Eduardo Gutiérrez y Jordi Fernández
Fotografia cedida
TH, 9è VOLUM. Biografies rellevants dels nostres arquitectes

Srs. Eduardo Gutiérrez y Jordi Fernández

Entrevistados el 26-02-2018

Esta es la historia de dos jóvenes profesionales que han conseguido hacerse un hueco en el actual panorama arquitectónico; hoy su despacho, ON-A, es requerido por grandes promotoras que valoran su creatividad, su capacidad de innovación y su adaptación a demandas tecnológicas punteras. Su vida es un cúmulo de coincidencias, y su amistad, surgida en la adolescencia, una oportunidad para sumar esfuerzos y llevar a cabo un sueño: diseñar proyectos que emocionen. Afirman que la capacidad de superación y trabajo de sus padres, que emigraron a Barcelona en busca de un futuro mejor, ha sido su mejor legado.

Jordi: Mis padres, las personas más importantes de mi vida

Mis padres pasaron su infancia en la sierra gallega de Os Ancares, en Lugo. Aunque los dos pueblos de los que son originarios, Louzarela y Alence, están solo a veinte kilómetros de distancia, no se conocieron hasta que emigraron a Barcelona, muy jóvenes. Isabel, mi madre, vino a ayudar a su hermana y finalmente se quedó. Mi padre, Alfonso, se instaló en casa de unos familiares que ya vivían en la Ciudad Condal, y buscó trabajo. Entonces, las comunicaciones no eran como ahora; ponerse en contacto con su familia no era fácil, sin embargo, era gente luchadora que sabía salir adelante a pesar de su juventud e inexperiencia. Decidieron llamarme Jordi, en honor y agradecimiento a Catalunya, la tierra que les acogió. Tanto mi padre como mi madre, que murió hace poco, han luchado mucho y han trabajado más. En concreto, mi madre, a la que dicen que me parezco mucho, era una persona muy emprendedora y enérgica, y tenía un gran don de gentes. Estuvo algunos años trabajando en el sector de la restauración hasta que abrió su propio bar. Y mi padre, cuando no estaba trabajando en la fábrica, servía cafés y comidas detrás de la barra del bar, que abría de las seis de la mañana hasta la doce de la noche o más. Yo mismo, mientras estudiaba en el instituto o en la universidad, también les ayudaba, tanto al mediodía como por la noche; hicimos muchas horas en ese bar. Recuerdo que a mi hermano Alfonso, nueve años menor, le hacía de niñera, porque mis padres siempre estaban trabajando; tenían muy presente que querían dejar a sus hijos una vida mejor que la suya.

Jordi: Pedaleando todo el día, como en Verano azul

Vivía con mucha emoción la llegada de los meses estivales porque sabía que me iría con mi familia a Galicia y también a Cubelles, donde teníamos una segunda residencia. Pasaba todo el día con mis amigos, en bicicleta, y no volvía a casa hasta la noche, como en la mítica serie televisiva Verano azul. Era un niño feliz. Y cada verano, era una tradición construir una cabaña; me encantaba. A veces empleaba madera, en otras ocasiones utilizaba el hormigón, incluso llegué a construirlas con barro; empleaba cualquier material que pudiera haber a mi alcance.

Jordi: Mi abuelo materno, Antonio Río Montero, el último brindeiro de Galicia

Mi abuelo por parte de madre todo un personaje, al que entrevistan en los medios de comunicación locales y autonómicos. Incluso ha viajado a Suiza para actuar en los centros gallegos de Lausana y Ginebra. Esta primavera le han organizado un homenaje y las autoridades de su pueblo, Louzarela, ubicado en el municipio de Pedrafita do Cebreiro, inaugurarán una escultura en su nombre. Mi abuelo ha recitado, desde joven, los llamados brindos, cantos populares improvisados que se cantan en numerosas celebraciones.

