Sr. Pocorull
2 Tomo (empresarios) biografías relevantes

Sr. Julià Pocorull – Llobateras

               

JULIÀ POCORULL

1964

MARIBEL PATIÑO

1965

XAVIER POCORULL PATIÑO

1998

 

Sabadell

Llobateras, S.L.

 

 

 

12/5/2022

 

Un carácter inspirado en el ejemplo de resiliencia y esfuerzo de la gente mayor ha hecho que la entidad cárnica que pilota este empresario infatigable se caracterice por un servicio honesto y riguroso. Su ilusión sería poder completar todo el círculo productivo de la carne, desde la cría de cada pieza hasta la venta al consumidor, en la estela del modelo tradicional que aprendió en casa. Y se define partidario de los valores de la empresa familiar, base del modelo social y económico de Catalunya.

 

 

Teresa y Joan, mis padres, se conocieron gracias a sus respectivos oficios

Nacido en Sabadell, de mi infancia guardo recuerdos muy gratos, entre ellos los juegos que los niños desarrollábamos en la calle, disfrutando y correteando sin temor por nuestra seguridad, ya que incluso entrábamos libremente en casa de nuestros amigos, pues sus puertas siempre estaban abiertas: una muestra de plena confianza entre los vecinos que hoy se echa en falta. Aparte de ello, destacaría que ya de niño mi afición era el trabajo que llevábamos a cabo en casa con el ganado: éste ha sido siempre mi mundo. Mi madre, Teresa Cortada Sallés, era la hija pequeña de una familia de campesinos de la zona en Barberà del Vallès de Can Llobateras. Aunque había estudiado Magisterio, terminó al frente de una carnicería en la Creu de Barberà, que entonces pertenecía al municipio de Barberà del Vallès. Dicho local lo había recibido en herencia de sus padres, dado que a su hermana mayor le había correspondido la casa familiar; y ya que el trabajo le gustaba, aprendió el oficio en el Mercat Central de Sabadell y fundó en 1950 lo que sería el germen de nuestra empresa familiar. Por su parte, mi padre, Joan Pocorull Cladellas, era hijo de una familia de Palou de Granollers que se estableció en Sabadell. Como carecía de estudios superiores, se puso a trabajar en una tocinería cercana a la carnicería; así fue como él y mi madre se conocieron y, cosas del destino, se enamoraron.

 

Miradas serias que movían a la obediencia

Fui un niño muy marcado por los valores que me inculcaron en el seno del hogar, yendo desde mis padres hasta mi tío, marido de la hermana de mi madre y que era también mi padrino. Recuerdo, asimismo, innumerables consejos de parte de mi abuelo paterno, Josep Pocorull, a quien todos llamábamos Pepet. No era un hombre locuaz, pero, precisamente por eso, porque racionaba sus palabras, lo que decía cobraba importancia, movía a la reflexión y terminaba mostrando una gran clarividencia. En ese entonces, a los niños no se les gritaba; bastaba con una mirada seria para poner freno a cualquier desobediencia. Y no es que nos tuvieran aterrorizados, ni temerosos: nos sentíamos queridos. Esas miradas también se han perdido, como las puertas abiertas de las casas. No quiero entrar en si antes era mejor que ahora, o a la inversa; simplemente, constato el cambio de los tiempos. Mi mujer y yo hemos educado a nuestros hijos escuchándoles y dejándoles hacer. Y si alguna vez nos han asaltado las dudas, les hemos expuesto las contrapartidas de lo que querían hacer, pero siempre respetando la autonomía de cada uno.

 

Me llevaban con el tractor a pasar el fin de semana

Entre semana vivía con mi familia en Sabadell, pero el sábado por la mañana, muy temprano, mi padrino, aprovechando que traía género al Mercat Central de la ciudad, me llevaba con él en el tractor a pasar el fin de semana en su masía. Tenía yo unos seis o siete años y guardo recuerdos imborrables de esos sábados y domingos, en contraste con notas oscuras de mi infancia, por ejemplo verme obligado a cantar el «Cara al sol» hasta quinto de EGB. En casa, los adultos no tenían problema en comentar temas políticos, aunque, de hecho, como decía mi abuelo: «la política es para los que se ganan la vida con ella», y nosotros nos la ganábamos trabajando. Recuerdo que a Franco le llamábamos «Quico» y que, cuando murió, llegó la Transición de la mano de Adolfo Suárez, para satisfacción de mi familia.

