JORDI MATEO CUBOTA
Barcelona
1948
Director de Expansión de Tecnitasa
28-10-2022
Hacer equipo. Ahí reside la filosofía de este directivo y empresario que ha ocupado relevantes responsabilidades en entidades financieras de referencia. Rodeándose de profesionales de competencia, ha contribuido al crecimiento de las compañías de las que ha formado parte al tiempo que ha impulsado la creación de otras firmas de los más variados sectores. A su dilatada trayectoria le añade la inquietud por las nuevas tecnologías, como lo demuestra la aplicación que ultima, basada en la Inteligencia Artificial.
Si veo una ferretería no puedo evitar entrar
Pertenezco a una generación que todavía nacía en su domicilio. En mi caso, fui alumbrado en el piso donde vivíamos, en la calle Villarroel, entre Diputació y la Gran Via. El Eixample era entonces una zona bastante más pacífica, con un menor tráfico tanto de viandantes como de vehículos. Aun así, mi memoria me remite a un conato de accidente que pudo acabar en tragedia. Como era habitual, circulaba con mi triciclo por la acera de los aledaños cuando un camión emergió de un garaje cercano. El frenazo súbito del conductor me dejó a apenas un par de dedos de ser arrollado cuando apenas tendría cuatro años. Era aquella una infancia feliz, de la que recuerdo también cuando acudíamos a una casa que teníamos en Santa Coloma de Gramenet que albergaba varios árboles frutales y un huerto que atendía mi abuelo. No todos los niños disfrutaban de ese privilegio que me permitía ver dónde crecían las hortalizas y los frutos que después consumíamos y que yo mismo ayudaba a recoger. La relación establecida con mi abuelo materno, Joan, era extraordinaria. Ebanista de profesión, pienso que alimentó en mí la inclinación por las manualidades. Siendo niño, ya me había habilitado un banco de carpintero en el que jugaba con las maderas que me proporcionaba. De este modo, no debería sorprender a nadie que me haya convertido en un manitas, efectuando instalaciones eléctricas, soldando conducciones de agua o reparando el sistema de depuración de la piscina. Si paso por delante de una tienda de moda soy incapaz de entrar a comprar una corbata, pero si veo una ferretería no puedo evitar pasar de largo y acabo adquiriendo lo que sea.
El deseo de mi padre para que ingresara en la Caixa se acabaría haciendo realidad
Muy distinto era el talante de mi padre, Gregorio. Invirtió buena parte de su vida profesional en el Banco Hispano Americano, si bien posteriormente acabó dirigiendo una empresa que fabricaba ampollas para inyectables. Aunque inicialmente convivíamos con los abuelos maternos, una vez hube cumplido los cinco años nos trasladamos a la avenida Gaudí, lo cual propiciaría que mi escolaridad transcurriera en los claretianos. Recuerdo los jueves de esa época como muy especiales, pues disponíamos de las tardes libres y mi abuelo venía a buscarme a mediodía para llevarme a su casa a comer y seguir cultivando esa magnífica relación. Aun así, admito la influencia profesional de mi padre, a quien apenas veía porque invertía muchas horas en su trabajo, desde las ocho de la mañana a las diez de la noche, además de acudir al banco también los sábados. Él mismo a menudo me alentaba a situar como mi objetivo el ingreso en la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros, que en el futuro acabaría popularizándose como la Caixa. Mi madre, Conxita, que se ocupaba de las labores domésticas y de hacernos crecer tanto a mí como a mi hermano Albert, seis años menor, corroboraba esa tesis. Al cumplir los veinticuatro, me presenté a unas pruebas selectivas para la Caja de Ahorros Sagrada Familia. Concurrí a las mismas tras ser informado de esta oportunidad por un primo que trabajaba en esa entidad y que se mostraba muy satisfecho de formar parte de la misma tanto por el sueldo como por las condiciones laborales y el buen ambiente reinante. Superé esas oposiciones e ingresé en esa organización que, más tarde, sería absorbida por la Caixa d’Estalvis de Barcelona y cuya resultante, posteriormente, se fusionaría con la Caixa. Cuando culminó esa operación se lo hice notar a mi padre: «¿Ves? –le dije–: Tu deseo de que trabajara en la Caixa se ha acabado haciendo realidad».
