Sr. Torres
2 Tomo (empresarios) biografías relevantes

Sr. José Luis Torres – Leather Química, S.L.U.

 

 

JOSÉ LUIS TORRES

Barcelona

1958

Director general de Leather Química, S.L.U.

 

 

11-4-2021

 

En la escucha activa ha hallado este empresario ideas para desarrollar algunas de las soluciones que ofrece su compañía. Habría sido confesor de haber prosperado como sacerdote, pero el entorno de los curtidos acabó ganando un químico para mejorar las prestaciones de las pieles. Tras haber conocido las distintas facetas de una industria especializada, el destino le deparó la oportunidad de crear una empresa, Leather Química, que ahora acaba de dejar en buenas manos después de haber multiplicado su valor por trescientos.

 

 

De niño ya demostraba mi espíritu inquieto

Albergo alma de emprendedor, como lo prueba que iba para sacerdote, me tentó la vida militar y acabé como profesional en la industria química. Ese espíritu inquieto ya lo exhibí en mi infancia, cuando, con apenas siete años, conseguí mis primeros ingresos ofreciéndome a los vecinos a bajarles la basura a la calle. A diario pasaba por los rellanos del edificio a recoger las bolsas para ahorrarles ese cometido a cambio de una peseta semanal. No descarto haber asumido esas funciones condicionado por una situación vivida poco antes, cuando había coincidido con un empleado del servicio de basuras que me había aconsejado esforzarme en estudiar, pues de lo contrario tendría que trabajar de basurero. Ante aquella reflexión, y teniendo en cuenta que los estudios no me seducían, le decía, inocentemente, a mi madre: «Quiero ser basurero». Aquellas afirmaciones generarían, probablemente, desasosiego a mi madre Isabel. Inicié mi escolaridad en el colegio Milà i Fontanals, en el barrio del Raval de Barcelona, aunque después mis padres decidieron matricularme en los Salesianos.

 

Subiendo bombonas de butano y vendiendo discos conseguí mi primera bicicleta

La ambición constituye otra de mis señas de identidad, labrada también desde la infancia. Prueba de ello es que, en torno a los catorce años, le expuse a mi padre, Lluís, que quería comprarme una bicicleta. No puso objeciones a ello, en especial viendo que no reclamaba su ayuda económica para conseguirla. Mis ocurrencias me llevaron en esa ocasión a acudir a un vecino con sendos negocios de bombonas de butano y discos musicales. Me postulé para repartir bombonas entre la gente mayor del barrio, cuyos edificios mayoritariamente carecían de ascensor. No había más remuneración que las propinas obtenidas de las clientas. Sí, en cambio, se ofreció a brindarme una pequeña paga por asistirle en la tienda de discos. Fue así como un día comparecí en casa con la bicicleta, con la que recorría las calles de mi barrio natal, conocido oficialmente como el distrito 5.º, pero, popularmente, como Barrio Chino. Nos sentíamos unos privilegiados, pues vivíamos en el pasaje Bernardí Martorell, que por la noche quedaba cerrado por una verja con vigilancia. Aun así, en aquella época la zona no resultaba tan peligrosa como en la actualidad.  En todo caso, me siento muy identificado con ese barrio y mantengo raíces en el mismo, tanto por contar con un piso en la calle Obispo Laguarda como porque mi hijo y algunos sobrinos míos residen en él. Me satisface pasear por sus calles y saludar a los vecinos y entablar conversación con ellos. En las últimas décadas, la radiografía del barrio ha experimentado un vuelco, con la proliferación de personas procedentes de India, Pakistán, Bangladés o China. Me gusta relacionarme con ellos, a lo que contribuye el hecho de haber viajado mucho por razones profesionales y de haber conocido sus países de origen y sus culturas.

 