Jordi: Escogí la carrera de Arquitectura porque aunaba la ciencia con las humanidades

Cuando cursé COU llegó el momento en que debía elegir una carrera. En BUP siempre me había inclinado por las asignaturas de ciencias, aunque las de letras también me interesaban. Sobre todo disfrutaba con la física; tuve un profesor muy bueno que me influyó mucho y supo potenciar mi interés por conocer cómo funcionaba el mundo que me rodeaba. Sin embargo, al final escogí la carrera de Arquitectura; me atrajo sobre todo porque conectaba dos áreas de conocimientos, pues tanto tenía un componente técnico, con el que yo disfrutaba, como humano, es decir, vinculado al arte y a la historia de las civilizaciones.

Eduardo: Correteando en la tienda de mis padres

La abrieron cuando tenía tres años y aún la conservan; lleva ya treinta y siete años funcionando. Allá pasábamos las tardes, mi hermana María del Mar y yo, entre la tienda y la placita que hay cerca. Una infancia en equilibrio, estructurada y feliz, así la recuerdo. También me vienen imágenes de los paseos que daba con mi padre los fines de semana en Sant Andreu de la Barca. Íbamos a la montaña y siempre nos acercábamos a la orilla del río porque me encantaba tirar piedras. Para mí, que tenía unos cinco años, algo tan simple como pasear por la montaña y poder jugar en plena naturaleza era una fiesta; en la actualidad, en ese mismo lugar, pasa una autopista y todo está edificado. Tampoco puedo olvidar las tardes en casa de mis tres primos, muy cariñosos; Miguel, el mediano, era todo un ídolo para mí porque sabía hacer muchas cosas que yo todavía tenía que aprender: tenía cinco años más. Mis abuelos maternos, como mis primos, también vivían muy cerca, a dos calles; tuve la suerte de tener mucho contacto con ellos.

Eduardo: El afán de superación como mayor legado paterno

Mi padre, que también se llama Eduardo, nació en La Campana, un pueblo de Sevilla. Vino a Barcelona cuando tenía cinco años porque sus padres emigraron a Catalunya en busca de un futuro mejor. Primero vino mi abuelo, que en su tierra se había dedicado al campo. Y después de hacer una primera prospección en la Ciudad Condal, vio que había posibilidades, se compró un piso y se trajo a toda su familia. Por otro lado, mi madre, que se llama Trinidad, es de L’Hospitalet de Llobregat, del barrio de Collblanc. Mi abuelo materno fue electricista y trabajó en una fábrica hasta que se jubiló, mientras que mi abuela fue ama de casa. Curiosamente, mi padre, que estudió Maestría Industrial, también ha ejercido toda su vida de lampista y electricista; hacía buenas migas con su suegro. Siempre recuerdo a mis padres trabajando en la tienda de venta al por menor de material eléctrico. De hecho, aún siguen al pie del cañón, con esa capacidad de esfuerzo imperturbable. En varias ocasiones, les he dicho: «¡Disfrutad un poco de la vida, hombre!», pero viven entregados al trabajo. Incluso les regalé para su aniversario de bodas un viaje a Mallorca, al que al final fueron, pero no sin cierta resistencia. Es normal: son personas que han tenido que luchar mucho para conseguir lo que tienen. Y ese es su mejor legado: nos han entregado intacta su capacidad de trabajo, su valentía y su espíritu de superación, y nunca se han quejado de nada. Recuerdo que a mi padre sólo le veía de nueve y media a diez de la noche todos los días laborables cuando era pequeño. Además de ser autónomo, trabajaba en una fábrica.

Eduardo: «¿Trabajar, tú? No, tú a estudiar. Para trabajar ya estoy yo»

Mi madre me respondía con esta frase cuando le decía que quería encontrar un empleo y disponer de mi dinero; prefería que aprovechara el tiempo al máximo para aprender. Y cuando le comentaba que me quedaba tiempo libre, aun así me insistía: «Pues estudia más». Y me lo aconsejaba una mujer que no había podido completar más que la formación básica de su época. Mi padre siempre solía tener un libro en la mano; siguió formándose en su especialidad en cuanto disponía de un poco de tiempo. Recuerdo que me decía: «Lee lo que sea; pero lee».

