Josep Lluís Balcells, Inma Balcells i Daniel Torrubiano
Fotografia cedida
TH, 9è VOLUM. Biografies rellevants dels nostres arquitectes

Srs. Josep Lluís Balcells, Inma Balcells i Daniel Torrubiano

Balcells Arquitectes

Entrevistados el 21-2-2018.

Setenta y cinco años de trayectoria avalan la confianza ganada entre los clientes por este despacho de claro talante familiar. Con la sinceridad y la honestidad por bandera, generación tras generación han optado por diseñar espacios que influyan en el confort de los usuarios. La experiencia de la más joven del equipo demuestra la compatibilidad de la profesión arquitectónica con la maternidad. Una larga tradición, combinada con un espíritu joven e innovador, es el rasgo diferencial que ponen al servicio de sus clientes.

Josep Lluís: El abuelo se enamoró de la arquitectura trabajando para Buïgas

Formo parte de la tercera generación de una saga de arquitectos iniciada por mi abuelo, Eduard Mª Balcells Buïgas, cuya obra se concentra básicamente en el Vallès. Fue un arquitecto municipal de Cerdanyola y proyectó Can Masachs, un edificio situado en Ripollet, que funciona como escuela-taller de oficios y que forma parte de su obra monumental de patrimonio modernista. Fue coetáneo de Montaner, en una época en la que, en España, solo se expedían treinta títulos de arquitecto cada año: quince en Barcelona y quince en Madrid. Por esta razón, el arquitecto era entonces una persona profundamente respetada y admirada. En la actualidad, en todo el Estado hay cuarenta mil, con un ritmo de crecimiento anual del diez por ciento… Mi abuelo, que era primo hermano de Carles Buïgas, el creador de las fuentes de Montjuïc, empezó haciendo de delineante para su padre, Gaietà Buïgas, que diseñó el conjunto monumental de la estatua de Colón de Barcelona para la Exposición Universal de 1888. Si el abuelo estudió Arquitectura fue porque se enamoró de la profesión trabajando junto a su tío materno. En aquella época, la del modernismo, se contaba con unos artesanos extraordinarios, de los que se nutrió y benefició la arquitectura para convertirse en un movimiento excepcional. En ese tipo de arquitectura, la estructura resultaba fundamental para hacer funcionar el ladrillo de manera adecuada. Hay que señalar que mucha obra modernista se deteriora porque el ladrillo visto, que incorpora hierro, coge humedad y estalla al aumentar su volumen diez veces.

Josep Lluís: Una familia de inventores

En el despacho del abuelo todo estaba colgado del techo, porque no quería que nada entorpeciera el trabajo sobre la mesa. Así, si quería una caja de compases, los bajaba a través de un sistema de poleas cuando los necesitaba. Los Balcells fueron una generación de inventores muy ingeniosos. Recuerdo que se reunían en Cerdanyola en una balsa enorme, donde organizaban batallas navales con barcos que construían con latas soldadas y que movían con sopladores de petróleo que generaban vapor. El abuelo también inventó unas gafas que incorporaban un prisma y que permitían controlar quién te seguía. O una especie de ruleta doble que se convertía en una máquina de multiplicar. Mi padre, Santiago Balcells, decidió continuar el camino abierto por su progenitor y desarrolló una abundante obra arquitectónica, sobre todo en el ámbito religioso y docente. Su creación más relevante es el Instituto de Teología Fundamental, en Sant Cugat del Vallès: el Colegio Máximo San Francisco de Borja en 1945, de estilo herreriano, que forma parte de la Facultad de Teología de Catalunya. En casa todos éramos muy jesuíticos. Yo mismo he estudiado en el colegio San Ignacio. Además de arquitecto, mi padre había sido profesor, porque en su época, antes de comenzar Arquitectura se tenían que hacer dos cursos de Ciencias Exactas. Un tercer curso de esta materia te facultaba como profesor, y él impartió clases en los Jesuitas de Caspe, donde había estudiado. Igualmente, proyectó diferentes edificios del Cottolengo, entre otros la iglesia o, también, parte del colegio Viaró.