Mi padre me inculcó el amor por la familia

Si me bautizaron como José Luis fue consecuencia de que mi madre me alumbró en una clínica de monjas. Las hermanas sugirieron que, habiendo nacido en el día de San José, añadieran el patronímico de la jornada al seleccionado por mis progenitores, Luis, tal y como se llamaba mi padre. Él regentaba una farmacia en el Paral·lel y era ATS, lo cual le facultaba para administrar inyecciones. Debido a la ubicación de su establecimiento, por el mismo desfilaron figuras ilustres del teatro de la época, como Paco Martínez Soria o Paco Morán. Mi padre se jactaba de haber tenido el «privilegio de pinchar» sus traseros, al tiempo que bromeaba en torno a haber pinchado algunos de los más bellos, refiriéndose a cotizadas y atractivas actrices que también habían acudido a la farmacia familiar. A mi padre le conocí en profundidad en el último tramo de su vida, tras proponerle venirse a vivir conmigo al fallecer mi madre Isabel. Me ayudó mucho en muchos momentos de mi vida que no sabía a donde dirigirme. Lo que inicialmente era una invitación temporal acabó siendo definitiva, y en esos doce años de convivencia estrecha descubrí que era una bellísima persona; alguien que inculcó en mí el amor por la familia y que me alentó a fomentar reuniones frecuentes y numerosas con todos nuestros parientes. Esas citas solían acabar con la presencia de mariachis, pues a mi padre le encantaba la música mexicana e interpretaba a la perfección las canciones de Jorge Negrete.

 

Hallé consuelo promoviendo centros de esplai

Mi hermana Maribel, tres años mayor, era una alumna brillante, que obtenía sobresalientes y matrículas de honor. Recuerdo una anécdota de infancia, en la que nuestra madre nos sorprendió en la habitación en una situación bastante habitual: yo me hallaba tumbado en la cama mientras mi hermana estudiaba. Al recriminarme mi actitud y preguntarme por qué no cogía un libro, Maribel respondió con absoluta naturalidad que yo no lo necesitaba, pues tenía suficiente con asistir a clase. Probablemente el día más amargo de mi vida fue cuando mi hermana falleció, a la prematura edad de diecinueve años, en un parto del que logró sobrevivir mi sobrino David Luis. En ese momento mi cuñado Juan Asensio Ros paso a ser un nuevo hermano, ya que siempre nos hemos comportado como tal. Él sería el mayor y, en su medida, un reflejo de ayuda para mí en algunos momentos de mi vida. El traspaso de Maribel resultó un duro golpe para toda la familia. Mi madre Isabel enfermó seriamente y estuvo cerca de seis meses ingresada en el hospital. Necesitó más de 10 años para poder recuperarse de la pérdida de su hija que, en realidad, nunca superó. Yo me hallaba en ese momento estudiando para sacerdote, y los propios clérigos me aconsejaron que estuviera más tiempo en mi casa ante la gravedad de la situación. Tras ese capítulo, me asaltaron muchas dudas en torno a la fe y me planteé muchas cuestiones, hasta el punto de que empecé a desestimar mi futuro como religioso. En esos momentos, hallé consuelo promoviendo centros de esplai para jóvenes. Llegué a abrir hasta cinco centros en otras tantas parroquias. Los situados en las zonas más acomodadas permitían conseguir recursos para los ubicados en áreas más precarias, de tal modo que las familias con menor poder adquisitivo podían inscribir a sus hijos de manera gratuita.

 

 

Me destinaron a hacer análisis de sangre pese a no haber tocado ni una jeringa

Tras estudiar en la UPC Maestría Industrial, continué con Ingeniería Química, pero sin ir más allá del primer curso. La intuición me jugó una mala pasada, ya que renuncié a solicitar prórroga para cumplir el servicio militar como me sugería mi padre. Yo confiaba en que el sorteo me sonreiría y formaría parte del excedente de cupo. La suerte resultó adversa, pues me correspondió como destino Cartagena, lo cual equivalía a cumplir dos años de servicio. Tras tres meses de instrucción en la ciudad murciana, fui asignado a San Fernando (Cádiz), donde ascendí a la condición de cabo verde. Gracias a la intercesión de un tío que era coronel, el capellán Don Mariano, fui trasladado a Madrid y destinado a la Policlínica Naval. Mis incipientes estudios químicos fueron considerados suficientes para responsabilizarme de los análisis clínicos, a pesar de no haber tocado una jeringa en mi vida. Afortunadamente, entre mis «víctimas» solo había personal de tropa y no tuve que pinchar nunca a capitanes o coroneles. Ese cometido acabó cuando alguien que venía recomendado por un general ocupó mi puesto y fui asignado al Cuartel General de la Armada.