Eduardo: La pintura y las manualidades me llevaron a la arquitectura

El primer premio lo gané con tres años en un concurso de dibujo: pinté dos edificios muy altos, uno amarillo y otro rojo. Aún lo conservo, está colgado en la pared de una habitación de casa. Por otro lado, cuando me preguntaban: «¿Qué quieres ser de mayor?», siempre respondía: «Inventor». Me pasaba el día fabricando artilugios que luego mi madre tiraba a la basura. Cuando tenía seis años, estuve diseñando un sistema para respirar bajo el agua, con pajitas y bolsas, con el que podía aguantar sumergido en la bañera de casa durante unos minutos. ¡Menudos sustos les daba a mis padres! Las actividades manuales han sido otro de mis hobbies; lo único que aún no he probado en profundidad por falta de espacio, y me apasiona, es la cerámica, así que no descarto montarme algún día un estudio con un torno para diseñar mis propias vasijas. En la cocina sí he desarrollado mi creatividad: siempre digo que si no fuera arquitecto, sería cocinero. La gastronomía asiática, que he tenido la suerte de conocer tras mis viajes por este continente, ya que hemos desarrollado diversos proyectos en China y Taiwán, es protagonista de nuestra mesa familiar. De la cocina me atrae todo: es visual, olorosa y gustativa. Y me gusta todo el proceso: desde la materia prima al plato, que correctamente presentado se convierte en un cuadro, en una obra artística.

Mi mujer Tanja y yo hacemos mucho hincapié en cuidar hasta el más mínimo detalle en un acto tan importante como la alimentación sobre todo ahora que tenemos que educar a nuestras hijas Kira y Mila. Queremos enseñarles la belleza que reside en lo cotidiano y el valor de hacer bien las cosas en las actividades diarias

Jordi: Nuestra historia personal guarda curiosos paralelismos

Eduardo y yo íbamos al mismo instituto. Nos hicimos amigos en COU aunque cada uno se relacionaba con un grupo distinto de personas. Cuando nos matriculamos en la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona (ETSAB), empezamos a estar más unidos, hasta elegimos las mismas asignaturas optativas. Nuestra historia personal guarda curiosos paralelismos: ninguno de los dos procedía de un entorno relacionado con la arquitectura y nuestros padres eran gente trabajadora, que residía en barrios obreros y humildes. En el primer curso de la Facultad se notaba mucho la diferencia: los compañeros con padres arquitectos conocían la arquitectura antigua y moderna porque la respiraban en casa, tenían una cultura arquitectónica que nosotros todavía teníamos que asimilar. En los primeros proyectos que desarrollamos en la Facultad, no teníamos más referencia que nuestro piso en Esplugues de Llobregat o en Sant Andreu de la Barca. Quizás hubiera sido más fácil para nosotros que algún familiar hubiera sido arquitecto aunque, quién sabe, de esta manera no hubiéramos tenido que espabilarnos tanto: al final nos hemos hecho un hueco en la jungla, y no es fácil. De hecho, fuimos de los primeros de nuestra promoción en fundar un despacho propio.

Eduardo: Un primer semestre  muy complicado

Siempre había sido un buen estudiante y solía sacar buenas notas, pero los primeros meses en la Facultad me tumbaron un par de asignaturas. Eso me hizo reflexionar, pensé: me tengo que centrar. Y empecé a analizar con sumo cuidado las obras que se exponían en clase, tanto las de mis profesores como las de otros arquitectos. Quería saber cómo expresaban sus ideas, cómo las materializaban. Después de un tiempo, lo tuve claro; fue entonces cuando de nuevo empecé a obtener excelentes calificaciones. Recuerdo que el arquitecto Tonet Sunyer, que había evaluado mis primeros trabajos, bastante mediocres, se quedó sorprendido con mi evolución, y un día me dijo: «¿A ti, quién te está dando clases?». Y le respondí: «Tú, ¿quién sino?». Este profundo análisis de la obra de mis maestros me enseñó a reflejar mis propias ideas a través de un lenguaje gráfico. En aquel momento, ya supe que la arquitectura formaría parte de mi vida, y empecé a disfrutarla. Recuerdo que muchas noches me iba a dormir con los papeles en mi mesita, dándole vueltas a cómo representar una idea, y me despertaba a las tres de la madrugada sobresaltado, pensando: «¡Ya está! Ya lo tengo»; volvía a mis papeles, lo apuntaba, y entonces me dormía tranquilo. Estaba realmente entregado, había trabajos que presentaba incluso dos semanas antes de la fecha pautada. Me emocionaba con cada proyecto nuevo y no podía parar hasta que lo acababa.

