente tanto la calidad como la seguridad de nuestros procesos, que las grandes superficies hayan accedido a trabajar con nosotros supone un valioso reconocimiento añadido. Además de servir nuestro producto con nuestras dos marcas ―a las cuales se le suma la firma Amatsu que, mayoritariamente, orientamos al mercado norteafricano―, también producimos para terceros y desarrollamos marcas de distribuidor.

 

A raíz de la introducción del skin pack, desarrollamos una línea de productos precocinados orientados al mercado estadounidense

Una de nuestras principales innovaciones reside en el skin pack, un empaquetado que ha supuesto una revolución en un sector tan primario como es el del pescado. El skin pack es similar al envasado al vacío, con la diferencia de que es invisible y no presenta poros, lo cual permite que el consumidor pueda ver de manera directa y diáfana el producto, que es congelado. En el envasado al vacío se puede añadir agua, mientras que aquí, a lo sumo, procedemos a un glaseado, consistente en rociar la superficie del producto para bloquear los efectos de la oxidación y la deshidratación. El propio envase, que ahora utilizamos con versiones más sostenibles, con un ochenta por ciento menos de plástico, contribuye a la conservación del producto. A raíz de la introducción del skin pack, nos pusimos en contacto con la Fundació Alícia, que hace un par de años desarrolló una serie de platos precocinados, saludables y aptos para el microondas, denominados Cook & Ready to Eat: disponemos de salmón, bacalao o rodaballo preparados con verduras, salsa… listos para consumir una vez calentados en el microondas, una opción muy abrazada por los ciudadanos norteamericanos; de ahí que, en un primer momento, hayamos orientado mayoritariamente este producto al mercado estadounidense. Lo fabricamos en El Bruc, donde contamos con una amplia planta de elaboración. Asimismo, disponemos de un almacén logístico frigorífico en Barberà del Vallès, con una media de 8.000 palés y unos seis mil metros cúbicos. A estas instalaciones se les añaden a nuestras oficinas, ubicadas en Llagostera.

 

Buscamos una trazabilidad más controlada del producto para garantizar su calidad

Nuestras compras se nutren básicamente de Asia: Bangladés, Pakistán, India… y toda la franja hasta China. También del norte de África, siendo Túnez y Marruecos nuestros principales proveedores en ese continente. En Europa, contamos con productores especializados, como Noruega, para el salmón, o Escocia, para las cigalas. Chile, que se caracteriza por sus cultivos de vieira congelada, nos provee de nuestro producto estrella, pues somos líderes europeos en la comercialización de ese bivalvo. Canadá y Estados Unidos son asimismo países a los que recurrimos. Desestimamos, en cambio, los productores argentinos, basados en grandes barcos dedicados a la captura de langostino. Estocamos mucho marisco y, actualmente, incorporamos mucho pescado de cultivo del Mediterráneo, procedente principalmente de Turquía: mucho cefalópodo (calamar y sepia), pero también filetes de abadejo o de tilapia. La escasez de producto salvaje nos lleva a optar por el producto de piscifactoría, que nos garantiza disponibilidad. Envasamos algunos productos en origen, pero ahora incorporaremos una planta de ocho mil metros cuadrados con el propósito de comprar a granel y realizar ese proceso en nuestras instalaciones. De este modo, conseguiremos una trazabilidad más controlada del producto, pues en última instancia deseamos ofrecer esa garantía de calidad a nuestros clientes. Históricamente ya hemos pensado de manera constante en el cliente, aunque en estos momentos, en los que cada vez nos orientamos más hacia el retail, nuestra vocación reside en tener permanentemente en la mente al consumidor. Trabajamos con un producto delicado, que requiere de un cuidado especial, en el que hay que controlar el tiempo que transcurre entre la captura y su llegada a destino, asegurando que no se rompe la cadena de frío. Por ello, somos muy selectivos a la hora de decidir a quién compramos, basándonos en fichas técnicas muy completas. Sabemos qué producto queremos y, si no lo encontramos, renunciamos a buscar sustitutivos.

 

La división de retail ya supone un treinta y cinco por ciento de nuestro negocio

Jordi es quien gerencia el día a día de la empresa y está imprimiendo un mayor empuje a la división de retail, que ya supone en torno al treinta y cinco por ciento de nuestra cifra de negocio. El problema que nos plantea actualmente el retail reside en que, con sus operadores, tenemos los precios cerrados, lo cual causa que ahora, con el encarecimiento del producto, tengamos que asumir algunas pérdidas. El sesenta y cinco por ciento restante del negocio corresponde a la cartera de exportación y distribuidores, que comercializan nuestros productos en bares, hoteles y restaurantes, un ámbito que en nuestro país goza de un enorme peso.

 

Crearemos un centro de I+D+i para contribuir a que el pescado que consumimos sea todavía más saludable

Globalimar está preparando ahora una nueva etapa en la que contemplamos la unificación de nuestras instalaciones. Acabamos de adquirir una nave en Llagostera de diez mil metros cuadrados de superficie. Setecientos veinte irán destinados a oficinas, mientras que, en 2025, contaremos con un frigorífico de picking que nos permitirá preparar los pedidos para el retail. La construcción de una planta de producción de más de cuatro mil metros, con maquinaria de envasado skin pack, posibilitará prescindir de la infraestructura de El Bruc e introducirnos en el producto refrigerado. Estamos realizando prospecciones para hallar algún terreno cercano donde habilitar un almacén de frío. De momento, toda esa logística, incluido el transporte, la tenemos confiada a Stef, empresa francesa propietaria de las instalaciones de Barberà del Vallès. Debo admitir que la elección de Llagostera a la hora de concentrar toda nuestra actividad responde a motivos más sentimentales que estratégicos. Ese proyecto de reunificación se complementará con un centro de investigación, desarrollo e innovación en torno al pescado de cultivo y que crearemos en una masía que hemos adquirido, cercana a la nueva nave. Esta iniciativa es, ahora mismo, la que más ilusión me genera, pues deseo contribuir a que el pescado que consumimos sea aún más saludable.

 

Laura, Iris, y Jan, mi mayor felicidad

Tengo tres hijos, Laura, Iris y Jan, que son lo mejor que me ha pasado en mi vida. No serán ellos quienes asuman la continuidad de la compañía, pues sus expectativas profesionales presentan otra orientación. Aun así, Jan sí presta apoyo actualmente en la empresa. El relevo lo vislumbro en Jordi Martí, a quien más que a un sobrino lo contemplo como a otro hijo. Mantengo una relación extraordinaria con él, labrada ya desde la infancia, cuando todavía no habían llegado Laura, Iris y Jan.