 

Les vendía baterías de cocina a las esposas de los mandos militares

El nuevo escenario militar me llevó a comprarme un Seat 850 de cuatro puertas y a empezar a vender baterías de cocina de la firma AMC Corporation. Aquello fue un gran acierto, pues no solo logré amasar un capital, sino ganarme favores entre los jefes militares. Y es que parte de la clientela la hallé entre las esposas de los mandos. De hecho, la primera de las reuniones para presentar la oferta fue a las consortes del capitán y del teniente. Estos me pedían que tuviera cierta consideración con ellas y yo procuraba satisfacer sus peticiones y añadirles algunos detalles, lo cual no solo se resolvía con la compra de artículos por parte de las mujeres sino, también, con permisos extra que me concedían mis superiores. El primer sorprendido era mi padre, que me había abierto una cartilla en la Caja Postal con catorce mil pesetas para hacer frente a los gastos durante todo el periodo. A los cuatro meses, tras ver que el saldo permanecía invariable, me preguntó qué estaba ocurriendo. Cuando me licencié, los ahorros me permitieron comprarme un Ford Fiesta y arreglar un piso viejo en el barrio para poderme casarme. Incluso AMC se ofreció a abrirme una oficina en el Paral·lel, pero yo deseaba trabajar en el entorno químico.

 

BASF fue una auténtica escuela para mi futuro como emprendedor

La primera empresa donde había trabajado era Esmaltes y Pinturas, en el barrio de Sant Adrià, en condición de auxiliar de laboratorio. Entraba a las ocho de la mañana y, para llegar al trabajo, cogía el metro en plaza Catalunya hasta Sant Andreu, que por aquel entonces era la última estación de la línea 1. Yo, que tengo facilidad para dormir en cualquier parte, me sentaba y conciliaba el sueño de inmediato, hasta que, una vez llegado a destino, el conductor me despertaba y me anunciaba que ya había finalizado el trayecto. Permanecí durante un año en esa compañía, a la que había accedido a través de la universidad. Fue el propio centro quien me informó de una plaza en Curtex Industrias Sintéticas, división de la multinacional BASF orientada a prestar servicio a la industria del curtido. Tras superar las pruebas de admisión, entré a trabajar en su planta de l’Hospitalet de Llobregat. Ahí adquirí un profundo aprendizaje, y en los ocho años que invertí en la compañía, fui asumiendo mayores responsabilidades. Empecé limpiando tubos de ensayo, para pasar al laboratorio de análisis y continuar en el Departamento de Investigación en Barcelona, donde tuve ocasión de desarrollar productos que posteriormente fabricamos en la planta catalana. Fue una auténtica escuela, donde conocí todos los procesos necesarios para que en el futuro pudiera llevar a cabo mi capítulo emprendedor: desde la fabricación hasta las labores comerciales, pasando por el aprovisionamiento, el análisis o el desarrollo de producto, aplicación de ellos en el cuero. Pese a todo, a los veinticinco años abandoné la empresa, en una decisión que mi padre no entendía porque consideraba esa multinacional alemana como una garantía de trabajo para toda la vida. No le faltaba razón, pues en aquellos momentos esas compañías estaban muy consolidadas, y las perspectivas para quienes formaban parte de sus equipos eran muy halagüeñas.

 

Escuchar necesidades y proponer soluciones

Tras la etapa en BASF, ingresé en Hispano Química, esta vez en calidad de técnico comercial. Disfruté mucho de esa etapa comercial, pese a que en los inicios acusé un momento de debilidad. Fue con ocasión de mi primer viaje a Portugal, cuando me sentí abandonado en medio de la nada después de que la persona que vino a buscarme al aeropuerto me trasladó a un hostal inhóspito de montaña donde solo había vacas a mi alrededor y no existía una población en veinte kilómetros a la redonda. Miraba por la ventana y me preguntaba por qué había renunciado a aquella vida cómoda en el laboratorio, a mi vida personal y familiar, y sin necesidad alguna había abrazado la faceta comercial. Es la única vez que he llorado por razones laborales. Pero veinticuatro horas más tarde reaccioné, y mi trayectoria profesional dio un vuelco, ya que empecé a viajar muchísimo. Mi cometido residía en visitar curtidores para escuchar sus necesidades y proponerles soluciones a las mismas. Los curtidores obtienen las pieles (vaca, cordero, cerdo…) en el matadero y deben someterlas a tratamientos antes de brindarlas a zapateros o confeccionistas para la fabricación de sus respectivos productos; eliminar la sal, la grasa natural, aplicarles procesos químicos para lograr mayor blandura o flexibilidad, dotarles de un determinado color, etc. Estos procedimientos químicos suelen durar en torno a un mes y resultan complejos, pues cada ejemplar es distinto, ya que una vaca puede haber acumulado mayor humedad en el costado derecho que en el izquierdo por su habitual modo de pacer en la hierba, al igual que no es lo mismo una res india que una mediterránea. También difieren entre sí la piel flor (la externa del animal) y el serraje, la parte interior y obtenida al seccionar por la mitad la piel, que suele presentar unos espesores diferentes.