Jordi: «Vas a llegar lejos como arquitecto»

El primer año en la ESTAB es duro, muchos alumnos suspenden asignaturas, como dibujo. Sin embargo, siempre tuve el convencimiento de que había escogido bien, de que me encontraba en el lugar correcto. Durante los primeros meses, viví una anécdota curiosa: un día coincidí en el ascensor con mi primer profesor de Proyectos, el arquitecto Tomás Morató, y me dijo: «Vas a ser un buen arquitecto». Me quedé muy sorprendido porque aún estaba muy verde. A mí también me gustaba analizar las creaciones de mis profesores y otros arquitectos. Por otro lado, los últimos proyectos los realicé con Carles Ferrater; nunca olvidaré una de sus afirmaciones: decía que lo que distingue a los buenos de los malos proyectos es el trabajo que hay detrás. La arquitectura es la búsqueda óptima de decisiones respecto a una gran variedad de condicionantes; si no quieres errar, debes analizar cuidadosamente todo el proceso.

Eduardo: Alfons Soldevila nos enseñó a ser libres

Ha sido uno de los mejores profesores que he tenido en la universidad: te alentaba a que incentivaras tu creatividad, daba alas a la libertad de tu mente. No quería que le presentáramos lo que ya sabíamos hacer, pretendía que fuéramos más allá. Desarrollé con él mi proyecto de final de carrera: el tema debía estar inspirado en la relación entre la arquitectura y la velocidad; cuando leí este título por primera vez, se me puso la piel de gallina; era realmente inspirador. Finalmente, presenté quince páginas de reflexión filosófica, en las que relacioné diversos conceptos que iban más allá de la arquitectura y que se enlazaban con afirmaciones de otras ciencias, como la teoría de la relatividad de Albert Einstein. Me sentí orgulloso del resultado: un trabajo de tinte futurista en el que había contemplado opciones como el coche de hidrógeno, la realidad aumentada o el vehículo que vuela, ideas aún algo excéntricas en aquellos años. En realidad, no diseñé un edificio sino múltiples estructuras que iban variando su escala en función de la velocidad a la que transitabas con tu vehículo.

Jordi: Diseñé un aparcamiento para «domingueros»

Como Eduardo, también elegí a Alfons Soldevila para dirigir mi proyecto de final de carrera; era el que te ofrecía mayores posibilidades creativas, porque no te encasillaba en un tema concreto y delimitado, como puede ser la construcción residencial o los tanatorios, sino que te abría múltiples opciones. El lema «Arquitectura y velocidad» me llevó a diseñar un parking para «domingueros» en el lugar que indicaba el tribunal: la autovía de Castelldefels. Conecté con la historia de mis padres, que antes de tener una segunda casa en Cubelles, iban a pasar los domingos, como mucha gente, a esta población marítima del Baix Llobregat; quise recuperar esta historia que forma parte de mi vida y del vínculo afectivo que me une a mis progenitores. Elegí el último tramo de la autovía, que aún no estaba urbanizado y daba al mar, y diseñé un espacio amable para las familias que iban a relajarse y a pasar su jornada festiva lejos de la gran ciudad. Incluí barbacoas, baños y plazas de aparcamiento, entre otros servicios; pero teniendo muy en cuenta su relación e integración con el entorno y la geometría natural, es decir, quería crear un espacio entre los pinos pero sin tocar ni un solo árbol. En la primera corrección del trabajo, Soldevila me comentó: «El proyecto está muy bien pero vas a ser arquitecto y tendrías que incluirme algún edificio ¿no?». Mi respuesta fue tajante: «Precisamente lo que quiero es preservar este espacio como está y no construir ningún edificio»; sin embargo, al final me inventé unas piscinas, descubiertas en verano, y cubiertas en invierno, es decir, una arquitectura poco invasora con el medio natural, de camuflaje, que desaparecía con la llegada del buen tiempo.