Josep Lluís: Disfrutando de Coderch y Correa como profesores

Nuestra infancia transcurrió en la calle Balmes de Barcelona, junto a la plaza Molina, en un piso que pertenecía a una promoción que mi padre había proyectado para un amigo. Toda la familia aceptaba resignadamente la estrechez de espacio que suponía que ocho hijos compartiéramos techo en una vivienda que acogía, también, el estudio de mi padre. Y él tenía que invertir paciencia porque, mientras trabajaba, nosotros jugábamos a fútbol en la sala de al lado. De los ocho hijos, tres chicos y cinco chicas, dos salimos arquitectos, además de una hermana que es aparejadora. La formación académica, en aquel entonces, era de gran calidad. La Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona era el buque insignia del país. Había figuras tan excepcionales como Coderch o Correa, quienes, aparte de su excelencia como arquitectos, también exhibían un gran nivel pedagógico. La carrera duraba siete años, y yo invertí ocho, porque los cursos eran selectivos y debían superarse todas las asignaturas. En mi caso, tuve que dedicar todo un año a repetir dibujo lineal. Eran tiempos muy exigentes, en los que la carrera la empezaban trescientos alumnos y la acababan la mitad.

Josep Lluís: Velar por los intereses del cliente, no por los propios

Los arquitectos somos como médicos de cabecera. Estamos obligados a saber de todo un conjunto de materias en nuestro ámbito y debemos tener la capacidad de resolver problemas con urgencia, además de impulsar proyectos de envergadura que, al mismo tiempo, sean sostenibles, que cumplan la función social para la que han sido concebidos, que se adapten a las personas que los utilizarán y que presupuestariamente sean razonables. Esto es especialmente importante, porque un arquitecto no puede proponer un proyecto que quede fuera del alcance de la economía del cliente, ya que lo dejaría maltrecho para el resto de sus días. Un arquitecto debe ser honrado y velar para que cualquier propuesta sea asumible por el cliente. Ello reclama transparencia, tanto en lo referente al presupuesto auténtico como a la calidad de la obra, lo que significa que ésta no requerirá actuaciones posteriores de arreglo que acaben encareciendo el proyecto. Dicha premisa no se tiene suficientemente en cuenta y, a veces, se otorgan premios cuando se concluye una obra y, quince años más tarde, al aflorar su deterioro, se constata que aquello no había sido hecho adecuadamente. Por tanto, quizás los premios se deberían otorgar cuando, transcurrido un periodo prudencial, se constatara que el edificio ha cumplido los requisitos esenciales. El arquitecto no debe velar por sus intereses, sino por el rendimiento que obtendrán el cliente y el usuario. Trabajar con calidad, hacer las cosas duraderas y evitar reparaciones continuadas son los principios elementales de la sostenibilidad.

Ferran: La historia de nuestros proyectos es nuestra historia

En mi caso, la manera en la que mi padre vivía la profesión en casa despertó en mí una clara vocación desde que tengo recuerdo. Acabé los estudios en 1972 y de forma inmediata me incorporé al estudio, colaborando en el proyecto de la sede central de Bankunión en la Diagonal de Barcelona. Más adelante, a finales de los años setenta, pasé ocho años en Italia, donde colaboré con arquitectos de allí y volví con un valioso aprendizaje. En la estela de Josep Lluís, me gustaría recordar otro de los momentos destacados de la actividad del estudio Balcells Arquitectes a lo largo de estos primeros setenta y cinco años de existencia que nos han dejado huella: la adquisición del Boletín económico de la construcción (BEC) en 1944, revista de precios de la construcción de referencia, que condicionó desde aquel momento el planteamiento de los proyectos en el estudio. La continua colaboración con el Cottolengo del padre Alegre, comenzada en 1961, ha permitido ayudar en la labor social de esta congregación con la realización de trabajos en Santiago de Compostela, Las Hurdes y Barcelona. También supuso un buen empuje el premio FAD que obtuvo una obra nuestra de restauración de la fachada modernista de la calle Mallorca con paseo de Gràcia en 1977, así como los concursos ganados para la rehabilitación de la sede central del Banco Sabadell en el paseo de Gràcia, en 2004, y para la vivienda social en la calle Leiva de la Fundación Familia y Bienestar Social, en el año 2007. Con esta fundación hemos tenido el honor de colaborar en su fructuosa labor desde 1991, desarrollando vivienda social en Barcelona, Torelló, Igualada, Reus y Vilafranca del Penedès. Es también muy relevante destacar que, para llevar a cabo nuestro trabajo, en el estudio hemos contado siempre con la colaboración de arquitectos técnicos y aparejadores. Durante muchos años esta labor la hicieron Jaume Raynard, que ya fue aparejador del abuelo, y Daniel Olivet, y actualmente, con mucha satisfacción, contamos con Lluís Bullich, Ignasi Bullich y Víctor Valle-Lamora

