Lluís Tejero Gil
Fotografia cedida
TH, 9è VOLUM. Biografies rellevants dels nostres arquitectes

Sr. Lluís Tejero Gil

Lluís Tejero Arquitectes & Associats, SLP

Entrevistado 12-04-2018.

Como si fuera un director de orquesta, sube al escenario y marca la primera nota con la batuta; sin embargo, la partitura la tocan los ocho arquitectos y técnicos que trabajan en su despacho. La aportación que hace cada uno de ellos es vital para iniciar y dirigir un proyecto desde una visión global, multidisciplinar e integradora. Afirma que la arquitectura debe ser comprensible y debe saber compartir; cuando un arquitecto sabe transmitir sus ideas con un lenguaje inteligible y todo el mundo nutre el proyecto, este se enriquece. Su firma, inaugurada por su progenitor hace más de cincuenta años, es un referente en el ámbito hospitalario.

Miremos la vida a través de la lente de la arquitectura

Los arquitectos, guiados por nuestra pasión profesional, miramos el entorno desde un enfoque arquitectónico; salimos a la calle y nuestros ojos ven la vida desde esta óptica, que nos inspira de manera permanente. Puedes leer y estudiar muchos libros, y serás un erudito, pero la clave está en mantener siempre abiertos tus canales de percepción. Hace poco, hice un viaje a Japón con mi hijo, estudiante de Arquitectura, a quien apasiona la arquitectura nipona; han proyectado obras fantásticas en este país. Recuerdo que le dije que no se distrajera ni un momento, que mantuviera los ojos bien abiertos, porque cualquier cosa –un sonido, un sabor, un olor, un color, una palabra que te dirigen…– puede ser una influencia. Seguramente, no se manifestará de forma inmediata, sino que quedará enterrada en nuestro inconsciente y cualquier día emergerá para dar forma a una creación. Y no sabremos cómo ha sucedido ni entenderemos cómo se ha producido la magia, pero habrá aparecido lo que llamamos inspiración. Los arquitectos siempre estamos pensando en arquitectura, estamos atentos a nuestro entorno; todo, para nosotros, mantiene una relación con nuestra pasión; la llevamos muy adentro.

Impresionado por el movimiento de la aguja sobre el disco de vinilo

Era un niño y quedé cautivado por este descubrimiento; no me acuerdo qué tipo de música había puesto mi padre, seguramente sería clásica, pero el hecho físico, el funcionamiento mecánico del aparato, me impresionó. Me sentía realmente interesado por comprender por qué, cuando la aguja pasaba por encima del disco, con ese sonido inconfundible, la música se reproducía. Desde aquel día, mi interés por los temas científicos fue creciendo, fue como un punto de partida; de pequeño, quería entender el mundo que me rodeaba.

Soy de Barcelona, ​​pero me crie en Sant Andreu de Llavaneres

Mis padres tenían en esta localidad una segunda residencia, donde pasábamos los fines de semana y los veranos; aquí experimenté vivencias de ocio y amistad inolvidables. En Barcelona, ​​si iba por la calle, siempre me acompañaba un adulto, pero en Llavaneres se me permitía salir solo con mi grupo. Cuando a los catorce años me regalaron una moto, hubo un antes y un después. Hacía mucho tiempo que la pedía, todos mis amigos ya tenían una, pero a mí siempre me habían dicho que no, hasta que un buen día mi padre me hizo ir hacia la puerta y mirar a la calle: allí estaba aparcado mi nuevo vehículo de dos ruedas. Con él, descubrí otro mundo. Fue entonces cuando aprendí que todo es relativo, ya que un pequeño suceso puede transformar tu entorno; mi realidad cambió, me podía mover con libertad con mi propia moto e iba más lejos con mis amigos, que estaban pasando por el mismo momento vital. Todos nos juntábamos y compartíamos nuevas experiencias gratificantes, nuestra vida social se enriqueció. Me di cuenta de que, cada vez que irrumpe un cambio en tu vida, tienes que estar muy atento para aprovecharlo al máximo, para que se convierta en algo positivo. Nuestra realidad nunca es permanente, siempre va evolucionando, y tenemos que aprender a adaptarnos a ello.