Llevar las riendas de nuestro propio despacho

Cuando acabamos la carrera, trabajamos durante un tiempo con el arquitecto Enric Ruiz-Geli; es un profesional muy creativo con el que seguimos colaborando en la actualidad. Tras esta experiencia, vimos claro que teníamos que crear nuestra propia firma, porque ambos nos entendíamos muy bien en todos los aspectos, tanto en el arquitectónico como en la gestión de los proyectos; no queríamos tener más jefes, deseábamos tomar la batuta con un despacho propio.

Fundamos nuestro estudio de arquitectura en el año 2005

En el 2005 creamos nuestro despacho y lo llamamos ON-A. Nuestras siglas significan On Architects, en el sentido de profesionales «encendidos», despiertos, activos y siempre con ganas de innovar. También hacen referencia a Barcelona, la ciudad en la que se ha fundado el estudio y, por último, a ona, ola u onda en catalán: un ejemplo de un elemento de la naturaleza, complejo pero parametrizable, como nuestra arquitectura. Desde el inicio y desde nuestra primera obra, hemos tratado de pensar cada proyecto de una manera singular, teniendo en cuenta las necesidades y los condicionantes del cliente pero enfocándolo siempre de una manera creativa e innovadora.

5 Sentidos Lounge Bar: nuestra primera obra

Con nuestro primer encargo, ganamos un premio de arquitectura y este reconocimiento público nos ayudó a posicionarnos. En él condensamos toda nuestra filosofía: el gusto por la innovación, la parametrización y las geometrías hipercomplejas. El proyecto nacía con una premisa: la singularidad y el trato exclusivo al cliente. Concebimos el local como un puzzle con más de quinientas cincuenta piezas diferenciadas, codificadas y cortadas con láser, con las que generábamos los espacios, pero a la vez los separábamos visualmente. Se trataba de una malla tridimensional metálica que se adaptaba a la arquitectura existente del edificio. Y el espacio era capaz de generar una gran cantidad de percepciones: visuales, cromáticas, auditivas y sensitivas. A pesar de que nos estrenábamos como arquitectos, nos ganamos la confianza del cliente: le presentamos una maqueta física y un presupuesto ajustado, sin sorpresas de última hora. La tecnología también fue de gran ayuda: investigamos hasta encontrar el software que mejor se adaptaba a nuestros objetivos. Finalmente, utilizamos un programa que en aquella época solo era empleado en el sector de la joyería, aunque en la actualidad ya se utiliza en arquitectura.

Variedad de proyectos y diseños

Durante más de diez años de práctica profesional, hemos tenido la oportunidad de desarrollar desde proyectos a pequeña escala, como nuestra primera obra, ya mencionada, a grandes proyectos de planeamiento urbanístico, como es el plan general de los Juegos Mediterráneos 2018. La variedad de proyectos y diseños es una peculiaridad de nuestra marca, así como la voluntad de tratar de innovar e investigar dentro de la práctica arquitectónica.

Emoción, innovación, laboratorio, geometría, codificación, tecnología, arquitectura y diseño

En una de las paredes de nuestro despacho aparecen las palabras que nos definen y nos representan. Y son, en primer lugar, «Emoción», porque siempre deseamos sorprender tanto al cliente como a los usuarios; y a continuación «Innovación» y «Laboratorio», por la búsqueda de nuevos materiales, formas y maneras de entender la arquitectura. Nuestro estudio es un lugar de creatividad e investigación; queremos que cada proyecto sea diferente y singular. «Geometría» y «Codificación» también nos describen, porque creemos que el control de la geometría, ya sea simple o compleja, es la esencia de la práctica arquitectónica. Y para ello necesitamos de la «Tecnología», que nos permite el control exhaustivo de todo el proceso constructivo, desde las primeras ideas o conceptos hasta la ejecución final. Y, finalmente, la «Arquitectura» y el «Diseño», por ser las disciplinas que nos apasionan y nos motivan cada día a seguir trabajando.