Las Matemáticas, la Ingeniería o el Peritaje son disciplinas que te abren la mente y te ayudan a pensar
Pero antes de mi desembarco en la Caja de Ahorros Sagrada Familia viví muchísimas otras experiencias dignas de ser contadas. Una de ellas tiene que ver con las veladas de pesca compartidas con mi padre en Premià de Mar, donde teníamos una segunda residencia. Los sábados, al anochecer, acudíamos a las rocas con nuestras cañas para lanzar el anzuelo y disfrutar de la tranquilidad de ese paisaje marino, de la conversación y de la ilusión de regresar a casa con alguna captura. En una ocasión, unos guardias civiles nos sorprendieron sin la preceptiva documentación y nos obligaron a acompañarles al cuartelillo. Por fortuna, ese episodio se resolvió con un simple trámite burocrático y quedó en la memoria como una mera anécdota de juventud. Más adelante, inicié los estudios de ingeniero perito industrial. Todavía no había concluido ese ciclo académico en la Escola Industrial, cuando me matriculé en Matemáticas Exactas, en la Universidad de Barcelona. Tanto las Matemáticas como la Ingeniería o el peritaje son disciplinas que te abren la mente y te ayudan a pensar. Las Matemáticas, a nivel práctico, no las aplicas al mundo de la empresa, pero la lógica que se desprende de ellas y su concreción sí te permiten llegar a tu objetivo de manera más rápida.
Impartía clases de matemáticas a personas mayores que yo
Mi primer contacto con el entorno laboral estuvo precisamente vinculado con las Matemáticas. Y es que, a partir de los dieciocho años, empecé a impartir esa materia en dos academias a las que acudía por las noches. El alumnado estaba formado por personas mayores que yo y que tenían pendientes algunas asignaturas para completar sus ciclos académicos. Resultaba paradójico que el profesor fuera el más joven del aula, enseñando a gente que ya se había incorporado al mercado laboral. Aquella experiencia me resultó de gran utilidad en mi desembarco en la Caja de Ahorros Sagrada Familia, donde el interventor general me sometió a una serie de preguntas para descubrir qué sabía hacer. A los conocimientos adquiridos en la universidad le sumaba esa práctica como docente, lo cual me había proporcionado una madurez que, frente al resto de recién incorporados a la entidad, me otorgaba una ventaja competitiva. «A partir de mañana, usted se viene conmigo», me dijo ese directivo, quien me incorporó al departamento de Intervención y me trasladó a los servicios centrales. Ahí recababan mi ayuda para las más variopintas necesidades, desde hacer unos planos, hasta planificar la distribución del personal en una planta o redactar una instancia para el Ayuntamiento. Al año siguiente, me trasladaron al departamento de Auditoría y, dos años después, en 1975, me nombraron jefe de área, asignándome una decena de personas a mi cargo. La habilidad demostrada para hacer frente a asuntos complejos propició que, cuatro años más tarde, promocionase a jefe de Organización. La absorción de Sagrada Familia, en 1980, por parte de Caixa de Barcelona me llevó a asumir esa misma responsabilidad en la entidad resultante, con cuarenta personas bajo mi tutela.