Me quería por encima de quién era o de lo que hiciera

Por parte de mi madre, un ama de casa entrañable, tengo raíces andaluzas. Mi abuelo era de Málaga y mi abuela, con la que también crecí, era de Cádiz. Recuerdo que me quería por encima de todo lo que pudiera pasar: para ella, nunca hacía nada mal, era el niño de sus ojos, el niño mimado de la casa. Pero lo más importante es que nos transmitió su alegría permanente, la simpatía característica del andaluz; tanto mi hermana como mis primas lo corroborarían. Aunque vivió en Catalunya cincuenta años, conservaba su acento gaditano intacto. Nuestros villancicos familiares siempre han sido andaluces: cantamos coplas gaditanas que ella nos enseñó. Sin embargo, mi abuelo paterno era de Soria, trabajaba en la Renfe, pero no lo conocí porque murió cuando mi padre era muy pequeño. Mi abuela, una mujer catalana de carácter, tuvo que subir sola dos hijos. Trabajaba de peluquera en el Paralelo, junto al Teatro Apolo, y peinaba a todas las vedettes del momento; era una luchadora nata, me siento identificado con su personalidad.

Somos tres generaciones de arquitectos en la familia

Mi padre empezó a trabajar cuando era muy joven: en su casa todo el mundo tenía que echar una mano. Lo contrataron en una cantera y, como se dieron cuenta de que dibujaba muy bien, le empezaron a encargar algunos diseños. Luego trabajó en una carpintería y poco después consiguió montar una ebanistería. Estas experiencias lo encaminaron hacia su profesión: primero trabajó como aparejador, hasta que fundó su propio despacho de arquitectura. Mi progenitor era un hombre pragmático, muy trabajador y con una gran voluntad para formarse, estudiar y aprender. Vivía de manera intensa su profesión. A la vez, era un padre riguroso, aunque tenía un gran corazón. De pequeño, me llevaba a las visitas de obra y pasaba muchos ratos en su despacho. Recuerdo que encontraba apasionante observar como los arquitectos dibujaban con Rotring sus proyectos, pero especialmente me impresionaba todo el proceso creativo: ver como, de un trozo de papel vegetal, salía un diseño que luego se convertía en una realidad constructiva. Cuando tuve que elegir la carrera, me planteé estudiar Ingeniería, pero escogí finalmente Arquitectura; la llevaba dentro desde hacía tiempo. Mi madre encontró unos dibujos míos, cuando tenía once años, y ya manifestaba que quería ser arquitecto. Nunca he querido transmitir a mis hijos esta pasión, deseaba que fueran capaces de elegir su opción, sin presiones o influencias externas. Sin embargo, supongo que es difícil mantener esta neutralidad: cuando tenemos un proyecto entre las manos, lo compartimos con nuestros seres queridos, porque vivimos nuestra profesión con pasión. Mi hija se fijó unos retos ambiciosos y trabajó duro para conseguir dos carreras de prestigio. Finalmente, mi hijo eligió este camino. Los arquitectos pueden ser normales, buenos o brillantes. Por mi parte, me catalogo como un buen arquitecto, aunque hay quien me coloca más arriba. Mi hijo creo que será brillante, tiene «chispa». Con veintitrés tres años, ya apunta maneras.