 

Nunca he sido un joven alocado, sino un adulto de vocación

He forjado mi carácter inspirándome en la gente mayor, en su modo de actuar. Siempre han sido para mí un espejo en el que verme reflejado. Me gustan las cosas bien hechas, y es en la gente de edad donde he visto la manera más correcta de obrar. Y no solo me refiero a mis abuelos, sino también a trabajadores veteranos que hemos tenido en casa, gente curtida, aplicada y racional a la hora de realizar sus cometidos. Nunca he sido un joven alocado, sino un adulto de vocación. Siempre ha pensado en el mañana y en las consecuencias de mis acciones antes de emprenderlas de manera irreflexiva e impetuosa. No soy un aventurero, aunque me gusta explorar; eso sí, controlando el riesgo.

 

No soy partidario de hacer las cosas a medias

Fui un buen estudiante, cursé COU y aprobé la selectividad. Sin embargo, llegados los dieciocho años, se me presentó la disyuntiva de continuar estudiando o solo trabajar. Nunca me ha gustado hacer las cosas a medias, y ya me había pasado el BUP y el COU estudiando y trabajando a la vez, una experiencia nada satisfactoria; así que, si continuaba estudiando, me exigiría a mí mismo sacar unas notas muy buenas, porque no veía futuro ni utilidad en el hecho de aprobar una carrera ajustadamente, dado que siempre se contrata a los más cualificados. Si me decantaba por la universidad, significaba entregarme a ella en cuerpo y alma, y lo cierto es que el negocio familiar me gustaba demasiado para dejarlo. Además, podía darle una continuidad, ya que tenía numerosas ideas para hacerlo crecer. De esta forma, decidí dedicarme a la empresa plenamente. Y lo primero que tuve claro fue que quería ser una referencia en el mundo de la carne. De ahí que, como empresario en carnicería que era, me inscribiese en un par de cursos del Gremio de Carnicería y en otros tantos de Contabilidad.

 

Un empresario tiene que saber un poco de todo

Intentar emprender un negocio sin conocer el ámbito al que se adscribe es un fracaso anunciado. Para liderar una empresa hay que saber un poco de todo, especialmente de contabilidad. Si te presentan una cuenta de resultados que no es correcta, tienes que saber interpretarla, o no la podrás cuestionar y cualquier empleado será capaz de engañarte. En mi negocio concreto, el de la carnicería, estoy obligado a saber de todo tipo de carnes y de cómo se crían todas y cada una de ellas, desde que nacen los animales hasta que los sacrifican, entendiendo todos los porqués que jalonan este camino. En el mercado hay mucha carne, pero no toda es igual. Alguien que quiera abrir una carnicería debe antes tenerlo en cuenta. Y no menos importante es conocer la legislación que regula tu actividad, estando al día de su actualización, que es constante.

 

Las vacaciones son un concepto ajeno a mí

Así pues, como descarté estudiar, continué limpiando corrales y dando de comer al ganado; y en el campo, labrando, segando y recogiendo paja, que eran los trabajos que había hecho siempre en casa. Quien sepa lo que es el sector primario, sabe que está reñido con el concepto de las vacaciones. Por eso puedo afirmar que yo, hasta hace relativamente poco, no sabía lo que era tomarse unas vacaciones. Lógicamente, sí que había librado algún día puntual, pero me refiero a un asueto de semanas o meses. Me parece muy bien que la gente haga vacaciones, pero es un concepto, en general, ajeno a mí.

 

Adaptarse a los nuevos tiempos para perdurar

Cuando me inicié en el mundo empresarial todo era más fácil. No había tanto papeleo ni normativas. Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que la economía y la industria se iban a transformar al ritmo de los cambios políticos y que, por ende, nuestro negocio debía adaptarse a los nuevos tiempos si quería perdurar. Por eso, cuando tenía solo 20 años, propuse en casa la creación de una nueva empresa de compraventa al por mayor de carne. Comprábamos corderos en las granjas y los vendíamos a las carnicerías. Era una actividad paralela a la que ya teníamos, la carnicería, en la que participábamos padres e hijos. Como mi familia estaba vinculada a la masía de Can Llobateras, este fue el nombre «popular» de nuestro establecimiento, hasta que, en el año 2003, terminamos por ponérselo de manera oficial y legal. Fue aproximadamente entonces cuando amplié el concepto de nuestra oferta en la carnicería, que devino también en tocinería, con todo el papeleo que ello implicó. También tuve la idea de abrir la tienda al sector de la restauración, porque no le veía sentido dedicarnos únicamente a la venta minorista; una ocurrencia que dio muy buenos frutos. Cuando mis padres decidieron dar un paso atrás y repartir los negocios entre sus hijos, yo quedé al frente de la empresa de venta al detalle, y mi hermano, Josep, de la de venta al por mayor. Así las cosas, en 2010 nacía Llobateras, S.L.