Tras tres semanas en Estados Unidos, en 1981 implantamos en Barcelona el primer cajero automático
Como jefe de Organización, me correspondió afrontar una compleja etapa en la que se implantaron toda una serie de procedimientos y normativas internas que no resultaron fáciles de digerir por parte de la plantilla. El equipo humano estaba acostumbrado a obtener el plácet de todo aquello que solicitaba sin tener que presentar ningún tipo de justificante y, con la dimensión adquirida tras la operación, se consideró que era momento de implantar unos mínimos controles. La incómoda situación soportada me llevó a solicitar el traslado a una oficina. Durante once meses me convertí en el director de la que estaba situada en la plaza Universitat, hasta que reclamaron mi regreso a la central para atajar unos problemas de riesgo que habían surgido. Me puse, así, al frente del departamento de Valores y Patrimonio; una responsabilidad que, en 1990, se vería ampliada con la fusión con la Caixa, pasando a disponer de ochenta profesionales en mi equipo. Contaba ya con un importante bagaje a mis espaldas y con la confianza de los directivos. Entre otros edificantes capítulos en mi trayectoria, cabe destacar que, en 1980, el director de Caixa Barcelona me llamó a su despacho para preguntarme qué sabía yo de cajeros automáticos y de tarjetas de crédito. Cuando le revelé mi ignorancia sobre estos temas me dijo que me enviaba tres semanas a Estados Unidos para sumergirme, de la mano de IBM, en el conocimiento de ese entorno tecnológico. Desde el 1 de diciembre hasta el día 22 recorrí Nueva York, Washington, Denver, Carolina del Norte, Carolina del Sur o Miami. viendo cajeros, visitando oficinas bancarias, el centro de investigación de IBM… Medio año después, en junio de 1981, inaugurábamos el primer cajero automático en la oficina que hacía esquina en las calles Balmes y Pelai de la capital catalana. Años más tarde, en 1988, con el departamento de Valores y Patrimonio implantamos la primera tarjeta con chip con memoria interna, que facilitábamos a los clientes que acudían a la Bolsa de Barcelona para operar con valores.
El director general de la Caixa me invitó a fundar una empresa para prestar los servicios de Recursos Humanos a la entidad
Si tuviera que definir mi trayectoria profesional diría que se asemeja a la del bombero que apaga constantemente fuego, acudiendo a los incendios sin saber qué se está quemando exactamente. Continué ejerciendo esa faceta en la Caixa, donde, en 1993, me confiaron la jefatura de Administración de Personal de la entidad. Cuatro años más tarde, el director general, Josep Vilarasau, me entregó una revista y me invitó a leer uno de sus reportajes. En el mismo se informaba que el noventa por ciento de las empresas de Estados Unidos tenían externalizadas sus áreas de Recursos Humanos. «¿Montas una empresa?», me inquirió. Fue así que, en abril de 1998, puse en marcha Rol 20, compañía que inicialmente prestaba servicio a la Caixa pero que, cinco años más tarde, cuando me reincorporé a la entidad financiera, contaba con un equipo de ciento veinte empleados y había añadido a su clientela empresas como Hidroeléctrica del Cantábrico, Laboratorio Echevarne, Gallina Blanca y N.H.Hoteles. En mi nueva etapa en la Caixa, el entonces director Isidre Fainé me ofreció dirigir Valoraciones y Tasaciones Hipotecarias (VTH), una tasadora que acababa de adquirir el grupo. Me mantuve en esa firma incluso después que VTH fuera vendida al Grupo De la Quadra Salcedo, pero cuando decidió desprenderse de la misma y pasó a otras manos, preferí desvincularme de la compañía. Era 2019 y ya hacía tiempo que Tecnitasa pretendía hacerse con mis servicios, por lo que consideré que se daban las circunstancias propicias para que me sumara a esta organización en calidad de director de Expansión.
En la valoración hipotecaria hay que asegurar que la deuda queda en todo momento cubierta por la garantía aportada
Tecnitasa es una de las dos principales empresas de tasaciones y valoraciones que operan en España. Con medio centenar de delegaciones (una por provincia) y más de mil técnicos, el noventa por ciento de las tasaciones las efectuamos para las entidades financieras, que recaban nuestros servicios principalmente para evaluar la idoneidad de las hipotecas a conceder. También realizamos valoraciones vinculadas a causas de divorcio o herencias, o cuando una empresa necesita reflejar en su balance el valor de unos determinados activos. En la tasación de un bien inmobiliario no solo intervienen el valor catastral, la antigüedad o el estado del mismo, pues hay aspectos igualmente relevantes, como el plan urbanístico, que podría determinar que el edificio estuviera afectado y condenado a ser derruido para ampliar una vía pública. En la valoración hipotecaria, a diferencia del resto de tasaciones en las que se establece el valor presente, es necesario realizar una proyección hacia el futuro con el objetivo de asegurar que la deuda queda en todo momento cubierta por la garantía aportada. Las tasaciones se efectúan siguiendo la normativa dictada por el Banco de España y su realización corresponde a una tasadora homologada por el mismo organismo con arquitectos colegiados.