Un despacho y un espacio expositivo

En nuestro despacho se encuentra expuesta la trayectoria de todo nuestro equipo, que es multidisciplinar. Actualmente, somos diez profesionales, aunque finalizaremos este año incorporando cuatro nuevos perfiles. Concebimos la oficina como un espacio expositivo, en el que hemos dispuesto diversos paneles con las maquetas de nuestras obras y proyectos: se pueden ver tanto los trabajos presentados a los concursos en los que hemos participado, como casos de estudio o edificios construidos durante estos años de desarrollo profesional. La oficina siempre está abierta a nuestros clientes y colaboradores y a cualquier persona interesada en la arquitectura y el diseño. Nos interesa innovar en cada proyecto y desarrollar nuevos conceptos e ideas, por ello en el showroom se pueden contemplar múltiples maquetas y prototipos que también muestran los diversos procesos de investigación que desarrollamos en nuestro estudio.

Búsqueda continua de nuevos materiales y tecnologías

Nuestra oficina es un lugar de investigación y de desarrollo de nuevas tecnologías y metodologías de trabajo en el campo de la arquitectura y la construcción, que nos permiten dar rienda suelta a nuestra imaginación pero, a la vez, nos ofrecen el control absoluto del proceso constructivo. También, nos interesa mucho la búsqueda de nuevos materiales y nuevas formas aplicadas al proceso creativo.

Pioneros en la utilización de la tecnología BIM

ON-A desarrolla sus proyectos a partir de una plataforma centralizada e inteligente donde la información es almacenada en un mismo modelo tridimensional gracias a la tecnología BIM (Building Information Modeling). Desde el inicio, hemos pensado que las herramientas nunca tienen que ser un límite para el desarrollo de la creatividad y, por eso, siempre hemos procurado estar al día en el uso de las nuevas tecnologías, que nos permiten controlar todo el proceso de diseño, desde la idea inicial hasta la ejecución en obra. Con la adaptación en los últimos años a la plataforma BIM, nuestra arquitectura se ha alejado de la construcción tradicional y se ha aproximado al funcionamiento que se aplica en el ámbito de la automoción; en los proyectos que hemos usado esta tecnología, hemos modelado los edificios virtualmente antes de construirlos. De esta manera, hemos experimentado no solo mejorías en la fase de diseño, ya que todos hemos trabajado en un único modelo colaborativo, sino también en la gestión de la obra, porque hemos reducido significativamente los imprevistos en esta fase. El BIM representa un cambio tecnológico sin precedentes, quizás comparable al que se produjo cuando se pasó de dibujar en papel a diseñar con CAD. Actualmente, las grandes promotoras ya exigen que los despachos de arquitectos estén adaptados al uso de la tecnología BIM. En ON-A trabajamos con ella desde el año 2011; entonces muy pocos especialistas la conocían.

La crisis, una oportunidad para mejorar e investigar

Con nuestra primera obra, realizada en el año 2006, comenzamos a darnos a conocer. Sin embargo, la irrupción de la crisis significó un revés: los proyectos que empezaban a aparecer se paralizaron. Durante los años posteriores, no nos llegaron nuevos encargos, pero aprovechamos para generar nuevas ideas, investigar en nuevos materiales y en tecnologías punteras. Pusimos nuestra mirada en el extranjero y empezamos a desarrollar proyectos en Taiwán, donde observamos y asimilamos el uso de nuevas tecnologías, como el BIM. En el año 2014, un gran grupo como Sorigué contactó con nosotros y nos encargó un importante proyecto: un edificio mixto, residencial y terciario, de catorce mil metros cuadrados, ubicado en Mataró, que estamos finalizando y que se ha convertido en un referente ya que se ha construido con el uso de esta nueva tecnología. Se trata de la torre el Rengle, situada en primera línea de mar.

La creatividad no está reñida con la tecnología

El software que empleamos suma eficiencia y rapidez a nuestros proyectos; además, nos permite observar la creación, desde el inicio, en tres dimensiones. Nuestra visión es ahora mucho más global. Sin embargo, hay que tener en cuenta que un programa informático no puede suplir la creatividad. Y nunca presentamos nada que no esté a la altura de nuestras posibilidades: si no tenemos que dormir, no dormimos, pero cuando entregamos un proyecto debe contener lo mejor que podemos ofrecer de nosotros mismos. No tenemos un horario establecido porque nuestra mente siempre está conectada con este proceso creativo.