 

Escuchar a los clientes aporta nuevas ideas gratuitamente

En Hispano Química, a mi faceta comercial le añadí el impulso de nuevos productos. Fue resultado de la atenta escucha a los clientes, que te aportan ideas gratis para generar esos desarrollos. Tras cinco años en la empresa, me incorporé a una empresa de Igualada, tierra de curtidores, llamada Forestal Tánica, que me ofreció liderar la sede en Ecuador, desde donde coordinaba los mercados integrados en el Pacto Andino: además de Ecuador, Perú, Chile, Bolivia y Colombia. Las funciones eran las mismas: brindar soluciones químicas a los curtidores de la zona. La etapa ecuatoriana llegó a su fin cuando me reclamaron desde Hispano Química para que regresara como director comercial. El gerente de entonces, el Sr. Joaquín Figueras, por segunda vez me contrataba. La empresa había entrado en suspensión de pagos y me ofrecían la dirección comercial. Exigí un contrato blindado para cubrirme las espaldas, a lo cual accedieron. Con la ayuda de la plantilla, conseguimos levantar esa situación. Es una obviedad que el equipo humano resulta fundamental para todo negocio. Y en el caso de los comerciales, la actitud es la principal virtud a exigir, al mismo tiempo que la empresa debe procurar estimularles adecuadamente.

 

Presentes en veintidós países entre Europa, Asia y Latinoamérica

Hispano Química fue adquirida en 2000 por Henkel, dando lugar a Cognis Iberia, firma que sería vendida posteriormente a un grupo inversor turco que prescindiría del equipo directivo. Fue entonces cuando consideré llegado el momento de crear mi propia empresa de fabricación de productos químicos: Leather Química. Empecé esta aventura junto a tres socios, Josep Garriga, Josep Garcia Brufau, y Antonio Rivera, y no puedo dejar de reconocer que, sin la ayuda y colaboración de un socio que entro más tarde, el Sr. Josep Soler, que fue Director Técnico Comercial hasta su jubilación, no hubiera obtenido los éxitos conseguidos; asi como la Directora Financiera, la Sra. Carolina López, que con ella hicimos una empresa más fácil. Como la cuarta pata de una mesa, era igual de importante el Sr. Jordi Carreras, Técnico Comercial de Asia y África, que, con su lucha diaria, poco a poco consiguió introducirse y relacionarse con los clientes a nivel exquisito de relación humana personal. Yo me encargaba de Europa y América, y juntos conseguimos la definición de lo que era Leather Química. Impulsamos un negocio orientado a lo que había hecho toda mi vida: ofrecer soluciones químicas a los curtidores de piel. Tuve claro desde los inicios que debíamos dotar a nuestra compañía de carácter internacional. Cuando había aterrizado en el sector había en España 457 curtidores. En la actualidad, quedan 48, catorce de ellos en Igualada. Por supuesto, teníamos que ser fabricantes, para ser competitivos en precio. El arranque, fue el 5 de julio del año 2005, no resultó fácil, pues, aunque los clientes me habían garantizado su apoyo, a la hora de la verdad apenas un diez por ciento se avinieron a comprarnos al principio. Era razonable: no resulta sencillo cambiar de proveedor y menos si detrás no hay una marca de confianza, por mucho que siempre les había demostrado que las soluciones ofrecidas eran óptimas. Dado que los gastos en los que incurríamos eran escasos, debido a que éramos tres personas trabajando, pudimos ir despegando poco a poco. En el mes de julio de 2008 nos adquirió Grupo Mathiesen, una empresa multinacional. Cabe destacar, no obstante, que en ese momento prescindimos de las exportaciones debido al alto coste del dólar frente el euro. En la actualidad, contamos con un equipo de veinticuatro profesionales y estamos presentes en veintidós países repartidos por Europa, Asia y Latinoamérica.