Estamos ultimando una solución de Inteligencia Artificial que simplificará la confección de las tasaciones
La fuerte competencia existente en el sector, y la presión ejercida por las entidades financieras (los principales clientes), han provocado el hundimiento de los precios de las tasaciones, lo cual desincentiva a los arquitectos a realizar esta labor. Para resolver dicha situación, estamos ultimando una tecnología que permitirá, mediante Inteligencia Artificial, simplificar los procesos y aumentar la calidad. De este modo, estos profesionales podrán realizar más operaciones y asegurarse unos ingresos que recuperen el atractivo de esta actividad. Se trata de que todas aquellas etapas consistentes en el trasvase de información se realicen de manera automática. Así, el arquitecto, que ahora debe acudir a consultar el plan urbanístico, consultar el valor catastral, contrastar medidas, tomar fotos, analizar planos y un sinfín de operaciones que comportan una enorme inversión de horas, con una aplicación podrá salvar varias de las funciones porque determinados datos se trasladarán automáticamente al informe, con lo cual no solo se obtendrá un valioso ahorro de tiempo sino que, también, se evitarán posibles errores derivados de una incorrecta transcripción, lo cual redundará en la calidad de los resultados. Para impulsar este proyecto, decidí recabar el soporte de un par de técnicos informáticos y de un arquitecto especializado en tasaciones y confiamos que a principios de 2023 esta aplicación será una realidad.
Los padres han dimitido de sus responsabilidades como educadores
Asistimos a una situación compleja en el mercado laboral, en el que acusamos carencias de técnicos orientados a profesiones manuales mientras nos sobran titulados, como consecuencia de que todos los padres desean que sus hijos se conviertan en primer ministro. El resultado es que se empuja a las nuevas generaciones a estudiar una carrera y no existe luego motivación para satisfacer determinadas necesidades laborales, que acaban cubriéndose con personal inmigrado. Pasa en la atención a la gente mayor, en la hostelería o en la limpieza, entre otros sectores. No disponemos de aprendices y nos sobran titulados. Asimismo, se detecta cierta falta de ganas de trabajar, así como también de educación. Antaño existían dos conceptos perfectamente diferenciados: educación y formación. La primera se impartía en casa, mientras que en la escuela se obtenía la segunda. En la actualidad, ambas se confunden y se supone que corresponde a los centros escolares formar y educar a los alumnos; entre otras razones porque los padres han dimitido de sus responsabilidades como educadores. La implicación de la familia en este sentido ha desaparecido. Lo constato cuando utilizo algún ascensor, donde ningún joven observa unas mínimas normas de cortesía, obviando un sencillo «buenos días». O, también, cuando acompaño a mi hija a la escuela y compruebo que los otros padres transmiten un mal ejemplo a sus descendientes cuando no respetan los pasos de peatones y cruzan en rojo. La educación en valores se ha perdido por completo.
Es momento de dar marcha atrás y corregir las nefastas consecuencias de las deslocalizaciones
Las consecuencias de las deslocalizaciones efectuadas en su día por empresas locales son nefastas. Debido a las circunstancias y a las presiones por conseguir una mejora de los beneficios, en un determinado momento se llevó a cabo aquel traslado de las producciones a lejanos puntos del planeta. El resultado lo estamos acusando ahora, cuando se tardan nueve meses en entregar un coche por falta de chips. Se adoptaron unas decisiones en función de unos parámetros sin pensar qué podía llegar a ocurrir en el futuro. Ahora es momento de dar marcha atrás, pero nos encontramos hipotecados por las fabricaciones externalizadas en otros países. Resultaría altamente provechoso recuperar esa producción local, tanto para generar puestos de trabajo como para acortar los plazos de suministro y ganar en capacidad de respuesta para satisfacer al consumidor con mayor agilidad. Para ello resulta indispensable asimismo dotarse de unas infraestructuras solventes que contribuyan a dinamizar nuestra economía. No hemos prestado suficiente atención a la red ferroviaria, que constituye uno de los sistemas de transporte más económicos y que, a la vez, se erige en uno de los medios más respetuosos con el medio ambiente. El Corredor Mediterráneo se revela como una vía de comunicación clave para la mejora de nuestra competitividad, así como también hay que contemplar la construcción de carriles adicionales en algunas de nuestras saturadas autopistas o la ampliación del Port de Barcelona y del aeropuerto de El Prat.