En la actualidad, Gaudí sería un arquitecto muy tecnológico

En su época, ya fue un visionario que inventaba sus propias herramientas constructivas; dibujaba pocos planos y creaba sus maquetas con los medios de que disponía. Era un físico de la construcción. Hoy en día, hubiera diseñado maquetas virtuales, como nosotros. Por otro lado, en ON-A nos gusta experimentar cambiando el uso tradicional de algunos materiales y ampliando sus posibilidades.

Nos rodeamos de los mejores profesionales de cada ámbito

La imagen del arquitecto que abarca todo el proceso constructivo ya no existe, ni en nuestra profesión ni tampoco en otros ámbitos, como la automoción, en la que es habitual que las piezas de un coche sean fabricadas por varias empresas repartidas por todo el mundo; posteriormente, se ensamblan. Hoy en día la arquitectura es multidisciplinar: intentamos rodearnos de los mejores profesionales de cada ámbito específico.

Entre las diez mejores estaciones de metro del mundo se halla la de Drassanes

Cuando finalizamos el proyecto de la estación de metro de Drassanes (Barcelona) en el año 2009, la obra empezó a ser incluida en numerosas publicaciones como una de las diez mejores estaciones de metro de todo el mundo. Desde entonces, nos han convocado para dar charlas sobre este tipo de arquitectura o para formar parte del jurado de diversos concursos; en Bulgaria y en Moscú, por ejemplo, hemos participado en la elección de la mejor estación de metro de cada país. Drassanes es una de las pocas estaciones en la que los vestíbulos y los andenes están a la misma altura; aprovechamos esta circunstancia para buscar la continuidad de los espacios; una sola piel que nos permite resolver la heterogeneidad existente en la estación antes de la reforma. El acabado se asemeja al del interior de un vagón de tren que alberga todo lo necesario para los pasajeros, y proporciona un aspecto limpio y luminoso. Si los usuarios fueran cometas, sus estelas se entrecruzarían a lo largo de sus trayectorias por la estación. La iluminación y los paneles del túnel de conexión reflejan esta idea: las vidas que se cruzan diariamente.

La arquitectura es la amalgama de las artes

Mientras que el arte ha estado siempre solo al alcance de las clases con poder económico, la arquitectura ha sido capaz de llegar a todo el mundo; tanto el campesino como el monarca acudían al templo a orar. Las catedrales, por ejemplo, son una demostración de la capacidad tecnológica de una sociedad, pero también son una representación de la ideología y la cultura de todo un pueblo. La arquitectura es una amalgama en la que viven todas las artes: ¿Dónde se exponen las pinturas? En los museos. ¿Dónde se escucha la música? En las salas de conciertos. En la actualidad, cabe preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras catedrales? ¿Por qué tipo de edificios se recordará a la civilización contemporánea? Desde luego, ya no son sólo las creaciones religiosas. El dinero se invierte ahora en los estadios de fútbol, los centros comerciales o los aeropuertos. En este tipo de construcciones nuestra sociedad vuelca sus aspiraciones y muestra todo su potencial y su fuerza creativa. En los Juegos Olímpicos celebrados en Pekín, en el año 2008, China enseñó al mundo que su pueblo era capaz de crear una arquitectura impresionante y que su país pisaba fuerte, tanto desde el punto de vista económico como tecnológico. Fue su llamada de atención global.

Más que la normativa, lo que limita es la economía

En el campo residencial, la normativa arquitectónica limita algunos de nuestros planteamientos, pero el mayor freno lo aplica la economía. Siempre se busca la rentabilidad de un proyecto, es la premisa primordial y pasa por delante de cualquier planteamiento estético. Sin embargo, también ocurre el proceso inverso: cuando un pueblo busca posicionar su ciudad o su país en el mundo, la inversión es la única arma para conseguirlo. La economía limita pero también engrandece; sin los mecenas, la arquitectura no sería posible. Por otro lado, es factible apostar por un diseño vanguardista sin tener que gastar mucho dinero; la experimentación no está siempre reñida con la economía.