Sacábamos los pupitres de la universidad en medio de la Diagonal para protestar

Recuerdo perfectamente el primer día en l’Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona (ETSAB): entré en el aula de Dibujo y había trescientos alumnos. Estaba asustado, era la primera vez que me hallaba en una universidad. Me puse a un lado del aula y poco a poco empecé a hacer los primeros amigos. Todo el mundo estaba en la misma situación: entrábamos en un mundo nuevo, del que desconocíamos el funcionamiento, no sabíamos qué pasaría, nadie tenía ni idea de lo que era la arquitectura, por mucho que hubiéramos oído hablar de ella. Sin embargo, te vas haciendo un lugar, entras en contacto con gente nueva, aprendes a afrontar una carrera que es dura y que, por mi parte, finalicé siete años y medio después. Y sonríes cuando recuerdas que aquellos pupitres de madera del inolvidable primer día de clase, luego los sacamos a la calzada de la avenida Diagonal para cerrar el paso de los coches y protestar por cualquier cosa contra la que no estuviéramos de acuerdo; la juventud es una época reivindicativa. La primaria y la secundaria la cursé en Aula, una escuela muy rigurosa, que me permitió adquirir una formación de nivel, muy completa; fui de los primeros alumnos que ocuparon el centro. En este sentido, la enseñanza universitaria significó un cambio considerable, ya no te sentías tan protegido, puesto que en la facultad prevalecía tu decisión personal; si asistías a clase o no ibas, si estudiabas o no, si aprobabas o suspendías, todo partía de tu propia determinación, era como decir: ya te las apañarás.

Grandes maestros que nos transmitieron su legado

En la ETSAB tuve la suerte de recibir clases de grandes arquitectos que me influyeron, modificaron mi mirada del mundo y me acercaron al conocimiento: la ética, la filosofía, la estética… Hay todo un conjunto de materias que hacen que percibas otra dimensión de la realidad; nos transmiten valores, nos enseñan a ver, observar y sacar conclusiones acertadas. Esto es muy importante, pues creo que nuestro mundo mejoraría si las personas estuvieran más entrenadas a percibir y descifrar el significado de lo que ocurre a su alrededor, sin tener que consultar los libros de historia que alguien escribió hace tiempo y que nos explican por qué suceden los acontecimientos históricos que afectan nuestra vida social y personal. Es decir, lo más fácil es esperar que alguien te los explique a posteriori, lo más difícil es saber estar con los ojos siempre bien abiertos. Había clases que no me perdía nunca, aunque se daban a las tres y media de la tarde, y estuviera cansado, ya que había trabajado toda la mañana y no había dormido por la noche, porque la había pasado terminando proyectos y trabajos de la facultad.

Ser de Barcelona nos avala

La calidad de nuestra escuela de arquitectura no se ha forjado por casualidad, sino porque han existido profesionales que han hecho un esfuerzo importante, combinando trabajo y docencia, con el objetivo de formar las nuevas generaciones de arquitectos. Han conseguido que el mundo reconozca nuestra valía y les estoy profundamente agradecido. Hay arquitectos catalanes y españoles que han sido visionarios, artistas, intelectuales, referentes mundiales, profesionales que nos han influido y seguirán influyendo con su obra destacada. Además, hoy en día, la arquitectura y los arquitectos de Barcelona tienen gran proyección internacional. Lo he podido comprobar cuando he desarrollado proyectos en otros países, como Arabia Saudi, Líbano o Perú; ser de Barcelona siempre me ha avalado. Por otra parte, considero que nuestra sociedad debería conocer más la obra que han desarrollado arquitectos de nuestro país fuera de nuestras fronteras; exportamos una arquitectura de una gran calidad. Incluso, a menudo aún sigo descubriendo obras nuevas que me sorprenden.

La arquitectura es saber compartir

El primer proyecto que desarrollé en la carrera fue el diseño de un baño; y no lo recuerdo porque fuera un trabajo memorable, sino porque me enseñó algo importante dentro nuestra labor: encontré la inspiración gracias al hecho de trabajar con un equipo de compañeros con los que hablaba mucho sobre arquitectura. Saber compartir es fundamental en nuestro trabajo, es decir, sólo te formarás y aprenderás como profesional si expresas tus ideas y si dejas que los demás te aporten conocimiento. Cuando todo el mundo nutre un proyecto, este se enriquece. Aunque puede existir un tipo de arquitectura unipersonal, no creo en ella. Nuestra disciplina es necesariamente pluridisciplinar. Siempre que compartes obtienes un buen resultado.