Fernando: Primitivo Gilabert, el tío constructor y promotor

Lo que me llevó a seguir los estudios de Arquitectura fueron dos factores. El primero, mi fascinación por el arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright. El segundo, mi tío, Primitivo Gilabert, que fue constructor y promotor. Pese a no ser arquitecto, se involucraba mucho en todos los proyectos y aportaba valores añadidos en forma de elementos funcionales. Recuerdo, por ejemplo, que planteaba unos antepechos muy verticales para evitar la instalación de plantas que pudieran provocar su deterioro. O, también, unos pasillos más amplios para ofrecerles una segunda función, como que acogieran una mesa de estudio. Trabajaba sobre todo en el barrio de Horta, donde obtuvo un cierto éxito con la construcción de casas de más calidad, en la década de los setenta y los ochenta, que se erigieron en una referencia en la zona.

Fernando: Los inicios

La casa de mis padres la hicieron, a principios de los setenta, los arquitectos Balcells. Aunque entonces todavía no trabajaba en su despacho, seguí con interés su desarrollo, a cargo de Josep Lluís y Santiago, su padre. Durante aquellos años, trabajé con Juan Antonio Cendoya y, después, con Santiago y Josep Lluís Balcells. Con ellos desarrollamos un proyecto de ejecución muy atractivo, la sede social de la empresa que dirigía mi padre, una pirámide truncada que, lamentablemente, no se llegó a construir. La carrera la terminé en 1993, momento en el que me reincorporé al despacho como arquitecto asociado.

Fernando: En Renta Corporación me enriquecí con nuevos conocimientos

La finalización de la carrera coincidió con la época posolímpica: una etapa de crisis para el sector constructor en la que conseguimos salir adelante gracias a la confianza de los clientes habituales y al desarrollo de vivienda social. Los clientes privados aprovecharon el programa puesto en marcha por el Gobierno socialista para promover vivienda social, un proyecto que se extendió a muchos pueblos con el fin de evitar que la juventud se fuera de ellos, marcado por la asignación de un precio fijo de venta, es decir, por el rigor presupuestario. Superada esta fase, yo me encontraba muy cómodo con los Balcells, pero quise disfrutar de la experiencia de abrir un despacho propio. Cinco años después, uno de mis clientes, Renta Corporación, me quiso incorporar a su staff. Ahí permanecí nueve años, y fue una etapa en la que adquirí la visión del promotor y donde me enriquecí con nuevos conocimientos porque coincidí con economistas y comerciales. En 2013 salí de la empresa debido a la crisis, a pesar de la buena relación que tenía con todo el equipo. Prueba de ello es que, un año más tarde, me reincorporé al despacho de los Balcells aportando Renta Corporación como cliente.