 

Si no te dedicas a lo que realmente te gusta, el trabajo se convierte en esclavitud

Me casé con Maribel Patiño en 1990. Tuvimos dos hijos, una niña y un niño, aunque, por desgracia, nuestra primogénita murió. El pequeño, Xavier, empezó pronto a acompañarme a mis tareas, incluso al matadero, y mostró predisposición y afición por la empresa, hasta el punto de que, con apenas 16 años, decidió que no quería estudiar más y se puso manos a la obra con nosotros, en el negocio familiar; lo que tampoco fue una sorpresa, pues siempre había dicho que sería futbolista o bien granjero, como su padre. Pero, más que la venta al detalle, que es lo que hacíamos entonces en casa, a Xavier le gustaba la venta al por mayor, de la que ya no nos ocupábamos nosotros. Aun así, estuvo dos años despachando en la carnicería, hasta que, un buen día, con solo 18 años y el permiso de conducir recién estrenado, tomó la determinación de empezar por su cuenta una empresa de venta al por mayor, de modo que, gracias a él, en 2016 recuperamos esa línea de negocio que perdimos al dividir en dos la entidad matriz creada por mi madre. No pude sino aconsejarle que se lo pensara muy bien, que lo hiciera solo si era lo que realmente quería, porque en esta vida, si no te dedicas a lo que te gusta, el trabajo se convierte en esclavitud.

 

Con solo 24 años, nuestro hijo Xavier va en camino de convertirse en uno de los grandes del sector cárnico

Debemos, asimismo, a Xavier el inicio de las exportaciones cárnicas de nuestra empresa al sur de Francia —una línea que funciona desde hace poco más de un año— y la introducción de la carne halal. Tras un análisis de mercado, en el que concluyó que los europeos, más expuestos a ideas ecologistas, animalistas, vegetarianas y veganas, cada vez consumen menos proteína animal, empezó a especializarse en el sector de la carne halal, la que consumen los musulmanes. Tengamos en cuenta que un europeo come aproximadamente medio kilo de carne a la semana; un musulmán, en cambio, cinco o seis. La carne halal proviene de los mismos productores, lo único que cambia respecto a la que no lo es, es la manera de sacrificar al animal, que tiene sus propias normativas. Nuestro hijo quería ser un grande en el mundo de la carne, y hoy, con 24 años, con su visión e iniciativa, ya empieza a serlo. Por eso, en los últimos años nos hemos centrado especialmente en hacer crecer la empresa de venta al por mayor, apoyando a Xavier, por ejemplo, con la compra de una nave con almacén frigorífico en Caldes de Montbui, que hoy es la sede de la empresa y su centro de distribución.

 

Ganado y averío adquirido a productores de confianza para garantizar su calidad

Nuestro negocio consiste en comprar ganado (cordero, ternera, cabrito, conejo…) a los productores que nos generan más confianza, de quienes conocemos su altos estándares en la alimentación y en el cuidado animal, y luego llevamos a las reses al matadero, normalmente a Fraga. Todo el proceso se hace bajo nuestra supervisión. Sin este control de calidad que nos autoimponemos, estaríamos muertos frente a las grandes superficies, porque no podemos competir en precio. Los animales de más consumo hoy en día son el cerdo y el pollo. Tratamos dos tipos de cerdo: el de competición, para la restauración, y el normal, para matanza, con el que se elaboran embutidos de todo tipo: butifarra blanca y negra, hamburguesa, bisbe, catalana, morcilla y chorizo. Con el averío hacemos lo mismo: compramos un pollo más asequible para la restauración y un pollo alimentado al 60-70% con cereales para otros usos. Compramos el animal entero y lo despiezamos. Vendemos, pues, producto artesano, crudo y tratado, tanto al detalle en nuestra propia tienda como al por mayor, donde proveemos a una cincuentena de clientes, además de a unos 25 restaurantes.