Respetamos el hábitat que rodea nuestra obra

En el trabajo final de carrera opté por desarrollar un albergue juvenil en Sort, ubicado junto al río, en el que quise desnudar la arquitectura al máximo, en una época en la que no era habitual simplificar. El proyecto me hizo reflexionar mucho sobre la funcionalidad constructiva, algo, por otro lado, muy evidente en la naturaleza: cuando llueve o hace frío, la gente necesita encontrar un cobijo, que suele ser un espacio cubierto y cerrado. Mi edificio era una gran cubierta, en cuya concepción se tuvo muy en cuenta la proximidad del río. Enseguida, incorporé a mi mentalidad de joven arquitecto la necesidad de entender el entorno. He de reconocer que, desde entonces, se ha convertido en una constante en mi actividad, de manera que siempre he tenido muy presente este requerimiento: nuestra obra debe respetar todo lo que la rodea, siempre y en cualquier momento, porque, sino, no es arquitectura; el entorno nunca está en un segundo plano. Incluso un rascacielos habla con su ambiente; puede ser un edificio más estrecho o más ancho, pero siempre mantendrá un equilibrio con su contexto.

Trabajé durante once años en Seat

Me responsabilizaba de las obras y de las concesiones de la empresa tiene en España y también en otros países del mundo (eso me hico viajar mucho). Entre otras cosas tuve la oportunidad de conocer la obra de los arquitectos Manuel Barbero, Rafael de la Joya y César Ortiz Echagüe, ganadores del Premio Reynolds Memorial Award en 1957 por el edificio destinado a los comedores de los trabajadores de la zona Franca de Barcelona realizado con estructura de aluminio. También, diseñaron la torre de Seat de la plaza Cerdà, donde se ubicaba el concesionario y el taller, que todo el mundo recuerda porque tenía una fachada de muro cortina, muy atrevida para aquella década de los sesenta, con una funcionalidad evidente: les servía para exponer su modelo insignia, el 600. De esta manera, mucha gente podía acercarse para admirarlo; las familias pasaban el día de fiesta en aquella explanada, haciendo picnic, y disfrutaban mirando los coches que planeaban comprar algún día. Decían a los suyos: «¿Ves ese coche? Algún día será mío». Y comenzaban a ahorrar para hacer realidad el sueño; la arquitectura también contribuía a hacerlo posible. Me gustó mucho esta historia y me hizo reflexionar sobre nuestro papel como creadores de los espacios donde la gente interacciona con la realidad.

Todavía ahora recibo el legado de mi padre

Cuando murió mi padre en 2001, con sesenta y ocho años, decidí alcanzar los retos con los que la vida me desafiaba. En ese momento, tenía treinta y ocho años y estaba trabajando en la Seat, pero me despedí para de asumir una nueva responsabilidad: llevar la gestión y dirección plena del despacho de arquitectura de mi padre que, al morir, puso fin a más de cuarenta años de experiencia profesional. Trabajar en el despacho no era una novedad: hacía tiempo que mi padre había querido que ocupara el cargo de arquitecto jefe y, por tanto, compaginaba esta actividad con el trabajo para Seat. Diecisiete años después, puedo afirmar que aún ahora recibo la influencia de mi progenitor, su obra continúa vigente y nos sigue mostrando el camino. Estoy seguro de que, si nos pudiera ver, se sentiría orgulloso de comprobar hasta donde hemos sido capaces de llegar, nos felicitaría por el relevante trabajo que hemos logrado desarrollar. Incluso, cuando me he equivocado, lo he sentido cerca. Me siento satisfecho de poder afirmar que todos los clientes que hacía años que trabajaban con mi padre, tanto del sector médico como industrial, farmacéutico y petroquímico, han continuado con nosotros; los hemos podido mantener.