Inma: Qué orgullo poder decir que el colegio lo había diseñado mi padre

Decidí ser arquitecta cuando hacía cuarto de EGB. Bajar al despacho de mi padre, en el piso de abajo, era como ir al mejor parque de atracciones. Allí encontraba maquetas, planos enormes, topográficos con agujas e hilos, papeles en bruto que podía pintar y transformar en las primeras casas proyectadas … Cuando volvía de la escuela, era un placer pasar a saludarle y ver qué había. Por otra parte, me marcó mucho el hecho de estudiar en el colegio La Vall, en Bellaterra; una escuela que, además de una formación excelente, gozaba de una arquitectura preciosa, de unos espacios espectaculares… Y poder decir a mis compañeras que el colegio lo había diseñado mi padre era un orgullo impagable. Pude constatar, como niña, que el centro funcionaba adecuadamente porque alguien había pensado en la distribución de los espacios. Y hoy en día, dado que imparto clases allí, compruebo que la escuela sigue funcionando igual de bien y que no se ha deteriorado, que el edificio sólo ha requerido un mínimo mantenimiento. Darme cuenta de que aquella obra de mi padre había influido positivamente en la vida de los demás a través del diseño de los espacios hizo que me empeñase en estudiar Arquitectura; aunque mi padre solía decirme que me lo quitara de la cabeza, sobre todo en la época de la crisis posolímpica.

Inma: Arquitecta y aparejadora

A pesar de las reticencias de mi padre, la pasión pudo más y quise orientarme profesionalmente hacia la arquitectura. Soy la única de los seis hermanos que ha seguido los pasos de nuestro progenitor. Yo era buena estudiante y disfruté mucho de la carrera, que era muy completa. Me gustaban las matemáticas y el dibujo. Hice grandes amigos durante la etapa universitaria, que duró seis años… más el proyecto final. Una vez culminada la carrera, quise completarla con la de Arquitectura Técnica. Son conceptos totalmente diferentes, con temas como el control de materiales, la gestión económica, el control de calidad, la planificación del tiempo de las obras, los aspectos de seguridad… que complementan la tarea arquitectónica. Cabe decir que nunca he trabajado como aparejadora, pero poseo los conocimientos asociados y eso me ayuda a desarrollar mejor mi trabajo.

Inma: Conciliar la vida familiar con la profesional

En segundo de carrera conocí a Dani, mi marido. Así, puedo decir que hicimos la carrera juntos y que, después, hemos seguido compartiendo la vida también desde el punto de vista profesional. La maternidad llegó pronto. En la actualidad tengo cuatro hijas y la carrera me ha permitido conciliar la atención familiar con los compromisos profesionales. Afortunadamente, en ocasiones he podido desarrollar algunos proyectos desde casa con solo un ordenador. Es una enorme satisfacción comprobar que nuestras hijas viven en espacios diseñados por nosotros mismos y que los disfrutan, aunque, a veces, les cuesta entender nuestra pasión por la arquitectura. Cuando viajamos, refunfuñan un poco porque visitar edificios forma parte de nuestras prioridades. No sabemos si seguirán la saga de arquitectos; de momento, dos van camino de ser ingenieras, y nosotros las apoyamos, pues queremos que lo que hagan, lo hagan con pasión. Me siento muy orgullosa de ser la cuarta generación de esta profesión tan preciosa y que comparto con mi marido; y también muy satisfecha de haberla compartido durante quince años con mi padre y mi tío, tal como ellos lo hicieron con el abuelo a lo largo de un cuarto de siglo.

Dani: La casa de Inma era una extensión de la universidad a partir de medianoche

Durante la infancia nunca tuve una vocación clara de arquitecto. Ni siquiera conocía verdaderamente esta profesión cuando estudiaba COU, momento en el que me decidí por esta carrera por la atracción de las asignaturas que se impartían. Las materias científicas y artísticas eran las que dominaba mejor, y la única carrera que reunía ambas ramas era la de Arquitectura. Una vez entré en contacto con esta disciplina y descubrí de lo que se trataba, me apasionó. Viví la carrera muy intensamente. Formamos parte de una de las últimas hornadas que trabajó a mano (con escuadra, cartabón, compás y unos planos enormes), y hasta el tramo final de la carrera, que acabamos en el año 2000, no incluimos el trabajo con ordenador. Disfrutamos mucho de la licenciatura, en una época en la que los estudiantes nos veíamos obligados a permanecer en la escuela hasta la madrugada para hacer trabajos en equipo. Muchas veces, los amigos nos reuníamos en el despacho Balcells, que se convirtió, con permiso del padre de Inma, en una extensión de la universidad a partir de medianoche y también muchos fines de semana, dado que allí había medios para trabajar adecuadamente y, en general, nos quedábamos hasta las cuatro o las cinco de la madrugada. No me había planteado que acabaría trabajando con Balcells Arquitectes. Como es habitual en nuestra formación, compaginé los estudios con el trabajo en un estudio profesional; pude aprender mucho con Javier Clarós, y un par de años después de haber terminado la carrera, me establecí por mi cuenta, haciendo los proyectos con Inma, que ya trabajaba en el estudio familiar. Las colaboraciones con Balcells Arquitectes fueron siendo cada vez más frecuentes hasta el 2008, cuando aunamos esfuerzos y recursos para continuar juntos con nuestra vocación.