 

Nunca serás un vendedor si te quedas frente al ordenador

Visitar clientes resulta fundamental para ganarse su confianza. Las palabras las puedes intercambiar por teléfono, por WhatsApp, por Teams, por correo…. pero la relación personal estrecha solo la logras establecer de manera presencial. Más que clientes, yo he amasado amigos, a base de viajar mucho, compartir cenas, comidas, trabajo, familia, deportes, etc., con hindúes, colombianos, chinos, etc.; conversando con ellos de lo banal y lo humano. Como también he atendido el teléfono a las tres de la mañana si ha sido preciso, porque esas personas ignoran en qué punto del mundo puedo hallarme. A los jóvenes intento inculcarles ese espíritu, animándoles a visitar a los clientes y a estrechar sus vínculos con ellos. Porque nunca serán un comercial si te quedas frente al ordenador. Es necesario llamar a muchas puertas para conseguir pedidos. Por mucho que te conozcan, nadie acudirá espontáneamente a ti a comprarte. Pero tengo la impresión de que la juventud de hoy en día, en general, no exhibe ese espíritu y esos mismos valores, entiendo que los tiempos son diferentes. Aun así, la actitud es lo más importante para conseguir logros.

 

 

 

La piel atesora un carácter tecnológico desconocido y forma parte de la economía circular

Nuestra empresa, Leather Química, cuenta con distintas homologaciones y certificados de calidad: ISO 9001, ISO 14000, Leather Naturally, Zero Discharge Hazardous Chemicals y la normativa REACH. Prestamos máxima atención a aspectos como la sostenibilidad, la economía circular y a la ausencia de sustancias tóxicas; por propio convencimiento pero, también, porque los curtidores así nos lo reclaman, pues sus grandes clientes, como Inditex, Gucci, Zara, Dior, Armani, Chanel, Fendi…  cuentan con rigurosos controles sobre la trazabilidad del producto. En ese aspecto, Leather Química se basa en la compra de materias primas MP bases de diferentes proveedores y países. Así podemos formular y realizar nuestros productos para el tratamiento de la piel y, finalmente, conseguir los productos de necesitad en el mercado. Lo mismo ocurre con el tratamiento de las aguas residuales de la compañía, hecho que motiva la presencia, cada tres semanas, de unas cubas que vienen a retirar veintidós toneladas de materia desechable. A menudo se tilda a la industria de la piel como contaminante, aspecto que pongo en cuestión, pues la piel se elimina en diez años, frente al plástico, que requiere cuatro veces más. La piel animal, además, tiene múltiples aplicaciones, desde la fabricación de gelatinas a la cobertura de los embutidos. Forma parte de la denominada economía circular, ya que es posible reciclarla y darle nuevos usos gracias a algunos de nuestros tratamientos, que a menudo evidencian el carácter tecnológico, y desconocido, que atesora la piel. Sino hiciéramos transformación de la piel, los animales nos hubieran invadido. Y Dios creo el equilibrio necesario en este mundo para que todos podamos sobrevivir.

 

Resulta vital compartir la información sobre la compañía con el equipo humano

Mi mayor patrimonio lo constituye mi hijo Alex, que es un apasionado de la fauna y la naturaleza. Es técnico superior en Salud Ambiental, licenciado en Ciencias Ambientales y cuenta con un Máster sobre Conservación de la Biodiversidad y Biodiversidad Avanzada por la Universidad de Barcelona. Dirige una empresa de gestión y consultoría de fauna, donde gestiona cursos en Kenia, Marruecos y Tarragona, realizando labores docentes y de apoyo en el trabajo de campo. Cabe destacar, igualmente, que es técnico de soporte a la investigación, coordinador y docente en el Postgrado de Estudio y Conservación de los Grandes Mamíferos en la UB. En definitiva, se ha comprometido con la conservación de la naturaleza y lo hace formando profesionales desde el terreno y la práctica. Declinó en su momento sucederme en la empresa; entre otras razones, porque su proyecto vital es distinto.  Me siento muy afortunado de compartir mi vida con Montse Emilio, la persona que me ha ayudado a alcanzar mis más altas metas en estos últimos años, mostrando una absoluta comprensión ante mis compromisos profesionales y familiares. A menudo me ha acompañado en mis viajes laborales, a Shanghái o a Chile, pero ahora que cumple sesenta años he decidido regalarle un viaje a Colombia. También será una recompensa para mí, recién jubilado, todos modos, la semana pasada acudí a la empresa para repasar la evolución del primer trimestre y compartir con el equipo los resultados. Les he felicitado por haber superado los objetivos y he analizado con ellos los márgenes, los puntos débiles… Antaño los dueños de las compañías no hacían partícipe a la plantilla de esa información, pero resulta vital para que los empleados se involucren con el negocio y puedan sentirse apreciados, estimulados, realizados y propietarios de esta, poniendo su máximo interés en ello ya que es parte de ellos. Esta es la actitud que creo que hemos de tener por la vida.