Somos un equipo multidisciplinar con proyección internacional

En Lluís Tejero Arquitectes & Associats, SLP, sumamos diseño, estética, conceptualización y funcionalidad, y entendemos la arquitectura como un proceso que no finaliza hasta que la obra es una realidad. Acompañamos al cliente, desde la gestación de la idea hasta la construcción final, desde la realización del plano hasta la ejecución del inmueble. Actualmente, somos un equipo multidisciplinar y muy compenetrado de ocho profesionales, pero también estamos asociados a otros despachos, especialistas, por ejemplo, en temas de instalaciones o estructuras. Sabemos que también la ingeniería es una parte fundamental de la arquitectura: nuestras obras deben funcionar como un reloj. Por ello, la incorporamos en nuestra concepción integral del diseño. El arquitecto debe saber ser humilde, saber escucha y valorar todas las aportaciones. Pero a la vez firme, decido y claro. A veces me sabe mal cuando a menudo la gente capta solo la envoltura de una obra arquitectónica, porque detrás también se ha desarrollado un trabajo muy importante (instalaciones, estructura, etc).

Hemos llevado a cabo encargos dentro del ámbito hospitalario, industrial, residencial, público y corporativo, y de interiorismo y de paisajismo, tanto en España como en otros países: Líbano, Peru, Arabia Saudí y Burundi.

No somos complicados, somos complejos

Siempre digo a nuestros arquitectos que todos sumamos y hacemos equipo. Como director, ofrezco el primer tono; sin embargo la partitura la tocamos todos, como una orquesta, y la aportación que hace cada uno de nosotros es muy importante. Espero de ellos que sean creativos, que busquen la mejor solución y que, a la vez, sean rigurosos. ¡Muy rigurosos con cualquier trabajo encomendado! Un arquitecto debe conseguir que le escuchen, pero no porque hable fuerte, sino porque sus palabras sean comprensibles, expresen ideas y realmente lleguen a su interlocutor. Un arquitecto también debe saber situarse tanto a la altura de su cliente como de la gente que trabaja para él. Ofrecemos un servicio integral y entramos en contacto con profesionales diversos; debemos saber transmitir a cada uno de ellos nuestra idea, ser capaces de trasladar los conceptos que hemos plasmado en papel a la realidad, porque finalmente es la obra terminada lo que confirmará o no la idoneidad de tu trabajo. No hablo de la misma manera con un industrial que está desarrollando un trabajo concreto que con el director general de la empresa que ha encargado el proyecto, pero ambos son muy importantes; por eso mi lenguaje ha de ser igualmente comprensible. Y no es fácil, porque nuestros, los arquitectos y nuestro vocabulario, no es complicado, es complejo.

Con confianza, el cliente se transforma

Debemos trabajar nuestra capacidad de hacernos entender con el objetivo, por otra parte, de generar confianza: la base de nuestro trabajo. Nuestros proyectos comienzan con una idea, una conversación o la voluntad de emprender un proyecto, y el arquitecto hace un acompañamiento al cliente, se implica y es capaz de generar una relación de confianza. Entendemos qué quieren transmitirnos, interpretamos sus ideas, captamos el objetivo que tenemos que conseguir. Cuando el cliente lo percibe y sabe que conseguirás plasmar su sueño, confía en ti y se transforma. Incluso, a menudo reconocen que nuestra interpretación arquitectónica ha mejorado su idea inicial. Les hemos hecho de intérpretes, y en un noventa y cinco por ciento de los casos conseguimos una traducción fidedigna.