Dani: Un tándem perfecto en el ámbito personal y profesional

Inma y yo nos casamos antes de hacer el proyecto de fin de carrera. A la hora de defenderlo, ya teníamos a María con nosotros e Inma estaba embarazada de ocho meses y medio de la segunda. Incluso le avanzaron la fecha de la defensa, porque la inicial coincidía con la que salía de cuentas. Aquella fue una etapa muy dura, ya que, además de preparar la defensa del proyecto, también había que conciliar el trabajo, la atención a la primogénita y planificar la inminente llegada de Marta. Desde el primer momento, teníamos culturalmente muy interiorizado que la familia es un equipo, y que las tareas domésticas, incluidas las relativas al cuidado de los hijos, serían compartidas. Tanto la profesión como la condición de autónomos nos han facilitado el cumplimiento de este planteamiento. Podemos organizarnos el trabajo y repartirnos equitativamente las obligaciones del hogar. Profesionalmente, en el despacho cada uno mantiene su parcela, por lo que nos complementamos potenciando nuestras capacidades.

Fernando: Se ha recuperado la tendencia de incorporar confort en los edificios que ya se encontraba en las obras de las dos primeras generaciones de Balcells

La arquitectura refleja la época y el país. Uno de los aspectos que más me maravilló al hacer el seguimiento del proyecto de la casa de mis padres fue que, en aquel tiempo, había la tradición de optar por la comodidad y la racionalidad. Era la década de los setenta, había que ahorrar, y los edificios debían incorporar elementos arquitectónicos que permitieran un control térmico sin utilizar energía. Esta tendencia se mantuvo hasta principios de los noventa, cuando, de repente, nos transformamos en un país rico y comenzaron a proyectarse edificios con gran consumo energético: incorporaban aparatos de aire acondicionado que, en ocasiones, compensaban la innecesaria presencia de grandes vidrieras. En los últimos años, sin embargo, con una nueva conciencia social a raíz de la crisis, se ha recuperado aquella antigua manera de actuar más racional y sostenible. Un paso más allá se da con lo que queremos llamar la «arquitectura del bienestar», donde a los criterios de sostenibilidad ecológica se les incorporan los que afectan a la salud de los usuarios de manera directa desde la arquitectura: las afectaciones a través de su implantación en el lugar, la geometría, los colores, las instalaciones y los materiales. El control de las diferentes radiaciones que se dan en edificios –cada vez más tecnificados–, la calidad del aire interior y evitar la toxicidad de algunos materiales y pinturas de acabado son algunos de los parámetros diferenciales a los que en Balcells Arquitectes también queremos dar cabida cuando hacemos nuestros proyectos. Todos estos planteamientos debemos tenerlos en cuenta tanto en los edificios de nueva construcción como en la rehabilitación, faceta de la arquitectura que tiene especial interés en nuestro entorno más inmediato, muy edificado, y donde a veces hay que sacar más que poner. La rehabilitación integral supone transformar edificios que han quedado obsoletos porque se concibieron en una época determinada para un uso concreto que ya no existe, que ha caducado o que se ha trasladado a otro lugar. Se trata de adecuar la construcción a las nuevas funciones que tiene que ofrecer.