 

La venta en línea es el futuro; los consumidores están abandonando el hábito de desplazarse a comprar

De momento, nuestro producto solo se puede adquirir en nuestra tienda, aunque ahora contamos con un joven incansable que está desarrollando nuestra página web para hacer posible, por fin, la venta on-line. Es un apartado de negocio que teníamos pendiente, quizás, porque internet siempre fue el campo favorito de nuestra hija y, si no hubiera fallecido, probablemente se hubiera encargado ella del tema. La venta en línea es el futuro porque los consumidores están abandonando el hábito de desplazarse a comprar. Cada vez más se adquirirán los productos por internet y se recibirán a domicilio. ¿Para qué dedicar dos horas a una actividad que se puede hacer en 15 minutos? Hoy en día, la informática es esencial en un negocio. Y no solo para la venta on-line, sino, aplicada a nuestro ámbito, en el etiquetaje o en los sistemas de conservación.

 

Carne ecológica: ¿Ilusión o realidad?

No producimos carne ecológica, entre otras razones, porque crear una cadena de producción 100% ecológica es prácticamente imposible, dado que el grano que come el ganado ya está adulterado o es transgénico; y el ecosistema en que se produce no suele ser tampoco silvestre, sino expuesto a mil elementos antrópicos. En consecuencia, a la postre, muchos de los productos cárnicos que se venden bajo la etiqueta de ecológicos responden más a una ilusión que a una realidad. No hay duda, eso sí, de que es una carne mejor tratada y sin adulteraciones. Y resulta, además, muy rentable, porque una pieza que se podría vender a un precio determinado se vende al triple gracias a los pasos que implica la obtención del sello ecológico.

 

O cambiamos nuestros hábitos alimentarios o estamos condenados a que haya granjas masivas

La oposición a las granjas masivas de animales me parece muy poco realista. Sin este tipo de granjas no se podría dar de comer a millones de personas. Un pollo criado en condiciones normales tarda cuatro meses en convertirse en la pieza que consumimos, y aun así tiene menos carne que el que compramos que ha sido engordado artificialmente. Las granjas productoras de pollo deberían tener una superficie inmensa para dar cabida a millones de pollos criados de manera natural. O cambiamos nuestros hábitos alimentarios o estamos condenados a que haya granjas masivas. Por no hablar del coste: un pollo de campo puede ser un 300% más caro que el masivo. Y otro aspecto que no es menor: el pollo masivo responde más a las necesidades de cocina rápida de hoy en día, porque el pollo campero es más duro de carne y no cualquiera lo sabe guisar.

 

Lo que le conviene al planeta no siempre coincide con lo que le conviene al consumidor

La envoltura de nuestro producto depende del requerimiento del cliente. Lo más común en la venta al detalle es la bandeja y el papel film, aunque también envasamos al vacío. En cuanto a la venta al por mayor, solemos servir el género en atmósfera modificada, es decir, termosellada; aunque hay quien también quiere el producto para el mismo día. En todo caso, ello implica plástico y derivados, como la parafina. Lo ideal sería el envase en papel, como antes, pero Sanidad está totalmente en contra, porque es muy poroso. Es un tema muy complicado, pendiente de resolver, pues lo que le conviene al planeta no siempre coincide con lo que le conviene al consumidor.

 

Donde estuvo la masía de Can Llobateras hoy se levanta una nave de Amazon

Nuestro sector está regulado y controlado por estrictas normativas sanitarias, como todo lo tocante a la alimentación. Contamos con una autorización sanitaria para que nuestros elaborados puedan circular por toda Catalunya. Ahora estamos en trámites para que, a partir de la nueva nave que hemos adquirido, contemos con una autorización sanitaria válida para toda Europa. No tenemos un departamento comercial, funcionamos por el boca oreja. Quien nos contacta, ya sabe la alta calidad que quiere. Por fortuna, no nos faltan clientes, al contrario: a veces hemos de hacer un tremendo esfuerzo para poder servirles a todos. Mi ilusión en el sector de la carne sería volver a cerrar el círculo y dedicarnos a todo el proceso, desde la cría de animales hasta la venta de carne, algo que la empresa familiar ya hizo en el pasado pero que se perdió al hacerse más complejos los métodos de producción. Hoy, Can Llobateras, como tal, ya no existe, aunque se mantiene su nombre en una fuente cercana: su lugar lo ocupa una nave de Amazon.