Cuando un diseño debe tener en cuenta el entorno social

Desarrollé un proyecto en Arabia Saudí donde, por primera vez, el entorno físico no me condicionaba. Sin embargo, había otro tipo de condicionante que debía tener en cuenta porque, para mi cliente, era muy relevante: el entorno social. Debía diseñar una vivienda enorme, de tres mil metros cuadrados edificados, para un importante empresario saudí. Cuando fuimos a ver el terreno, ubicado en medio del desierto, me dijo que dudaba entre escoger aquella parcela u otra que estaba ubicada cerca. Por primera vez en mi trayectoria profesional, pensé: «¿Y qué más da?» Aquello era el desierto; un terreno uniforme, plano, sin vistas ni perspectivas ni ningún tipo de influencia destacada. Sin embargo, me equivocaba. Había otra dimensión que no podía obviar: la gente importante estaba construyendo sus casas en una zona determinada, que no era mejor que otra, pero mi cliente deseaba estar cerca. Además, tenía que conseguir que aquella residencia fuera capaz de reflejar que, dentro, vivía gente de un alto estatus social. La sociedad saudí es bastante endogámica, todo pasa dentro de las casas, que están completamente cerradas al exterior. Por otra parte, este cliente, que conocí gracias a un amigo libanés que trabaja en Barcelona y me hizo llegar el encargo, quería una casa que representara la arquitectura española. El primer reto al que tuve que enfrentarme fue explicarle que tal estilo no existía. Le elaboré una profunda reflexión en inglés –que tengo publicada– sobre la arquitectura en España y los diferentes estilos, independientes y diferenciados, que se han ido creando en función de los condicionantes geográficos y territoriales. Y le expuse mi interpretación de lo que él deseaba: concluí que estaba influido intelectualmente por la arquitectura del Al-Ándalus. Por lo tanto, finalmente le propuse un diseño inspirado en este estilo, que integraba todo el imaginario de los pueblos blancos, la importancia del agua, los patios interiores… Esto me permitió ganármelo sin conocerlo. Empezamos a trabajar juntos y nos entendimos muy bien. Le diseñé una vivienda con un estilo propio con la que se identificó.

Hemos mantenido el archivo histórico del despacho

Hace cincuenta cinco años que nuestro despacho está abierto y conservamos un importante fondo documental, incluso tenemos planos del arquitecto Lluís Domènech i Muntaner. Este archivo, que mi padre gestionó durante muchos años, genera ahora mucha confianza en nuestros clientes. Hace unos días nos llamó un empresario, al que le habíamos proyectado un conjunto industrial, porque necesitaba saber si el forjado, que se aplicó en 1959, resistiría una nueva carga. Pues como disponemos de este archivo, pudimos responder a su consulta.

Arquitectura hospitalaria: una de nuestras especialidades

Empecé a trabajar dentro de este ámbito de la mano de mi padre, que era arquitecto de cabecera en la Fundació Puigvert, cargo que ocupé cuando nos dejó. Constituida en 1961, la Fundación Puigvert es una entidad sin ánimo de lucro que proporciona asistencia integral efectiva y humana en urología, nefrología y andrología, promocionando el desarrollo y conocimiento científico de estas especialidades, con actividades de docencia, formación, investigación, divulgación y educación para la salud. Y dirigida por unas de las personalidades que más me ha influido en la Sanidad Catalana y Española y sobre todo en mí, la Sra. Esperança Marti. Con la voluntad de crecer e innovar, la institución decidió ampliar sus instalaciones y construir un nuevo inmueble, de forma triangular, de doce mil metros cuadrados, repartidos en siete plantas, del que nos hicimos cargo con asociados. Nos sentimos muy orgullosos de haber conseguido integrar este edificio, ubicado en el conjunto modernista del Hospital de Sant Pau. No solo cumplimos con los requerimientos que se nos exigían en cuanto a las definiciones normativas, también transformamos el edificio al instalarle una fachada de cerámica, que lo cubre y que guarda un paralelismo con los pabellones modernistas, de tal manera que aplicamos una mirada respetuosa hacia el entorno con técnicas contemporáneas. La obra comenzó el 15 de junio del 2002, cuando se celebró la ceremonia de colocación de la primera piedra. A nivel arquitectónico destaca el condicionante impuesto por el solar donde se había hecho la construcción, de forma triangular, y la dificultad de edificar cinco de las plantas subterráneas. El proyecto también se distingue por haber conseguido integrar los pabellones quirúrgico y de clínica –construidos en los años 60– en el conjunto del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau, obra de Lluís Domènech i Muntaner. Por otra parte, hemos desarrollado muchas obras en el ámbito hospitalario, tanto en nuestro país como en el extranjero. No solo nosotros, sino también muchos otros despachos de arquitectos del país, trabajamos en todo el mundo en relevantes proyectos, espectaculares y pioneros, aunque no se hace mucha difusión de ello; la gente se sorprendería. Concretamente, nuestro despacho ha desarrollado entre otros, además de las obras y ampliación de la Fundació Puigvert, la ampliación y reforma del Hospital CIMA de Sanitas, en Barcelona; hemos proyectado el Centro Médico Sanitas Millenium, en Tarragona; hemos construido la clínica prototipo para Institutos de Especialidades Médicas (2012), en Perú; hemos diseñado el Seat Centro Médico Corporativo Martorell (2013), así como el Seat Servicio Médico Zona Franca (2012).