Nos motiva especialmente diseñar espacios donde vivirá la gente

En el despacho asumimos todo tipo de tareas: tanto pueden ser promociones de viviendas, colegios, residencias y edificios de oficinas, como certificados, informes o peritajes judiciales. Donde nos sentimos más cómodos, empero, es en el entorno de la vivienda, ya sea de obra nueva o para rehabilitar. Nos motiva diseñar espacios donde vivirá la gente. Sin embargo, no podemos olvidar que hoy en día invertimos mucho tiempo en el trabajo, por lo que es muy importante que el espacio laboral sea agradable. En Balcells Arquitectes somos muy conscientes de la importancia de una buena concepción de los espacios en las oficinas, ya que allí se tejen relaciones relevantes, tanto entre los miembros del equipo como con los clientes. De ahí que nos interesemos por las necesidades de nuestros clientes y por cuáles son los requerimientos principales para optimizar su trabajo y hacer así más agradable su jornada laboral. Lo mismo podemos decir de las escuelas, donde Inma sabe por experiencia propia cómo afecta a estudiantes y profesores el correcto diseño de los espacios.

La vivienda social debe poder integrarse en el resto de la ciudad

De vivienda social, hemos hecho mucha. Cada proyecto en este ámbito constituye todo un reto, porque hay que ajustarse a un presupuesto reducido y, a la vez, garantizar su calidad. No todos los arquitectos tienen la capacidad para adaptarse a los requerimientos que reclama la vivienda social. Este tipo de edificios se deben poder integrar también en el resto de la ciudad. Estéticamente no pueden evidenciar que gozan de menos presupuesto que los de su alrededor. En el interior solemos optar por soluciones neutras, conscientes de que a todo el mundo le gusta dejar su huella. Lo que resulta clave es repartir muy bien los espacios y conseguir que estén bien relacionados. No es tan importante la cantidad de superficie como que esté bien distribuida, y es básico también evolucionar el programa funcional a las necesidades cambiantes de la sociedad, tanto en tipología de vivienda como en criterios de flexibilidad, accesibilidad, regímenes de tenencia o en nuevos conceptos de comunidad. Dani e Inma, junto con un par de compañeros, ganaron de jóvenes un concurso para hacer vivienda social en un edificio de la Zona Franca; un proyecto del que estamos especialmente orgullosos por esos criterios diferenciales que hemos mencionado.

Hemos perdido encargos por decir la verdad, pero nunca clientes por ser sinceros

A pesar de que todo el equipo de Balcells Arquitectes hace gestiones para aportar proyectos y clientes, Ferran y Fernando son los que presentan un carácter más comercial. En cualquier caso, es el trabajo bien hecho y el boca a boca de los clientes satisfechos lo que nos hace ganar la confianza de los mismos. Quien contacta con nosotros enseguida se da cuenta de que velamos por sus intereses. La sinceridad y la transparencia nos definen, porque evitamos las falsas promesas. Hemos perdido encargos por decir la verdad, pero nunca hemos perdido clientes por ser sinceros. No embarcamos a un cliente en un proyecto que se escape de su bolsillo. En alguna ocasión nos hemos encontrado con alguien que, después de haberle presupuestado un proyecto, nos dice que lo llevará a cabo con otro colega que le ha ofrecido hacérselo por la mitad. Más adelante, hemos vuelto a coincidir con él y nos ha dicho: «Cuánta razón teníais…», porque finalmente ha acabado pagando más. Por suerte, también hemos comprobado que la honestidad nos ha hecho ganar clientes. Ha habido constructores que, de cara a hacer una promoción, han reclamado nuestros servicios como arquitectos, porque valoran nuestro rigor en los procesos constructivos y en el cálculo de costes. Es un orgullo que recurran a nosotros y, sin duda, un premio que nos tengan en cuenta.