 

Administraciones y bancos deberían cooperar con las empresas

Los temas administrativos a menudo son un galimatías. Para inscribir la fusión de Llobateras, S.L., con la nueva empresa hemos tenido que ir a firmar tres veces al notario, porque nos lo revocaban. El problema de la Administración en nuestro país es, sobre todo, la lentitud, que puede llegar a exasperar y que va contra el buen funcionamiento de la economía. El sector bancario no le anda a la zaga en burocracia, como nos ha pasado ahora con la escritura de fusión de las dos empresas, por la cual hemos tenido las cuentas bloqueadas durante medio año. El espíritu de cooperación no existe, y poner trabas es el funcionamiento habitual. Un día, Xavier Sala i Martín dijo que los políticos deberían ocuparse de la política, pero al frente de Sanidad tendría que estar el mejor médico, y al frente de Justicia, el mejor jurista. Alguien que entienda de ello y que sepa de lo que habla. Los políticos deberían limitarse a ofrecer a los expertos en cada sector las herramientas y los recursos para poder dirigirlo. No es normal que cada vez que hay un cambio político se cambien las normas sanitarias, por poner solo un ejemplo.

 

La falta de una gestión adecuada hace que el producto cárnico español, no obstante su calidad, no termine de despegar

El producto español todavía es visto con ciertas reservas en el extranjero, a pesar de nuestro esmero, sobre todo en Catalunya. Sin embargo, subyace el problema de la España profunda, cuyo funcionamiento, en muchos aspectos, está anclado en el pasado. Se diría que a esa España no le interesa que Catalunya evolucione más, y por eso obstaculiza todos los intentos de modernización que se hacen desde aquí. En el sector de la carne, desde el Principado no podemos ir directamente a Europa; antes hemos de pasar por Madrid. Y ese es el problema: en cuanto se cruzan las fronteras de Catalunya, las leyes son mucho más permisivas, de modo que el producto catalán se encarece. La falta de una gestión adecuada y de una buena coordinación interna hacen que el producto cárnico español, no obstante su calidad, no termine de despegar.

 

El desprestigio de la FP y la desaparición de la figura del aprendiz

Llegará el día en que un buen trabajador estará más cotizado que un licenciado. ¿De qué sirve un arquitecto si no hay nadie que sepa trasladar sus planos a la obra? El desprestigio de la FP y la desaparición de la figura del aprendiz han sido un desastre para el mercado laboral y para la economía de este país. Pensemos que un aprendiz exige formarlo y tener mucha paciencia con él, porque está aprendiendo el oficio; de ahí que sea absurdo que su coste en Seguridad Social sea equiparable al de un profesional bregado. Se diría que las políticas en este sentido están encaminadas a paliar los errores de una persona sin formar a cambio de grandes multas, un panorama que hace que contratar a gente joven e inexperta devenga casi en una temeridad.

 

Modelo económico histórico de Catalunya: la empresa familiar

Quiero romper una lanza en favor de la empresa familiar, que ha sido históricamente la base del modelo económico de Catalunya. Un factor que diferencia claramente este tipo de entidades de las que no lo son es el trato que dispensan a sus empleados. En una empresa familiar uno sabe el nombre de todo el mundo y sus circunstancias; y se toma estima al personal, porque está cada día a tu lado, remando a favor de todos. En una multinacional, en cambio, el trabajador es un número, y ni siquiera saben si alguien es realmente válido o tiene aptitudes; seguirá ahí, no dependiendo de sus méritos, sino de la cuenta de resultados.

 

Entiendo el trabajo como una pasión

Siento verdadera pasión por todos los campos de nuestra empresa. Me gusta tanto la agricultura como el mundo de la carne, que es el que actualmente más tiempo me ocupa. No voy obligado a trabajar, al contrario: las horas se me hacen cortas. Con relación a ello, me viene a la memoria Vicenç, un señor de Agramunt que tenía un negocio como el nuestro, y que, al carecer de hijos, a menudo se veía obligado a contestar a la pregunta de por qué continuaba trabajando en vez de retirarse. Su respuesta era: «Si tuviera hijos, no disfrutarían más ellos gastándose el dinero que yo ganándolo». Pues en mi caso, es algo parecido, aunque he de añadir que mi amor por la música me ha llevado a estudiar dos años de solfeo, y que también me he sentido inclinado por la mecánica, hasta el punto de desmontar y montar diversos aparatos por el placer de saber cómo funcionaban.

 

Imprescindible apoyo familiar

Para un empresario tener apoyo en casa es capital. Maribel, mi mujer, ha estado incondicionalmente a mi lado. Entiende perfectamente lo que hago y por qué lo hago. Sé de varias empresas familiares que se han hundido, precisamente, porque faltaba este sostén en casa. En cuanto a mi hijo Xavier, discutimos a menudo, pues es joven y lanzado, y ve las cosas de forma distinta a la mía, lo cual es lógico. Desde luego, su valor está fuera de duda. No se lo digo demasiado a menudo porque no creo que le convenga; sí que le hago críticas constructivas. Pero es un empresario nato.