La importancia de la luz nadie la discute

Abrir los espacios, la oportunidad de que el interior y el exterior dialoguen permanentemente, dejar paso a la luz natural, es fundamental en todo proyecto arquitectónico. La luz nos inspira, conforma el espacio, y es una de las verdades de la arquitectura que nadie discute. En un hospital, por ejemplo, es fundamental que tu diseño tenga en cuenta la luz natural, porque es un elemento primordial en el confort y la recuperación del enfermo. Actualmente, la gente suele comentar que los hospitales cada vez se parecen más a los hoteles; no llegarán nunca a ser lo mismo, pero es cierto que hoy se procura que sean más confortables. Los arquitectos que trabajamos queremos que los pacientes y visitantes sientan que el espacio también los cuida, que perciban que alguien ha pensado en ellos. El entorno en el que pasas un momento crítico de tu vida debe contribuir positivamente en tu recuperación. Por ejemplo y por otro lado, si nos situamos en climas extremos también debemos ser capaces de dialogar con el entorno, aprovechando todos los condicionantes de cada lugar: si hace mucho calor, por ejemplo, tendremos que conseguir tamizar la luz que entra en el interior para incrementar la sensación de confort.

Hemos formado a muchos jóvenes arquitectos

He procurado que la gente joven que ha entrado en nuestro despacho, ya sea como becarios o colaboradores, pudiera aprender; ha sido una satisfacción tener la oportunidad de formarlos. Siempre he tenido la vocación de enseñar todo lo que sé, de ofrecer nuestro punto de vista y, en definitiva, una manera de trabajar rigurosa y responsable. Tengo la sensación de haber aportado algo valioso, muchos arquitectos de varios países, como Italia, Alemania, Costa Rica, Venezuela, o Polonia, han pasado por nuestro despacho a lo largo de estos cincuenta y cinco años. Me hace mucha ilusión que, en fechas señaladas, nos contacten para saludarnos, ya que se acuerdan de que, en un determinado momento de su trayectoria profesional, justo cuando empezaban, contribuimos a completar su perfil. Por otra parte, estoy convencido de que los arquitectos debemos tener interés por aprender continuamente. Nosotros mismos, que hemos trabajado en el sector hospitalario, hemos tenido que conocer a fondo el ámbito de la medicina, ya que no es lo mismo diseñar un quirófano que un consultorio o una sala de diagnóstico por la imagen. Tienes que tener en cuenta la funcionalidad de cada espacio, así como las necesidades del médico y del paciente.

Las nuevas tecnologías hacen nuestro lenguaje más comprensible

Me formé como arquitecto con el lápiz y el Rotring, dibujando a mano. No fue hasta los años 90 que convencí a mi padre y a su socio para que introdujeran el primer ordenador en el despacho. Poco después, la revolución informática irrumpió con fuerza y modificó a un ritmo vertiginoso la manera en la que desarrollamos nuestro trabajo. Y esto no acaba aquí: la revolución que nos espera será espectacular. La realidad virtual, por ejemplo, ya se aplica en arquitectura y es un gran avance, porque permite que el cliente viva y se pasee por tu creación, representada en tres dimensiones, antes de que comience a edificarse. Las nuevas tecnologías hacen que el lenguaje gráfico del arquitecto sea mucho más comprensible. Por otra parte, también permiten trabajar en proyectos que están a kilómetros de distancia. Recuerdo que, cuando construimos la clínica prototipo para Institutos de Especialidades Médicas, en Perú, mantenía contacto con el propietario del centro desde mi despacho de Barcelona. Ahora bien, el arquitecto siempre necesitará estar presente físicamente en la obra y durante el desarrollo del proyecto.