Las desviaciones presupuestarias en la obra pública son escandalosas

En la obra pública se producen a menudo situaciones escandalosas. Hay empresas que cuentan con especialistas para asumir este tipo de proyectos con importantes desviaciones presupuestarias. Tienen expertos que buscan carencias en las definiciones de los proyectos y que acceden a hacer rebajas que, posteriormente, compensan largamente con los complementarios de final de obra. Balcells Arquitectes ha hecho obra pública de manera esporádica. Y cabe señalar que hemos conseguido que, cuando no ha habido cambios significativos del programa inicial, el desvío del presupuesto siempre haya sido mínimo.

Santiago, un precursor de la figura del project manager

La saga de los Balcells tiene muy arraigada la cultura del arquitecto constructor. El propio Santiago, después de haber hecho todo el proyecto del edificio del Banco Comercial Transatlántico, ganando un concurso restringido en 1955, en el que concursaban además arquitectos de prestigio como Coderch, Mitjans, Duran Reynals y Llimona, constató que en ese momento no había ningún constructor capaz de sacar adelante el edificio; y decidió asumir su construcción. Contaba con cuatro sótanos y en aquellos momentos era el rascacielos más alto de Barcelona. También fue el arquitecto-constructor del edificio del Banco Atlántico, el actual Banco Sabadell. Para ejecutar esa gran obra, Santiago pidió ayuda a Francesc Mitjans, que colaboró ​​en el diseño del proyecto. Sin embargo, la ejecución y la dirección de la obra la asumió en exclusiva el fundador de nuestro despacho. Aquel edificio se inauguró en 1968, dos años antes que el hospital San Juan de Dios, cuyos cálculos hizo Josep Lluís, recién incorporado al estudio, en 1970. Contó con la contribución de dos catedráticos de la Escuela de Ingenieros que venían al despacho para marcar las directrices. En cierto modo, Santiago fue un precursor de la figura del project manager, porque la función de arquitecto constructor venía a ser la misma.

Josep Lluís: Me retiré al ver que mi hija sabía más que yo

Estoy orgulloso de que todos mis hijos hayan podido decidir sobre su futuro profesional y destaquen en sus respectivos ramos, que son muy diversos. De los jóvenes, uno de ellos, Lluís, se ha decantado por el área técnica y es ingeniero aeronáutico, trabaja en el aeropuerto de Barcelona. El otro, Miquel, es director comercial de una empresa de distribución. En cuanto al ámbito femenino, la primogénita, Mercè, es doctora en Ingeniera Química e investigadora sénior en el MIT. Maria cursó estudios de Moda y ahora diseña para Inditex. Núria ha hecho las carreras de Psicopedagogía y Magisterio. Y lo mismo le pasa a Inma, con quien comparto la pasión por la arquitectura y que se ha sumado a nuestro despacho. En la actualidad suben nuevas generaciones de arquitectos donde las mujeres toman protagonismo. Esto se percibe también en el Col·legi d’Arquitectes, hasta el punto de que estoy convencido de que dentro de diez años lo liderarán profesionales femeninas, como la hija de Fernando, que recientemente ha comenzado la carrera después de que, a diferencia de lo que yo hice con Inma, él la haya alentado a seguir estos estudios. Si me retiré es porque llegó un momento en el que mi hija sabía más que yo.

Inma: No ser una madre ausente significa poner el acento donde sea menester

La maternidad impide a muchas mujeres poder ser las número uno en casa y en el trabajo. Compatibilizar el rol doméstico con el laboral conlleva saber hacer hincapié donde haga falta. De esta manera se evita lo que se entiende como madre ausente. Con Dani teníamos claro desde el comienzo que la familia pasaba por delante de todo. La maternidad reclama la protección laboral de las mujeres, aunque yo animo a las chicas a no desconectar al 100% del trabajo durante esta etapa, porque después la vuelta cuesta mucho. Es cierto que, en este sentido, yo tuve mucha suerte y no tuve que menester la baja maternal, ya que los embarazos se desarrollaron sin tropiezos y, además, poder trabajar desde casa me facilitó mucho las cosas, aparte del apoyo que he encontrado siempre en mi marido.

