08-02-12
“En estas entrevistas es posible encontrar un denominador común sobre el diagnóstico de la actual situación: la falta de realización de los valores propios de una economía productiva, esto es, el ahorro, el espíritu de trabajo, la valorización del esfuerzo”
Mucho antes de la caída de Lehman Brothers, los investigadores sociales discutían sobre la definición y otros asuntos referidos a la globalización; entre ellos, sobre su alcance y repercusión en las sociedades nacionales y el orden internacional. Estos estudios no eran, precisamente, muy halagüeños. Visto con perspectiva, parece que no les faltaba razón. Sin ir más lejos, basta con reconocer que es tal la interconexión existente a la que se ha llegado con el fenómeno globalizador que la debacle de un país pequeño como Grecia, cuyo porcentaje sobre el PIB europeo –y no digamos en el mundial– es mínimo, ha originado un cataclismo enla Unión Europeay, si no se detiene, puede ocasionar otro de mayores dimensiones en todo el orbe.
El libro de A. Font recoge un conjunto bastante amplio de testimonios de empresarios que, por recurrir a la jerga común, han sabido “capear el temporal” y trasladan al público las recetas que les han permitido tener éxito en esta tarea. Es, sin duda, “una parte”, y no menor, de quienes son protagonistas del delicado momento que vive el país y eso hace que sus observaciones nos permitan comprender un poco mejor el presente y, desde luego, señalar cuál es la hoja de ruta que debería seguirse.
No es aventurado afirmar que en estas entrevistas es posible encontrar un denominador común sobre el diagnóstico de la actual situación: el olvido y, en consecuencia, la falta de realización de los valores propios de una economía productiva, esto es, el ahorro, el espíritu de trabajo, la valorización del esfuerzo. A los cuales habría que añadir la ausencia de innovación, de emprendedurismo, de los ideales de la excelencia, además de una suma ligereza en el consumo y el abuso del recurso a préstamos e hipotecas, o la nula previsión de los poderes públicos.
Desde el mundo universitario, también podemos colaborar tanto para recabar un análisis certero como para, por supuesto, contribuir a la salida de esta compleja situación. Hace tiempo que la Unesco y, por tanto, la Onu han determinado que la evolución de la sociedad actual conducirá en un nuevo modelo, la “sociedad del conocimiento”. Ya en 2005, un informe de la Unesco afirmaba que “el posible destino de las sociedades del siglo XXI, profundamente transformadas por el auge de las tecnologías de la información y la comunicación, será el de convertirse en sociedades del conocimiento porque serán sociedades en las que éste se comparta.”
La aparición de la sociedad del conocimiento abre un buen número de oportunidades a aquellos actores que las sepan aprovechar. Pues, en las sociedades del conocimiento, los valores y prácticas de creatividad e innovación desempeñarán un papel importante –aunque sólo sea por su capacidad de poner en tela de juicio los modelos existentes– para responder mejor a las nuevas necesidades de la sociedad. La creatividad e innovación conducen asimismo a promover procesos de colaboración de nuevo tipo que ya han dado resultados especialmente fructíferos. En este modelo los recursos humanos y la valorización de los conocimientos producidos cobran sentido, pues un elemento esencial de este tipo de sociedades es la “capacidad para identificar, producir, tratar, transformar, difundir y utilizar la información con vistas a crear y aplicar los conocimientos necesarios para el desarrollo humanos”.
Lamentablemente, la crisis económica se está llevando por delante todos los esfuerzos realizados durante las últimas décadas en investigación. Son estos capítulos los que más recortes están sufriendo. Y así también se está limitando seriamente la innovación universitaria y la transferencia del conocimiento, y, de paso, la transformación del modelo productivo y el avance hacia las predicciones sociales realizadas por los organismos internacionales.