Si los políticos fueran competentes estarían en la empresa privada
Me enervan los políticos que muestran su oposición a las ampliaciones de esas infraestructuras vitales para el desarrollo de nuestro país y que proponen que el número de cruceros que atracan en Barcelona se reduzca a la mitad. Con ello demuestran una mirada miope, pues los turistas que desembarcan en la capital catalana suponen una importante inyección económica para el tejido comercial de la ciudad. De un tiempo a esta parte, sin embargo, Barcelona ha acusado una preocupante decadencia, que ahora se ve agravada con las obras iniciadas en un punto tan emblemático como las Rambles. No salgo de mi asombro cuando compruebo ciertas incoherencias, como son las de seguir equipando con escobas a los operarios de la limpieza en vez de dotarse de sistemas de aspiración eléctricos que resultarían mucho más efectivos para combatir la suciedad que nos invade. Mientras se niega esa razonable inversión, compruebo como se despilfarra el presupuesto municipal pintando de verde los camiones municipales destinados a ese servicio; evidentemente como una pura operación corporativa de lavado de imagen. Si los políticos fueran competentes estarían en la empresa privada, pero para muchos de ellos, un cargo público constituye un señuelo muy apetitoso; al contrario de lo que sucede con los empresarios, para quienes la política no reúne suficientes alicientes como para abandonar sus compañías y sus carreras profesionales.
Siempre he procurado hacer equipo
Los políticos deberían velar por conseguir una mayor armonización fiscal y un mejor equilibrio en ese aspecto. No resulta admisible que sobre autónomos y pymes recaigan unas cargas impositivas tan elevadas mientras las grandes corporaciones cuentan con vías de escape para eludir sus obligaciones contributivas. A la gran empresa le resulta fácil aplicarse cualquier tipo de deducción, mientras que las pequeñas y medianas a lo sumo pueden repercutir en sus declaraciones un servicio de taxi. Tampoco veo con buenos ojos ciertos planteamientos empresariales que proliferan en estos últimos años, en los que se busca el dinero fácil, creando una compañía con el simple objetivo de venderla cinco años más tarde y convertirse en millonario sin importar qué ocurre con el equipo humano. Tal vez pienso así porque a lo largo de mi vida he creado empresas con un hilo conductor común: «Dime qué necesitas y te ayudo». He creado compañías de muy diversa índole, pero todas con el propósito de aportar soluciones a los clientes: en reformas de pisos; en desarrollo de páginas web; en retos de transformación digital e innovación con Concatel; o en análisis y mejoras informáticas, tal y como hace Donar Consulting, firma que fundé junto a otros socios. A lo largo de mi trayectoria he buscado rodearme de profesionales competentes, pues yo puedo albergar ideas y tener capacidad para dirigir equipos, pero ignoro cómo realizar muchas de las funciones que efectúan mis colaboradores. Siempre he procurado hacer equipo, con personal interno o externo; porque el equipo es la clave. La tecnología es importante, pero lo es más el equipo humano que la maneja.
Toda la vida me he divertido trabajando
Me resulta difícil pensar en la jubilación, tanto porque me gusta lo que hago y toda la vida me he divertido trabajando como porque me siento incapaz de quedarme solo en casa, pues mi esposa, Asmae, es médico y acude a diario al Centro de Atención Primaria, mientras que a mi hija menor, Sonia, con nueve años, acude a la Escuela Francesa. Con la pequeña, a quien cada mañana la puedo acompañar a la escuela, estoy redescubriendo una paternidad que, por contar en su día con mayores responsabilidades laborales, no pude disfrutar con mis hijos mayores, David y Eva, quienes me han proporcionado media docena de nietos. El primogénito estudió Ingeniería y ahora es empresario en el entorno del packaging. Por su parte, la mediana cursó Diseño Gráfico y ahora es directora de marketing en una empresa. Me siento muy orgulloso de mis tres hijos, pues todos gozan de una excelente educación y tienen capacidad para desenvolverse con soltura por el mundo; incluida la benjamina, a quien le encanta la lectura y se ha revelado como una niña extraordinariamente responsable.