No tiene sentido exportar nuestra arquitectura a otros países

Nuestro despacho recoge el espíritu de Coderch, que decía: «No son genios lo que necesitamos ahora». Es un lema heredado de la arquitectura catalana tradicional, orientada a ayudar a la gente a vivir, donde las pretensiones del arquitecto-artista se relegan en un segundo o tercer plano. De todos modos, hay encargos en los que se requiere un edificio singular, y que probablemente es lo que necesita la ciudad en ese lugar y momento. Nuestro despacho también tiene la capacidad para hacerlos, pero sin perder el espíritu de servicio y proporcionalidad presupuestaria. Como también hemos demostrado poder afrontar retos internacionales; hemos desarrollado proyectos en lugares tan diversos como París, Chicago, Moscú, Boston, Sri Lanka o Guinea. Y si bien en ocasiones los proyectos no han acabado de prosperar, no perdemos la ilusión de plantearnos nuevos retos fuera, como un planteamiento de viviendas sociales en Kenia que estamos estudiando en la actualidad. En cada lugar llevamos a cabo proyectos adaptados al entorno y pensando en el confort de sus usuarios. Ello reclama un esfuerzo, porque hay que estudiar cómo vive aquella sociedad e impregnarnos de sus inputs culturales para conocer sus necesidades reales; y es que nos adaptamos a éstas sin imponerles nuestra arquitectura.

Un proyecto arquitectónico puede parecerse a un parto

La crisis ha espabilado a los profesionales locales. Por otro lado, nuestros arquitectos gozan de buena reputación en Europa, en especial porque, a pesar de no ser especialistas, son una figura capaz de controlar todas las facetas de la construcción: estructuras, instalaciones, materiales… Uno de los retos principales de nuestra tarea está en saber enfrentarse a una hoja en blanco y ver lo que acabará siendo un edificio. La esposa de Josep Lluís pedía a sus hijos que, cuando trabajaba, no lo estorbaran, porque es como si estuviera de parto.

Cada peritaje es un aprendizaje extraordinario aplicable a las obras

Santiago trabajó hasta el último minuto. Con ochenta años, aún tenía ganas de seguir aprendiendo; incluso tomó clases de informática. Este trabajo constante es una consigna adquirida por nuestro estudio, como Picasso cuando decía «que la inspiración te coja trabajando». Llegó a ser el perito más veterano del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, sobre todo haciendo informes urbanísticos. El tema de los peritajes sigue muy vivo en el despacho, donde todos los socios trabajamos para los juzgados. Cada peritaje es un aprendizaje extraordinario, porque te da acceso a conocimientos en aspectos en los que no eres experto. En la construcción, mucha actividad puede ser bastante repetitiva. En cambio, en el juzgado todo es muy diferente. El juez, que no sabe de arquitectura, no se guía con los peritos de las partes, sino que se guía con el designado por el juzgado. A veces, cuando el juez reclama nuestra intervención, el peritaje que debemos hacer responde a temas en los que no somos especialistas. Esto conlleva investigación, documentación, asesoramiento… Todo este aprendizaje adquirido lo podemos aplicar después a las obras.

Un buen cliente es clave en un buen proyecto

La normativa de hoy puede llegar a ser un freno a la creatividad. Mucha responde a criterios de seguridad, pero a veces se deriva de las barbaridades hechas por algunos arquitectos. En cierto modo es una lástima porque, desde el punto de vista de la composición y la estética, a veces nos limita; pero, en todo caso, nuestro deber es saber adaptarse a ella y cumplirla. La arquitectura no deja de ser un puzle donde hay que encajar todas las piezas para conseguir un resultado excepcional. Y aquí tiene también una participación importante el cliente, porque un buen cliente es clave en un buen proyecto. El cliente tiene mucho que decir, sobre todo si es un edificio donde ha de vivir, pero debe dejarse aconsejar. Y si es un promotor, debe saber hasta dónde llega su presupuesto, qué rentabilidad obtendrá con aquel proyecto, definir claramente las prioridades y a qué va dirigida la operación; y delegar en nosotros, los arquitectos a su servicio, cómo encajar el rompecabezas funcional, cómo definir los aspectos de idoneidad técnica y cómo diseñar la parte creativa que aportará ese valor añadido.