Siempre he querido ser un arquitecto culto

Nunca he pretendido ser un profesional mediático ni famoso, mi aspiración ha sido convertirme en un arquitecto educado, culto, que perciba qué está desarrollando en cada momento, para qué cliente y bajo qué circunstancias; me gusta tener una visión amplia. Los arquitectos debemos estar abiertos a escuchar todas las influencias que nos rodean, tanto anteriores como coetáneas, porque podemos descubrir nuevos conceptos, nuevas ideas o interpretaciones. Siempre estamos aprendiendo; siempre. El intelecto humano no se agota nunca, siempre queda lugar para una nueva inspiración, ya que cada momento, cada lugar, cada época, cada generación, son únicos e irrepetibles.

Admiro a mis compañeros de profesión; no sé qué es la envidia

Es cierto que los arquitectos no somos corporativos, como lo pueden ser los médicos o los abogados, que a menudo deben trabajar juntos; sin embargo, intento destruir este mito, porque admiro mucho a mis compañeros de profesión, y siempre que tengo la oportunidad se lo hago saber. Cuando he intervenido en alguna ponencia, por ejemplo, los felicito por sus logros, por su labor, me parece fantástico que se reconozcan los excelentes trabajos de los buenos arquitectos de nuestro país, porque este reconocimiento proyecta de rebote a todo nuestro colectivo; cuando alguno de nosotros gana un premio, el resto también nos beneficiamos de ello. Ciertamente, no sé qué es la envidia; no la he experimentado nunca.

Quien ignora su historia está condenado a repetirla

La situación política que vive Catalunya no es fruto del ardor de un momento, sino que viene de lejos; la gente no se ha vuelto independentista de repente. Hace décadas que sentimos que no se llega a reconocer nuestra propia idiosincrasia (ni mejor ni peor): Catalunya es una nación, eso es un hecho innegable, tenemos una cultura propia, y no podemos ignorar nuestra historia, porque, sino, estamos condenados a repetirla. Nos hallamos dentro de un país que amo, porque me gusta y tengo raíces familiares en él, pero que es muy diverso; y sin embargo, nunca se ha admitido la diferencia catalana. Me gusta poner como ejemplo el caso de una familia con un hijo modélico, que trabaja y aporta mucho. Si cuando empieza a pedir cierta independencia, siempre se le responde que no, acabará reivindicando sus derechos y haciendo una pequeña revolución, porque aunque está muy a gusto en su casa, quien no se queja, no consigue nada. Es muy importante dialogar pero también considero que debemos ser firmes. Catalunya ocupa una zona geoestratégica envidiable, que el Estado no quiere perder. Si estuviéramos ubicados en el desierto, no habría tanto revuelo. Es una lástima porque podríamos permanecer juntos si realmente hubieran entendido nuestras necesidades, pero no quieren darse cuenta de ellas. El Gobierno de España está perjudicando a su propio país con su actitud intransigente: no permiten que la gente entienda nada de lo que está pasando, y solo les interesa que a los catalanes se nos identifique como a los malos. Cuando intento hablar con personas del resto de España, ofreciéndoles otra versión de los últimos acontecimientos, no me escuchan, prefieren quedarse con la información distorsionada que han recibido de los medios de comunicación. Mientras tanto, nosotros seguimos adelante y bien, los catalanes seguimos trabajando, yendo a la escuela, viviendo y hablando dos lenguas con total normalidad y respeto. En mi entorno, por ejemplo, hablamos en catalán y en castellano, mezclamos las dos lenguas sin ningún trauma, con total naturalidad. Sin embargo, mucha gente piensa que en Catalunya somos unos intransigentes. Opino que uno de los problemas puede ser es que en España no hay políticos visibles de ideas fuertemente conservadoras, como en Francia, sino que están integrados dentro de una formación política de derechas, como el PP, y eso les da alas, porque pueden ocupar puestos de responsabilidad en importantes estamentos y corporaciones del Estado, y no dejan espacio a los más moderados. Me consta que existen políticos con sensatez en todas las formaciones, que querrían y quieren dialogar pero se les intenta silenciar.